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Compartiendo a mi prima en Año Nuevo
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Soy de la ciudad de México, mi vida sexual comenzó con la mayor de mis primas de nombre Laura quien es 5 años más grande que yo. Ella vivía a unas cuadras de mi casa y nuestras familias convivían muy seguido. Puede sonar cliché, pero además de ser la más caliente entre todas mis primas, también es la más linda. Actualmente es casada y tiene dos hijos. El matrimonio no le sentó muy bien y subió mucho de peso, además de que su cuerpo perdió forma, sin embargo, cuando aún teníamos encuentros sexuales tenía un culo enorme y perfectamente bien formado.

Estoy convencido de que ella es el origen de mi profundo amor por las mujeres culonas. Prefiero mil veces a las mujeres de pecho plano, pero con culos generosos que a mujeres chichonas, pero sin nalgas (aunque por supuesto mi ideal es una mujer chichona y culona, y por suerte me casé con una).

No puedo entrar en detalles sobre cómo empezó nuestra relación, pero cuando ocurrieron los acontecimientos de este relato ambos éramos ya mayores de edad.

Ella es hija de una de las hermanas de mi papá, y nuestra familia es originaria del estado de Michoacán, lugar al que íbamos de vacaciones cada diciembre durante al menos una semana junto con toda la familia a pasar navidad y año nuevo.

A mí me encantaba ir, porque me divertía mucho con mis primos, que eran más o menos de mi edad. Pasábamos las vacaciones juntos yendo de cacería al monte, practicando downhill o pescando truchas en el río.

Tenía una relación particularmente cercana con uno de ellos que vivía ahí y que es un par de meses mayor que yo, su nombre es Daniel. Siempre dormíamos en el mismo cuarto y nuestra sexualidad afloró al mismo tiempo, así que solíamos inventarnos historias obscenas y fantasear con las mujeres de la familia.

Como en ese lugar no había buena señal del teléfono ni redes inalámbricas accesibles, llegamos a visitar un café internet cercano para descargar imágenes y videos porno a mi celular y luego volvíamos a la casa y nos metíamos al baño por turnos para masturbarnos.

Llegamos incluso a masturbarnos mutuamente y he de confesar que en una ocasión, tras quedarnos solos en su casa (puesto que todos habían ido a la fiesta del pueblo) empezamos a inventar historias sexuales y me calenté tanto que se la mamé tres veces a lo largo de la noche. No tuvimos ningún inconveniente con eso, porque éramos de mente lo suficientemente abierta y sabíamos que acontecimientos como ese no significaban nada más que una mera exploración de la sexualidad.

Durante alguna de esas vacaciones le platiqué que me estaba cogiendo a Laura, cosa que no me creyó en absoluto, y con justa razón.

Yo era un joven escuálido, debilucho y de baja estatura aunque con un rostro nada despreciable, y ella, por su parte un mujerón de 1.75, con una cara muy linda, piel bronceada y un trasero espectacular.

Sabía lo deseable que era y le encantaba recibir miradas de los hombres, sin importar quiénes fueran. En ocasiones llegábamos a caminar juntos por la calle y ella pasaba cerca de donde hubieran grupos de hombres, así fueran albañiles malolientes, y al pasar levantaba y meneaba más el culo.

En cada lugar al que iba conseguía un novio nuevo. Incluso supe que en una de esas vacaciones en Michoacán anduvo con un joven agricultor nada agraciado, vecino de la casa familiar y que le pedía a otra de mis primas que la encubriera mientras iba al monte a coger con él.

Antes de continuar quisiera describir la casa; Se encuentra en un pueblo pequeño en medio de la sierra. Está sobre un terreno enorme, de unas cinco veces la superficie de la casa usual de la Ciudad de México. Hay otras casas a los lados, por el frente pasa una pequeña carretera y por la parte de atrás no hay nada más que árboles frutales, arbustos, algunos huertos de mis tías y un par de casitas de madera donde guardan algunas gallinas y conejos.

