-Pregunta, seré sincera. -Te dije.
-Tu primera felación, ¿cómo fue?
-Pues… la primera felación que hice no me lo tragué. Me aparté. Como la primera vez que das una calada a un cigarro y te hace toser. En mi primera mamada me la saqué de la boca. Todo un desperdicio. Las tonterías que uno hace por falta de experiencia.
-Segunda pregunta. Cuéntame el mejor anal que has hecho en la vida.
-Fue hace una semana, exactamente, el martes pasado. Te cuento.
-Dime.
-Fue paseando al perro. Nuestros perros se olieron y de lo bueno que estaba el tío casi yo le huelo a él el paquete. Nuestros perros se hicieron amigos y nosotros decidimos sentarnos en un banco del parque. A la media hora estábamos en su casa.
Uff, como me folló el culo. ¡Qué placer!
Desde entonces, algunas noches me despierto y me tengo que masturbar. Deseo esa polla en mi culo todo el rato.
La historia fue así. El tipo se chupó un dedo, lo llenó de saliva y me lo metió poco a poco en mi culito. Yo estaba a cuatro patas, como una perra, y empujaba para atrás para que entrara todo de una vez, pero él retrocedía. El tipo quería decidir cómo y cuándo me iba a follar, me volvía loca estar dominada y cachonda como una puta. Estuvo un rato jugando conmigo. Casi muero del deseo. Mi culo se abría solo y mi coño babeaba como un cerdo.
En un momento dado, no aguantaba más e intenté tocarme el clítoris con mis dedos. Me apartó la mano. Con fuerza. Para decirme quién mandaba de los dos y quién gobernaba la situación. Le supliqué.
Fóllame el culo, por favor. Fóllamelo. Méteme tu polla en mi culo. Ábremelo. Dame por el culo. Quiero sentirla dentro de mí. Fóllame.
Se lo suplicaba como una guarra, pero el tipo quería ir poco a poco.
Dame por el culo, ¿qué quieres a cambio? Si me lo follas te haré la mejor mamada que te has hecho en la vida.
No contestó. Pero debió excitarle mi proposición porque me metió dos dedos en el culo.
Más, méteme más dedos -le supliqué- méteme la mano en el culo.
Accedió a los tres dedos. Ya empezaba a sentir ese dolor-placer que tanto me gusta.
Así, así, párteme mi culito de guarra que tengo. Fóllamelo. Dame por el culo, cabrón.
Y fue nada más insultarle cuando, de golpe, sacó los tres dedos de mi culo abierto y metió su polla. La fuerza con la empujaba me tumbó en la cama.
Yo ya sabía el truco.
Hijo de puta, maricón de mierda, ¿no me vas a reventar el culo? Soplapollas.
Dios mío como le activaron esas palabras. Empezó a bombear y bombear. La sacaba del culo y la metía en el coño. Sin control, a lo bestia. La sacaba entera y la metía de golpe por uno de los dos agujeros. Sin orden. Tres veces el coño y luego dos por el culo, luego cuatro por el culo y una por el coño. No sabía por donde me iba a entrar. Pero siempre hasta el fondo.
Gilipollas. Mariconazo. Cabrón.
Se dio la vuelta. Me la metió en la boca y se corrió. Casi me ahoga. Su polla no paraba de echar lefa. La rebañé como me gusta a mí. Le di las gracias, le llamé hijo de la gran puta y me marché.
¿Alguna pregunta más?