Fue una noche de verano, nos encontrábamos de vacaciones disfrutando los últimos días que nos quedaban. Volvíamos de la playa caminando hacia el departamento mientras debatíamos a dónde iríamos más tarde.
Llegamos, nos bañamos y cuando se hizo la hora emprendimos camino hacia un bar, el cual había visto muchas veces y siempre le repetía que debíamos ir ahí. Le dije que esta vez sería diferente, que esperaba que la noche nos deslumbre. Y así lo fue.
Cuando llegamos pedimos una cerveza y una pizza, la cual llegó rápido. Nos la devoramos, pero lo que no sabía era que esa noche quien iba a ser devorada, era ella.
Todo era perfecto. Sonaba música de fondo en vivo, un guitarrista y su vocalista nos deleitaba con algunas canciones conocidas mientras que iban corriendo las mesas en el lugar para rápidamente darle comienzo a la pista de baile. Y sin dudas, lo que más hicimos fue bailar.
Se hizo más tarde. Bebimos champagne y algún que otro vino dulce que tanto nos gusta. Estábamos lo suficientemente borrachos como para calentarnos muy fácilmente y sin lugar a dudas me calentaba solo de verla.
Ella llevaba el pelo atado en una colita y cada vez que me bailaba pegadito podía ver como se le asomaba la tanguita que se escondía debajo de su vestido rojo, el cual era corto y muy sexy. Entre tanto ruido del ambiente no pude distinguir bien lo que me dijo, pero me dejo su cartera y pude ver como se dirigió hacia el baño. Caminaba tan sensual que podía notar como se empezaba a poner duro mi pene y me recorría el calor producto de tanto alcohol. Tenía tantas ganas de cogerla.
No me aguanté. Era el momento ideal para cumplir con esa fantasía con la que tanto tiempo esperamos. No podía dejar pasar la oportunidad de cumplirla y… ¿qué mejor que en nuestras vacaciones?
Me dirigí de forma sigilosa al baño, intenté entrar pero tuve miedo que me vieran. La esperé en la puerta con la excusa de llevarle su cartera. Cuando la vi salir me di cuenta en su rostro que estaba tan excitada que no tuve mejor idea que decirle que me siguiera. Cuando quisimos darnos cuenta estábamos dentro de un cubículo del baño de hombres:
-¿Tenés preservativos? -Me dijo al oído.
-No, me olvidé. Pero estoy muy caliente, sentí -Puse su mano sobre mi verga y le mostré lo dura que la tenía. Se calentó tanto que me dejó meter mi mano por debajo. Estaba húmeda.
Le levanté el vestido muy lentamente, la puse de espalda y me bajé el pantalón. Moría de ganas de penetrarla y la idea de que alguien pudiese descubrirnos me fascinaba. La tomé por el pelo como tanto le gustaba mientras podía oír como gemía y me movía el culo. Mi verga estaba cada vez más dura y podía notar como comenzaba a mojarse. Introduje mis dedos en su vagina, eso la volvía loca y a mí me hacía sentir que estaba haciéndolo bien.
Oímos ruidos afuera. Se escuchaban dos hombres hablando. Nos tocaron la puerta y nos asustamos, aunque, al mismo tiempo nos excitó tanto pensar que podían abrirnos la puerta que seguimos.
Ahora estaba sentado en el inodoro, con la tapa baja. Y ella arriba de mí no paraba de moverse en forma constante mientras se tocaba su clítoris. Podía sentir sus flujos en mi verga y eso la ponía cada vez más dura, podía sentir el éxtasis de ese momento.
La veía tocarse y eso me volvía cada vez más loco, sentía que mi cuerpo disfrutaba de ese momento. Mientras chupaba sus tetas bien paraditas ella no podía parar de retorcerse de placer. Podía ver en su cara lo bien que la estaba pasando.
“Voy a salir”, le dije. Y automáticamente ella se corrió por completo. La sentí tan mojada que por fin acabé.
Nos besamos y nos acariciamos.
Salimos rápidamente del baño y volvimos a la pista.
A seguir bailando que la noche es larga.
Julio.