La senté en la mesa de vidrio, en el puesto donde usualmente comía Alicia. Estaba frio, pero no le importo, apenas se sentó, restregó su hermoso culo en la mesa. Ambos reímos, pero ya no aguantaba más. Su concha aún estaba mojada por sus corridas anteriores, así que no había necesidad de lubricarla. A los dos nos había puesto caliente esta idea y no queríamos demorar más. Coloqué la punta de mi pene en la entrada de su concha y embestí sin compasión. Entró toda de golpe. Ella hizo una queja de dolor.
-¡auch! ¡bruto! No tan fuerte –reclamó.
-Perdón –me disculpé– pero, bien que te gusta duro.
-Si, la verdad que si –respondió sonriendo coquetamente.
-¿Ves? Te quieres hacer la santa, pero yo sé que eres bien puta –le dije mientras la bombeaba con fuerza –te gusta ¿no putita?
-¡sí, me encanta! –dijo gimiendo- ¡dame más duro! Soy tu puta, tu zorra. ¡ahhh!
Seguí bombeando fuertemente, le comencé a besar, lamer, chupar y hasta morder las tetas. Ella estaba totalmente acostada en la mesa, con las manos en la cabeza, gimiendo fuertemente. Levante sus piernas y las puse en mis hombros. La agarraba de sus muslos y la penetraba con fuerza. Ella gritaba como loca y sentí como sus piernas se tensaban. Se comenzó a correr de nuevo, su corrida chorreaba encima de la mesa.
Le di la vuelta, se recostó boca abajo, con la concha en el borde de la mesa. El vidrio estaba completamente mojado. Se la volví a meter de golpe, esta vez ya no se quejó. Mientras la penetraba con la misma fuerza que antes, comencé a amasar esas nalgas hermosas. Se las abría y podía ver su ano todavía abierto, aun con restos de mi corrida anterior. Esto me puso a mil y comencé a darle a toda velocidad.
-¡me vengo! –dije sin parar de embestirla.
-¡yo también! –dijo –tírame la leche dentro amor.
-¡Ahí va, vente conmigo! –grité mientras le llenaba la concha de leche.
Caí desplomado en la silla. Ahí sentado veía a Sonia, abierta de piernas, con la concha y el ano abiertos y con nuestras corridas chorreando encima de la mesa, donde Alicia cenaría la noche siguiente. Se levantó, se sentó encima mío y me besó muy apasionadamente. definitivamente odiaba a Alicia. Sentí ese beso como agradecimiento por ayudarla en su venganza.
Luego de eso nos fuimos a acostar, exhaustos. Nos dormimos en la cama de sus padres. Abrazados, yo detrás de ella, con mi pene cansado entre sus nalgas y mis manos en sus tetas.
Al día siguiente despertamos aun abrazados, pero mi pene ahora estaba ligeramente duro. Ella lo sintió y comenzó a mover su culo. Yo amasaba suavemente sus tetas y besaba su cuello.
-Que rica manera de despertar mi amor –le dije al oído.
-Sí, mi vida, te amo –respondió ella.
Siguió moviendo su culo, sus nalgas me masturbaban con sus movimientos. Solté sus tetas, para acomodar mi pene en la entrada de su vagina, lo fui metiendo despacio. Primero la cabeza entraba y salía suavemente. Al apretar sus tetas, sentía su respiración agitada. Comenzaba a meter mi pinga un poco más, hasta que entro la mitad y repetí los movimientos. Solo entraba la mitad. Hasta que, de un momento a otro, ella comenzó a mover el culo y mi pinga entro completa en su ya húmeda conchita.
Comenzamos con los movimientos suaves, empezamos a hacerlo un poco más romántico que la noche anterior. Muchas veces iniciábamos de esa manera, pero la excitación siempre hacía que terminemos haciendo de forma salvaje. No pidamos controlarlo. Esta vez no fue la excepción. Continuamos los movimientos suaves por un rato, pero luego, al sentir su vagina completamente mojada, ambos comenzamos a hacer movimientos más acelerados. Sentía sus nalgas golpear fuertemente mi abdomen.
Después de unos minutos de bombear fuertemente, ella se vino gimiendo con fuerza. Le di la vuelta, la acomodé boca abajo en la cama, me subí encima y seguí penetrándola rápidamente, hasta que me vine, echándole toda mi leche en sus deliciosas nalgas.
-¡qué rico mi amor! –me dijo aun echada boca abajo, con sus nalgas manchadas por mi corrida.
-Si amor. A mí también me encanto –le respondí, disfrutando de la vista de sus nalgas llenas de leche– ¿nos bañamos? –pregunté.
-Ok amor –respondió –y después limpiamos todo ¿ok?
Nos levantamos y fuimos a la ducha, prendimos el agua y nos metimos. Le ayude a enjabonarse todo el cuerpo, poniendo bastante énfasis en sus nalgas y sus tetas. Ella me ayudo limpiando mi pene. Lo masajeaba con el jabón, lo que hizo que rápidamente se endurezca. Una vez limpio y erecto, se agachó y se lo metió a la boca. Me comenzó a hacer una mamada brutal. Agarré su nuca y comencé a cogerle la boca, se lo metía rápido, ella no se quejaba y se metía dos dedos en la concha.
