Solo imaginé la atmósfera de esa pieza de motel ambientada en los tiempos egipcios de los faraones, donde usted es la reina Cleopatra.
Me preparo toda la semana para el encuentro, hago mi rutina de ejercicios diarios para tener mejor irrigación sanguínea, tomo abundante líquido para tener una producción de semen considerable, como frutas dulces para mejorar su sabor, la noche previa al encuentro me rasuro con la máquina eléctrica todos los testículos y falo de manera que puedas apreciarlo y degustarlo… Puedes acariciar el falo desde la cabeza hasta la base, sentir su grosor, su textura, acariciar las venas hinchadas que endurecen el tronco, acariciar los huevos, palpar su porte y firmeza llenos de amor, llenos de esperma esperando el momento de explotar y saltar en chorros, para su deleite.
Usted es la que dirige el encuentro, yo sobre esa cama, usted sobre mi lamiendo los huevos, despacio, muy lentamente, mirándose en el espejo como me chupa los huevos, mirándose en el espejo como se come esa verga, mirando mi cara de éxtasis, mi cara de placer infinito con una mamada de la reina faraona, una mamada que es una adoración al falo, chupas los huevos, pasas tu lengua por todo el tronco hasta la cabeza, lo engulles, lo devoras, te lo pasas por los labios imaginando que en cosa de minutos montaras esa tranca, imaginando que te atravesara hasta lo más profundo de tu ser. Tu panocha palpita, se contrae, se aprieta, todos tus músculos vaginales a punto de estallar…
De pronto paras y sobre la cama, en enfrente de mi te desnudas completamente, tu mirada fija resplandece con el brillo de mi verga, tu boca entreabierta, tu respiración agitada son signos de la excitación, estas caliente, al límite de lo que soportas, deseas sentir que te partan la concha…
Te montas violentamente sobre el falo y te lo clavas con fuerza hasta los huevos de una sola estocada, arqueas tu espalda, tus pechos hinchados están a punto de explotar, te quedas unos segundos ensartada fuera de sí. Luego te recuperas y comienzas a cabalgarlo, tú eres la reina, tú eres la que controla, mueves tus caderas suavemente en un vaivén, hacia los lados, hacia adelante y atrás, eres una diosa. Con tu vista nublada puedes verte en el espejo que refleja toda la cama, te tomas el pelo y comienzas a cabalgar más rápido, más rápido, más, más, más… hasta que explotas en un orgasmo de sexo desenfrenado, de sexo clandestino fuera del matrimonio, te desvaneces sobre mi pecho casi inconsciente, acaricio tu pelo largo rato.
Cuando te incorporas te susurro al oído, te pido que me masturbes. Es un susurro caliente en tu oreja que despierta lo más puta que llevas en tu interior, lo que más te excita y te pone a mil. Estas de rodilla sobre mí y sumisamente comienzas a masturbarme con las dos manos mirando la cabeza de la verga y haciendo un ronroneo de gata caliente, estas como hipnotizada… Mientras me masturbas te hablo de manera dominante, clavando en tus oídos y mente las palabras que más te calientan…
– mámalo mamita, mámalo
– la voy a dar su lechita
– te voy a encular por todos los hoyos zorra
– eres mía, mía, mía…
Hasta que profusos y abundantes chorros de semen saltan sobre tu cara, cuello y el ultimo chorro sobre tus tetas, eyaculo todo lo que había guardado para ti. Rápidamente bajas y comienzas a chuparla a beber las ultimas gotitas, hasta dejarla totalmente limpia. Comienzas a relamerte todo el semen se tu cara, cuello y tetas, lo haces frente al espejo. Mirándome a través del reflejo con un brillo en tu cara muy especial, te pasas la lengua por todos tus dedos como saboreando un helado o un chocolate, te abalanzas sobre mí y me besas apasionadamente… nuestras lenguas se trenzaron furiosamente.
En esta habitación egipcia, eres cleopatra la reina.