Había llegado al departamento de mi amigo más tarde de lo esperado. Por fin, después de mucho tiempo, conocería el lugar del que tanto me había hablado.
Conversamos lo justo y necesario para no despertar ni a su mujer ni a su hijo.
Me condujo a una habitación que tenía una cama individual y me entregó un juego de llaves para que me manejara con autonomía. Su jornada empezaba temprano, pero casi que me obligó a que permaneciera en la cama hasta la hora que deseara. También me comunicó que su mujer iniciaba su labor muy temprano y que su hijo entraba al colegio en la pre-hora.
Cuando me desperté efectivamente todos se habían marchado. Pensé que lo más conveniente era desayunar y luego salir a dar una vuelta por el barrio.
Antes de salir recorrí cada una de las habitaciones del departamento. Era confortable y muy espacioso, tal como mi amigo me lo había relatado tantas veces.
Me sorprendió la cantidad de productos y jabones que había en el baño. Una sensación de escalofrío me recorrió el cuerpo cuando vi un jabón que usaba su mujer durante la etapa en la que estaban de novios. En esa época compartíamos los gastos del alquiler y ella solía quedarse varios días. Repentinamente tuve una erección y una sensación de culpa.
Al volver de mi paseo el departamento estaba vacío. Todavía era plena tarde y nadie había regresado. Preparé mi ropa para darme una ducha.
Ya en el baño sentí un ruido como de una puerta que se cerraba e inferí que era mi amigo que retornaba de su trabajo. Según lo que me había dicho, su mujer terminaba de trabajar ya entrada la tarde. Cerré el grifo y comencé a secarme cuando bruscamente y, sin tiempo a nada, se abrió la puerta y su mujer ingresó al baño. Eso duró un instante pero ambos quedamos paralizados. Le pedí disculpas y ella me dijo que no tenía nada por lo que disculparme.
El incidente no pasó a mayores. A la noche cenamos y hablamos con mi amigo de lo acontecido en la jornada laboral. Como la mujer y su hijo se habían dormido aprovechamos para conversar de otras cosas. Me dijo que la relación con su mujer estaba pasando por un momento muy delicado. Ya casi no tenían sexo y lo noté muy preocupado. Traté de calmarlo porque en un momento se había puesto muy mal. Nos despedimos porque a la tarde regresaría a mi ciudad. Antes de acostarme me recordó que no me preocupara si no me veía a la mañana siguiente, porque entraba al trabajo muy temprano. También me dijo que su mujer, ese día, entraba más tarde y que podía desayunar con ella.
Apenas puse el cuerpo en la cama me quedé rendido.
Si bien el clima no era caluroso, un aroma fresco como a jabón ascendió por mis piernas. Entreabrí los ojos y por la claridad que se colaba por la ventana advertí que ya serían las ocho de la mañana. Esa fragancia persistía y la sentí como impregnada en el aire. Me incorporé rápido y quedé petrificado cuando vi a la mujer de mi amigo que me estaba haciendo sexo oral. En mi rostro estaría grabado el horror porque ella me susurró que me calmara. Le dije que se detuviera pero continuó chupándome la verga como poseída. Casi sin poder oponerme me sacó el bóxer. No me reconocía en esa acción. Ella estaba con una tanga negra y un corpiño del mismo color. Por mi mente no pasaba ningún pensamiento y eso me horrorizaba aún más. Su piel era muy blanca y contrastaba con su ropa interior. Me incorporé completamente y empecé a sacarle su tanga; ella ya se había quitado el corpiño. Mi verga estaba erecta y notaba que ella estaba muy excitada. No intercambiábamos palabras. Tenía la vagina depilada. La puse en cuatro. Su ano era muy rosado y quise olerlo. La fragancia también estaba ahí. Apoyé la cabeza de mi verga en su ano y me suplicó que no la cogiera por la cola. Ese pedido no hizo más que envalentonarme para metérsela hasta los huevos. Así fue. Un grito seco resonó en la habitación y luego se fue apagando hasta convertirse en llanto. Por casi veinte minutos la metí y la saque de su culo. Ella estaba completamente mojada. En un momento sentí que toda mi fuerza estaba concentrada en la cabeza de mi verga y me vacié en su ano. Gota a gota rebalsé su agujero y saque la pija morada. Ella giro su cabeza y nos miramos. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su rostro colorado. El olor a jabón envolvía la habitación. Nos abrazamos e intenté penetrarla por su vagina, pero mi miembro estaba fláccido. Sentí que ella agradecía el abrazo y permanecimos unos minutos de esa manera.
Me dijo que no quería que mi amigo se enterará y me contó que su relación estaba terminada.
También me dijo que debía bañarse e irse a trabajar.
Cuando salió del departamento para dirigirse al trabajo le di las llaves y salimos juntos. En la esquina cada uno tomó rumbos distintos.
A la tarde viajaba en el colectivo y recibí un par de mensajes de mi amigo que me preguntaba si había podido desayunar tranquilo y cómo iba ese viaje. Le conté que todo había estado muy bien y le agradecí por la estadía en su departamento.