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Confesiones 3: La roomie
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Mi novia renta un amueblado junto a su amiga. Algunas veces la visito y las cosas se suben de tono en su cuarto, pero nunca me deja que lo hagamos por miedo a que se entere la casera y la corran. Como le queda a unos pasos de la facultad y el precio está muy bien, ha sido la única cosa con la que nunca ha querido tentar su suerte.

Yo vivo del otro lado de la ciudad porque trabajo a las afueras y ella sólo acepta quedarse cuando no le toca ir a clases al día siguiente. Más de una vez hemos visitado algún motel porque ya no aguantamos las ganas y no podemos quedarnos en mi departamento. La amo por ser tan tierna, siempre se pone nerviosa de que nos vean entrando o saliendo, pero bien que le cuenta todo a su roomie.

Ellas se conocieron ahí mismo, pero terminaron haciéndose buenas amigas. A veces nos acompaña a pedas y en general, es una chava alivianada, aunque siempre anda en su pedo. No es raro verla disociarse en un rincón o verla bailar toda rara y de repente, cohibirse al darse cuenta que la están viendo. Mi novia es bajita y un poco redondita, es morena y de cabello corto, usa lentes y a veces se pone de contacto. Su amiga es muy delgada y le saca unos centímetros, pero tampoco es una garrocha, tiene la piel pálida y el cabello teñido de rojo le cae por debajo de los hombros y siempre viste de negro o verde militar. Digo, no es fea, pero la verdad nunca me hubiera fijado en ella.

Un día, después de dejar a mi morra en su salón, me marca para pedirme que le lleve un fólder con fotos que se le habían olvidado en su cuarto. Eran para su examen y había que llevárselas antes de que terminara la clase, regresé para que me diera la llave y me lancé corriendo. Estaba cerca pero sí eran unos 15 minutos a pie, otros 15 de vuelta y apenas tendríamos margen de 5 minutos antes de que se acabara la clase.

Llegué todo bofeado, entré y fui directo a su cuarto y cuando abrí la puerta, me fui a la mesita a lado de la cama y agarré el fólder. Cuando al fin tuve chance de respirar, me di cuenta. Su roomie estaba acostada en la cama, tenía una mano en la pucha y la otra apretaba la tanga de mi novia en su cara. Me di la vuelta y le pedí perdón sin parar mientras cerraba la puerta tras de mí y salí hasta las escaleras a terminar de agarrar aire. ¿Qué había pasado? Me llegó un mensaje, preguntándome que si ya lo había encontrado, le respondí que sí y volví a lanzarme de vuelta a la facultad.

Casi se me sale el corazón del pecho, pero pude lograrlo. Me tiré al suelo afuera de su salón mientras en mi mente no dejaba de hacerme todo tipo de preguntas. Cuando revisé mi celular, tenía llamadas perdidas y varios mensajes, era la roomie. No leí todos, pero ya me imaginaba lo que decían. Le dije que no iba a contarle a nadie, ella debió haber visto el mensaje porque dejó de mandarme más.

Fue apenas un instante, pero no pude sacarme de la cabeza la idea de que esa tipa estaba en el cuarto de mi novia, dedeándose con su tanga en la cara. Nunca pensé que fuera lencha, pero pronto empezó a hacerme sentido que nunca le había conocido algún novio. Cuando nos volvimos a ver, quise actuar normal, pero ella se la pasaba evitándome al grado de que mi novia nos preguntó abiertamente qué pasaba. Le inventé que había visto a la roomie resbalarse en medio de la calle y que por eso andaba chiveada, ella me siguió el cuento y mi novia se rio con la mentira.

Pasaron los meses, poco a poco, la tipa iba tratándome como antes y en secreto, le hacía señas cuando veía una morra guapa, como si fuera un bato más. Ella sólo se sonrojaba y aquello me divertía. Llegué a preguntarle por mensaje muchas cosas, primero decía que no era lesbiana, luego dijo que tal vez era bi y al final, dijo que a veces les gustaban más las mujeres que los batos. Le pregunté si le gustaba mi novia y hasta llegué a molestarla con que le mandaría nudes de ella, pero luego ella me mandó una foto de ambas en tanga, supuse que en su cama. Estaban cubiertas de arriba, pero la roomie le estaba agarrando las chichis a mi vieja. Eso me prendió.

Ya en confianza, ella me decía que sí le excitaba mi novia, pero que era algo más “platónico”, mis huevos. Nunca le mandé las nudes de mi novia, pero un día le mandé un audio de una vez que nos grabé cogiendo. Dejó de responderme un rato, así que me imagino que se manoseó oyéndolo. Fuera de eso, la traté como una amiga… o bueno, un amigo, porque nunca me había llevado así con una mujer. Una de tantas veces que la molesté con viejas que pasaban cuando estábamos los tres, la obligué a confesarle a mi chava que también le gustaban las morras. Ella se lo tomó bien en frente de ella, pero cuando estábamos fajando rumbo a mi depa, me dijo que ya lo sospechaba y por más que quise que me diera detalles, ella no me contó por qué.

