Estaba medio obnubilado por cómo discurrían las cosas de bien y con buena marcha; todo tan bien organizado y de pronto veo un chico que sale de su fila y se dispone a cumplir el protocolo. Veo al chico joven, tan joven que parece un adolescente pero no nos engañemos que no lo es tanto, quizá por su aspecto lo parezca pero por su edad ya no lo es.
Veo al chico joven que va con una camiseta blanca, aunque ya está algo sucia de sudores y porque ya lleva días sin lavar, dado que esta camiseta blanca y sucia, sudada y muy querida tiene un objetivo y el chico joven que veo, no tan adolescente como parece, quiere usarla para que lo cumpla. Me encanta esa camiseta.
Veo al chico joven con una camiseta blanca y sucia que está cumpliendo un misterioso objetivo y por debajo de ella asoma un precioso culo, rosado, del mismo color que el resto del cuerpo. Culo redondo con dos nalgas que se venden solas. Son dos nalgas lampiñas aún con solo unos vellos casi transparentes y brillantes a la luz del sol, solo visibles de cerca, que de lejos dejan ver la belleza de la redondez de aquellas nalgas. Tan redondas son las susodichas que da más gusto verlas que tomarse un refresco en día muy caluroso y con mucha sed. ¡Quién pudiera poseer ese culo aunque fuera por breves minutos!
Veo al joven con sus nalgas redondas preciosas y, a simple vista, robustas pero que cuando me he dado el placer de tocarlas eran blandas como las ubres de una mujer. Qué gusto da pasar las manos por ellas, acariciarlas y que su dueño no te diga nada, que no sé si es porque le gusta que se las toque o que está tan entretenido con su amoroso quehacer que ni se entera. ¡Qué joven veo más hermoso y solo lo veo aún por detrás! Está en lo suyo, pero cuando esté en lo mío veremos qué pasa y veremos cómo es.
Veo a ese muchacho de piernas largas, fuertes, con gráciles movimientos cruzándolas y marcando unas curvas, como arcos invertidos, por debajo de sus nalgas, donde estas acaban y sus muslos comienzan, ¡Qué curvas! ¡Cuán iguales son ambas y con qué rítmico compás se sucede una a la otra, según el movimiento de las piernas que sostienen esas hermosas nalgas que hacen las veces de capiteles de sus piernas cual columnas sosteniendo el largo torso con espalda estrecha como pirámide invertida. Cuando la brisa sopla se nota el sobrante de la blanca y sucia camiseta, haciendo ver la estrechez de cintura.
Veo que ese chico pasa lentamente de uno a uno los hombres que le rodean, que sienten sed de él al extremo de desear licuarlo para absorberlo. Besa, se entretiene con el beso y los demás del cerco miran ese culo que invita a desearlo. Besa una y otra vez y gusta del beso y pasa al siguiente cuando el siguiente ronronea encendido de deseo. Los que están al final de ese círculo desesperan y amarran sus pollas con sus manos, unos sujetando el justo devenir de los tiempos, otros para precipitar el momento de placer y luego volver a esperar, porque el beso de ese chico que pasa de boca en boca, sin entretenerse pero sin prisa, se ha hecho ineludiblemente deseable y deseado. Se acerca a otro que lo recibe gozoso.
Veo a ese chico de costado; la redondez de su culo es ahora majestuosamente pronunciada como medio globo terráqueo con un mapa de único y uniforme color. Una pelusilla casi transparente se asoma porque el sol la ilumina y le produce una casi invisible sombra que la pelusilla no puede impedir, dando a entender su presencia. Su camiseta es sesgada y cuando abraza al compañero que besa deja ver la mitad de su limpia y hermosa axila, sin pelo, sin sudor, aireada y brillante, algo más aclarada que el color del resto del cuerpo. El corto faldón de la camiseta, que deja ver sus nalgas, me permite percibirlo de costado y ver sus hermosos muslos, claras columnas de seguro sostén. Por debajo asoma la mitad de su órgano masculino, se ve brillante y con un hilo como de cristal que llega a su rodilla, hermosa rodilla bien contorneada, y del hilo espeso y transparente pende una gota brillante, hermosa, atractiva y atrayente. Veo la mitad de su rostro, bello rostro infantil, aniñado y hermoso, con una nariz recta que denota su virilidad. Ya no se pueden leer las letras escritas en la espalda de la camiseta en letras grandes y en tres línea, donde dice: I'M NOT GAY. Esta declaración se la ha echado a la espalda, nunca mejor dicho. Ninguno de los presentes hizo caso y todos esperan ser el primer elegido.
