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Celebración en altamar
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Confieso que ni en un millón de años hubiese pensado que sería capaz de hacer todo lo que he hecho en estos últimos meses. Mi nombre es Lucy. Tengo 26 años de edad. Me considero una chica joven y alegre. Soy de tez blanca (pero bronceada), cabello corto negro, digamos que, de gran altura para lo normal, tengo un cuerpo delgado; buen busto, buen trasero. Me gusta vestirme bien, maquillarme, etc. Me considero una chica atractiva, me gusta salir a bailar, divertirme con mis amistades, hacerme fotografías, leer, comer saludable y mantenerme en forma haciendo ejercicios todas las mañanas.

Les comento que hace algunos meses he comenzado a sentirme muy atrevida y morbosa. Podría estar divagando entre fantasías y realidad mientras hago cualquier cosa. Desde imaginar que se la chupo al chico que me atiende en el autolavado, hasta que la chica de la caja en el supermercado me masturba dentro de mi carro estacionado en el sótano del mall luego de terminar su horario de trabajo (cabe acotar que desde pequeña me atraen las mujeres). De verdad no sé qué se ha metido en mi últimamente, pero quiero portarme bien mal y lo malo es que no tengo con quien. Me tomo fotos, me hago videos, chateo con extraños, compro juguetes y lencería. Suelo despertar húmeda luego de algún sueño erótico, es toda una locura. Pero busco y busco y no sale algo bueno. Siempre termino de vuelta al inicio con las manos vacías. Quizás sea porque he llevado un tiempo sin tener relaciones íntimas con alguien físicamente hablando y eso hace que me vea necesitada o apurada, de verdad no sé. De seguro mi subconsciente me traiciona. Pero tarde que temprano lo que tanto pides quizás de alguna forma se te recompensa y se da. Eso decía y fíjate como termino siendo, madre mía.

Finalmente, me atreveré a contarles lo que me ha pasado hace unos días. Vivo en una isla, suelo salir los fines de semana a la piscina o la playa. Mi amiga Carla, llevaba meses insistiéndome en que debíamos de quedar en vernos y siempre pasaba algo que nos hacía cancelar y no se daba. Un viernes por la noche me llamo diciendo que al otro día saldríamos a pasear en un Catamarán junto a su pareja Joe y un chico que quería presentarme llamado Adán si o si, que no podía tener excusas. Ella sabía que yo llevaba meses sin una relación y quizás era momento de ligarme con alguien. Le dije que me parecía buena idea, no solo el hecho de, si no que no había impedimento alguno para dejar de hacerlo, esta vez sí que se nos daría. Colgué a la llamada y decidí acostarme para estar lista para el día siguiente, que sonaba buenísimo.

Sonó la alarma, desperté a tiempo bien temprano. Brinque a la ducha a darme un buen baño que me espabilara. Enjabone bien todo mi cuerpo, depile la línea de mi bikini e hidrate mi piel con algo de crema. Me vestí con un lindo traje de baño de dos piezas de color azul; con estampado floreal fucsia, el cual había comprado, pero aún no lo había estrenado. Era una ocasión especial el salir ahora después de tanto encierro en esta era post-covid. Coloque un short blanco de jean y una blusa traslucida sin mangas igualmente blanca, monte unas sandalias ligeras. Me perfumaba y colocaba un maquillaje fresco, cuando escuche mi cel. Era Carla avisándome que ya estaba abajo esperando; había ido a buscarme.

