Han pasado cerca de 13 años desde que empecé a sentir atracción y deseo sexual por los hombres, y alrededor de 10 darme cuenta que no solo por los hombres. Soy amantes del sexo, de la promiscuidad, del placer y del gozo, a pesar de no ser una modelo delgada siempre he tenido alguien que me desee y quiera cogerme.
Al tener tantas relaciones sentimentales fallidas en mi vida, decidí dejar el amor para alguien especial y empecé a disfrutar de mi vida sexual sin inhibiciones.
Algunos me juzgaron de puta, y en realidad no me molestaba que me dijeran así, al contrario, me excitaba, quería ser una puta y que me cogieran.
Donde vivo es un pueblo pequeño, con una población de 2000 personas aproximadamente. Como saben, en México la guerra contra el Narcotráfico está acabando con nosotros, y el vivir en un pueblo fronterizo lo hace mucho más peligroso, los sicarios se enfrentan en las calles sin importar que haya civiles, los negocios cerrados por los enfrentamientos, y la gente en sus casas sin poder salir.
¿Cómo satisfacer tus necesidades carnales si ni siquiera puedes salir al patio? La masturbación dejó de ser suficiente hace un mes.
Me pare en la ventana que daba a un terreno al lado de mi casa, donde al parecer un grupo armado decidió establecer su guarida para descansar, estaba vestida con una camiseta blanca casi transparente, unos shorts que apenas cubrían mis nalgas y como siempre no traía ropa interior. Al asomarme cuidadosamente alguien me sorprendió, era un hombre de buen cuerpo, piel blanca y pelo negro, traía un chaleco antibalas y un arma, me asuste y me escondí al ver esa situación, pero quedé mojada de ver a tremendo hombre.
Pasaron los días sin que me volviera a pararme en esa ventana, pero diariamente me sentaba en la sala a ver películas y de vez en cuando me masturbaba con un enorme dildo.
Una noche mientras dormía profundamente, un ruido me despertó, no me moví de mi recamara y el ruido cesó. Supuse que provenía de la casa contigua, volví a dormir y empecé a sentir que me tocaban las piernas. Desperté asustada y grite, vi a dos hombres parados frente a mí tocándome.
-Por favor, no me hagan daño.- les rogaba mientras quitaban el short de mi pijama.
-Coopera y todo será más sencillo, solo tienes que ser nuestra putita y no te morirás esta noche.- Me decían los hombres con voz agresiva y burlona.
Empezaron a meterme un dedo y luego dos por la vagina y el culo, me mordían los pechos, yo no soportaba el dolor, uno de ellos era el hombre de la ventana, me causó bastante morbo, se me humedeció la vagina.
-¿Ves putita? Ya te está gustando.- Me decía uno de ellos mientras se reía.
Me amordazaron para que yo no gritara y me amarraron las manos a la espalda, mis gritos eran de dolor, mis lágrimas salían sin esfuerzo.
Uno de ellos me puso de espaldas, se sacó la verga y me la metió completa en el culo, sentí como se me desgarraba, y empezó a cogerme, era una sensación rara, mis pezones se endurecieron a pesar del dolor, y empecé a sentir placer, yo gemía en voz baja para que no lo notarán. Estaba aterrada porque traían armas, pero estaba caliente por tener tremendos penes para mi después de mucho sin coger.
El sicario se corrió dentro de mi, el otro se sacó tremendo tronco de sus pantalones y me empezó a coger por la vagina.
El primer sicario que me cogió me quito la mordaza y me metió el pene en la boca para que se lo chupara. Parecía que estaban sincronizados, acabaron al mismo tiempo, dentro de mi boca y de mi vagina, me dejaron tirada unos segundos y creí que todo había terminado, seguía llorando de dolor y de terror.
Uno de ellos salió de la casa, el otro chico se sentó a mi lado…
-Perdón, tenía mucho sin coger y era una necesidad, pero te daré placer en lugar de dolor. -Me decía mientras me secaba las lágrimas.
Me abrió las piernas, y puso su cabeza entre ellas, me introdujo un dedo en el ano y succiono el clítoris, con sus movimientos en sincronía llegue al orgasmo, solté chorros de líquido en su cara. En eso se escucharon voces, y entraron tres hombres más.
Esa noche abusaron de mi, llenaron de semen cada centímetro de mi cuerpo, sangraba mi vagina y mi culo de tantas vergas que me penetraron. Me dolía la mandíbula de tanto chupárselas.
Perdí la noción del tiempo, solo pedía que se acabará, y ahora cada que lo recuerdo termino masturbándome, como mientras escribía y recordaba este momento.