Me causó ilusión enterarme de ello, pero a ella no parecía agradarle la noticia. Su carácter se fue haciendo cada vez más impredecible, a tal punto que en un momento me pregunté si realmente estaba conviviendo con la persona que había imaginado; no sabía si era realmente feliz viviendo con ellas.
Trataba de ser comprensivo con Majo y buscaba complacer casi todos sus caprichos, pero de verdad se ponía imposible en algunas ocasiones. Nuestra relación iba quebrándose poco a poco y creo que ambos éramos conscientes de eso.
Sexo no hubo más; el embarazo cambio la forma de ser de Majo, la volvió parca, aburrida y amargada. Tener a su madre en casa también hacía que el deseo fuera menor. Pensé que cuando acabara el embarazo de Majo, esa situación podía cambiar, pero no fue así. Majo vivía una terrible depresión, además permanecía irritable la mayoría del tiempo.
Tener una hija me hizo centrarme un poco más en la vida. Vivía básicamente por ella y eso llenaba el vacío de no poder llevar una buena convivencia con Majo.
Durante los primeros meses de vida de mi hija, Isabella, demostramos ser primerizos en la paternidad. Por ocasiones nos vimos desesperados por no poder dormir, por no saber la causa de su llanto, o sencillamente, por ver como el otro era un desastre. Sentía que yo daba lo mejor de mí para ser un buen padre y al final me salía lo que podía. Pero notaba que Majo no era igual, de hecho sentía que ella era apática y esquiva con Isabella. No creí que fuera por desprecio, asumí que era una conducta causada por su depresión.
Los meses fueron pasando y la única buena noticia que apareció en nuestras vidas, por lo menos en la mía, fue que Mariajosé decidió regresar a su departamento con Mariano. Supongo se había desesperado con Isabella en casa y había decidido marcharse, o quizás había arreglado las cosas con su esposo, o no sé, hasta podría haberse imaginado que en este momento se había convertido en un estorbo en esta casa. En todo caso se marchó y eso me causó alivio. De resto las cosas, no salían bien.
Majo había dejado su trabajo por su fuerte depresión y decidió permanecer en casa para cuidar a Isabella. Por mi parte, las constantes peleas con Majo y las noches de insomnio por el llanto de mi hija, habían conseguido que me sintiera absolutamente agotado; sabía que no estaba rindiendo igual en el trabajo, era notorio que el cansancio me vencía. Sentía que mi carrera se estancaba y el retorno a casa no era del todo feliz porque la relación con Majo ya no andaba.
Me carcomía la cabeza llevar tanto tiempo sin coger con Majo, de hecho sin coger. Sentía que iba a volver a ser virgen otra vez. Lamentaba que ya no solucionáramos las peleas con un buen polvo. Ahora se solucionaba tras horas o días sin hablarnos.
Buscaba no perder del todo la magia de nuestra relación. Era necesario tener salidas con Majo, a cine, a cenar, a un parque, a un recital, de fiesta, en fin, todo tipo de planes. En ocasiones resultaba imposible porque no teníamos con quien dejar a Isabella, y cuando lo conseguíamos, no resultaba del todo provechoso porque en varias ocasiones volvimos a casa con más enojo con el que habíamos salido.
Al ver que las cosas no iban bien con Majo, buscaba refugio en mis amigos. Armaba salidas con ellos para olvidarme un poco de las cosas, o simplemente por divertirme un rato.
Mi desespero por la falta de sexo desencadenó en llamar a David, mi amigo putero, para que me diera un buen recorrido por los cabarets de la ciudad. Era un experto en el tema y no podía encomendarme en mejores manos.
Salí en silencio a la terraza, encendí un cigarrillo y llamé a David. Le hablaba tratando de mantener un tono de voz un poco bajo; Majo estaba en la sala viendo televisión y era mejor ser precavido. Me saludó escandalosamente, como siempre hace y le propuse vernos. Me dijo que fuera de una vez a su departamento y de allí saldríamos a algún lugar. Preferí no comentarle nada sobre putas, esperaría a estar en su casa para decírselo. Sabía que no se opondría a la idea y era mejor decirle allí, fuera del alcance del oído de Majo.
