Después de un largo tiempo sin poder escribir nada, mis fantasías, experiencias, imaginación y por supuesto la Señorita R, volvemos a encontrarnos.
Deseaba estar con esa chica y el destino hizo que aquella noche fuera mía.
Aquella noche, la primera noche, coincidimos en un bar, un pequeño bar de copas, en el centro de la ciudad. Nos presentaron unos amigos, y te sentaste en la mesa que compartía con dos amigos y yo.
Cómo esta esa chica pensé, te miraba descaradamente, quería que me dieras una señal, solo una. Desde el momento en que te vi, supe que tenía que acariciar tus labios con los míos, supe que tenía que acariciar la curva de tus caderas, supe que tenía que abrazar tu cintura, besar tus pechos… Imagine que tus pezones tenían que estar entre mis dedos. Nos habíamos conocido en una fiesta casi no habíamos hablado, pero el deseo era mutuo, se notaba, aunque esto lo supe días después.
Dos copas más tarde, tu seguías allí, jugando conmigo, yo me encendía. Nunca me había pasado. No sabía qué hacer, mi cabeza decía que te estuvieras quieta, pero mi pie rozó tus piernas, estaban cruzadas, yo creía que llevabas medias, pero me sorprendí al comprender que esas piernas bronceadas perfectas no eran una ilusión. Tus manos pusieron encima de la mesa. Te levantaste y fuiste al baño.
Creí morirme, pensé que te había molestado. Al volver, te sentaste junto a mí, a mi lado, bien pegada. Respire hondo al notar tu mano en mis muslos. Empezaste a hablar con los dos chicos, queriendo disimular. Apartas tu mano de mi muslo y miras hacia otro lado mientras descruzabas las piernas. No hace falta que nadie me indique el camino. Mis dedos rozan la parte interna de tus piernas, me demoro antes de llegar a mi destino, tú hablas con ellos, yo finjo estar mirando un punto fijo. Con la mirada perdida y como si me interesará lo que hablabais.
Mi mano va subiendo por ti, por ese muslo, tú has cedido y yo gozo de este momento. Tu sexo me espera. Sigo subiendo, tú sigues hablando. De repente bajo mi mano hasta tu rodilla, te quedas callada, como extrañada por mi gesto, inmediatamente vuelvo a subir. Noto tu braguita de algodón. Puedo sentir tu palpitar, tu sexo palpita contra mi mano, subo aún más, y llego, por fin, a mi destino.
Vuelvo a la conversación. Te levantas y me coges de la mano…
– Vamos a la barra y pago la consumición, me dices con esa voz que tanto me atrae. – Ni siquiera hemos dicho adiós. Te dije.
En la calle, entramos en tu coche, me dices marchémonos a un lugar mas apartado. Conduces hasta una playa solitaria, al parar tu vehículo, pones tu dedo encima de mis labios. Apoyas tus labios en él.
-Silencio, silencio. Repites.
Yo siento el alboroto de mi corazón. Palpitó de deseo. Se acelera mi respiración. Siento en tu suave aliento el olor a deseo. Me besas, te beso. Mis manos te buscan, te acarician. Desabrochas tu camisa y me dejas disfrutar de tus pechos, los acaricio, los beso, los muerdo, mientras suspiras con pasión y me pides más.
-Cabrón, mi sexo se estremece, sabes y quiero sentirte dentro de mí.
Me llevas y me dejo llevar. Tengo tus piernas a la altura de mis ojos. Puedo adivinar tu tanga sobre tus nalgas. Siento tus pechos, tu vientre, tu sexo. Te tomo por la cintura, te abrazo, tus pechos se apoyan contra el mío, mi cuerpo busca el tuyo. Te aparto el cabello y te beso en el cuello, tú buscas mi boca. Nuestros labios se abren para dar paso a nuestras lujuriosas lenguas.