Eran las 9 am. Salí de casa, camine hasta el lobby del edificio, me acerque a su camioneta y abrí la puerta. Al momento que lo hice pude notar que Joe, su pareja, la manoseaba un poco, creo que les caí de sorpresa y les dije: “Epa epa qué pasa acá? se rieron y continuamos a arrancar. Es algo que ya ha pasado en otras ocasiones. Ellos, según me cuenta Carla, son una pareja muy activa y caliente, se la pasan en esas, como unos conejos, dándose afecto. Pienso que sería rico tener, puesto que una relación sexual activa y aventurera siempre promete amor eterno. Y como no van a estar en esas, ambos son sumamente atractivos. Sería imposible no sentirse así, no puedo negar que en anteriores ocasiones me daba muy igual, pero esta vez sentí algo de envidia; quería ser ella o hasta él, me daba igual cuál de los dos, solo quería sentirme querida o dar afecto. Mientras viajábamos por la autovía hacia la playa, miraba el paisaje y comencé a tener esos pensamientos lascivos y lujuriosos acerca de ellos. Me imaginaba a Carla cabalgando a Joe como me decía que lo hacía. Que descaro tenía yo en estar pensando en ello justo a sus espaldas. Miraba a Joe por el reflejo del retrovisor; sus ojos son marrones claros, tiene una mirada profunda y misteriosa. Su rostro barbudo y canoso, de esos hombres que emanan virilidad. Sus brazos tatuados y sus manos grandes al volante. Wow! que no sería capaz de hacer con esos dedos, me los imaginaba hurgando la rajita húmeda de Carla, podía hasta sentir su aroma en la yema de sus dedos luego de haberles pillado, seguro eso hacía. Notaba que las piernas de Carla estaban algo desnudas, se apreciaban suaves y brillantes, quería lamérselas. Carla es una chica de esas que catalogan de cuerpo petite; súper atractiva, una carita bonita, con una sonrisa magnifica y unos ojos enormes que te quedas embelesado al verla. Imaginaba un poco como seria estar con alguno de ellos, pude notar que de solo pensarlo me estaba mojando. Sentí la humedad traspasando mi panty en el cuero del asiento, hasta calor me dio, que risa.

Llegamos a la marina, bajamos nuestras pertenencias. Joe llamo a un chico para atendernos y llevarnos al bote. Ellos tienen buena posición económica. Carla tiene 27 años; gerencia comercios y Joe es unos 10 años mayor; dueño de una constructora. Les digo son como la pareja perfecta, de novela. Habían comprado hace poco un hermoso bote y querían salir a estrenarlo, en realidad Joe moría por estrenarse como capitán. En esta ocasión saldríamos solos sin tripulación. Había estado recibiendo clases en la marina y pasó la prueba obteniendo su licencia para navegar, razón por la que iríamos a celebrar como quien dice. De pronto escuchamos a Joe hablando en su celular, al parecer Adán nos embarcaría puesto que la noche antes se pasó de tragos y tenía una fuerte resaca. Joe mostraba una gran molestia, al igual que Carla. Que se podrán imaginar de mí, me sentía decepcionada, que mala suerte exclame. Carla me miro, me dio un fuerte abrazo y me dijo, discúlpame, pero que esto no sea lo va a arruinar nuestro paseo, lo prometido es deuda y hoy debemos pasarla de maravillas, que se joda Adán! Exclamo Carla, al mismo tiempo que volaba un corcho desde la botella de champagne que Joe destapaba. Sonaron las copas con nuestro brindis y entre todos volvimos a gritar: “Por nuestro paseo, que viva nuestro nuevo capitán y que se joda Adán”.

Eran las 10:30 am cuando zarpamos mar a dentro. Sol radiante, cielo despejado, oleaje moderado, un día casi perfecto, si no hubiese sido por el embarque de aquel idiota pensé yo. Carla se acercó y me dijo de seguirla a posarse frente al bote para tomar buena brisa y poder irnos bronceando. Desconozco de botes, pero era algo grande, tenía dos niveles: una cabina cerrada con baño, cocina y un cuarto y la segunda una especie de terraza de pesca donde se encontraba la sala de mandos, en ella Joe al volante. Se veía jodidamente sexy con su cara de badboy, sus gafas oscuras, su gorro de capitán, su torso despojado de la camiseta que llevaba puesta, luciendo un cuerpo bronceado, de un hombre casi cuarentón, de esos hombres que no van al gimnasio, ni tienen músculos, pero son de los suertudos que tienen buena figura y sus encantos, uno de ellos ser alto e imponente, además de una forma de ser que alborota a cualquiera por como posa y se desenvuelve con la gente. Allí estaba yo de nuevo teniendo envidia de lo ajeno, cuando giro mi cabeza para quitar el pelo de mi rostro que molestaba con la brisa cuando noto a Carla como la propia diosa o más bien sirena parada en todo el frente del bote haciendo topless, con tan solo un hilo negro de infarto que mostraba su estupendo culito y sus hermosos senos al aire. Si Joe había puesto algo de morbo en mí, había acercado su leña para el horno, Carla seguramente fue la que lo inicio. Ya dentro de mi horno comenzaba a subir la temperatura.