Veo al chico muy cerca de mí. Sus labios son hermosos, no sé si es el natural o están afectados por los besos, pero son gruesos, húmedos, encendidos de color. Los ojos cerrados mientras besa denotan que no juega, que le gusta el hombre al que besa, que desea ser besado también. Veo que su lengua sale de su boca y lame la del amigo y juega con ella. Acaricia con sus manos la espalda del que ahora le rinde su ósculo de placer en su boca, en sus labios, en sus ojos… y lo suelta.
Ya no veo más que sus verdes y brillantes ojos. Se me ha embelesado y no me besa, se come mis besos, juega con mi lengua, endereza mis entuertos y provoca que mis deseos se multipliquen. Ahora no solo lo veo hermoso, sino que es guapo, guapísimo. Noto como que otros tocan sus nalgas y le dan suaves cachetadas, dirijo allí mis manos para acariciarlas y protegerlas de la profanación ajena, aprovecho para pasar suavemente mi índice por su raja tan ajustada. Le toco con extremada suavidad la puerta de su agujero y se estremece y me estremezco el mismo tiempo. Nos aplastamos las leguas fuera de la boca para envidia ajena. Sigo acariciando sus nalgas y él mi cabeza. Me dobla, e inclinada mi cabeza hacia mi derecha, lame mi pabellón auricular izquierdo, como si la deseara limpiarlo, y no sabe que ya no me limpiaré la oreja en una semana por el placer que me está dando, besa una, dos, tres veces mi oído y, tras chupar mi pabellón auricular como quien desea despertarme, me suena un fascinante susurro en mi oído no fácil de entender:
— Soy tuyo y eres mío, ¡fóllame!
Lo separé de mí y leí la parte delantera de su camiseta: «I'm yours and you're mine, fuck me!»
No lo dudé ni un segundo, le tomé de la mano y nos fuimos a la habitación que nos asignaba el guía. Al entrar me besó como nunca nadie jamás me había besado. Era su invitación para que hiciéramos el amor. Y lo amé con todas mis fuerzas y me dejé amar como nunca me había dejado amar por nadie. La mañana nos despertó abrazados, con deseos de seguir amándonos y dimos rienda suelta a nuestra pasión.
De la cincuentena de chicos que estábamos allí en aquella extraña excursión fuimos los primeros en emparejarnos y todos entendieron al vernos aparecer cogidos de la mano que estábamos muy felices.
Veo en él un chico que es muy guapo, muy amoroso, incansable como yo en el amor y con un culo sin igual. Veo ahora a un chico que es mi compañero, mi amor, mi dulce amor… Compañero de clase en el último año. Su nombre es Samuel. Para los demás es envidia.
Excursión de despedida del bachillerato. Cada uno se dispararía a distintas actividades. La agencia, previamente avisada, nos proporcionó un guía sin problemas, ya sabedor de nuestro descaro nos buscó hotel de claras permisiones, este fue un hotel gay friendly. Todos éramos varones, no todos gays. Vestidos solo con camiseta entramos a una sala donde el guía nos daba un sobre, dentro había un número, era el orden para salir al ruedo y saludar a cada uno, comenzando por la derecha, hasta llegar a aquel que se desea como pareja en la habitación y que nos acepta. Samuel tenía el número 1, Samuel me eligió y yo acepté a Samuel. Nos aceptamos para la habitación y todo o demás quedaba incluido.
Samuel me besa en el comedor delante de todos. Y cada uno comienza a besar a su pareja. Ismael moja el churro en el chocolate y me lo pone en mi boca para que lo coma, yo le sigo la corriente y lo imito. Cuando queda el último trozo del churro me lo mete en la boca y me hace lamer seis dedos, copio para hacer lo mismo. Me levanto, aún tenemos el último trozo de churro en nuestras bocas, lo beso e intercambiamos nuestro bocado. Dice uno que está cerca:
— ¡Ag!, ¡qué asco!
No le hago caso y mientras nos besamos Samuel y yo, olvidamos los pareceres ajenos y recordamos lo ocurrido en la noche anterior, primero cómo lamía mi culo y aplicaba saliva que iba empujando hacia adentro con su propia lengua, y cuando ya tenía mi culo preparado me fue penetrando con su hermosa polla, despacio, lento, con mi cabeza vuelta hacia atrás para recibir sus besos y luego sus movimiento armoniosos mientras masturbaba mi pene y tras un largo rato de expresar cuánto de intenso fue nuestro amor venirnos juntos en un aparatoso orgasmo que llenó mi intestino de su jugo viril, mientras mi esperma se derramaba en sus manos para servirnos de alimento.