En medio de ese gran terreno está la casa en sí. Conformada por dos edificios amplios separados por un pequeño pasillo, cada uno de un solo piso, con techo de lámina. Hay varias habitaciones, un comedor muy extenso y un par de baños. En una esquina del terreno estaba un cuartito que usaban de cocina (estaba aislado porque cocinan con leña), un pequeño almacén y un molino de maíz.

En fin, para vencer la incredulidad de mi primo ideamos un plan para que presenciara un acto sexual entre Laura y yo. Le pedí que apenas anocheciera se ocultara entre unos arbustos en la parte trasera de la casa y que esperara. Yo intentaría convencerla de acompañarme y una vez ahí, de tener suerte conseguiría de ella al menos una chupada y él podría presenciarlo. Le dije que si eso ocurría no interviniera, solo viera y se quedara callado. Eso hicimos, Llevé a Laura al lugar y ahí nos besamos y le acaricié el culo, metiéndole la mano en el pantalón. No quiso hacer nada más porque me dijo que sentía que alguien podría estarnos observando (jajaja) pero eso fue suficiente para que la incredulidad de mi primo se convirtiera en una sana envidia.

-Hijo de la verga, no puedo creer que te estés comiendo todo eso -me dijo al día siguiente.

-Ya ves, uno que es chingón

Tenía un gran aprecio por él, y mi relación con Laura se limitaba a algo sexual. No tenía ningún apego hacia ella, no estaba enamorado ni me causaba conflicto alguno saber que era una zorra hecha y derecha y que se cogía a todo el que se lo pedía, así que le dije a mi primo que había llegado su momento de brillar, que como muestra del aprecio que le tenía iba a hacer que Laura le entregara ese culote.

No quedaba mucho tiempo de nuestras vacaciones, íbamos a volver a la ciudad de México el 1 de enero en la noche y faltaban tres días para eso así que empecé a pensar en cómo podría conseguir ese objetivo. En un inicio pensé simplemente en decirle que Daniel se la quería coger, y que yo no diría nada si lo hacía, pero concluí que las probabilidades de que sencillamente dijera que no eran muy amplias, además sospecharía que yo le conté de nuestra relación y eso podría poner en riesgo nuestros encuentros.

Al final solo se me ocurrió lo siguiente: Haría todo lo posible por crear las condiciones para follarla en un lugar arriesgado tan pronto como pudiera. Habiéndolo hecho, Daniel tendría que hacer su parte y decirle que por casualidad nos vio haciéndolo y pedirle un polvo a cambio de su silencio. Le comenté el plan a Daniel y aceptó entusiasmado.

Esa misma noche, después de cenar y mientras los tíos hacían sobremesa y mis demás primas y primos perdían el tiempo dentro de la casa, salí con Laura al patio del frente donde había un columpio amarrado de una de las ramas de un gran encino. Daniel, sabiendo lo que iba a pasar se quedó dentro de la casa.

Platicamos de cosas absurdas durante unos minutos y le dije que iba a la parte de atrás de la casa a ver a los conejos, que si quería venir conmigo. Me dijo que me acompañaba en un momento. Fui al lugar, pasaron cerca de 15 minutos y no llegaba. Pensé que no iba a ir y que tendría que idear un nuevo plan, o simplemente dejarlo pasar y decirle a Daniel que por desgracia no habíamos alcanzado el objetivo. No importaba, de cualquier modo yo iba a seguir cogiendo con ella en la Ciudad de México.

Pero llegó de repente. No dijimos una palabra, sabíamos que teníamos que aprovechar el tiempo y nos besamos. Le levanté la blusa y le bajé el pantalón sin llegar debajo de las rodillas. Ella me sacó la verga y me la jalaba mientras nos besábamos y yo le frotaba el clítoris y ocasionalmente lamía sus pechos pequeños. Nos metimos entre los arbustos y como pudo levantó el culo flexionándose un poco y poniendo las manos sobre sus rodillas para tener algo de estabilidad. Intenté penetrarla pero la oscuridad no me permitió ser tan preciso y sentí cómo su ano se contrajo ante el contacto con la punta de mi pene. Pude por fin meterla en su vagina y tuvimos una breve sesión de sexo, intensa pero nada memorable, de unos tres minutos a lo mucho. Lo disfruté, claro está, pero lo más importante es que ya se había cumplido el requisito.

