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Cogí por segunda vez a la mejor amiga de mi esposa
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Después de la tarde, en la que algo ebria se me entregó en casa, no supe de Ross por unos días. A los 4 o 5 días de habérmela cogido, me escribió diciéndome que se sentía “mal por haber hecho eso con el esposo de su mejor amiga”, le dije que somos adultos y son cosas que pasan. Palabras más, palabras menos, ese fue el tenor de una conversación que terminó en nada práctico.

Unos 10 días después volvió a escribirme para decirme que “lo había pasado súper rico conmigo” le respondí igual, que había sido delicioso hacerlo y que me encantaba su cuerpo. Tampoco hablamos mucho, pero me dejó un poco caliente lo que me dijo. Volvió a desaparecer unos días.

Varios días después, perdí la cuenta de ellos, me volvió a escribir para preguntarme “¿te parezco sexy?”, me encontró en un momento caliente y me explayé mucho, diciéndole que siempre me pareció muy atractiva (mentira de varón), interesante (otra mentira típica) y muy sexy (cierto, pues su culo siempre me gusto). A ella le gustó lo que le respondí y desde ese momento intercambiamos líneas casi todos los días. Nada muy caliente o explícito, pero todo tendiente a ello.

Me di cuenta, rápidamente, de dos cosas. La primera que siempre era ella la que tomaba la iniciativa, si yo le escribía, no respondía. Así que asumí ese rol prontamente. No me sorprendió, es una mujer de mucho dinero, supongo la que toma siempre las decisiones. Segundo, que siempre que tenía alguna “culpa”, era por ser “la mejor amiga de mi esposa”, jamás por ser una mujer casada. Lo que no me sorprendió pues su esposo es un buen tipo, pero absolutamente dominado por ella.

Estuvimos así un par de meses o algo más, con mensajes de deseo y poco más. Una mañana de viernes, me escribió preguntándome si podía opinar sobre algo.

– Alonso, necesito una opinión tuya.

– Dime Ross, de que trata.

– Es que me da un poco de vergüenza.

– Dale, no hay rollos, nos conocemos bien, jejeje

– Bueno, va. Es que me he comprado una lencería y no sé si me queda bien

– Pues voy a verte y opino en directo

– No tonto, como crees, estoy en casa ahora.

– Manda foto entonces

Y mandó las fotos. Dos, una desde adelante y otra de atrás. Joder que me perturbó, le quedaba espectacular y se veía impresionantemente bien, en su culo cobrizo, fuerte, de mujer andina. Sin mencionar lo de andina, se lo recalqué varias veces, que estaba perfecta y demasiado provocativa. Era obvia su intención ese día, pues me dijo rápidamente “quiero volver a estar contigo”. Con las fotos que me había enviado, era imposible negarme.

Ese día no podía, tampoco el siguiente, ni el subsiguiente. Ni por varios más. Siempre tiene su agenda copada (y un esposo celoso e inseguro). Me siguió mandando fotos casi inter diario. Me hizo enviarle algunas de mi verga erecta, lo que no era difícil de lograr viendo sus fotos y, finalmente, tras unos 15 días de idas y vueltas, encontramos el momento para vernos.

Salí de casa con el pretexto de una reunión de trabajo. Dejé el auto en una cochera a una media distancia. Ella me recogió en el suyo y fuimos a un motel discreto, pero realmente de lujo. Ella manejaba y tenía claramente el control de la situación. Había decidido día, hora, donde recogerme y donde ir.

Al llegar, ella pagó el hotel. Subimos a la mejor habitación (supongo) del mismo y ni bien entramos, me “ordenó” acuéstate. Lo hice y siguió casi el mismo proceso de la primera vez, con ella mandando que hacer y cómo hacerlo. Sus labios ansiosos mamando mi verga me hicieron sentirla puta muy rápidamente, aunque ella llevaba el control. Se desnudaba mientras la mamaba y me fue desnudando. Cuando quedamos ambos desnudos, se subió sobre mí para una 69.

Sentí su sexo muy húmedo, casi chorreando sobre mis labios. Eso me excito aún más. Le introduje mi lengua lo más profundo que pude y comencé a masturbarla con mis dedos. Ella seguía mamando con maestría, desde la cabeza hasta los testículos y detrás de ellos, casi hasta llegar a mi ano. Llegó con mi lengua y dedos y sentí como se chorreaba sobre mí boca, me tomé todos sus fluidos.

Pensé, por un instante, que ella pararía al haber llegado, pero nada. Se sentó sobre mi rostro y se acomodó dejando su culo exactamente sobre mi boca. Procedí con la lamida de ano que esperábamos ella y yo. La sentí vibrar y la sentí venirse nuevamente, con mi lengua disfrutando su culo de chola cobriza.

Se levantó y con su cara de puta muy peruana me pidió (diría ordenó por la forma) que la coja por el culo. Se puso en cuatro patas al medio de la cama y me monté sobre ella. Entro demasiado fácil, ni siquiera la había untado con saliva, ya estaba húmeda desde el beso negro y dilatada tras su primer orgasmo anal. Llegamos ambos rápidamente, ella por tercera vez y yo por primera.

La saqué de su culo y ella, sin mayor permiso ni recato, se la puso en la boca y me limpió la verga de mi semen y del sabor de su propio culo. Luego de ello se acostó un momento y dormitó unos 20 minutos. Yo me acosté a su lado, exhausto y satisfecho. Al despertar de su muy breve siesta, comenzó a besarme desde el cuello hasta los pies. Con maestría, con ansías y definitivamente dándome a entender que, en esa relación infiel, ella llevaba la marcha.

En pocos minutos se volvió a poner tiesa mi verga y comenzamos el segundo round. Esa mañana de hostal de lujo, sólo fui por su culo las tres veces que la cogí. Las dos últimas, sin que ella me lo pida o indique, sin que yo se lo propusiera. Luego de eso, pararon unos quince días o algo más hasta que ella me volvió a contactar. Supe que, yo disfrutaba de su cuerpo, pero a la vez era usado por ella.

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