Hola, soy Isabel, tengo 65 años y soy una ama de casa a la que le encanta divertirse. En realidad, estoy disfrutando de un estilo de vida de tipo matrimonio abierto y cornudo. He vivido toda mi vida para hacer realidad todas mis fantasías sexuales, ya que solo se vive una vez y no tengo intención de perderme nada. Llevo cuarenta años casada con mi marido, pero eso nunca ha sido un obstáculo para disfrutar de todo, incluso, al contrario.
En mi anterior relato he contado como comencé a dominar a mi marido y como me confesó que me había puesto los cuernos con Eva, lo cual me enfado muchísimo, el asunto no eran los cuernos, yo se los estaba poniendo a mi marido, tampoco porque Eva se los pusiera al suyo, ahí debía de mostrarme muy comprensiva, el marido de Eva era aburrido incluso follando y de eso podía dar fe, jajaja.
Lo que me sentó a cuerno quemado es que Eva era una mujer de las que no salían de la Iglesia, siempre criticando la corriente de libertad que se estaba abriendo paso en España en esos años, y siempre hablando del pecado y del Infierno, hasta resultar aburrida, por eso se merecía que me vengara de ella, y por supuesto lo iba a hacer.
Acudí a su casa a una hora en que sabía, que estaría sola, su marido estaba en su despacho, sus hijos en la escuela, y la chica que trabajaba de interna descansaba ese día, nos dimos el beso hipócrita a la entrada y me invitó a pasar, llevaba el vestido más antierótico del mundo, le llegaba hasta los tobillos y era muy amplio, no podía destacar nada de su cuerpo, me invitó a un café y comenzando una conversación completamente normal entre dos mujeres hipócritas de nuestra posición y fue en un momento determinado cuando yo me levante para admirar uno de los cuadros de su salón cuando me acerqué a ella que estaba sentada en el sofá y la sacudí un bofetón mientras le decía:
–Eres una puta hipócrita, mi marido me ha confesado lo que hacéis.
Ella se puso muy nerviosa, llegué a temer que la diera un sincope, espere que se calmara un poco y añadí:
–Se lo pienso contar a todo el mundo, que sepan lo puta que eres.
Ella volvió a ponerse muy nerviosa, estaba en peligro su posición social, y su marido era tana aburrido como rico, tras calmarse un poco me dijo:
–No por favor, no lo hagas, lo siento mucho fue solo una vez y te prometo que no volverá a pasar, por favor.
Me encantaba tenerla así, asustada, y decidí que había llegado el momento de rematarla, le dije:
–¿Si yo hago eso por ti, tu harás algo por mí?
–Lo que quieras Bety, lo que quieras, pero porfa no destruyas mi matrimonio, piensa en mis hijos, me suplicó.
–Deberías haberlo pensado tu zorra antes de ponerte a follar como una zorra, con el primer tío casado que se te pone a tiro, pero bueno estoy dispuesta a olvidar el asunto, la dije, si tu haces algo por mí que borre la ofensa.
–Lo que quieras Bety, lo que quieras, –me respondió.
Fui a uno de los extremos del salón, y me senté en el sofá y la ordené:
–Vente aquí a cuatro patas, las zorras andan a cuatro patas y tú eres una zorra hipócrita.
Ella se puso a cuatro patas y en esa postura vino donde yo estaba, yo llevaba unos zapatos de tacón, le ordené a Eva quitármelos y lamerme lo pies.
–Que guarrería –dijo ella.
–Guarrerías las que tú has hecho con mi marido, –le respondí.
Eva parecía esperar una señal de misericordia por mi parte, pero yo seguía mirándola de una manera severa, comprendió que no tenía otro remedio, con resignación me desabrochó uno de mis zapatos y luego me lo quitó, y con su lengua se puso a lamerme el pie, me encantó como lo hacía, su lengua pasaba por todo mi pie, y a eso añadimos su cara de asco, me hacía sentirme muy a gusto. Cuando me cansé la hice repetir la misma operación, y las ideas malévolas iban rondando mi mente, y la dije:
–¿Te has dado cuenta cómo vas vestida? Así solo visten las santurronas y tú eres una hipócrita puta, ¿Te parece enseño mucho?