Entramos a la casa, nadie nos preguntó nada, todos seguían en la conversación jovial en el comedor, solo Daniel en la sala me miro expectante y le sonreí, él me devolvió la sonrisa con complicidad.

Al día siguiente le platiqué a detalle lo ocurrido y le dije que era ahora o nunca, que tenía que acercarse a Laura durante el día y buscar el momento preciso para decirle que nos había visto, que no fuera agresivo, por el contrario que intentara manejarlo con humor, yo haría mi parte manteniéndome alejado de ella y distrayendo a mis demás primas de ser posible.

Así fue, los vi platicando juntos frente al columpio en la tarde, y noté que ambos se veían nerviosos y reían. Todo parecía ir viento en popa.

Ya en la noche me contó que Laura negó todo en un principio pero él le mencionó los detalles que yo le platiqué acerca de la cogida y le dijo que no tenía ningún caso fingir, que no le diría a nadie pero que le encantaría probar esas nalgas, que probablemente no la volvería a ver en todo el año y que lo considerara su regalo de navidad. Ella le dijo que no sabía, que lo iba a pensar.

-Ay güey, eso estuvo bueno, a mí no se me hubiera ocurrido

-Pues sí, pero no me dijo si sí o si no

-Obviamente ya te dio entrada güey, busca el momento adecuado

Así llegó el 31 de diciembre. Fue un día ajetreado, acompañé a mis papás y tíos a comprar cosas para la cena, la sidra, las uvas y varias botellas de tequila, whisky y brandy. Durante la tarde preparamos todo, en la noche nos vestimos con nuestras mejores ropas y cenamos con toda la familia.

Laura se veía espectacular. Llevaba un vestido negro entallado, asimétrico y con la espalda descubierta, que le llegaba a las rodillas. Se hizo rizos en el cabello y se había puesto un labial rojo intenso. Parecía una estrella de cine de los 50s. Su belleza extraordinaria contrastaba con la casa, que aunque bien limpia y arreglada no dejaba de ser una construcción austera de pueblo con techo de lámina.

Noté que varios de mis tíos le dirigían miradas fugaces y después volteaban ansiosamente a todos lados para cerciorarse de que sus mujeres no los habían atrapado en el acto de morbosear a la más rica de sus sobrinas.

Transcurrió la noche, llegó el año nuevo y nos dimos el abrazo. De nuevo más de uno de mis tíos abrazó fuerte a Laura y entre el “feliz año nuevo hija, que todas tus metas se cumplan” le arrimaban la verga o le ponían su mano justo en donde terminaba la espalda, con un par de dedos acariciando el inicio de sus glúteos.

Me la estaba pasando muy bien, empecé a tomar tequila con mis tíos mientras escuchábamos música de banda (regional mexicana) a la que no soy muy adepto, pero que una vez ebrio aflora desde lo más profundo de tu ser y de repente, casi sin darte cuenta te sabes todas las canciones. Al mismo tiempo veía a Daniel y Laura en la sala platicando muy íntimamente y riendo mientras ella jugaba con sus rizos y se mordía los labios ocasionalmente.

Cerca de las cuatro de la mañana ya estaba muy ebrio al igual que todos. De hecho ya solo estaban dos de mis tíos en el comedor, aferrándose a la farra y escuchando canciones deprimentes. Todos los demás habían ido a dormir o habían perdido la consciencia en alguno de los sillones. Previamente estuve coqueteando con otra de mis primas, pero no conseguí más que un beso en la puerta del baño.

Me tambaleaba al caminar, fui a orinar cuando me acordé de aquellos dos. Pensé que tal vez habrían ido a dormir así que me asomé al cuarto de Daniel y no estaba. Ahí lo supe, seguro ya se la estaba follando.

