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Cómo disfruté al novio de mi hija (4)
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Ya había pasado un mes desde nuestra primera cogida.

Mientras que el sexo era un 10, mi estabilidad no lo era. Cogíamos casi tres veces por semana, casi 5 años de frustración sexual salieron por la ventana junto con mi corrida y esperma de Caleb, pero algo me tenía inquita: mi periodo. Tenía retraso desde hacía dos semanas y mierda, estaba asustada por un posible embarazo.

Caleb me estaba cogiendo en mi cama. Mi esposo no llegaría en otras dos horas y Karo estaba de antro con amigas. Ambos de costado, el uno frente al otro, mientras su enorme verga entraba y salía, raspando mis paredes vaginales y haciendo un "clap" con su pubis y sus testículos con cada empuje que hacía. Su mano en mi cuello, su mirada fija en mis muecas de placer y dolor. Mi orgasmo estaba cerca y, por lo mucho que palpitaba, sabía que el suyo también. Empezó a hacerlo más rápido hasta que, inevitablemente, chorros cristalinos se colaron de entre mis labios y su verga. A pesar de estar cansada, me mantuve en posición para que Caleb terminara también, mucho no le podía faltar. Y mucho no le faltó, pues en cuestión de minutos me estaba ahorcando, cogiéndome brutalmente por la fuerza de sus embestidas y mirándome con esa carita maliciosa suya. Los espasmos de su verga en mi interior denotaban eyaculación, pero no sentí esa calidez en mi interior, esa extrañeza en el vientre. No sentí eso.

Cuando eyaculó, Caleb salió de mi vagina y, con mucho desdén y casi que coraje, se retiró el condón del pene. Parecía que un grupo había eyaculado dentro, estaba bastante llenito para ser sólo una corrida, lo más probable es que haya eyaculado varias veces, pero no me di cuenta. Pues eso, en un solo movimiento tomó el pene y lo lanzó con fuerza y viéndome con ojitos acusatorios.

-Déjame descansar un poco, amor -le dije.

-Tú sí lo sientes y los gozas y todavía quieres descansar.

-Espérate a acostumbrarte, Caleb, te juro que le vas a agarrar gusto.

Caleb claramente todavía tenía aguante y esa enorme verga dura y roja denotaba que, además, necesitaba sacarlo.

Me acerqué al borde de la cama, me puse boca arriba y dejé que mi cabeza quedara colgando. Mi boca y garganta perfectamente alineadas. Se bajó de la cama y acercó su miembro hacia mi boca, haciendo un poco de cuclillas, metió con fuerza su pene en mi boca, lastimándome un poco los costados de la misma, cosa que ya era normal. Empezó a empujar mucho y muy fuerte, abriéndose paso por mi garganta en su camino a mis interiores orales. Me gustaba sentir mi sabor y mi olor combinados con los suyos, pero era grueso, carajo, por lo que el dolor era inevitable. Aun así, era mi forma especial de hacerlo eyacular pronto. Y funcionó. Caleb me tomó de las sienes y empezó a mover su pene en el interior de mi garganta con más fuerza, yo al borde del desmayo por la dificultad que me causaba al respirar, mi nariz cubierta por sus testículos que pegaban una y otra y otra vez contra mi cara. La corrida salió y ese sabor potente me raspó la garganta a su paso. Sacó su pene, ahora semierecto, y procedió a tomarme de la nuca y moverme hasta que él mismo se acostó y colocó mi cabeza en su pecho.

-¿No te lastimé? -Me preguntó mientras me quitaba un mechón de la cara.

-Siempre me lastimas, Caleb, es normal con ese pene.

-Pero te gusta, ¿verdad?

-No lo haría si no me gusta. No te preocupes, bebé, me encanta hacerlo contigo.

-Te amo.

-Yo también te amo.

Después de eso, nos quedamos cayados un rato. Caleb me tenía rodeada con un brazo y me acariciaba suavemente, su pecho calientito y cómodo. Estuve a punto de dormirme hasta que vi cómo un pilar se alzaba de entre las piernas de Caleb, espasmódico y venoso.

-Puta madre -Dijo a la vez que comenzaba a masturbarse.

Caleb odiaba los condones, de verdad. Cuando le pedí que los usara, empezó a explicarme el cómo él prefiere el coito interrumpido, me demostró que podía controlar bien su eyaculación, que tenía claro cuando se corría y de todo, pero aun así le pedí que usara preservativo. Y se notaba que le costaba sentir placer con el látex entre su verga y mi vagina.

