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Confesiones de una mujer infiel (cap. 1)
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Esta es la historia de cómo conseguí que ascendieran a mi esposo y le dieran un significativo aumento. También es la historia de una mujer infiel, mi historia. La historia de una mujer traidora a la que le gusta humillar a su marido, ponerle los cuernos con hombres mejor dotados que él y salirse siempre con la suya. Así que si no te va este tipo de relatos, te sugiero que no leas lo que viene a continuación.

Pero permítanme hablar un poco más de mí misma. Soy una mujer de 38 años muy atractiva: alta, piel canela, rasgos exóticos y un cuerpazo trabajado a conciencia en el gimnasio. Tengo las tetas grandes y macizas, una cintura lo suficientemente estrecha, caderas amplias y un culo de campeonato. Y me encanta el sexo. Adoro el sexo.

Cuando mi esposo y yo nos casamos, él era una fiera en la cama. Con los años, nuestra relación se volvió rutinaria, al igual que nuestros polvos. Nos queremos mucho y formamos una estupenda pareja, pero la chispa sexual solo se avivaba de vez en cuando. Julián, al igual que yo, estaba muy enfocado en su trabajo, pero mientras en mí la libido y el deseo iban en aumento a niveles siderales, mi esposo parecía haber perdido el interés por follar.

Divorciarnos no es una ni ha sido nunca una opción, pues tenemos un hijo, muchos planes a futuro y patrimonio en común. Además, yo sólo quiero una relación sentimental con él. Así que empecé a buscar lo que no me daba Julián en otros hombres. Hombres atractivos, altos, musculosos, de pollas enormes y que sean muy viciosos en la cama. De preferencia por lo menos diez años menores que yo, aunque me he acostado con algunos a los que solo les llevaba cinco. Y por mi condición de mujer súper atractiva y exitosa, no me ha sido difícil encontrar hombres que cumplan con mis exigentes condiciones.

En los últimos años he tenido una docena de amantes. He follado con otros en mi propia casa, pero también en hoteles, departamentos, etc. Me encanta que un joven semental me reviente la concha sin contemplaciones. Gozo como una cerda cuando un macho mejor dotado que mi marido me da por el culo en mi cama matrimonial. Me encanta ser infiel. Me excita el riesgo de poder ser descubierta y el morbo de saber que, mientras mi querido esposo se encuentra trabajando, yo puedo estar cabalgando la polla de uno de mis amantes en algún hotel, o tragándome con vicio el semen de un desconocido.

Suelo conservar a mis amantes un mínimo de tres meses. Con algunos he durado todavía más, porque no es tan fácil conseguir un buen semental. Muchos hombres solo tienen la apariencia de serlo. Como mi marido ahora. Todavía es guapo, conserva ese porte atlético de sus primeros años, pero su polla se desinfla con facilidad. He dejado de contar las veces que he tenido que fingir orgasmos cuando lo hacemos.

En fin, mi último amante había sido el novio de una amiguita del trabajo bastante menor que yo. Lo llevó alguna vez a una de esas reuniones del trabajo en alguna discoteca y el chico me encantó. Menos de 30, cara de muñeco, alto y fornido. Se llamaba Paolo. A las dos semanas, los invité a él y a su noviecita a una discoteca. Fuimos con algunos otros compañeros del trabajo. Nos relajamos después de tomar unos tragos y enseguida inicié mis ataques.

Estuvimos en aquel lugar un par de horas, y Paolo y yo bailamos varias veces y pude coquetear con él a mis anchas. Al salir de ese lugar, les pedí a él y a su novia que me dieran un aventón a mi casa, porque estaba “un poco mareada” y no podía manejar. Como soy la jefa de su jefe, a ella no le quedó más remedio que aceptar, aunque pude notar que estaba incómoda. Me senté en el asiento del copiloto, junto a su novio.

Durante el recorrido, le pregunté a ella donde vivía y cuando me lo dijo, dije a Paolo que la dejara primero a ella y que luego por favor me acompañara hasta mi casa. Hubo un silencio incomodo pero nuevamente, a ella no le quedó más remedio que aceptar. Cuando dejamos a su novia en su casa Paolo me preguntó cuál era mi dirección, pero le respondí:

– “Llévame a tu casa. Quiero que me invites un último trago.”-

Nos miramos un segundo y posé mi mano sobre su muslo, acariciándolo suavemente. Fue todo lo que necesitó y en seguida se puso en marcha. Mientras manejaba hacia su allá, escudada por la oscuridad de la noche, le desabroché la cremallera y me tragué entera su preciosa verga y succioné sus bolas. Llegamos a su departamento y apenas entramos, empezamos a besarnos y a meternos mano. Nos fuimos a su habitación.