Yo, como dije en el relato anterior, siempre he sido exhibicionista, llevaba un vestido floreado por encima de la rodilla y con un escote muy generoso, añadí:
–Tú y yo vamos a salir por ahí, y tú siempre iras más corta y escotada que yo mostrando a los que te vean que eres una puta, y lo demás son tonterías, pero, añadí, de momento lo que quiero es que te quites esa birria de vestido, si llevabas eso cuando follabas con mi marido no sé cómo a él se le ponía dura.
Otra vez me puso la cara de cordero degollado, la verdad es en vez de darme pena, como posiblemente era su propósito, aumentaba las ganas que tenía de dominarla y humillarla, tras un poco de espera comprendido que debía de obedecer, así que desabrochó el vestido y lo dejó caer al suelo, ante mi vista apareció un cuerpo muy bonito, cubierto con la ropa interior más horrorosa que había visto en mi vida, al verlo la dije:
–Jesús, ¿En qué mercadillo te compras la ropa interior querida?, vamos a tener que cambiar por completo tu forma de vestir, de momento tu sujetador ataca a mi vista, quítatelo.
En ese momento pareció darse cuenta de que con caras lastimeras no iba a logar piedad de mí y comprendió que solo la quedaba obedecer y se quitó el sujetador, pero intentó taparse las tetas con sus brazos, como hacían las primeras chicas que comenzaron a salir desnudas en España, la dije:
–Venga zorra esos brazos fuera.
Creo que mi voz fue lo suficientemente potente para que obedeciera, apartó los brazos y dejo al aire un par de tetas impresionantes, comprendí que mi marido se quisiera follar eso, pero eso no minaba mis ganas de dominarla y hacerla ver lo puta que era. En ese momento la única ropa que llevaba encima, eran unas bragas, que daban ganas de vomitar, así que la ordené:
–Venga, esas bragas fuera
Parecía colapsada, eso me llevó a tener un poquito, no mucho jajaaj de piedad con ella, y la dije:
–Me da pena, si te es más fácil ponte de espaldas a mí, para hacerlo.
Ella pareció sentirse ligueramente aliviada y se fue bajando las bragas, estando de espaldas, poco a poco, ante mí fue apareciendo un culo delicioso, de los que muchos tíos, en esa época, donde el asunto no se había normalizado, la hubieran querido meter y tuve claro que muchos lo iban a hacer, porque yo me iba a ocupar de que lo hicieran, en esos momentos la pregunté:
–¿Tu marido te la mete por ahí?, O ¿te ha medido alguien?
–Claro que no, respondió ofendida, eso es de ser muy guarra y yo no lo soy.
Sus bragas cayeron al suelo, creo que por primera vez en su vida estaba desnuda a la vista de otra mujer, yo le dije:
–Date la vuelta
Ella tardó un poco en obedecer, era como si se lo estuviera pensando, la tuve que decir, con voz muy autoritaria:
–¿A que esperas zorra?
Note como movía sus brazos y cuando se dio la vuelta, tenía el coño tapado con sus manos, como hacían muchas de las primeras actrices en desnudarse en las revistas en España al comienzo de la época del destape, volvía recuperar mi tono autoritario y la dije:
–Esas manos fuera de ahí.
Ella con mucha vergüenza las apartó y ante mi vista quedó el coño más descuidado del mundo una pelambrera sin ningún tipo de control.
–Pero que asco de coño tienes hija, la dije ¿Es que no te lo arreglas nunca? Le pregunté.
–Como nadie lo ve, me respondió, no hay porque cuidarlo, eso es libidinoso y es pecado.