Me sentí satisfecho por un momento, pero no sé si a causa del alcohol empecé a sentirme ansioso y me ocurrió lo que nunca antes; sentí celos. No era lo mismo enterarme que se había cogido a tal, o que le meneaba el culo a los albañiles que saber que en ese preciso instante tenía una verga adentro que no era la mía.

Decidí salir a buscarlos tan sigilosamente como mi estado me permitía. Busqué en todos los lugares posibles: tras los arbustos, tras la casa de las gallinas, en el molino, en la bodega y no los encontré.

Solo quedaba un lugar por buscar: la vieja camioneta Silverado del 98, propiedad de mi tío de la cual Daniel tenía acceso a las llaves.

Me acerqué con cuidado al rincón de la casa en donde estaba estacionada la camioneta y me asomé desde la ventana de atrás. Ahí los vi en el asiento. Daniel sentado con los pantalones abajo y Laura sin calzones, con el vestido levantado dándose de sentones sobre su verga. Era clarísimo que él estaba muriéndose de placer, no sabía qué hacer con sus manos. De repente le frotaba las nalgas, después le metía la punta de su pulgar en el ano, le pasaba la mano por el frente para acariciarle el clítoris, le agarraba los pechos con ambas manos o le jalaba el cabello. Por momentos ella volteaba ligeramente y con una sonrisa perversa en los labios le decía cosas que no pude distinguir, mientras seguía brincando con fuerza sobre su pene. Sus enormes glúteos vibraban y chocaban en cada embestida hasta que dejó de brincar y comenzó a mover su cadera en círculos hacia un lado y hacia el otro para luego enterrarse con más fuerza ese miembro.

De pronto Daniel empezó a retorcerse y a moverse también. Supe que se estaba viniendo pero Laura no se levantó, seguía moviéndose y diciéndole cosas. Yo no me estaba tocando y aun así sentí que me corría ante esa escena. Aunque la camioneta estaba cerca de la orilla y se veía perfectamente desde la carretera no me importó la posibilidad de que alguien me viera y empecé a masturbarme. En apenas unos segundos dejé caer un chorro de semen en la tierra justo después de que Daniel expulsara uno igual o mayor dentro de Laura (según supuse).

Pensé en ver todo el acto, incluso consideré intervenir e intentar un trío pero estaba muy ebrio y no quise arruinarlo así que miré un minuto más y me fui con el mismo sigilo.

Tras algunas horas de sueño, después de haber preparado las cosas para regresar a la Ciudad de México, y aún con resaca pude hablar con Daniel frente al columpio.

-Lo hice güey, me la cogí riquísimo

-Ya sé, sí los vi en la camioneta, culeros -le dije y me reí

-¿En serio? No me di cuenta

-No te hubieras dado cuenta ni del fin del mundo con ese culote dándose de sentones…

-No mames estuvo increíble, me vine adentro de ella y no se detuvo, estuve a punto de gritar, nunca había sentido algo tan cabrón, sentí que me iba a morir.

-Jajajaja no mames

– Si güey, luego me la cogí de perrito y al final me la chupó y se los tragó

-Hijo de la verga, a mí nunca me dejó venirme dentro ni se los ha tragado

-Pero tú te la puedes coger mucho más seguido

-Pues sí, eso sí

-Te rifaste güey, gracias, te debo una.

Me reí y le di una palmada en la espalda. Me sentí de algún modo satisfecho y feliz de que por mi influencia Daniel hubiera tenido la mejor cogida de su vida. Claro que también pudo haberlo conseguido sin mi ayuda, pero estoy seguro de que no se hubiera atrevido a seducir a Laura si no se lo hubiera propuesto yo.

Después de esa ocasión volvimos a ir con toda la familia solo un par de veces más. Ocurrieron más cosas en esas visitas que tal vez cuente en próximos relatos. Yo seguí cogiéndome a Laura hasta que se casó y estoy orgulloso de saber que disfruté de su mejor momento (Al igual que Daniel y muchos otros, salvo su esposo).

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