Llegué a su departamento tipo nueve de la noche, era sábado y era un hecho que él planeaba salir. Le pregunté cuál era su plan y me dijo que quería “salir a buscar nenitas, a ver que había por ahí…”.
Le había llevado unas cuantas cervezas y le propuse tomarlas antes de salir. Mientras las consumíamos le conté lo complejo que me estaba resultando todo y terminé la historia de desgracias demostrándole mi desespero por volver a coger. Se le abrieron los ojos como si le fuese a echar gotas; no podía creer que fuera yo quien le proponía ese plan. Lo aceptó sin pensarlo ni cinco segundos.
Terminamos las cervezas y cuando nos disponíamos a partir, David me detuvo, “Esperá mi hermano, ¿no te vas a colocar antes de ir?”. Me pasó un porro y lo fumamos. Me decía lo mucho que disfrutaba ir fumado a donde las putas, decía que sus niveles de adrenalina se subían muchísimo y además aseguraba que le calentaba mucho estar drogado y pensar que muy posiblemente la puta también lo estaba.
Tomamos un taxi y nos fuimos a la zona de tolerancia de esta ciudad. Seguramente existe una zona así en toda ciudad, y bueno, la de acá es bastante extensa. Encontrás de todo, baratas y caras, horribles y muy buenas, hay de todo. Confiaba en que David era un tipo de buen gusto y acostumbrado a los lujos, así que sabía que me llevaría a un buen lugar.
El nombre del sitio no se los puedo decir, no hago publicidad en mis relatos; lo que si les puedo decir, es que es muy bueno, y si alguno ha ido, seguramente lo reconocerá a partir de la descripción.
La entrada era costosa, pagabas más o menos unos seis dólares por entrar y no eran consumibles. Cada cerveza costaba lo mismo, seis dólares, sin importar la marca. De los demás tragos ni hablar, los precios eran altísimos. Sabía que si a David no le gustaba lo que había, iría a otro lugar, así que no era de pedir botellas de algún licor, sino más bien una cerveza, quizás dos o tres mientras se decidía.
El lugar tenía todas las mesas unidas, cada una contaba con una barra. Los clientes nos sentábamos alrededor de las mesas y veíamos como las putas iban caminando por todas las mesas, paraban ocasionalmente para bailar agarradas del tubo. Obviamente se turnaban para hacerlo, cada una de ellas bailaba durante tres canciones, luego sonaban otras dos, luego subía otra, tres canciones y descanso…
La primera que vimos era una rubia de pelo corto, caderona y con un culo enorme. Senos casi no tenía, su abdomen era provocativo, pero lo que más me calentaba era verla restregar ese hermoso culo contra el tubo.
Luego se subió otra rubia, también muy caderona pero con la cintura muy definida, marcaba unas curvas perfectas; el par de nalgas que se mandaba también era increíble, eran macizas y bastante firmes. Sus senos eran operados ¡Pero qué bien que le habían quedado!
En su show esta rubia no escatimaba en bajarse de las mesas y restregarse con cada uno de los clientes. Cuando llegó mi turno, me puso a mil tener sus tetas en mi cara; le agarraba esas nalgas mientras ella se sacudía sobre mí al ritmo del reggaetón. Me calentó muchísimo, pero a David lo dejó mucho peor, quiso ir a coger con ella de una vez, pero le detuve. Le insistí que la noche era joven como para tomar una decisión con apenas haber visto dos. David se lo pensaba, la rubia lo había dejado muy caliente y parecía convencido de haber tomado una decisión. No fue fácil convencerlo, pero al final accedió, por lo menos hasta ver la próxima. Y la siguiente sí que fue una sorpresa.
