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Cogí a mi madre cuando me visitó en la universidad
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Después de haberla cogido ebria dos veces en casa, pasaron un par de meses antes que se presente una tercera oportunidad para coger a mi madre.  Sucedió de una manera con la que había soñado y me había masturbado casi infinitas veces. Un miércoles me llama a la pensión y me dijo que quería visitarme en la ciudad donde estudiaba en la Universidad. Antes de haberla cogido me visitaba unas tres o cuatro veces cada año, pero luego de ambas cogidas, no me había propuesto visitarme.

Cuando la escuché tuve una erección inmediata y obviamente acepté. Luego de terminar la llamada, fui a correrme al baño de la pensión. Me descargué con muchas ansías. Me dio la noticia un miércoles. El jueves, fui a reservar el hotel donde se quedaría la noche del sábado. Uno simple pero cómodo a un par de cuadras de la pensión donde yo vivía.

El sábado, como de costumbre, llegó hacia medio día. La recogí en la estación de buses y la lleve al hotel donde se quedaría. Como nos conocían pude pasar (como siempre) a la habitación que le había reservado. Al llegar me dijo que usaría el baño y que luego iríamos a almorzar. Me acosté en la cama y ella fue al baño. Me sorprendió que no cerrara la puerta.

Desde la cama donde yo estaba, no se podía ver el inodoro, pero si el espejo frente al lavabo y en el mismo se podía apreciar lo que se hacía en el inodoro. Era algo muy evidente, más para ella, que ya había estado en habitaciones con el mismo diseño al menos un par de veces antes. Imaginé que fue descuido suyo. Pero no le dije nada.

Por el espejo pude ver cómo se desabrochaba el jean. Se lo bajó hasta la mitad del muslo. Luego hizo lo mismo con su tanga. Pude ver por el espejo su pubis muy recortado, no depilado al 100%, sólo manteniendo una pequeña corona de vellos púbicos sobre su vagina. Se sentó en el inodoro y orinó. Al estar la puerta abierta el sonido de sus orines al caer, me pusieron a mil, mi erección ya era insoportable dentro de mi pantalón.

La vi coger papel higiénico y limpiarse con delicadeza. No jaló la cadena al pararse, muy por el contrario, se paró y se dio vuelta, lo que me permitía ver su culo por el espejo. Aún tenía la tanga y el jean a medio muslo. Se inclinó un poco para adelante, jaló la cadena. En ese momento su culo era ya demasiado provocador. Mi erección ya empezaba a dolerme, contenida por el calzoncillo y el jean.

Se subió la tanga con paciencia (infinita para mi) y luego el jean. Se lo abrochó. Todo eso de espaldas al espejo. Luego salió sin lavarse las manos. Me vio perturbado sobre la cama y me dijo “que te pasa amor”, le respondí “nada mamá, todo está bien”. Se sentó a mi lado en la cama, haciendo como que se acomodaba los aretes. De pronto me dijo “amor, ¿porque estás erecto?”.

Me quedé unos segundos sin saber que responder. Mudo, sin reacción. Con vergüenza y deseo en la misma proporción. Ella acercó su cara a la mía y me dijo directamente “crees que no me di cuenta lo que me hiciste las dos noches”. Seguía yo sin poder articular palabra. Estaba demasiado confundido. Quería salir de la habitación y dejar allí a mi madre con los reclamos que esperaba me hiciera, pero no podía ni hablar, menos moverme.

Ella sonrió ligeramente y, antes que atine yo a nada, me cogió la verga sobre el jean y me dijo “eres todo un hombre”. Con habilidad de mujer madura, me desabrochó el jean y pronto tenía mi verga erecta en sus manos. Dijo “es más grande que la de tu papá” y comenzó a chupármela. Se la comía toda, hasta el último centímetro. Sentí un placer indescriptible.

Mientras ella me la chupaba, me saque la camiseta. Tire mis zapatillas al lado. Ella me ayudo, mientras mamaba, a sacarme completamente el jean, el calzoncillo y las medias. Cuando me tuvo completamente desnudo volvió a decirme “eres todo un hombre hijo”. La ayude a sacarse la blusa y el brasiere. Comencé a manosear sus senos y sus pezones. Ella, aun mamando, se sacó el jean y la tanga.

Estando desnuda, se montó sobre mí. Sentí mi verga entrar completamente en un coño completamente jugoso. Ella empezó a gemir instantáneamente, muy pronto, en un par de minutos quizás, tuvo un orgasmo intenso, prolongado, con ella gimiendo desaforadamente cabalgando sobre mí.

Yo me había masturbado dos o tres veces desde el miércoles que me avisó que iría. Estaba listo para durar mucho. Ella, luego de llegar, desmontó y se acostó boca abajo a mi lado. Me puse sobre ella. Acomodé mi verga en su coño húmedo y seguí dándole mientras ella seguía gimiendo como puta. Me levanté y la acomodé en perrito. En ese momento, ella parecía sólo obedecerme. Seguí cogiéndola en perrito mientras le decía “mamá, uff mamá. Que rico mamá”. Ella se excito aún más al oírme repetir y repetir la frase y volvió a llegar diciéndome “ay mi amor, ay mi amor, ay qué hombre eres”.

Yo seguía con ganas y no quería parar. No le di esa posibilidad. Me bajé de la cama y la jalé al borde. En el filo de la cama, ella con sapiencia, cruzó sus piernas detrás de mis nalgas. Comencé a penetrarla totalmente mientras le decía “que puta eres mamá, que puta eres”. Ella se volvió a calentar y me decía “si amor, si hijo, soy una puta”. Seguí sin desear cambiar de posición, sintiendo entrar en ella toda mi verga. Fueron largos minutos subiendo cada vez de ritmo y sintiéndola gozar como perra. Sentí como se volvía a contraer su coño para un nuevo orgasmo y no me pude contener más. Nos vinimos juntos.

Tras venirme dentro de ella, por primera vez en esa larga sesión sexual me animé a besarla en los labios. Ella me respondió. Ese sábado, mi madre empezó a ser también mi amante.

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