-Perdón, amor, déjame ayudarte.

-No te disculpes, Mary, es normal que no quieras bebés conmigo.

Caleb dijo eso último triste, obviamente, tuve que quitarle esa idea de la cabeza al instante.

-No digas eso, amor. Qué más querría que un bebé del hombre al que amo…

-Pero lo feo es cuándo, amor.

Caleb soltó su pene desganado, su miembro aún erecto.

-Pues bueno, no… no sé, Caleb. Pero… -Tomé su pene y comencé a introducir mi meñique en la uretra -yo también quiero un bebé contigo.

Suspiré y volví a tomar las riendas de la conversación, mirándolo a los ojos y untando mis senos en su brazo.

-¿Cómo le explicamos a Alex que su esposa tuvo un hijo de su yerno? ¿Cómo le dices a Karito que va a tener un hermanito hijo de su novio?

Caleb se quedó callado, disfrutando de mi dedo meñique moviéndose en el interior de su verga. Tardó muy poco en eyacular.

-Perdón, Mary, perdón. No estaba pensando bien, creo que es porque estaba caliente todavía.

Ya sabía que eso iba a pasar, pero también sabía, desde el primer día, que me tocaría tratar con las pendejadas adolescentes. Lo valía, Caleb lo valía, el sexo lo valía, esa verga lo valía. No me desesperaba, simplemente volví a acostar mi cabeza en su pecho y lo observé dormir durante una media hora más o menos. Dios, de verdad, me encantaba verlo dormir, era mi hora de volver a ser adolescente e imaginar tonterías románticas con él.

Cuando despertó, me abrazó con fuerza, me colocó encima de él, mi pubis sobre su abdomen, y comenzamos a besarnos. Sus manos en mi cintura, las mías en su cuello. Nuestras lenguas entrelazadas, separándose y explorándose mutuamente.

-¿Cuánto nos queda?

Chequé el reloj de mi celular en el suelo.

-Hora y media más o menos.

-Vamos a bañarnos, Mary.

-No, bebé, prepara la tina, te alcanzo enseguida.

Caleb me lanzó un beso y se sacudió el pene con la mano y se metió al baño a calentar el agua y llenar la tina.

Yo tomé mi celular y chequé si había algo que no hubiera visto mientras Caleb y yo cogíamos. Unas noticias, mensajes de mis amigas, uno de Alex quejándose de que no había dejado bien puesto el retrovisor de su auto.

Meh, nada importante.

Me levanté y, cuando estaba a punto de dejar mi celular en la mesita de noche, me di cuenta. Sobre la foto de bodas en la que Alex y yo nos besábamos, había un condón escurriendo esperma, una línea que nos dividía a mi esposo y a mí, justo en donde nuestros labios se tocaban un gran charco blancuzco se había formado debajo del cuadro. Al principio me lo tomé como algo aleatorio, pero ahora pienso que era algo más, que esa línea de semen representaba algo.

Con mi propia lengua, limpié la superficie del cuadro y también el charco de la mesa. Después tomé el condón, apunté la abertura hacia mi boca y jalé con fuerza desde arriba hasta la base, vaciando sus contenidos y tragándolos. Seguía raspándome ese sabor amargo, pero lo cierto es que le había agarrado el gusto.

Entré al baño y me encontré a Caleb midiendo qué tan caliente estaba el agua con la mano, me acerqué y le di una nalgada en ese hermoso culo.

-Ya casi está listo, nena.

Yo amaba que me dijera así, él lo sabía. Era sentirse joven otra vez.

Después de un rato Caleb se metió a la tina y, abriendo las piernas, me invitó a recargar mi espalda en su abdomen y pecho.

Ya dentro, sus impulsos sexuales siempre le ganaban. Su verga durísima, sus manos recorriendo mi cuerpo, sus labios en mi cuello.

Pero siempre en la tina se le metía una misma idea: anal.

Yo no quería hacer todavía, pero Caleb insistía bastante. Hasta el momento, lo había dejado lamerlo y meter hasta dos dedos, pero nunca penetrar mi ano.

Y ese día, sus dedos acariciaban la puerta de mi recto.

-Es pecado que con este culazo no me quieras dar a este chiquito -Me dijo.