Pasaron unas semanas, todo normal. Seguía haciéndole bromas a la roomie y ahora podía molestarla frente a mi novia, que era un plus. Pues bueno, un buen día, estando los dos solos, empezó a sacarme el tema de los besos de tres y esas cosas, luego de los tríos y orgías… según decía, aquello no lo entendía y decía que era “too much” para ella. Pero a mí se me hacía medio raro todo eso, porque no me soltó una o dos veces nada más. Por otro lado, mis conversaciones privadas con la roomie se reducían a mandarnos memes o reels, uno que otro picante, pero nada más.

Se acercaba el cumpleaños de mi novia, la roomie y yo le organizamos una fiesta chica en un bar, aunque pronto llegaron sus compañeros de salón y en corto empezó a salirse todo de control. Había mucho mala copa en su bolita y llegados a un punto, decidimos salirnos del lugar. Estábamos algo tomados, pero todavía lúcidos y como ninguna quería entrar a otro bar o ir a un antro, paré un taxi para que la otra se fuera al amueblado y después pediría otro para que los dos nos fuéramos a mi departamento. Pero mi novia la detuvo y dijo que era muy temprano, que quería ir a festejar a otro lado.

Un poco fastidiados, la acompañamos a otro sitio, luego a otro… así hasta que nos dieron las 4 y nos negaron la entrada al cuarto lugar al que íbamos a ir. Ni siquiera nos quedábamos más de media hora, ningún lugar le parecía a la cumpleañera. Eso sí, se la pasó anunciando que era la festejada y se tomaba cuanto trago de cumpleaños le ofrecían y yo, por la vergüenza de irnos sin pedir nada más, les dejaba propinas a los meseros antes de salir, hubiera sido mejor comprar una botella y ponernos pedos en mi cantón, pensé.

Su meta era ponerse peda y lo logró. Era muy tarde y se me hizo peligroso que la roomie se fuera sola a casa, así que los tres fuimos a mi sitio. Para entonces, ya se nos había bajado nosotros dos y me tocó cargar a mi novia en la espalda mientras subíamos las escaleras. No tuve corazón para mandar a dormir a la otra al sillón, así que le dije que le tocaría dormir junto a ella en la cama.

—Eso sí. Nada de manoseos, ¿eh? —le dije en broma.

Al día siguiente, la bella durmiente amaneció con cruda y fuimos a curarla mientras la roomie aún roncaba. Una vez reanimada, me confesó que se espantó de verla junto a ella y yo le dije lo que le había dicho antes de dejar la puerta del cuarto abierta (por si las dudas) y nos reímos. Regresamos con tacos para la susodicha y después de una charla amena, se fueron juntas a la casa temprano.

Yo había planeado un finde para coger a gusto y se lo hice saber por mensaje. Ella dijo que también se había quedado con ganas y le dije que pasaría por ella en la noche, pero me dijo que esperara al martes, estaba en temporada de exámenes y tenía que reponerse de la cruda todavía.

El día llegó y le avisé que me esperara afuera de su casa, pero ella me dijo que se le había hecho tarde y que mejor nos viéramos en un motel que a mí me quedaba bastante cerca, lo cual se me hacía muy raro. A la hora señalada, me presenté y di el número de cuarto, me dieron acceso y estacioné el carro solo, era raro. Abrí la puerta y ella estaba usando lencería negra, el cuarto tenía muchos espejos en el techo y las paredes. Empezó a sonar música en las bocinas de la habitación, vinculadas a su celular y entonces se hincó sobre la cama y me extendió los brazos.

Aquello era una sorpresa para mí, nunca habíamos hecho nada similar y mientras besaba su cuello y hombros, ella me susurró que esa noche le daría su regalo de cumpleaños. Bajé por su barriguita y me recibió una tela transparente con abertura en la zona a donde mi lengua fue a parar. Me puse sus piernas sobre los hombros y le comí la cuca como acostumbraba. Unas manos se posaron en mis hombros y casi me da un infarto del susto.

Vi la piel pálida, las piernas delgadas, lencería roja a juego con el cabello largo… y su cara sonrojada. No podía creérmelo, ella me hizo a un lado con gentileza y en un parpadeo, ocupó mi lugar entre las piernas de mi novia. Ella se mordía el labio y me lanzó una mirada pícara mientras me pedía sentarme a su lado. Sacó mi verga, que estaba ya dura y empezó un sube y baja al tiempo que me explicaba: aquella no era la primera vez que esa chica le comía la raja y el plan era hacer esto en su cumpleaños, pero se puso nerviosa y se puso a tomar para darse valor. La otra no sabía nada, pero ya le había confesado que quería hacer un trío con nosotros.

Yo pensé que su plan era hacer equipo conmigo para complacer a mi novia, pero pronto me hicieron comprender mejor la situación. Mi chica le dio la indicación y aquella boca pasó de su panocha a mi verga, se levantó y se colocó detrás de su amiga. La mano en su nuca la obligaba a metérsela hasta el fondo y la mantenía así un rato antes de soltarla y volver a empujarla.