Se levantó y ahora me agaché yo. Le levanté una pierna y la puse en mi hombro, comencé a lamer sus labios, estaban mojados con una mezcla de sus fluidos y del agua. Comencé a abrir su conchita con mi lengua y lamia su entrada con rapidez, mientras le apretaba las nalgas. Me detuve, me paré y le di la vuelta, se agachó dejando su culo a mi disposición, le metí la pinga de golpe, estaba bien lubricada, así que no hubo dificultad. Comencé a moverme rápidamente, hasta que empezó a gritar.
-¡Me vengo! –dijo gritando. Se la saqué de la vagina, le di la vuelta y con sus piernas entreabiertas, le metí dos dedos y los comencé a mover rápida y fuertemente- ¡si, amor, así! ¡sigue por favor! ¡no pares! –y sentí como eyaculaba mientras se contorsionaba. Los chorros no paraban de salir y ella no paraba de gritar -¡sí! ¡qué rico!
Me levanté, ella me abrazó del cuello y salto para que la cargué. La tomé de las piernas y se la metí de golpe. Estábamos muy excitados. Con sus piernas en mis brazos, mis manos en sus nalgas, le apoyé la espalda contra la pared y comencé a empujar muy rápidamente. El agua seguía cayendo sobre nuestros cuerpos mientras lo hacíamos cada vez más rápido.
En un momento casi resbalo, así que me senté en el suelo, ella se colocó encima mío y comenzó a moverse muy rápidamente. Al saltar encima mío, se podía escuchar el chapoteo de sus nalgas en mis muslos. Ya no sabía si la humedad se debía a su corrida o al agua. Pero el sonido era delicioso. Siguió por unos minutos hasta que ya no nos pudimos contener.
-Me voy a venir amor –le dije.
-Yo también, vente adentro, lléname otra vez de tu leche –respondió sin dejar de moverse.
La abracé con fuerza y le llené una vez más la concha de leche. Ella también se vino mordiéndose los labios. Nos quedamos sentados unos minutos mientras el agua seguía cayendo sobre nosotros. Luego nos levantamos, terminamos de asearnos y salimos.
Ella se puso solo un calzón, yo mi bóxer, ya que hacía mucho calor, y nos pusimos a limpiar. Limpiamos toda la casa, pusimos las sábanas de sus padres a la lavadora y secadora para volver a tender su cama. Luego fuimos a cocinar.
Mientras cocinábamos, conversábamos de cualquier cosa. Ella estaba con un delantal corto amarrado a la cintura, sus tetas se salían por los costados de vez en cuando y su culo se notaba delicioso. Me estaba excitando de nuevo. No sé qué me había pasado ese día, pero estaba muy caliente. Me acerque por detrás y le baje el calzón.
-Perdón, pero no aguanto más –le dije mientras le besaba las nalgas– te ves tan rica que se me para la pinga cada vez que te veo.
-Ok amor, pero rapidito no más, que tenemos que comer –me dijo.
-Entonces que sea por el culo, para venirme más rápido –atiné a decirle.
-Ok –respondió.
Le comencé a lengüetear el ano se lo escupí y metí dos dedos. Me pare detrás de ella y le comencé a meter la cabeza, entro fácilmente hasta la mitad, la deje ahí unos segundos.
-Te dije rápido –me recriminó tirándose para atrás, haciendo que mi pene entre completo– en serio, tenemos que cocinar rápido, muero de hambre.
Lo tomé como un permiso, así que empecé a bombear rápidamente. Comenzó a quejarse un poco por el dolor, hasta que su culo cedió y comenzó a gemir. Metí mis manos por debajo del delantal para apretar sus tetas y pellizcar sus pezones. Así como yo, Sonia estaba muy caliente ese día, lo que hacía que no se controle.
-¡así, sigue! Párteme en dos, perro –me decía casi gritando- ¡hazme tu perra! ¡párteme el culo, puto!
-Así me gusta que hables, como la puta que eres –respondí– te gusta mi pinga en tu culo ¿no putita?
-¡si! Soy tu puta, siempre seré tu puta y tu mi macho –gritaba ella– párteme el culo y llénamelo de leche puto.
Oírla hablar así me volvía loco. Me excitaba el pensar que la había vuelto una putita insaciable y que podía hacer lo que quisiera con ella. Comencé a darle duro, con mucha fuerza. Por momentos pensaba que me excedía, pero sus gemidos y gritos pidiéndome más hacían que no pare. Seguí penetrándola hasta que no pude más y eyaculé dentro de su ano, igual que la noche anterior.
Después de esto, terminamos de cocinar, almorzamos juntos y fuimos a tomar una siesta en su cuarto, para esperar a sus papás y su hermana, que llegarían en la noche.
Antes de dormirnos, hicimos un 69 delicioso, hasta que ambos nos vinimos en la boca del otro. Después de esto nos dormimos unas horas, para despertar y esperar a que lleguen.
Cuando llegaron, estábamos viendo una película en la sala. Nos saludamos y nos pusimos a ordenar la mesa y servir la comida, mientras nos contaban de su viaje y como estaban los tíos de Sonia. Sonia les conto que la noche anterior había venido Laura y que se quedaron hasta tarde conversando.
Mientras cenábamos, Sonia y yo mirábamos de reojo a Alicia mientras comía y nos mirábamos sonriendo burlonamente. La cena paso con normalidad y al terminar me despedí de todos y me fui a mi casa, pensando en todo lo que había pasado y que no podía creer que lo hubiésemos hecho tantas veces.
Fin