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Con mi hermano y su amigo
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Esteban, mi hermano se vino a vivir a mi departamento después de divorciarse de su mujer.  Ambos fuimos muy unidos desde pequeño así es que me alegré mucho de su decisión de vivir conmigo.

A pesar de ser muy unidos nunca le había a mi hermano la curiosidad que me provocaban los hombres, hasta para mí era un tabú que guardaba celosamente. Yo sabía que me atraían mucho los hombres, pero nunca hice nada con alguien, y aunque no faltó la oportunidad, terminaba huyendo de aquello que provocaba atracción y rechazo en mí.

Dos meses después de instalados en mi departamento, con mi hermano hacíamos todo juntos, él se inscribió en el mismo gimnasio al que yo iba, así es que lo único que nos mantenía separados eran las horas que pasábamos yo en mi trabajo y él en el suyo, pero una vez llegábamos a casa no nos separábamos, veíamos una película, conversábamos de esto y aquello mientras tomábamos una copa de vino etc.

En cierta ocasión fuimos a cenar y en el lugar escogían a una pareja y les regalaban algo, así es que mientras cenábamos se nos acercó el barman y nos dijo que habíamos sido seleccionados como la pareja de la noche, por lo tanto teníamos derecho a escoger una botella de champagne y alguna otra cosa completamente gratis, nos morimos de risa, y de inmediato me iba dirigir al barman para hacerle notar el error, pero mi hermano me dijo que no lo hiciera que aceptáramos el juego. Esa noche nos fuimos a casa casi al borde de la borrachera y unos finos chocolates en forma de corazón de regalo.

Mi hermano tiene un amigo de nombre Rafael, es muy guapo, me vuelve loco la verdad, así es que cada vez que va a visitarnos trato de estar muy poco tiempo con ellos para disimular mi fijación con ese hombre, cuando converso un ratito y luego me retiro a mi habitación, él siempre se comporta muy amable conmigo, pero cuando me mira, yo esquivo su mirada, me pongo rojo, no quiero que mi hermano se dé cuenta.

Un viernes a la noche no teníamos planes para salir a divertirnos un rato, así es que nos quedamos mirando algo en tv y conversando, de pronto sonó el teléfono, era Rafael después de hablar unos minutos mi hermano colgó y me dijo que su amigo iba al departamento.

Después de comer algo y seguir conversando con una copa de vino en la mano, nos sentamos los 3 en el sofá, mi hermano dijo que lo lamentaba, pero tenía mucho sueño, así es que sin esperar respuesta se levantó y se fue a su habitación. Ahí quedé yo un poco paralizado con la situación. Trataba de conversar algo, pero se me cortaba el hilo de las palabras estaba nervioso. Rafael me miraba mientras me decía algo, cosas sin importancia, de pronto no pude apartar su mirada de mí y nos quedamos mirando fijamente.

Algo estalló dentro de mí, sentí el calor subir por mi cuerpo y el deseo apoderándose de todo. No recuerdo muy bien quien dio el primer paso, lo cierto es que me vi uniendo mi boca a la suya en un beso apasionado, era la primera vez que sentía los labios de un hombre, al instante me excité como nunca, toda esa energía acumulada por años salía a la superficie, me abandoné al placer, no me importó nada, lo apreté contra mí y aunque nunca había hecho algo semejante mis manos como si fueran diestras en aquello buscaron el cierre del pantalón y dejaron salir el pene erecto de Rafael.

Me volvió loco, quería besarlo, olerlo, pasarlo por toda mi cara, sin esperar permiso me puse de rodillas y comencé a besar esa deliciosa verga que se erguía ante mí, gemía de placer, lo atrapé con mi boca e intenté meterlo todo en mi boca, no lo logré a la primera, pero la segunda vez entró hasta mi garganta, mi boca rozaba los vellos de su pubis, engullía esa masa de carne, luego bajé hasta los testículos, los lamí como si se tratase del mejor helado que saboreaba.

Volví a ponerme de pie, Rafael estaba sentado con su mástil tan duro y caliente, sin pensarlo me saqué el pantalón y me senté sobre él, no fu fácil al comienzo, pero mi calentura era tan grande que hice que mi culo cediera ante aquella carne de macho caliente, mi agujero se fue abriendo dejando entrar ese fierro caliente que me quemaba por dentro, me moví como animal hasta lograr que entrara todo, hasta sentir sus huevos chocando contra mis nalgas hasta ese momento vírgenes.

Gemía, le pedía que no parara de moverse, que me culeara toda la noche, no quería que terminara aquello. Mientras Rafa movía su cuerpo con maestría haciendo que su fierro entrara más en mí me besaba, nos besábamos con pasión, no nos dimos cuenta cuando mi hermano salió de su habitación y se paró a mirar lo que ocurría, vine a reaccionar cuando mi hermano, desnudo, se puso entre Rafael y yo, su pene muy erecto casi tocando nuestros rostros.

Dudé por un instante, me congelé por un instante, pero inmediatamente comprendí que todo estaba okey, cuando vi que Rafael separaba sus labios de los míos y buscaban la verga dura de mi hermano, se la metió toda en su boca, me sentí aún más caliente y cabalgué a Rafa con furia, él tomó mi cabeza acercándome más a la verga caliente de mi hermano, no era momento de valores morales ni principios éticos, la calentura animal se había apoderado de todos nosotros, sin dudarlo uní mi boca a la boca de Rafa y la verga de mi hermano saltó se su boca a la mía, gemí nuevamente, mi hermano me miraba fijamente mientras hundía su pene hasta mi garganta.

Mientras Rafael me penetraba mi hermano me llenaba la boca de verga y allí no aguanté más y dando un sonoro gemido comencé a correrme sobre el estómago de Rafael, él también se corrió llenándome el culo de caliente leche, botó toda su leche en mi interior, apresuré mis movimientos bucales y mi hermano estalló dentro sentí como un largo chorro de leche me llenaba, lo tragué y luego otro y otro. Después de un rato me retiré a mi habitación sin decir nada.

Pasaron vario días y entre nosotros había un incómodo silencio, hasta el día sábado que fuimos a beber unas copas a un bar cercano. Cuando volvimos a casa, me retiré a mi habitación, pero dejé la puerta abierta, me desnudé sobre la cama y apagué la luz, después de un rato vi que mi hermano entraba en mi habitación desnudo, lo abracé, lo besé, chupé ese pene con locura, y me senté sobre él hasta hacerlo acabar, pero la noche no terminó ahí hicimos de todo toda la noche. Cansados y cubiertos de leche pegajosa nos dormimos abrazados.

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