No podía creer lo que veía, pensaba que mis ojos me engañaban, o quizás que la hierba o que el trago me había sentado mal. No podía asimilarlo aunque la tenía en frente a mis ojos. Al otro extremo de las mesas venía Laura caminando lentamente, se detenía para bailar agarrada del tubo. Se agachaba y empezaba a menear las nalgas al frente de un cliente. Aún seguía sin creerlo; llevaba años sin verla y de repente la encontraba aquí, vendiendo su cuerpo.
Apenas lo asimilé le pregunté a David si había cogido con ella, me dijo que no; que no era de su gusto, “está muy flaca y ya sabés me gustan más carnositas”. Permanecí en silencio por un par de minutos mientras la veía acercándose poco a poco hacia donde nosotros estábamos. Luego le dije de forma tajante a David
-Tenés que comértela. No sabés cómo coge esa mujer.
-¿Vas a decir que la conoces?
-Más de lo que imaginás
-¿Me estás jodiendo?
-No, de verdad la conozco. Es la hermana de Majo.
David quedó helado. El pobre no sabía qué decir. Imaginaba que por su corrompida cabeza se cruzaba ese morbo de coger con ella. David quería preguntarme cosas, pero no sabía por dónde empezar
-Mi hermano, esas cosas se cuentan -Dijo después de bajarse un trago largo de cerveza
-No, al revés. Esas cosas no se cuentan si no querés que se te joda la vida
-Bueno, pero a los amigos les tenés que contar…
-En estos casos creo que es mejor que nadie lo sepa
-Mirá las sorpresas que te da la vida
-¿Qué decís si le proponemos un trío?
-Uh pará, vamos con las sorpresas de a poco, vos no haces tríos…
-No. Pero este lo vale, me da mucho morbo hacerlo, no imaginás lo caliente que me he puesto con solo saber que está acá. Seguramente, si está viviendo de esto, no creo que ande muy bien de dinero, no creo que sea tan difícil convencerla. ¿Cuánto imaginas que nos puede cobrar por eso?
-Pues mirá, esa nenita debe cobrar unos 40 dólares por el polvo. Ahora, por un trío no tengo puta idea. Que te digo yo, nos cobrará el doble…
-Bueno, pues en un rato cuando se pase por acá la charlamos para ver si no lo deja por un poco menos y si no, subimos hasta los 80.
Laura finalmente llegó a nuestra mesa, se detuvo de golpe al verme allí sentado. Su sorpresa fue inmensa. Por un par de segundos estuvo totalmente inmóvil, luego reaccionó y continuó con su trabajo. Empezó a bailar en frente nuestro, yo no dejaba de mirarla fijamente, en mi rostro se marcaba una ligera sonrisa que dejaba notar la perversión que se apoderaba de mí. Le pregunté a David si le gustaba, él seguía obsesionado con la rubia que había bailado antes, pero la idea de hacer un trío con Laura le carcomía la cabeza. Esperamos a que terminara su show e inmediatamente la llamamos.
-Tremenda sorpresa, no esperaba encontrarte por acá -Le dije apenas se sentó en medio de los dos
-Eso digo yo ¿qué haces por acá? ¿Majo te dejó?
-No, no hemos cortado. No andamos bien y decidí pasar a conocer ¿Y vos, por qué andas por acá?
-Ando necesitando dinero y ya ves, las cosas a las que te lleva el desespero
-Mirá, te presento a David
Le saludó de un beso en la mejilla mientras él la miraba expresándole descaradamente su deseo.
-¿Querés tomar algo?
-Si me vas a invitar…
-Claro, claro ¿Qué querés?
-Pues ya que te veo generoso comprate un botellita de vodka
Pedí la botella y empezamos a beberla entre los tres. Charlamos por un rato pero nunca de temas familiares, como que ninguno de los dos quiso encarar el tema. Tampoco quise averiguar cuál era su necesidad, qué la había llevado a meterse de puta.