–¿Tu marido tampoco? La volvía a preguntar.
Me contestó que no, que siempre lo hacían con la luz apagada, me pareció un aburrimiento y me marqué como objetivo que ese coño iba a ser muy visitado por los tíos, la dije:
–¿Tienes unas tijeras en casa?
Ella me trajo una y nos fuimos al cuarto de baño de su marido, la casa tenía tres cuartos de baño, allí primero la hice recortarse los pelos del coño y después utilizar la máquina de afeitar de su marido, era de las manuales, con espuma y cuchillas, para depilarse el coño, pese a sus protestas, le quedó un chocho bien depilado y rosadito.
No pude evitar llevar mi mano a su coño y acariciárselo, en aquel tiempo, aunque había follado con muchos tíos, yo era virgen con las mujeres las historias de lesbianas estaban empezando a circular historias de lesbianas aún faltaba mucho para que la cosa se normalizara, así que en ese aspecto estábamos los dos iguales, pero tenía curiosidad, lo que me sorprendió fue que al tocar su coño con mi mano me encontré con que estaba mojado, ¿Así que la santurrona de Eva se calentaba siendo humillada?, bueno pues yo me ocuparía de que se calentara a tope, jajaja.
Me di cuenta de que su marido tenía sobre el lavabo u a barra de jabón de afeitar, no es que fuera especial mente largo, ni gordo, pero lo cogí en mi mano y lo introduje en el interior de su coño, y ella pese a intentar morderse los labios para no gemir no pudo evitar hacerlo, sus deseos de demostrar cuanto estaba gozando se contradecían con los de vergüenza por ello, moví un poco la barra en su interior, hasta que un inmenso gemido me demostró que la muy zorra había tenido un orgasmo. Aunque no quería reconocerlo.
–Es que me ha dolido algo, será alergia, dijo absurdamente.
Esta actitud me decidió a castigarla duramente y la dije:
–Eres una perra vamos al salón, pero tú a cuatro patas, como es como una perra.
Así lo hicimos y al llegar al salón, me senté en uno de los sofás, ella seguía a cuatro patas, como esperando que la permitiera ponerse de pie, pero yo tenía otros planes, me subí el vestido, muy poco a poco, hasta la altura de mis bragas e hice una pausa, después me quité el tanga, dejando también mi coño al aire, como ya he dicho antes en esos momentos yo no pensaba practicar el lesbianismo, pero quería hacerla algo muy humillante, que demostrara a la santurrona esa lo puta que podía ser, así que la ordené:
–Cómeme el coño.
Ella me miró horrorizada, era lo último que pensaba, solo acertó a decir:
–Pero yo no soy lesbiana.
Yo tampoco, la respondí, pero tengo el capricho de que me comas el coño, o si no contaré a todo el mundo lo que hiciste, con la luz apagada supongo con el pánfilo de mi marido.
Ella temiendo que yo llevara a cabo mi amenaza se acercó a mí a cuatro patas, como una perra, se sitio delante de mí coño e introdujo su lengua en mi interior.
Sentir su lengua, pese a que era alguien sin ninguna experiencia en el asunto, en el interior de mi coño y que comenzara a explorar mi coño me resultó, para mi sorpresa muy agradable, nunca hubiera pensado que con una mujer se pudiera disfrutar tanto, esta vez fui yo quien comenzó a gemir, en cierta manera era una especie de venganza suya, pero no quería demostrárselo, quería humillarla y de esa manera, aunque los gemidos decían otra cosa, yo le dije:
–Venga so muermo, es que no sabes hacer nada bien, seguro que el cabrón de tu marido se tira a la criada por las noches cuando tú te duermes.