—Estuvimos practicando con dildos. Le enseñé cómo te gusta que te la chupen.

En efecto, pronto sentí los movimientos de lengua que mi novia solía hacer cuando me la mamaba. Se notaba que era inexperta, me confesó que sólo había tenido sexo con un bato en secundaria y nunca más había estado con un hombre; pero estaba haciéndolo bien. Los ruidos que hacía al atragantarse no hacían más que prenderme aún más.

Mi novia se puso a su lado y se puso a lamer los labios de su compañera, luego se unió la otra lengua y tras acabar ese beso, ambas se pusieron a comerme la verga. Estaba soñando, era algo que veía en porno pero nunca había pensado en hacerlo. Me vine en la cara de ambas, la de lencería negra le comió la cara a de rojo y me limpió el rifle. La roja se levantó y ambos nos sonreímos con algo de pena, la negra la vio y le dio una nalgada que la sacó del trance. Le extendí la mano y al ver la aprobación que tenía de mi novia, se acercó a mí.

Nunca hubiera imaginado que debajo de toda esa ropa negra y holgada que usaba se ocultaba semejante par de tetas. Le temblaban bajo el bra con cada paso que daba y eso me puso a babear. Mi chica tenía unas naranjitas apetitosas, aquellas eran un par de melones y quise llevármelas a la boca. La de negro se me abalanzó del otro lado y comenzó a desvestirme con impaciencia mientras mi rostro estaba embarrado en el pecho de su amiga. Fui sacándolas sin quitarle el bra, la neta me prendía verlas con ese conjunto. Luego me fui a las de mi chica, más chicas pero igual de ricas. Una desvistió a la otra y gracias a los espejos, no perdí detalle de lo que cada una le hacía a la otra.

Al cabo de un rato, pude volver a la carga y aunque me fui directo a mi novia, ella acomodó a su compañera boca arriba y se sentó sobre su cara, viéndome y guiando mi verga a la cuca de quien le estaba comiendo nuevamente la suya. Estaba apretadita, apenas y podía avanzar al principio, pero era más profunda que la de mi morra y al cabo de poco, pude entrar y salir sin problemas. Me puse sus pies de aretes y besé a quien tenía frente a mí.

La pelirroja se vino y la morena fue a lamerle el clítoris mientras me pedía seguirle dando, con lo que conectó un segundo orgasmo y esa fue mi señal de sacarla y se la ofrecí a la boca que ahora al alcance. Pasaba de uno al otro, saboreaba como si aquello fuera un manjar y entonces yo quise probar. En efecto, el sabor era familiar pero distinto, más sutil que el que acostumbraba beber.

Ahora el turno de la otra, su panochita estaba muy bien lubricada y me recibió sin esfuerzo, apresándome con sus piernas mientras la otra recobraba la consciencia. Al acercarse y besarse, obedeció y era ahora ella la que se sentaría sobre la cara de mi novia. Estaba deshaciéndose de placer, su cara volvía a estar roja y esos labios me tentaron a sellarlos. Lo que le faltaba de saber mamar lo compensaba con saber besar, esa lengua tenía vida propia.

Estaba por venirme cuando mi chica pidió que aguantara e hizo que su compañera se hincara de nuevo frente a mí y me pidió que le llenara la cara de leche. Ella misma fue quien ordeñó mi verga hasta que los hilos blancos y gruesos surcaron ese rostro pálido. Aquella era una fantasía que le cumplieron, porque la pelirroja tenía los ojos y boca cerrada, esperando diligentemente a que la morena llegara a limpiarle la cara. Aquella tenía una sonrisa de oreja a oreja, fue apenas el inicio de la noche.

Lo hicimos dos veces más, en ambas me vine dentro de mi novia. Nuestra acompañante tenía especial predilección por ella, aunque también se dejaba querer por mí y lanzó unos gemidos de antología la última vez que se corrió, de nuevo con mi verga dentro. Acabamos molidos, por un momento creí que nos quedaríamos toda la noche, pero olvidaba que estábamos entre semana. Las llevé a su casa y las besé a las dos al despedirnos, se me hizo lo más normal.

A partir de entonces, tanto ella como mi novia empezaron a mandarme fotos y videos de lo que hacen ambas cuando se quedan solas. Llegamos a hacerlo en mi departamento y sólo una vez nos aventuramos a hacerlo en el cuarto de mi novia, cosa que jamás se repitió. Ahora las salidas con ambas ya no se sienten como si hubiera un “mal tercio”, creo que jamás se sintió así, pero es mejor poder agarrar teta y culo a la amiga de mi novia de vez en cuando. Y sí, ha mejorado bastante a la hora de chuparla.

Ahora mi novia y yo estamos comprometidos y estamos ahorrando para la boda, pero sobre todo, para la luna de miel. Ya lo platicamos y nos consta que en las camas matrimoniales cabemos los tres.

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