Habíamos consumido apenas media botella nada más cuando le pregunté si se animaba a hacer un trío con nosotros. Rápidamente le dije que le podíamos ofrecer 65 dólares, pero ella inmediatamente se negó
-No hago tríos, menos por 65 dólares
-¿Te suena que sea por 80?
-Te digo que no hago tríos
-¿Y si te ofrezco 160, empezás a hacerlos?
-Me podés ofrecer 500 pero te digo que no voy a hacerlo
-Te ofrezco 200 ahora mismo ¿Qué decís?
-Dame 50 más y vamos
-Listo, pero nos atendés bien
Saqué el dinero de la billetera y se lo entregué. Sabía que le había dado mucho, pero estaba obsesionado con hacer el trío; era un polvo caro, pero tenía la certeza de que iba a valer hasta el último centavo.
Laura nos llevó a la habitación, cerró la puerta y empezó a desnudarse. Le pedimos que bailara. Se notaba que no estaba cómoda con hacerlo, pero tenía que complacer nuestros pedidos.
David no aguantó mucho tiempo para acercarse a ella, derribarla sobre la cama y empezar a lamer y besar su concha. Yo me acerqué al otro extremo de la cama, empecé a besarla y a acariciar sus senos. David se levantó, tomó un condón y se lo puso, se acercó a ella y sin dar espera a nada la penetró; desde un comienzo fue muy agresivo, se movía sobre ella con tremenda brutalidad. Me saqué los pantalones y tomé mi pene entre mis manos, lo conduje hacia su boca y lo introduje. La agarraba de la cabeza para acelerar el ritmo de su mamada. Laura no podía alternar bien la respiración y los gemidos con mi pene entre su boca, por momentos parecía atragantarse.
Calculo que David habrá estado unos cinco o siete minutos cogiéndola desenfrenadamente, apenas noté que se cansó, reclamé mi turno para sentir de nuevo la deliciosa concha de Laura. Le di vuelta, ella quedó boca abajo y yo la penetré por el coño. Ella levantaba la cabeza apenas para poder meterse el pene de David en su boca. Yo preferí ir un poco más despacio. La penetré totalmente, pero procuraba mantener un ritmo lento por lo menos en un comienzo. Ella empezaba a gemir poco a poco, eran esporádicos sus lamentos, y al igual que hace unos minutos, le costaba respirar con un pene en su boca. Los minutos fueron pasando y la intensidad fue creciendo, el ritmo lento y decante había quedado atrás y ahora me sacudía sobre ella fuertemente, descargaba toda mi ira en ella. En instante sentí que era el momento de correrme, pero me aguanté porque no podía gastar 250 dólares así no más, sería un completo desperdicio. Tuve que detenerme y de nuevo intercambiar con David, él se la cogería mientras yo de nuevo gozaba de una de las insípidas mamadas de Laura.
David se acostó en la cama y fue ahora Laura quien lo montó. Ella busco ir lentamente; más que brincar sobre él, se meneaba lentamente con su pene adentro. Pero David quería brutalidad, quería cogerla salvajemente, así que la agarró de las caderas y empezó a orientarla para que el movimiento de Laura fuera de arriba a abajo y de abajo a arriba. David se aseguraba de penetrarla por completo. Yo me situé detrás de ella y puse mi pene sobre sus nalgas, de hecho en medio de ellas. Obviamente no la penetraba, solo colocaba mi pene sobre su culo y empezaba a restregarlo de arriba abajo, me aferraba fuertemente de sus senos, e incluso, estando agarrado de ese par de obras divinas, la jalaba hacia abajo para que fuera penetrada completamente por David. Laura gemía repetidamente, mientras hacíamos de ella lo que queríamos. Fue imposible contener el deseo de meter mis dedos en su culo, y como no me iba a quedar con las ganas, lo hice sin dudarlo.