-Le dijiste chiquito tú mismo. Ahora voltea a ver tu pinche vergota, Caleb. Perdón, pero no mames.

-Se estira bastante, amor.

-No me quieras apresurar.

-Bueno, sólo digo que por el ano no hace falta condón.

-Si quieres meter dedo o lamerlo, está bien, pero ocupo estirar más para meterme esa cosa.

Ni corto ni perezoso, Caleb me puso en cuatro dentro de la tina y comenzó a lamer mi ano a la vez que me penetraba con el dedo índice y el medio. Me gustaba su lengua, me encantaba, de hecho, pero esos dedos… No es que me hicieran daño, simplemente es que no me gustaban. Pero ahora Caleb usaba condón y claramente no disfrutaba tanto el sexo, supe que debía darle algo al adolescente jarioso, era natural y de esperarse en alguien de su dad.

No dije nada, simples gemidos cuando su lengua tocaba la fibra indicada, pero fue entonces que sentí algo resbaladizo deslizarse entre mi raja y bañar la lengua y dedos de Caleb. Lubricante del que se calienta. Sus dedos se deslizaron con mayor facilidad y su lengua se sentía más caliente.

Tarde creo que unos quince minutos en correrme.

-Gracias, amor, tienes un ano increíble.

-De nada, Ca

No pude terminar de decir su nombre porque sentí cómo su enorme falo empezaba a entrar en mi recto.

Fue horrible.

Grité de dolor, un miembro enorme me estaba violando por el culo. Grité como nunca en mi vida he vuelto a gritar y comencé a orinarme del dolor, Caleb, en cambio parecía no importarle. Detestaba lo que me estaba haciendo, pero al voltear a verlo a la vez que apretaba mis dientes y lloraba, pude ver el éxtasis en su cara. Sus ojos desviados, sus caderas moviéndose solitas, sin mucho pensar. Me estaba partiendo y lastimando y lo estaba gozando.

-Sácalo, sácalo, pendejo, me está doliendo un chingo, amor, no me hagas esto.

-Tú fuiste la que me abrió las piernas, la que me dejó probar tu carne y hacerme adicto a ella, y después pones un plástico entre nosotros, culera.

-Es por nuestra bien, Caleb -estaba llorando y me costaba hablar- si nos descubre… nos van a… nos va a ir mal, amor.

-Pues por el culo nadie te va a descubrir, hermosa, así que grita lo que quieras, pero no me pidas que te lo pinches -Caleb echó sus caderas hacia atrás -¡saque!

Su embestida me hizo perder toda fuera y él se encargó de mantenerme en cuatro. Me levantó con la pura fuerza de su abdomen y me llevó hasta la cama, la caja de trojans tirada todavía junto a la puerta. Me soltó en la cama con desdén y enseguida me abrió mis temblorosas piernas. Su pene llamando a las puertas de su ano. Me metió la boquilla del bote de lubricante, incluso eso me dolió. Y entonces, otra vez, su miembro entró y yo sentía mareos y dolores horribles en toda mi columna y piernas.

Entonces, llegó la primera verdad: estaba a punto de tener un orgasmo. Mi ano era una tortura y mis ingles y columna me estaban matando, pero el cosquilleo ahí estaba, llegué incluso a confundirlo con ganas de orinar, pero aquello no salió como orina, sino como una bala. Mi eyaculación nunca había sido tan dura y tan rápida. Salió por montones y hacía un sonido húmedo al pegar contra las sábanas.

Pasó más o menos un cuarto de hora hasta que Caleb eyaculó en mi culo, sacando su miembro inmediatamente después.

Yo, callada y al borde de un desmayo, me arrastre por la cama hasta el borde, quería bajarme. Pero el terror continuaría. Sentí como sus manos me agarraban de la cintura y me arrastraban hacia él. Su miembro entró otra vez más y, durante más o menos una hora, la cogida consistió en mi corriéndome, sufriendo, llorando y acostumbrándome a lo que se convertiría en una de mis prácticas sexuales favoritas, pero que me dejaría un recuerdo que no sé catalogar como el mejor o el más tormentoso. Sea como sea, estaba empezando a disfrutarlo. Dolía, dolía mucho, pero Caleb estaba eyacule y eyacule y darme cuenta que ese poder lo tenía mi ano, que sin esforzarme podía complacer a un hombre y pensar en Caleb con sus enormes huevos masturbándose porque su mujer no le cumplía…

Todo acabaría ese día entre Alex y yo.

