back to top
InicioGaysCon el culo roto

Con el culo roto
C

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 9 minutos

A mediados de marzo de ese dos mil trece cometí uno de esos errores que a veces me han costado caros. Hacía tiempo que tenía ganas de visitar una zona de cruising, me daba morbo pensar en llegar a un lugar en donde hubiera gente follando, mirar, intervenir, follarme a un desconocido o que él me follara a mí…

Busqué en Internet y encontré una zona, en el Charco de la Pava, detrás de la antigua estación del Ave de la expo del noventa y dos así que sin pensarlo dos veces, fui a mi piso de soltero, me puse lubricante en el culo por lo que pudiera pasar, me vestí con un chándal, zapatillas de deporte, una camiseta y una sudadera con capucha, en el bolsillo delantero de la sudadera guardé condones, iría caminando, desde el piso a aquel lugar había una buena caminata que me serviría de ejercicio, así parecería que estaba haciendo deporte.

Al llegar al sitio que iba buscando me subí la capucha, era media tarde, un par de coches aparcados con gente dentro, a mi izquierda una rotonda, caminé hacia ella, al otro lado, junto a los arriates que impiden el paso a la vía que lleva al embarcadero había un coche estacionado y un individuo de pie, apoyado en él fumando un cigarrillo, me hizo señas para que me acercara.

– Hola guapo.

– Hola.

– ¿Haciendo deporte?

– Sí.

– ¿Y nada más?

– No se…

– Yo tengo algo para ti… – se agarró el paquete – si quieres.

Observé al hombre, al menos setenta años, pelo blanco peinado hacia atrás, bigote blanco con trazas de haber sido rubio, barba de varios días, ojos claros, tenía los dedos de la mano manchados de nicotina, sobre uno setenta de estatura, se veía en buena forma, debía de haber tenido un trabajo físico, vestía ropa de abuelo.

– Puede ser.

– Ven conmigo.

Se dirigió hacia el embarcadero, mi instinto me dijo que no le siguiera pero mi lujuria me empujó a hacerlo, giramos a la derecha por una carretera de tierra, luego tomamos un camino que bajaba hacia la orilla del río, entre los árboles, llegamos al pie de un eucalipto enorme rodeado de arbustos, en el suelo se veían condones usados, envoltorios y pañuelos de papel.

– Aquí estaremos bien.

– ¿Y si viene alguien?

– Se pondrán a mirar y si les decimos que se vayan se irán y si les decimos que vengan participarán.

– No estoy cómodo.

– ¿A que has venido si no, maricón?

El viejo aquél se desabrochó el cinturón, el botón y se bajó la cremallera, el pantalón cayó a sus pies, se quedó con los calzoncillos de tela tipo bóxer blancos, tenía amarillas en la bragueta.

– Venga maricón, ven aquí.

Se recostó contra el tronco del árbol, me acerqué a él y me puse de rodillas delante suya, su ropa interior olía a meado, le bajé el calzón, su polla, normalita, estaba flácida, huevos colgones, llenos de canas largas, también el pubis lo tenía lleno de pelos blancos y largos.

Agarré sus cojones, acaricié su polla y dejé el glande al descubierto, comenzó a crecer en mi mano, lamí el frenillo, también su miembro olía a orines y a sudor, me lo metí en la boca, noté como se hinchaba llenándomela mientras jugaba con sus huevos.

– Sí maricón sí.

Aquél viejo repulsivo, la sordidez de la situación en la que me encontraba me estaban poniendo muy cachondo, comencé a practicarle una felación tragándome su polla entera mientras él me agarraba por el pelo.

– Ooohhh sí maricón, que rico.

– Slurp slurp – los pelos de su pubis me hacían cosquillas en la nariz.

– Siii, trágatela maricón, ooh.

Comenzó a mover las caderas follándome la boca, aquello ya duraba demasiado, me dolía la mandíbula y aquel viejo no se corría, me la saqué.

– No pares joder.

– La quiero en mi culo.

Saqué un condón del bolsillo de la sudadera y se lo puse, me levanté, me bajé el chándal, apoye mis manos en el eucalipto y le ofrecí mi culo, el me lo acarició, pasó un dedo por él hasta llegar a mi esfínter, gracias al lubricante lo introdujo con facilidad.

– Mmmmm.

– Vienes con el culito preparado. – movía el dedo dilatándome y metió otro.