Noté como David se había detenido de repente, obviamente había terminado. Supe que ahora era mi momento. Le dije a David que le iba a enseñar cómo coger con Laura. Le pedí que se quitara de la cama; de inmediato hice que Laura se apoyara en manos y rodillas, sin contemplación alguna introduje mi pene en su culo. No estaba lubricado, solo un poco dilatado por el par de dedos que le había metido hace un rato. La penetración fue total, tan profunda como me fue posible. Fue evidente que fue dolorosa para Laura por el desgarrador gemido que dejó escapar. No me importó ser rudo, desde un comienzo me moví con tanta velocidad como pude. Sus gemidos no se detenían y por momentos parecía que se convertirían en llanto, pero Laura se resistía. Podía ver su rostro reflejado en el espejo que estaba en frente nuestro; ver esos ojos cerrados, su nariz arrugada y su boca completamente abierta me hacía poner más caliente. Para fortuna de Laura. mi calentura creció exponencialmente, lo que causó que no durara tanto el polvo. Llegó un momento en que sacudía mi cuerpo contra el suyo con total bestialidad y fue inevitable explotar de placer. Retiré mi pene y vi el condón untado de mierda, no puedo negar que me dio mucho asco, pero lo había valido. Ella se tumbó por un par de minutos en la cama mientras recuperaba el aliento. Yo estaba de rodillas, en frente suyo tratando de agarrar un poco de aire. David se vistió rápidamente y empezó a apurarme porque me dijo tener una cuenta pendiente con una rubia allá afuera. Sin embargo le dije que no iría e inmediatamente le pedí a Laura otro rato.
-¿Cuánto me cobrás por otra horita?
-100
-Jaja Laurita, te estoy hablando enserio. Te fresco 40 o como mucho 50 que es lo que debes cobrar habitualmente
-Mínimo 80
-Sé que necesitas la plata. Yo ya me saqué las ganas de hacer el trío con vos. Te repito, máximo 50. Si no decime y me voy vistiendo
-Listo va, 50 -Dijo ella mientras David salió de la habitación
Me quedé a solas con ella apreciando su cuerpo desnudo. Debo decir que se notaba un poco el paso del tiempo, ese cuerpo esbelto de hace unos años había perdido condición; alrededor de su cintura se encontraba uno que otro gordito; sus senos preciosos estaban un poco caídos, era notorio que la maternidad había afectado su cuerpo. Lo demás seguía en su sitio, su figura seguía siendo delgada y provocativa.
No quise empezar a coger con ella inmediatamente. Además de querer recuperar el aliento, sentía la necesidad de hablar con ella.
-¿Por qué terminaste en esto?
-Ya te lo dije afuera, necesitaba el dinero
-Si sí, eso ya lo sé, ¿pero podés ser más específica?
-Al ver crecer a Diana (hija de Laura), José se fue dando cuenta que la niña no era su hija. Constantemente hacia chistes sobre lo poco que se parecían; luego esos chistes se fueron convirtiendo en reclamos. José empezó a dudarlo seriamente y un día decidió llevarse a Diana para hacerse una prueba de paternidad. Por esos tiempos tampoco la pasábamos bien económicamente; luego de que vos dejaste de ayudarme con el pago de mi hipoteca nos fuimos colgando con los pagos, hacíamos grandes esfuerzos para poder cumplir con el pago de las cuotas, pero las cosas empeoraron cuando yo volví a perder mi trabajo.
A eso se sumó que la prueba salió negativa, José se enojó muchísimo, incluso pensé que iba a hacerme daño, pero al final se descargó con un humillante insulto. Se fue de casa y yo me quedé allí con la niña en el departamento. José no volvió a pagar cuotas de hipoteca, ni me apoyó con el mantenimiento de Diana, obviamente lo entendía. Yo estaba sin trabajo y sin muchas posibilidades de conseguirlo por tener que estar completamente a cargo de la niña. El banco empezó a enviarme avisos por el atraso en el pago de la deuda y no supe que hacer. Intenté buscar prestado con todo mundo pero nadie me ayudó. Al final el banco terminó rematando el departamento y yo me quedé en la calle con la niña. Como no quería meter a mis padres o mis hermanas en este lío, los primeros días fui a quedarme en casa de una amiga, y esos días se fueron haciendo meses.