Una vez allí me quité el vestido y las bragas y completamente desnuda me puse en cuclillas para bajarle los boxers mientras que él terminaba de quitarse el resto de su ropa. Liberé su enorme polla, gruesa y dura, la succioné como si en eso me fuera la vida. Mientras acariciaba sus nalgas duras él me tomó de los cabellos acariciándolos y luego con ambas manos dirigió el ritmo de la mamada.

Me la empezó a clavar literalmente hasta el fondo de la garganta, y por instantes la dejaba allí un rato y me tapaba la nariz con los dedos, para que me atragantara con su portentosa tranca. Su pollaza estaba cubierta por mi saliva que se derramaba por el tronco hasta los huevos, y yo tenía los ojos enrojecidos mientras trataba de recobrar el aliento.

Por un momento pensé que Paolo quería correrse en mi boca y yo estaba a dispuesta a tragarme su lefa sin desperdiciar una sola gota. Sin embargo, el se contuvo y me llevó a la cama. Empezó a succionar mis tetas y bajó rápidamente hasta el ombligo, sin dejar de presionar fuertemente mis muslos y nalgas, me comió el coño y lengüeteó vorazmente mi clítoris haciéndome venir por primera vez en la noche.

Se preparó para follarme y me colocó a cuatro patas, al estilo perro, y me penetró desde atrás. Al principio lo hizo con penetraciones lentas y profundas, dejándome sentir cada centímetro de aquella enorme barra de carne. Su verga entraba clavándose hasta los huevos y luego salía casi por completo, lo que provocaba que mi cuerpo entero se estremeciera de placer. Poco a poco, fue incrementando la velocidad y la potencia de sus embestidas hasta llegar a un ritmo verdaderamente bestial, en el que el violento sonido de su pelvis chocando contra mis nalgas era increíblemente excitante. De vez en cuando me daba azotes en el culo que me hacían gritar desaforadamente.

En esa posición, tuve un fuerte orgasmo, mientras Paolo no paraba ni un segundo de bombearme el coño con su magnífica herramienta, en el instante en que sus manos me apretaban las tetas con fruición. Me corrí lo que me pareció una eternidad mientras él seguía embistiendo sin darme tregua. Grité y gemí completamente abandonada al placer que me estaba proporcionando aquel semental.

Paolo todavía no se había corrido y luego de hacerme poner de pie, metió sus brazos por debajo de mis muslos, me cargó en vilo y me clavó en su verga de nuevo. Yo me cogí de su cuello desesperadamente mientras él empezaba a hacerme saltar sobre su enorme tranca una y otra vez. Me jodió varios minutos en esa posición e hizo que me corriera tres veces antes de que sintiera la inminencia de un nuevo orgasmo.

Entonces, me depositó de nuevo en la cama, puso mis piernas en sus hombros y me dio con toda la potencia de la que era capaz. El orgasmo fue brutal, con oleadas de placer recorriéndome entera y haciendo que me retorciera sobre el suelo de la habitación. Paolo sacó su polla instantes antes de correrse, y terminó eyaculando en mis tetas y en mi cara. Fue un polvo monumental.

Tomamos un descanso, y yo aproveché para llamar a mi marido para avisarle que no iba a llegar hasta el día siguiente porque me quedaba en casa de una amiga y que por favor llevara a nuestro hijo a su clase de karate al día siguiente. Antes que todo soy una buena esposa y madre.

Paolo se recuperó rápido y luego de comerme el coño un buen rato, lo cabalgué como si no hubiera un mañana. Fue un polvo aún más largo e igual de intenso, en el que me regaló dos orgasmos más. Esta vez se corrió en mi interior y pude sentir los potentes chorros de leche llenándome la vagina por completo.

Esa primera noche, Paolo me pegó tres polvos y yo se la mamé un par de veces. Me comió el culo, tuvimos sexo anal y después se pajeó en mis tetas. Fue una noche pletórica de sexo. Por la mañana, pegamos un último polvo antes de ducharnos juntos y que me llevara de regreso a casa.

Durante casi un año disfruté de este joven semental cada vez que se me vino en gana. Nos veíamos todas las semanas, en especial los viernes. Generalmente la rutina era la misma. Estaba con su novia hasta las once y luego volaba a su departamento, donde yo ya lo estaba esperando. Siempre me quedaba hasta el día siguiente con el pretexto de quedarme en casa de una amiga.