– Para que me lo follen.

– Eres un maricón muy guapo y estás muy bueno, que suerte he tenido.

Doblé la espalda y flexioné las rodillas sacando aún más el culo para que estuviera a su altura, el viejo retiró los dedos, se colocó detrás de mí, me agarró por las caderas y de un golpe me metió su polla hasta los cojones.

– Mmmm.

– Sí maricón.

– Muévete cabrón.

Comenzó a encularme, daba con fuerza, tenía los huevos tan colgónes que los sentía golpear los míos.

– Ay que rico maricón, ay que culo.

– Sí puto cabrón, follame, follameee.

– Sí, siii.

– Dame, dameee.

– Sí, ay maricón que me corro, ay.

– Ni se te ocurra puto cabrón de mierda.

– Me corro ooohhh.

Apretó, metió su polla todo lo que daba y se corrió, en cuanto cesó de eyacular la sacó, me dio un cachete en la nalga, se quitó el preservativo, lo tiró al suelo y se subió el calzoncillo y los pantalones.

– Vaya polvo – me miraba sonriendo muy satisfecho consigo mismo.

– ¿Y ya está?

– El polvo me ha dejado muerto.

Se dio la vuelta y se marchó por donde habíamos venido, me subí el chándal y caminé detrás, me dieron ganas de estrangularlo, aquél puto viejo me había dejado frustrado y caliente perdido.

Al salir de entre los árboles nos encontramos a dos individuos, de unos cuarenta años, uno de ellos enorme, cabeza rapada, barba muy negra y espesa, pecho de toro, manos grandes, un verdadero gorila, el otro era algo más bajo pero igual de intimidante.

– ¡Vaya vaya viejo! ¿De dónde has sacado esta muñequita? – el gorila me miraba, hablaba con acento extranjero.

– Se la habrá encontrado por ahí Atanase – el otro era sevillano sin duda.

– ¿Crees que nos la prestará Negro? – el español era de piel oscura, agitanado, melena negra, barba de varios días, ojos oscuros y bastante guapo.

– No sé Atanase – se acercó a mí y me quitó la capucha. – es muy guapa y a lo mejor la quiere solo para él.

– ¡Venga chavales! No queremos problemas. – me dio la impresión de que mi acompañante los conocía.

– Ya te estás largando bujarrón. – el Negro le señaló el camino – y calladito.

El viejo agachó la cabeza y se marchó lo más deprisa que pudo, yo intenté seguirle pero el gorila me agarró por el brazo con una mano que parecía un cepo de hierro.

– No maricón – el Negro llevaba la voz cantante – tú te vienes con nosotros.

– ¡Por favor! – casi sollocé, la voz no me salía.

– Vamos marica, conozco a ese puto bujarrón, seguro que te ha dejado con ganas de polla.

Me agarró del otro brazo, intenté marcharme pero fue imposible, miré alrededor buscando ayuda pero no sé veía a nadie, me obligaron a desandar lo andado y volvimos a donde el viejo me había “malfollado” junto al eucalipto.

– Bueno maricón, quítate el chándal y dámelo. – el Negro estaba delante de mí.

– ¡Por favor! – supliqué casi llorando – dejadme ir.

– ¿Es que estás sordo? – Atanase me había agarrado violentamente por el pelo y me hablaba casi al oído. – que te quites el chándal.

Hice lo que me ordenaba, me quité el chándal y se lo lancé al Negro que lo registró y lo soltó a un lado.

– Ahora la sudadera.

– Por favor – yo ya sollozaba.

– ¿Te lo tengo que repetir?

Me quité la sudadera y se la di, en el bolsillo delantero solo llevaba un par de condones y las llaves del piso, lo soltó todo, yo estaba ante él con la camiseta y las zapatillas, hacía frío y eso y el miedo que sentía hacía que mi pene y mis testículos se encogieran.

– No me extraña que te guste que te den por el culo con esa mierda de polla que tienes – Atanase soltó una risotada – ahora ponte de rodillas, quiero follarme esa boquita.

Añadiendo la acción a la palabra, el Negro, que también vestía chándal se lo bajó dejando al aire su miembro y sus huevos, un miembro largo aunque no muy grueso.

– ¡Te lo pido por favor, te lo suplico!