Caleb había eyaculado por cuarta vez en el día. Yo conseguí arrastrarme fuera de la cama, estaba en la alfombra, tirada, adolorida y orinándome del dolor. Dios, estaba tan sucia y tan degradada. Caleb, con su miembro semierecto, me observaba con las manos en la nuca y orgulloso de lo que acababa de hacer.

Fue esa imagen, yo desbordando semen de mi ano, orinándome en el suelo hecha un desastre y Caleb orgulloso sobre la cama lo primero que Alex vio cuando entró al cuarto.

Mi esposo me volteó a ver con cierto asco y desconcierto, después su mirada se tornó violenta y agresiva en dirección a Caleb, que por primera vez desde que lo conocí, parecía asustado. Alex, con todos sus problemas de salud, no era competencia para él, pero ahora sabía lo nuestro.

Ver a Caleb tan "vulnerable" en ese momento fue lo que me dio fuerzas para pararme e intentar parar a Alex en su burdo intento de correr hacia Caleb. Mi esposo me empujó y caí sentada sobre la cama, mi ano me dolió nuevamente, pero ahora estaba más preocupada por lo que pasaría con mi vida que con mi ano.

-¡Siempre has sido una pendeja, puta barata!

Me intentó cachetear, pero entonces pude ver cómo la mirada de Alex se tornó en miedo y lo siguiente que veo es a mi esposo cayendo con sus ojos bien abiertos y la mano en el pecho. Supe al instante lo que estaba pasando… y Caleb también.

Tardé un segundo en asimilarlo, tiempo suficiente para que Caleb ya estuviera marcando a emergencias con el celular. Me abalancé sobre mi joven amante y le quité el celular.

-No marques -Le dije.

-¡Se va a morir, Mariana, no estés mamando!

-No marques, amor, por favor.

Caleb me ignoró y se fue sobre mi celular.

-¡Estoy embarazada!

Cuando grité eso, Caleb dejó en paz mi celular y volteó a verme…

-Estoy seguro que es tuyo, nadie más me ha tocado en años…

Caleb entonces volteó a ver a Alex y después nuevamente a mí.

-No marques, si no vamos a tener que…

No terminé de hablar cuando Caleb me abrazó con fuerza y me susurró "no escuches". Me tapó los oídos con los brazos y yo hundí mi cara en su pecho.

Ambos sabíamos los que estábamos haciendo. Pero tenía dos opciones. La primera, era marcar y que mi hijo creciera mal criado y prepotente como sus hermanos, o quedarme con todo, tener un joven como Caleb, bien intencionado, amable y, aunque un poco machista, buen hombre y manipulable. La respuesta se me vino al instante y supe que lo mejor era dejar a Alex ahí.

Me dolió mucho, pero con terapia y casi año y medio, Caleb y yo dejamos atrás eso.

Caminamos abrazados hasta el baño, donde Caleb abrió la regadera y me volvió a abrazar. El sonido de las gotas y la media hora que pasaron, aparte de los latidos de Caleb y su presencia me calmaron. Él fue el primero en asomarse y en salir. Cuando lo vimos ahí, supimos lo que habíamos hecho y Caleb claramente estaba afectado. Incluso más que yo. Caminamos a la ducha en silencio. Nos dimos un baño y, antes de cerrar la regadera, tomé a Caleb la nuca y le hable.

-Vas a ser padre, Caleb. Y él no iba a dejarte serlo. Sé que vas a ser muy bueno con nuestro bebé, sé que serás también un buen esposo cuando llegué el momento. Ten siempre contigo que hoy, te elegí a ti. Nos elegí a nosotros -Tomé su mano y la puse sobre mi vientre.

-¿Qué hacemos con Karo?

-Tenemos que decirle, pero todo a su tiempo. Deja que pase un tiempo, ¿ok, amor?

-Ok, Mary.

Salimos, nos vestimos, pasé un trapeador sobre mi orina, cambié las sábanas y le dije a Caleb que se fuera antes de marcar a las autoridades. Me hice cargo del resto yo sola y descubrí mi talento para la actuación.

Nadie más que nosotros sabemos lo que hicimos ese día. Sé que mi esposo no se arrepiente de ello y sé que yo tampoco lo hago.

Un capítulo sin tanto sexo, lo sé, pero lo creo necesario para que puedan entender lo que está por venir.

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