Algunas veces yo manipulaba esos encuentros. Como ya conté, yo no era su jefa directa pero si era jefa de su superior y muchas veces utilizaba mi posición para saturarla de trabajo, a veces solo para divertirme, pero especialmente los días en que iba a encontrarme con su novio, mi amante. Esas veces solía pasar por su escritorio para despedirme y desearle un buen fin de semana, sabiendo que estaría trabajando hasta altas horas de la noche.

Esos encuentros eran los mejores, sin ninguna duda. A Paolo le encantaba que fuera tan dominante, y que obligara a su novia a hacer cosas en el trabajo. De hecho, algunas veces lo planeábamos juntos y el morbo mejoraba mucho el sexo. Recuerdo sobre todo una ocasión en la que mi esposo estaba de viaje y para poder pasar el fin de semana con Paolo, obligué a todo el equipo de su novia a trabajar en un proyecto urgente para el lunes.

Ese par de veces Paolo y yo nos la pasamos follando como animales casi tres días en su departamentito de soltero. Em ambas ocasiones dejé a mi hijo con unos primos con los que se lleva de maravilla y de esa forma no tuve que regresar a casa. En vez de eso, cabalgué sobre la polla de mi joven amante y se la mamé hasta asegurarme de extraerle la última gota de semen que sus pelotas almacenaban. Todo eso mientras la cornuda de su novia estaba enterrada bajo una montaña de trabajo.

El día de su boda se acercaba y la semana en la que se celebraron las despedidas de soltero, estuve particularmente ocupada. Primero, asistí a la despedida de la novia y quien me recogió de la fiesta no fue mi marido, sino el novio. Mi amiguita del trabajo seguiría celebrando con globos y alguna banda de cuarta, mientras que yo cabalgaba furiosamente y me corría sobre la soberbia tranca de su futuro esposo. Paolo y yo no paramos de follar hasta que salió el sol. Nuevamente, el morbo fue extraordinario y contribuyó a que el placer se elevara a niveles siderales.

Luego vino la despedida Paolo. Le ordené que se asegurara de que fuera una celebración corta y de emborrachar a mi marido, al que hice ir a la celebración poniendo como pretexto que ambos conocíamos a los novios, ya que los habíamos visto un par de veces en reuniones. De esa forma, los recogí a él y a mi esposo de la fiesta y fuimos a mi casa. Le dejé que me follara por el culo en la misma cama en la que duermo todas las noches con mi marido como regalo de despedida, hasta entonces no habíamos tenido sexo anal en casa. Me perforó el ano con toda la fuerza de la que fue capaz y me lo llenó de leche, mientras mi esposo roncaba en la habitación de invitados.

Finalmente, el día de la boda, me aseguré de que Paolo emborrachara a su esposa, porque mi intención era que esa primera noche de casado iba a ser mío. Me obedeció sin chistar, así que cuando toda la fiesta empezaba a tambalearse por la borrachera, despaché a mi esposo y le dije que se fuera a casa diciéndole que iba a seguir la juerga con mis amigas en otro lado. Como últimamente se ha convertido en un ser aburrido me hizo caso de inmediato.

Mientras tanto, yo subí a la habitación que los recién casados tenían reservada para pasar la noche y me la pasé follando con mi joven amante toda la, mientras que mi compañerita de trabajo estrenaba su vida de casada profundamente dormida en un sillón. Me gusta tomar la delantera, dominar a mis amantes y aquella experiencia fue de lo más excitante. Cuando regresó de su luna de miel, Paolo me llamó y me dijo que podía conservar el departamento de soltero para que pudiéramos seguir viéndonos.

Sin embargo, después de su boda no volví a acostarme con él. Corté la relación y quedamos como amigos, porque no me gustan las complicaciones. Fue una relación larga, a la que le saqué todo el provecho que pude, pero consideré que era el momento de terminarla. Tal vez algún día vuelva a acostarme con él, pero ese momento no ha llegado. Desde entonces no había estado con otro hombre, y de eso ya habían pasado tres meses y medio…

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  1. Mi esposa casada caderona y el entrenador Carlos se lo regalé de cumpleaños, Carlos es alto, musculoso y el pene enorme y cuando la vio en el carro en lencería negra puesta y tacones ella le dijo que lo sacara mi esposa se movió para el asiento de atras y lo empezó a chupar

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