Qué rico se duerme junto al que amas. Qué alegre es el despertar siendo amado. Me despertó el primer beso que recibí en mi pene y siguió la descomunal mamada, preparando mi polla para sentarse encima de mí, mirándome con su amplia sonrisa de gruesos labios y verdes ojos y se deslizó mi polla en su interior obligándose a iniciar un baile de sentadillas muy placentero que me llevó al orgasmo, sintiendo los disparos de mi polla dentro de él que los recibió con los ojos cerrados para sentirlos mejor. No tardó nada en soltar el efecto de su orgasmo y se derramó en mi cara, en mi pecho y abdomen. Todavía con mi pene en su antro anal, se inclinó a lamer mi cara recogiendo los grumos de su propio esperma, me besó para hacerme partícipe del convite de su vida.
Salió de mí y le pedí que se pusiera en cuclillas con el agujero de su culo sobre mi boca. Fui recogiendo mi semen con la lengua y llenando mi boca con mi corrida de regreso, concluido el desborde se extendió en la cama sobre mi cuerpo para participar de mi delicioso banquete.
Sí, éramos dos cuerpos en un solo sentir, participamos de la misma comida, esto es un verdadero placer que pronto nos invitó a retirarnos, tras nuestro bien compartido alimento para gozar en nuestra cama con un indescriptible placer motivado por nuestras manifestaciones de amor.
— Es la hora de comer e ir después a ver el museo, no tardéis, —dijo un amigo que vino a avisarnos y ya suponía que estaríamos haciendo el amor.
Al llegar al comedor recibimos una ovación por parte de nuestros amigos que les mereció presenciar uno de nuestros apasionados besos.
— A comer, Samuel, que el museo nos espera.
En el museo solo tenía ojos para Samuel. Luego me contaba Samuel como quien recordaba lo visto y no entendí nada, pero me callé. Donde el veía una estatua yo veía a Samuel, mientras él contemplaba un cuadro yo contemplaba su rostro y escuchaba sus explicaciones e interpretaciones. Jamás había visitado un museo con tanto placer y deseo.
— No me preguntes, Samuel, no recuerdo si lo he visto.
— Entonces, ¿qué recuerdas?
— Que estabas tú allí, los besos que me diste y lo que te escuchaba decir.
— Tu también me besaste y alguna vez hasta demasiado apasionado para estar rodeados de gente.
— No recuerdo lo que di, solo lo que recibí.
— Pues me vas a dar lo que más deseo de ti.
— Tú dirás, Samuel.
— De momento quiero abrazar tu cuerpo desnudo y que me lo regales para gozarlo.
Me dejé desnudar. No me costó porque delante de mí veo al chico guapo que amo. Me desnuda completamente, me deja indefenso ante sus lascivas miradas. Se aparta como cuatro pasos, me parece estar en el museo viendo cómo se separaba del mismo modo para ver las pinturas y esculturas. Realiza una postura y me indica que me ponga de ese modo. Me fotografía con su móvil con teleobjetivo adicional. Hace otra y no necesito que me diga, me pongo y vuelve a hacer mi foto. Ya no espero sus indicaciones, me hago la pose, una y otra y otra y su cámara va disparando fotos en todas mis poses, a cual más erótica que la otra. Finalmente me pide que me masturbe para él y comienza mi sesión. Soy lento para eyacular y me acerco a una banqueta, situó mi pie izquierdo encina y mi culo se abre, mientras mi derecha masturba mi pene mi izquierda acaricia delicadamente con los dedos el entorno externo de mi ano, luego empujo suavemente mi índice para provocarme. Mi polla ya se ha puesto dura hasta sus límites, larga y gruesa, reconozco con mi mano cada una de mis azuladas venas. Mi cuerpo comienza a moverse por sí mismo sin forzarlo, siento los espasmos, el transparente líquido pre seminal abundante, mi mano y mi polla están húmedas y espesas, notó el escozor en la punta de mi pene. Samuel sigue con sus fotos por delante y por detrás, se ha tumbado al suelo para sacar su foto de mi culo y de mi escroto. Siento un temblor placentero que me sube por las piernas y pasa por mi escroto e inglés, sobre al vientre y noto que estoy totalmente sudado y, cuando el temblor interno llega a mi pecho y todo mi cuerpo se retuerce sin cesar, escapa mi esperma a borbotones, alcanza al centro de la habitación, otros cerca de mí y doblo mi cuerpo arqueando mi espalda hasta ver la pared de atrás; mi pene sigue eyaculando sobre mi pecho y mi abdomen.
