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Cogí en la casa del jefe de mi esposo
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Cuando mi esposo me dijo, el martes por la noche, que su jefe (Mateo) nos había invitado a almorzar el sábado a su casa, se me escarapelo el cuerpo. Había cogido varias veces con él durante los últimos meses y me había comentado su fantasía de cogerme en su casa. No le había dado mucha importancia, pero cuando mi esposo me contó sobre la invitación, vinieron a mi mente todos sus comentarios al respecto.

Ni bien pude le escribí. Me dijo que era el momento, que esté lista para todo. Le pregunté por su esposa y sus hijos. Me dijo que esa tarde luego del almuerzo, ella tenía que llevarlos a una fiesta infantil y que quedaríamos solos los tres.

Sabía que mi esposo se quedaría dormido, borracho tras tres copas. Mateo sabía de su debilidad con la bebida y quería aprovecharse de ella.

Los siguientes días tenía el morbo a mil. Estaba desbordada por el deseo. Sabía que era posible que al final, podía ocurrir cualquier cosa no prevista y la tarde quedaría en nada. Que la esposa decidiera no ir a la fiesta infantil con sus hijos. Que mi esposo decidiera no tomar. O que quisiera que nos retiremos temprano. Que alguno de los hijos no deseara ir a la fiesta infantil y se quedara en la casa. Bueno todo me daba vueltas, pero preferí no pensar en escenarios negativos.

Le dije a mi esposo que siendo su jefe quien nos invitaba, debería ir con algo muy bonito. Estuvo de acuerdo. Me dio dinero, bastante dinero. Me compré un vestido coqueto, perfecto para un almuerzo. Un poco por encima de la rodilla, nada escandaloso, pero si sugerente. Me compré un conjunto de Leonisa, eso sí, lo más sexy que encontré, una tanga muy coqueta y un brasiere simple y pequeño, pero que me pareció super sugerente.

Llegó el día, me alisté. Mi esposo me vio en la lencería, antes de ponerme el vestido, y me dijo que estaba hermosa y sensual, que esperaba que rápido estuviéramos de vuelta. Sentí que podría frustrarse todo y me preocupé un poco, pero dejé de lado mis temores y mala vibra, desee que esa tarde fuera inolvidable.

Llegamos poco antes de la 1 pm a la casa del jefe de mi esposo. Realmente una residencia preciosa, con un amplio jardín al ingreso y una terraza donde estaba todo dispuesto para el almuerzo. Envidié a la esposa del jefe de mi esposo. Era un par de años mayor que yo, pero se veía más joven y con un cuerpo que me hizo empalidecer de envidia. Mateo se dio cuenta. Al rato, en un momento que vi el celular, encontré un mensaje suyo diciéndome que “mi esposa no coge como tú, así que hoy eres tú la reina”. Entre líneas me di cuenta que reconocía que su esposa era más guapa, más alta, más estilizada, más atractiva, pero que yo “cogía mejor”. Pensé por un instante molestarme y pedirle a mi esposo retirarnos rápido. Pero al final me venció el morbo y, acepté mi lugar. La esposa del subordinado que el jefe de cogía.

Todo transcurrió como esperaba. El almuerzo estuvo delicioso. Cometí la imprudencia de preguntar donde lo habían comprado. Mateo y su esposa se sonrieron y ella dijo que ella misma había cocinado, que había estudiado para chef, pero que, al casarse, dejó su trabajo. Me mordí la lengua, yo con las justas hiervo agua. Volví a sentirme perdedora. Pero que coge bien, que carajo, en eso era mejor.

Mateo, sacó un whisky. Se que mi esposo no está acostumbrado. Mateo presumió que era un etiqueta azul, que sacaba para una ocasión tan especial, de tenernos en su casa. Nos sirvió a todos una ronda con hielo y para ser sincera, no me resultó desagradable a pesar de no estar acostumbrada. Poco antes de las tres la esposa dijo que tendría que irse, pero que nos sintamos en casa.

Se fue al poco rato, con los niños y la empleada doméstica que trabaja con ellos. Nos quedamos solos los tres.

Yo sólo tome la primera ronda. Cuando ambos estaban por la cuarta, cerca de las 5pm, mi esposo estaba ya claramente ebrio. Comenzó a hacer comentarios desatinados sobre lo bella que era la esposa de Mateo y que “además cocina tan rico”. Lo odie por un instante. En la quinta ronda se quedó dormido completamente.

Mateo y yo estábamos libres.

Antes que hacer algo, le hablé a mi esposo. Lo bese. Lo moví. Lo abofetee ligeramente y nada. Estaba privado.

Eran ya poco más de las 5.15 ya. La esposa volvería hacia las 6pm. Teníamos muy poco tiempo.

Dejamos la terraza y fuimos hacia la sala de la casa. Desde ella podíamos ver perfectamente la terraza y si mi esposo daba señales de despertar. Mateo se sentó en el sofá. Se desabrochó el pantalón y puso frente a mi esa verga grande que tanto placer me daba. Me arrodillé sobre la alfombra y se la chupé con un deseo brutal de ponérsela lo más dura posible y ser penetrada allí mismo a pocos metros de mi esposo.

Unos minutos bastaron. Su verga estaba plenamente erecta. Enorme, erguida, deliciosa. Me acomodé de espaldas a él y me dejé caer lentamente. Sentí como mi vagina se abría cada centímetro que su verga me penetraba. Desde donde estaba, podía ver a mi esposo durmiendo, eso me daba un infinito morbo

En pocos minutos tuve un orgasmo intenso. No ahogué mis gemidos. En esa casa tan grande nadie más había. Sólo mi esposo hubiera podido escucharme, pero él dormía ebrio.

Mateo me pidió el culo. Le dije que era suyo. Como siempre. Que me cogiera como la perra culera que era. Me levanté un poco. Me la saqué de la vagina. Me adelanté y puse mi culito dispuesto a la altura de su verga. Me fui dejando caer, aún más lentamente.

El morbo me era increíble. Miraba y miraba a mi esposo. Estaba desdoblada, entre el placer de la gran verga de Mateo rompiéndome el culo y mirar dormir, y roncar, a mi esposo ebrio.

Tuve otro orgasmo que me hizo gemir como nunca. En esa casa tan grande gemí todas mis fuerzas, le dije a Mateo que lo amaba. Me dijo no mientas puta, sólo me deseas. Me sentí más puta y casi pegado a mi primer orgasmo anal, me llegó un segundo.

Mateo eyaculó también. Diciéndome, gritándome lo puta que era, el placer que le daba.

Cuando pasó el clímax me di cuenta que estaba con la ropa completa. Mi vestido algo subido y la tanga de lado. Todo puesto, ni cuenta me había dado. Me acomodé la ropa. Fui al baño, me limpié el culo, algunos rastros de semen quedaron en el papel higiénico.

Cuando salí del baño, junto con Mateo pedimos un taxi. Ante que llegue, su esposa volvió de la fiesta infantil. Entre los tres subimos a mi esposo al taxi y partimos a casa.

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