No conseguía trabajo y ya notaba que a Melisa, mi amiga, le molestaba mi presencia. Ella veía que yo me esforzaba por encontrar alguna forma de ingresos pero no me salía nada. Era evidente que para ella resultaba molesto tener que aguantar incomodidades y aparte mantenernos. Llegó un día que se sentó a hablar conmigo, me preguntó por qué no recurría a prostituirme así como había hecho en mis años de universitaria, cuando lo hacía para darme ciertos lujos. Ya sabes, celulares, salidas, ropa, accesorios. Yo lo pensé por un par de días, sabía que no tenía mucho tiempo para decidirme, de no encontrar una fuente de ingresos rápidamente, terminaría en la calle y no podía dejar que Diana viviera una vida así. Desde el comienzo estuve en este sitio, acá me ha ido relativamente bien; me dio lo suficiente como para sacar un departamento en alquiler y cubrir nuestras necesidades básicas
-¿Pero luego de que te recuperaste un poco no pensaste en buscar otra cosa?
-Al comienzo sí, pero las cosas seguían igual, no encontraba nada, mientras que acá sacaba lo necesario para mantenerme. Me fui acostumbrando y renuncié a buscar otro trabajo
-¿Lo disfrutas?
-Tanto como disfrutarlo no sé. Diría que la mayoría de las veces sí, pero hay veces que te tenés que cruzar con clientes indeseables, atrevidos o sucios
-¿Te han pedido hacerlo sin condón?
-Sí, pero yo sin condón no lo hago
-¿Y si soy yo quien te lo pide? Mira que por lo menos soy conocido
-Tenés razón, te conozco y sé que me podés pagar 50 dólares más por eso
-Entonces olvídalo. Pásame un condón
Antes de ponérmelo, tumbé a Laura en la cama y empecé a lamerle la concha. No pensaba detenerme hasta asegurarme de que ella disfrutaba. Su concha fue calentándose y humedeciéndose gradualmente. Sentía como sus fluidos se mezclaban con mi saliva mientras paseaba mis labios y lengua sobre su coño. Con mis manos acariciaba la parte interior de sus muslos. Con el paso de los minutos ella se fue dejando llevar, tenía pequeños espasmos acompañados de largas exhalaciones y gemidos.
Poco a poco empezó a retorcerse. Verla a así me hizo calentar rápidamente, fui por el condón y me lo puse. Inmediatamente la penetré completamente. Lentamente empecé a moverme sobre ella; con mis manos acariciaba sus nalgas; clavaba mi rostro entre sus senos, le lamía allí, en su pecho, en medio de sus senos sin tocarlos. Luego empecé a chupar sus pezones con algo de desespero, la intensidad de mis sacudones fue creciendo. Ella me miraba a la cara con un gesto complaciente, me agarraba de la cabeza y llevaba mi rostro hacia el suyo para poder besarnos. Sentir el ardor de su concha me hacía calentar al borde del orgasmo.
Luego me agarró del culo y empezó a empujarme para que la penetrara con total vehemencia. Yo había dejado caer todo mi cuerpo sobre el suyo. Con mis manos la agarraba de la cabeza, clavaba mis uñas en su cuero cabelludo mientras la cogía sin contemplación.
Me detuve y le pedí que se pusiese de pie. Estando los dos parados junto a la cama, empecé a besarla, con el peso de mi cuerpo iba arrinconándola hacia una pared. De repente le di vuelta de un jalón relativamente agresivo. Ella quedó apoyada contra la pared; me incliné y nuevamente empecé a besarle la concha ¡Cómo me gustaba el coño de Laura!
