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Cómo conocí a mi novio
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Pasé tres años follándome a mi abuelo y en muchas ocasiones, sus amigos venían a ayudarle. Esto ya lo expliqué en mis anteriores relatos. Me enseñaron mucho entre todos. Pero finalmente me decanté por probar con mujeres.

Salía a la discoteca con mis amigas pero nunca me decidía a acostarme con ningún hombre que se me acercaba. No me llamaban la atención, seguramente porque eran prácticamente de mi edad. Pero en una discoteca nueva a la que decidimos ir a probar conocí a una chica.

Fue ella la que se fijó en mi. Se me acercó a hablar y estuvimos bailando. Al principio estaba algo avergonzada pero al ver que mis amigas daban su aprobación, me relajé. Acabamos besándonos y dándonos el teléfono.

Quedé con ella en varias ocasiones. Íbamos por la playa, al cine, cenar… Ella siempre iba provocándome con sus pechos. Sus escotes eran exagerados dejando al descubierto casi sus pezones. Me pilló varias veces mirándole las tetas. Tenía ganas de cogerlas y lamerlas. Yo también coqueteaba con esa provocación jugando inocentemente con mis pechos.

Una noche, después de cenar me dijo de ir a su casa. Ella sabía que nunca había estado con una mujer y quería enseñarme como era.

Ella vestía con una faldita corta. Cuando se sentaba me dejaba ver sus braguitas. Tenía ganas de meter la mano entre sus piernas y la cara entre sus tetas. Sabía muy bien cómo provocar. Lo había estado haciendo durante días y yo no podía más.

Cuando entramos en su casa ya estábamos las dos muy calientes y comenzamos a besarnos. Le agarré las tetas. Por fin las tenía entre mis manos. Eran grandes y blandas. Le saqué la camiseta y ella se quitó el sujetador dejando ver unos pechos colgantes pero bonitos. Cogí aquellos pechos y me los llevé a la boca pasando mi lengua de pezón a pezón. Mi coñito chorreaba.

Me pidió que me tranquilizase y me llevó a su habitación. Miré la cama y supe que me la iba a follar. La miré, su cara de lujuria, sus pechos grandes y la falda cortita. No pude aguantar más y saqué mi lado oscuro.

– llevas tiempo poniéndome cachonda a propósito – le dije mientras la cogía de la cara.- ahora vas a saber lo que es bueno.

Ella me miró sorprendida, creo que algo asustada pero al mismo tiempo, excitada.

La besé y azoté fuertemente sus tetas. Ella gimió de dolor pero se dejaba hacer.

-vamos a ver cómo tienes ese chochito- dije mientras le bajaba las bragas y metía mis manos entre sus piernas.

Estaba mojadisima. Gemía y se estremecía de placer. La masturbé de pie. Primero suavemente, lamiendo sus pezones, besándola… Después fuerte hasta hacerle botar las tetas. Me puse detrás de ella he hice que se agachara. Ella se apoyó en la cama y me mostró un culo redondo y juguetón. Se movía de un lado a otro. Abrió un poco las piernas y pude ver ese regalito que me ofrecía, un coñito sonrosado y carnoso. Le di varios azotes en el culo. Se echaba hacia adelante, la cogía y volvía a ponerla en su posición nuevamente. Otro azote, otro grito de dolor y vuelta a empezar. Me pedía que siguiera. Le estaba gustando y saber lo zorrita que era me ponía más cachonda aun. Le pedí que abriera más las piernas y le azoté el coñito mojado. Aquello le gustaba también.

– joder! Qué guarra eres. – le grité mientras la giraba y la tumbaba en la cama.

Quedó boca arriba con las piernas abiertas. Aquel chochito me llamaba. Metí mi lengua entre sus labios, y aunque nunca había comido un coño, parecía que lo había hecho toda la vida. No podía dejar de lamerlo. Mi lengua trabajaba haciéndola gozar, retorciéndose de gusto.

Paré y subí hasta sus tetas, quedando encima de ella. Las lamí, mordisquee sus pezones duros y me dijo que no aguantaba más, necesitaba correrse.

Cambiamos de posición y esta vez era yo la que estaba boca arriba y ella con su cara metida en mi coño. Lamía como una loca, gimiendo y tragando todos mis jugos. La puerca hizo que me corriera en muy poco tiempo. Después subió mis piernas y colocó su chocho con el mío. Empezó a restregárselo. Notaba su chocho caliente resbalando en el mío. El placer era intenso. Me encantaba su chochito. Ver cómo se restregaba fuertemente, sus enormes tetas, su cara de gusto…y se corrió. Durante su orgasmo, su coño se hundió más fuerte en el mío y sus sacudidas eran más rápidas y desorganizadas. Cuando acabó me dijo que nunca la habían tratado como a una zorra y eso le daba mucho morbo.

Comentamos nuestros encuentros sexuales con otras personas. Yo obvié la edad de mis amantes y muchos detalles. Por su parte, nunca había estado con un hombre. Tenía muy claro que le gustaban las mujeres. Desde ese momento, decidí que tenía que probar una polla. Haría que se la follaran delante de mi, no sabía cómo, pero era algo que debía conseguir.

Estuve seis meses con ella, trabajándomela para que aceptase follarse a un hombre.

En nuestros encuentros sexuales la azotaba, insultaba y follaba como me follaron a mi aquellos viejos pervertidos. Era lo que me gustaba. Me gustaba el sexo duro, sodomizar a las mujeres, tratarlas como a zorras y ver cómo disfrutaban con ello.

Mientras la hacía correrse le iba diciendo lo mucho que me gustaría verla comer una polla. Que podríamos hacerlo entre las dos. Quería ver su culo destrozado por un buen rabo mientras me comía el coñito. Le pedía que suplicara por una polla. Y así lo hacía, pedía polla.

Cuando vi que ya estaba lista comencé con mi siguiente plan. Puse un anuncio buscando maduro muy guarro que le gustase sodomizar a las mujeres. Fue algo así:

Chica busca polla de maduro muy guarro para que se folle a mi dulce novia. Ha de tener una polla gruesa y huevos grandes y colgantes. Quiero que la note bien en su culo. Tiene que gustarle dar azotes y decir guarradas. Si eres ese hombre, llámame.

Recibí muchas llamadas, pero pocas de lo que realmente estaba buscando. Al final me centré en dos viejos. Me enseñaron fotos de sus pollas y huevos. Y por cómo hablaban, parecían muy cerdos.

Quedé con uno de ellos para probarle yo primero. Tenía que asegurarme que era el ideal para mi novia.

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