Me vinieron varios orgasmos, más intensos que los que había sentido con muchos de los tíos con los que follaba habitualmente, cuando me canse decidí paras a otra cosa, le dije que podía apartarse y añadí:
–Eres una patosa que no sabe hacer nada bien, te mereces un castigo,
Y la ordené tumbarse encima de ji con su culo al alcance de mi mano, como si fuera una niña pequeña que ha hecho algo mal y su madre la va a dar una buena azotaina, y eso es lo que hice, mi mano descargó el primer golpe sobre su culo, ella emitió un quejido.
–Has sido una niña mala y mama te va a castigar, dije yo, mientras mis manos descargan golpes sobre su culo.
Ella emitía gemidos de dolor, aunque yo me di cuenta de que se estaba transformando en gemidos de placer, que ella comenzó a expresar, pese a intentar negarlo y, la verdad por mi parte golpear ese culo me estaba poniendo cachonda, me quedé sorprendida cuando introduje una de mis manos en su coño y estaba muy mojado, menuda zorra.
Cuando me canse de castigarla con mis manos pensé en otro castigo humillante y la ordene:
–Vuelve a ponerte a cuatro patas y vámonos a la cocina.
Por supuesto lo hizo, la verdad es que esto de tener una perrita complaciente estaba muy bien, solo me faltaba ponerla un collar y una cadena, pero eso para más adelante, llegamos a la cocina, allí abrí el frigorífico, la pregunté que había y me dijo que no sabía de esas cosas se ocupaba Natalia, su criada filipina.
–¿Tu Mario se la folla verdad?
Conocía de algunas otras veces que había visitado la casa a Natalia, la criada filipina de Eva era una chica de rasgos orientales en la treintena, cuando teníamos una reunión social los muy pijos le hacían llevar un uniforme de criada, lo cierto es que los hombres la miraban con muchas ganas, y nunca tuve dudas de que el señor de la casa, cuando Eva se dormía su marido iría a hacerla visitas a su dormitorio.
Abrí la nevera, no cabe duda de que la familia de Eva estaba muy bien surtida, la ordené levantarse y eche un vistazo al frigorífico, lo primero que vi fueron unas zanahorias, cogí la más grande y ordene a Eva:
–Venga zorra, métetela en el coño.
Eva ya se iba acostumbrando a obedecer todas mis órdenes sin rechistar así que abrió un poco su coño e introdujo en él la zanahoria. Y comenzó a moverla en su interior como si fuera una polla, yo le pregunté:
–Dime zorra, antes de con el aburrido de tu marido, ¿habías follado con otros hombres?
–No, contestó ella, tenía claro que debía de guardar mi virginidad para mi marido, me respondió.
–¿Y después?, la volví a preguntar.
–Bueno solo con un par de ellos, además de tu marido, la carne es débil y mi marido hay veces que no me lo hace en mucho tiempo.
–Pues prepárate, pensé yo, aunque no lo dije en voz alta, porque tu coño va a recibir más visitas que el museo del Prado.
Mientras teníamos esta conversación Eva, siguiendo mis órdenes movía la zanahoria en su interior, su voz estaba entrecortada por sus gemidos, se me encendió una bombilla en mi cabeza y la pregunté:
–¿Y con el cura de tu parroquia alguna vez has tenido algo?
–No, respondió ella sonrojada, pero algunas veces he sentido que el me miraba con ganas y eso que siempre voy muy recatada.
Por supuesto yo me iba a ocupar de que él cura pecará con ella, pero eso sería otro día, en ese momento decidí que era hora de que mi perrita cambiase de fruta, busque en la nevera un pepino de tamaño mediano y se lo introduje en el interior de su coño, ella me miro asustada, ero ya era una puta sumisa y comenzó a moverlo en el interior de su coño, sus gemidos se hicieron más fuertes. La tumbé en el suelo de la cocina y dirigí mi coño hacia una parte del pepino que no había entrado en mi coño, que se unió al suyo y nos rozamos, era una sensación maravillosa, y el principio de una relación que se ha mantenido a lo largo del tiempo.