Mientras le lamía rápidamente su vagina, me saqué el condón. Sabía que era riesgoso, pero estaba obsesionado con sentir de nuevo esa concha como se debe. Me puse en pie y de inmediato conduje mi pene dentro de su concha. Me había llegado en este momento el recuerdo de la primera vez que cogí con ella, allí recostada contra un mesón en una cocina, ¡Cómo había delirado esa vez al sentir su coño!
Era exactamente igual que esa vez; ella, por lo menos en un comienzo, no notó que me había sacado el condón. Me apoyaba firmemente de su culo, mientras la sacudía contundentemente. Sin parar ni un solo instante, fui moviendo mis manos hasta tomarla de la cintura, luego las deslicé hacía su abdomen; buscaba empujarla hacía mí. Ella gemía sin reparo alguno.
La agarré duro de los senos y empecé a chochar mi cuerpo contra el suyo con completa brutalidad. Pero en ese momento me dijo:
-Pará, pará. Creo que el condón se rompió
-No, no se rompió, yo me lo quité, pero no te preocupés que yo lo saco cuando sienta que me vengo
Ella quiso seguir la conversación, pero yo continué embistiéndola con fortaleza, lo que terminó transformando sus palabras en gemidos. Ocasionalmente me gritaba “¡Pará!”. Pero yo no me detenía, de hecho me calentaba muchísimo escucharla decir eso. Mi excitación creció tanto que tuve que apurarme a sacar mi pene de ella para terminar corriéndome en su espalda. ¡Había sido sensacional!
Los dos permanecimos allí, recostados contra la pared por unos instantes. Ella recuperó primero el aliento y me apartó de un empujón.
-Te has pasado ¿Sabés?
-¿Por qué lo decís? -respondí aún con el aire entrecortado
-Por lo que hiciste. ¿No entendiste cuando te dije que sin condón no lo hago? ¿Te creés que podés hacer lo que te venga en gana?
-No te ponga así que de todas formas no me corrí en ti
-Veo que te parece gracioso. Vamos a ver si te parece gracioso que te pida que me saques de aquí
-¿Ah?
-Sí, que me mantengas
-¿Y cómo por qué te voy a mantener yo?
-Porque tenés varios secretos que seguramente no querés que Majo se entere
-¿Cuál? ¿Qué sos puta y que vine a coger con vos?… No te lo va a creer nunca
-Bueno, está ese y también puede que se entere de que tenés otra hija
-No tengo más hijos
-Eso es lo que aún no sabemos, pero te digo yo que puede ser muy probable.
Quedé helado, no podía creer lo que Laura decía. Ella empezó a vestirse mientras yo permanecía sentado en la cama. Estaba completamente ido ¿Laura sería capaz de inventar algo así solo para atormentarme o hablaba enserio?
No podía salir del shock. Empecé a vestirme pero en ningún momento pude dejar de pensar en lo que me había dicho Laura. “Qué calladito te quedaste ¿No vas a ser capaz ni de despedirte?”, me dijo mientras yo seguía con la mirada perdida. Me acerqué a ella y me despedí de la forma más fría y austera posible. Se marchó de la habitación mientras yo seguía arreglándome. Salí del cuarto todavía estupefacto, me encontré a David a la salida. Él estaba sonriente y desesperado por contarme lo bien que lo había pasado con la rubia. Él hablaba y hablaba pero a mí no me era posible retener nada de lo que decía; solo tenía cabeza para pensar en el chantaje de Laura.
Al día siguiente lo primero que hice al despertar, fue tomar el celular y llamar a Laura. Le dije que accedí a sus condiciones pero solo por un año, ella aceptó.
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Décimo novena parte: Solo temo a seguir con vida
Mi nueva vida era desgastante. Mantener a Laura y Diana me resultaba complejo. Majo seguía sin conseguir trabajo y yo debía encargarme de nuestro mantenimiento, eso, sumado a la cuota para Laura me tenía al borde de la quiebra…
@felodel2016