La manaza del gorila cayó tan fuerte sobre mi hombro que hizo flaquear mis piernas, caí de rodillas lastimándomelas con las ramas y las piedras del suelo, Atanase me agarró del pelo obligándome a mantener la cabeza alta, el Negro me agarró por la mandíbula forzándome a abrir la boca y me metió la polla haciendo que tuviera una arcada, se me saltaron las lágrimas y una baba espesa me salió.

– Oh si, siii, que boca tiene la puta.

Comenzó a mover sus caderas, su polla entraba y salía de mi boca, intenté pararlo pero era inútil, me agarraba con sus manos ambos lados de la cabeza, mis ojos lloraban mientras me atragantaba.

– Sí maricón si, traga puto marica.

– Es un buen mamón ¿verdad Negro?

– Oh siii Atanase, siii.

Mis mandíbulas me dolían, el tipo movía sus caderas, su polla entraba y salía cada vez a mayor velocidad.

– Me corro maricon, me corroooo.

Metió su pene hasta mi garganta y comenzó a eyacular, tuve que tragarme la lefa que soltaba, creí que me ahogaba.

– Cof cof cof. – tosía intentando tomar aire.

– Ahora me toca a mí – Atanase me levantó tirando del pelo.

– No me gusta que te los folles tu primero, luego les dejas el culo abierto con ese pollón que tienes.

– Vamos Negro, no seas cabrón.

Me colocó de cara al eucalipto, tuve que apoyar las manos contra él, el gorila me obligó a abrir las piernas golpeando mis tobillos.

– Vaya culito que tienes putita.

Agarró mis nalgas y me las abrió, acarició con uno de sus dedos mi ano.

– Eh Negro, este maricón tiene el agujero lubricado, venía preparado para que se lo follaran.

– Te lo dije en cuanto lo vi, que era una buena puta.

Puso su polla en mi esfínter, me agarró de las caderas y mientras tiraba de mí apretó metiéndome su polla de un golpe, no llegué a verla pero sentí en mis entrañas que era enorme, me abrió el culo como ninguna otra lo había hecho antes, sentí un dolor intenso que me recorrió la columna vertebral, mis piernas se doblaron negándose a sostenerme.

– Ayyyy. – no pude contener un aullido de dolor.

– Calla maricón. – me dio un azote con su enorme manaza en las nalgas.

– Ay por favor, por favor, mi culo.

Todavía no me había hecho al tamaño de aquel monstruo cuando empezó a moverse, metía y sacaba su polla con violencia, resoplaba y gruñía como un cerdo, más de una vez estuve a punto de estampar mi cara contra el tronco del árbol.

– Ah, ah, ah.

– Mi culo, ay, ayyy.

– Te gusta zorra, no puedes negarlo.

– Me estás violando cabrón, violandooo.

Estaba llorando pero era cierto que no podía negarlo, mi polla empezaba a expulsar líquido preseminal, la violencia, la humillación me excitaban, el dolor estaba dejando paso al placer.

– Sí maricón, siii, que culo.

Aquel gorila era incansable, había cogido el ritmo, su polla me llenaba por completo, mis piernas temblaban, el placer llegaba en oleadas, mi culo se adaptaba al tamaño de su miembro.

– Oh hijo de puta, ay mi culo, mi culooo.

– Esta puta está disfrutando de tu polla.

– Eso parece Negro.

Algo comenzó a crecer en mi bajo vientre, subió por mi estómago hasta el pecho y explotó en mi cabeza, un orgasmo intenso que hizo que mi pene comenzara a expulsar semen y que me arrancó un lamento hondo que me salió de forma involuntaria.

– Me corro maricón, me corrooo.

Clavó su polla hasta el fondo, noté en mi esfínter las contracciones al correrse, apretaba tanto que creí que mis entrañas reventarían, sacó su polla y un chorro de leche salió con ella, en cuanto me dejó libre caí de rodillas.

– Se ha corrido Negro, el puto maricón se ha corrido.

– Sí Atanase ha disfrutado de tu polla y me ha puesto muy cachondo.

Yo estaba a cuatro patas, llorando, me sentía despreciable, me habían humillado y violado y me había corrido, el Negro se colocó detrás de mí.

– Por eso no me gusta que te los folles tú primero Atanase, le has dejado el culo abierto, esto parece un coño.

Me cogió de las caderas, ni siquiera intenté resistirme, el esfínter me escocía, colocó su polla y de un golpe de pubis me la metió hasta los huevos.