Vuelves a besarme. Adoro esa sensación. No me canso de sentir tu lengua. La siento entre mis labios, buscas mi miembro con las manos, te beso entre tus pechos, tus pezones, bajo hacia tu cintura, tu pubis, saboreo tu clítoris, adoro tu tesoro y disfruto de él. Me quemas, poco a poco, trozo a trozo, tu piel se abre ante mi. Domino tu cuerpo, arrancándote suspiros, gemidos, orgasmo. Creo enloquecer.
-Vámonos a casa, quiero disfrutar más de ti, me susurras al oído mientras te vas vistiendo un poco.
Llegamos a mi casa, salimos a la terraza, nadie nos ve. Te preparo una copa de vino.
Ahora estoy relajado, te miro, vas dando pequeños sorbos de vino, pareces ausente, quiero tenerte una vez más hoy, quiero volver a saborear tu carmín.
Quiero saborear el carmín de sus labios. Señorita R, mi querida Señorita R. Te llevo hasta el rincón más apartado de la terraza. Tus bronceadas piernas se abren para que entren las mías. Nos besamos suavemente primero, pronto nos quitamos la ropa, con brusquedad, casi con urgencia.
Es una excitación larga, que hace que ardan por dentro nuestros cuerpos, nos abrasa y nos une. Me tumbo hacia arriba mirando el cielo, me apoyo en tu hombro, huelo tu piel, me gusta tu olor Señorita R. Tu piel sabe dulce.
Te levantas y andando muy despacio vas hacia la cocina, no has dicho nada, te sirves otra copa de vino y te sientas en el comedor, mirándome, desnuda. Estoy relajado, pero sigo teniendo ganas de ti, quiero que te acerques a mí, quiero que vuelvas a besarme, quiero que sientas esa bestia que tanto necesitas. Te tomo de la mano y te llevo a mi dormitorio, dejando ver nuestros cuerpos, nos acariciamos mutuamente, suavemente, queremos sentir nuestra piel. Nos besamos, mordisqueándonos los labios, te deseo y tú a mí. Me abrazas y nos dejamos caer sobre la cama, tú de espaldas sobre el lecho abres tus piernas, yo busco tu sexo, me deseas y me dices:
-Fóllame, cabrón, hazme tuya, déjate de caricias.
Te penetro, suspiras con pasión y balanceamos nuestros cuerpos rítmicamente, cada vez con más fuerza.
En un momento cambiamos de postura, quedando yo de espaldas al colchón y tu sentada sobre mí. Que visión más hermosa, mientras cabalgas, tu cabello suelto alborotado, tus ojos perdidos mirando al cielo, rostro de deseo, tus labios húmedos los mordisqueas de placer. Tu cuerpo palpita, tus pechos saltan sobre mi y tus pezones duros y excitados me llaman. Los pellizco con pasión, eso te hace suspirar con mas deseo, los mordisqueo y me tomas de la nuca, acercando mi rostro hacia ellos con pasión mientras saltas sobre mí con furia y gritas de placer. Tu cuerpo palpita de deseo y en un momento brazos en alto, levantas tu cabeza hacia el cielo, cabalgas sobre mi y juntos tenemos el orgasmo más intenso y deseado jamás.
Quedamos abrazados juntos, sintiendo el palpitar de nuestros cuerpos, el deseo de saborear el momento, nuestros labios se buscan y así abrazados nos dejamos caer en un sueño suave y aterciopelado. Al amanecer mientras dormías, boca abajo, las sabanas cubrían solo una parte de ti, tu espalda, mi dedo te rozaba, mis labios perfilando tu figura, tus nalgas redondas, perfectas al tacto, perfectas a la vista, deliciosas, tapadas con la sabana, levanté la sabana para poder contemplarlas, la piel blanca y tersa. No me contuve, te acaricié hasta que te despertaste, sonreías, y aún con los ojos medio cerrados me besabas…
No me gustaría estar más tiempo sin dejar de escribirlos, pero por circunstancias de la vida tengo muy, muy poco tiempo.
Espero que os gustará y valoréis y dejéis comentarios, son gratis y ayudan bastante.
Gracias y hasta la próxima.