Se acerca Samuel, me besa con el brazo extendido sujetando el palo que sujeta el móvil filmando y él ce acerca a mi abdomen y lame mi esperma recogiéndolo con su lengua, pasa a mi pecho y actúa del mismo modo, se acerca a mis labios, me besa y comparte conmigo mi propio semen. Hace contacto conmigo para darme a conocer que está desnudo, yo lo noto. Contacta su polla con la mía y está dura, mi culo caliente y acariciado previamente me está pidiendo sus derechos, siento a Samuel sobre la cama y me sitúo encima abriendo mi culo y apoyando mis pies sobre la cama para masturbarle su polla con mi culo. La dirijo a mi centro, Samuel la sujeta y me dejo caer como si en ello fuera mi vida. Subo y bajo una y otra vez hasta que Samuel me dice:
— Isma, que me corro, me corro.
— Anda, Samy, córrete sin más.
No necesitó más aliciente que mi voluntad. Se corría y yo me senté sobre su pubis con su polla dentro de mí en lo más profundo, sintiendo los chorros de leche que inundaban mi recto. Caímos luego extenuados sobre la cama, yo encima de Samuel sin dejarle sacar su polla de mi antro. La presión que ponía en mi culo para mantenerlo cerrado no me permitía poner intensidad en mi beso. Ismael me cacheteó en mis nalgas y solté la furia de mis esfínteres y lo besé apasionado y a su ritmo mientras su polla se salía de mi culo. Nos quedamos abrazados y besándonos un rato muy largo sin medir y nuestras pollas se revitalizaron. Nos miramos y adivinamos a la vez los dos que debíamos dejar la cama para ir a la ducha y volvernos a desahogar. Lo hicimos con más pasión que anteriormente. Nos secamos uno al otro antes de volver a revitalizar nuestros poderes. Se me ocurrió que deseaba medir sus testículos y le complació, saqué el móvil y con él hice las medidas del largo, 7 cms. y del ancho 3, 2 cms. , al concluir los besé agradecido de tenerlos en mis manos y jugar con ellos. Vi que nuestras pollas crecían y había que vestirnos. Lo hicimos. Nos vestimos con lo más sexy y provocador que teníamos y nos fuimos a merendar sin disimular nuestros deseos amorosos provocativos aunque con relativa discreción para no molestar más de lo soportable y no ser molestado más de lo impertinente. Cada vez que me apetecía tocar y sobar el paquete de Samuel por encima de su mini short, noté la polla dura y él comprobaba que la mía estaba igualmente dura. Discretamente en la cafetería donde entramos para merendar, pedimos la merienda y mientras lo preparaban todo nos fuimos a descargar al baño. Nos masturbamos mutuamente. Lavadas nuestras manos, nos sentamos y comimos con mucho apetito nuestra frugal merienda.
Esa noche solo comimos la ensalada con los demás amigos. Se notaba por sus caras que ellos de alguna u otra manera también lo habían disfrutado después del museo. Estábamos cansados y decían todos que la noche era para dormir.
— ¿Qué hacemos, Isma?
— Lo nuestro, tú enchufas tu polla en mi culo, me abrazas por detrás para transmitirme calor y yo te transmito mi sueño desde mis entrañas por tu verga, ¿Te parece bien, Samy?
— Inmejorable, Isma, eres verdaderamente un puto genio.
Que los demás días vimos museos y palacios, bueno, pero ya no fue un rudimentario turismo. Al final Samuel y yo nos juramos vernos como mínimo dos veces al mes hasta que los dos tuviéramos novio. Era obvio que no podíamos contactar con nadie, motivo por el cual decidimos hacernos novios nosotros dos hasta encontrar novios buenos para cada uno. Así hemos hecho toda la universidad sin hacernos ninguno de los dos con otro novio, porque las veces que conquistábamos a alguien nos servía para combinar como trio, esos nos duraban muy poco, máximo dos o tres sesiones.
Ahora, Samuel es ingeniero y yo soy médico, ejercemos ambos en la misma ciudad y nos agrada eso de vivir juntos. Nos engañamos mutuamente diciéndonos que todo llegará, pero funcionamos como si no quisiéramos que llegara. Y la verdad es que no queremos que llegue, pero nos sentimos muy bien hablando de nuestros futuros novios, cómo son, qué desean, etc., pero lo cierto es que hablamos de nosotros mismos, convenciéndonos de que nos amamos y ya no queremos ni necesitamos a nadie más en nuestra intimidad.