– Nooo, por favor, más no, más nooo, mi culo, ayyy.

– Shhh, calla, eres una perrita y las perritas no hablan, ladran.

– Ay, ay, mi culooo.

Me agarró del pelo y tiró violentamente, mientras, su polla entraba y salía de mi culo dolorido.

– Te he dicho que no hables perra, las perras no hablan, ladran, vamos perrita, ladra, ladra.

– Ay, ay.

– Qué ladres te digo.

– Guau guauuu.

– Además, las perras no van vestidas, Atanase, quítale la camiseta.

El gorila agarró la prenda que me quedaba y la desgarró con sus manazas dejándome desnudo.

– Ah ah aaaah.

– Nunca te habían follado así perra, se nota que este coñito de perra necesita polla.

Su miembro seguía incansable, hacía un sonido líquido al entrar y salir debido a la lefa que su amigo había dejado en mi culo, de nuevo sentía el placer que me venía en oleadas, mi polla comenzaba a expulsar líquido preseminal otra vez.

– Oh, oh, ooohhh.

– Vamos perra, córrete, córrete.

– No, no, por favor.

– Sí, siiii.

No lo podía evitar, su polla entraba y salía con violencia, mi esfínter palpitaba y me escocía, mis brazos se doblaron y mi cara tocó el suelo, tuve otro orgasmo.

– Oh, me corro, me corrooo.

– Sí perra, sí, siii.

Metió su polla hasta los huevos y empezó a correrse, notaba las contracciones de su miembro en mi esfínter al eyacular y llenarme de leche las entrañas, permaneció dentro de mí hasta que su pene comenzó a menguar, lo sacó y un chorro de lefa salió con él, quedé allí con la cara en el suelo y el culo en alto, llorando.

– Esto no se puede desaprovechar Negro.

– Claro que no Atanase.

Las manos del gorila me agarraron nuevamente por las caderas, el pánico me recorrió la espina dorsal, intenté levantarme pero el Negro me puso el pie en la cabeza, Atanase se situó sobre mí y metió su enorme polla en mi culo, en esa posición aquel vergajo casi me llega al estómago, a pesar de que lo tenía dilatado y lleno de leche, dolió.

– Más no por favor, os lo suplico, ya está, por favor ya está.

– Cállate perra, te vamos a dar por el culo hasta que nos aburramos.

– Os lo suplico, ya está por favor, ya.

Sollozaba como un crío, el Negro retiró su pie de mi cabeza mientras Atanase me follaba con violencia, sus embestidas eran brutales, su polla era enorme, yo suplicaba, lloraba, pedía a gritos que parase, que sacase aquel tormento de mi culo pero hacía caso omiso, continuaba follándomelo mientras azotaba mis nalgas, oí las risotadas del negro, sentí en la cara un chorro caliente, era su orina, se estaba meando en mi cara.

– Oh dios mío, ooohhh.

Tuve un nuevo orgasmo, brutal, no expulsé lefa porque no tenía nada que expulsar, pero me dejó exhausto, sin fuerzas.

– Me corro maricón, me corro oooh.

Clavó su polla y me soltó otra buena cantidad de leche en las tripas, iba bien servido ese día, tanto por el culo como por la boca, la sacó y yo gatee hasta el tronco del árbol, me senté y apoyé la espalda, de mi culo salía el semen que me habían metido y caía sobre la tierra, por primera vez vi la polla de Atanase, era enorme, la tenía blanca de haber batido la lefa dentro de mi, cogió los restos de mi camiseta, se limpió y me los arrojó, me tapé con ellos.

– Nos vamos maricón, ya sabes, si quieres otra buena ración de polla, avísanos.

No pude mirarlos a la cara, sentía humillación e ira pero sobre todo vergüenza, me habían violado y había tenido tres orgasmos a cual más intenso.

Me limpié con mi camiseta, la leche de aquellos dos cabrones me corría por el interior de las piernas, al limpiarme el culo lo noté todavía abierto, me dolía el esfínter, me vestí, estaba oscureciendo, me coloqué la capucha para taparme el rostro, cuando llegué a la rotonda aquello estaba lleno de coches y había bastante gente, recibí algunas invitaciones a unirme a ellos y también tuve que soportar algunas burlas, por mi forma de caminar era evidente que me habían dado bien por el culo. Jamás volví a aquel lugar.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.