Fue toda una sorpresa, allí estaba yo babeándome por esa mujer, que con hijos y todo mantenía una figura espectacular, ¿cómo le hacía? No era ni hora de almuerzo y ya tenía hambre. Todo estaba crudo aún. Faltaba alcohol, necesitaba más tragos y fui a servirlos para tratar de pasar de forma despistada. Me levante al bar, serví otras copas y camine donde Carla, no podía dejar de contemplarla, le entregue la copa, ella la tomo y me dijo: “no tengas pena, nadie nos ve, hoy somos libres, debes disfrutar. ¿Dime algo no es hermoso todo esto?” Yo ni podía responder, no me salía la voz, solo trague un gran sorbo hasta el fondo y respire profundo. Cuando logré responder le dije: “creo que necesito muchísimo más alcohol y ambas reímos”. Me aleje de nuevo a servirme otra copa y colocar algo de música para poder soltarme un poco. Prepare un trago de ron para Joe, sé que eso le gusta, subí para entregárselo y coordinar el sonido. Le entrego el trago y brindamos de nuevo. Le pregunto que podemos escuchar de bueno a lo que me responde: “en vez de escuchar prefiero verte a ti, llevas mucha ropa puesta, quítate algo, sé que debes verte tan rica como mi mujer, o eres penosa”. What?, pero míralo que atrevido pensé para dentro de mí. Me sentí intimidada no solo porque me fuese a comparar con Carla, si no por su seguridad, por como mandaba, era la voz al mando. Sabía que era un macho dominante, ahora me pensaba que tanto lo era. Hice que no prestaba atención a su orden y vi encima del tablero los controles para poner la música. Revise y vi que había un iPad que podía utilizar, busque el playlist y coloque algo de reggaetón moderno. Se escucharon las bocinas, subí el volumen bien alto y me dispuse a volver donde Carla. Me gire y haciendo un saludo militar mire a Joe a los ojos muy seriamente y dije: “como usted mande capitán” y me aleje dándole la espalda, contoneando mi hermoso culo el cual sabía que le gustaría y removí sin pensarlo mucho mi top, dejando libre mis pechos.

Eso me hizo sentir otra persona, Carla me vio venir y en su mirada notaba asombro. Finalmente, las amigas disfrutaban un hermoso paseo casi que como Dios las trajo al mundo. Me agarro de la mano y me dijo: “estas divina, a poco se siente mal estar así, es lo mejor del mundo”. Y respondí: “eso sí, dos cosas: no estoy mejor que tú y no quiero quemarme con este sol intenso”. Me dijo: “que Joe opine al respecto y ven para colocarte algo de protector”. Me tomo de la mano y me guio hasta dentro del bote para buscar el protector solar. Al estar dentro de la cabina todo estaba en silencio, solo se escuchaba muy lejos la música y el ruido del viento colarse por las ventanas. Busque en la nevera un poco de hielo que hacía falta y prepare otros tragos más. Carla regreso con el protector y salimos. Para ese entonces pude sentir como el bote recortaba velocidad, al parecer nos acercábamos a nuestro destino. Al salir notamos que Joe había dejado la sala de mando y apagado el motor del barco. Se encontraba en nuestro nivel atando unas sogas al bote para luego fijarlas a un pequeño muelle cercano. Saca el ancla, la alzo y lanzo con gran fuerza al fondo del mar.

Habíamos atracado en un lindo paraje en el medio de la nada en pleno Mar Caribe. Una especie de cayo. Era un espectáculo, arena blanca como la sal, aguas turquesas totalmente cristalinas, par de palmeras para nuestra sombra y nosotros para continuar la fiesta. Joe continuo a bajar ciertas cosas para nuestra estancia allí. Nosotras subimos la música y nos dispusimos a untarnos el bloqueador, el sol era fuerte y nos hacía sudar. Carla me giro de espaldas a ella y comenzó a untarme la crema con suavidad por mis hombros y cuello. Se sentía fresca sobre mi piel caliente. Estábamos ambas de rodilla sobre la proa del bote. Miraba al alrededor y no había ni un alma, más que unas gaviotas y Joe organizando la parrilla y unos refrigerios. Al soltarlos note que camino al otro extremo del cayo, me preguntaba a qué y justamente en ese momento me percate que había ido a orinar. Solo note como bajo su short y saco su miembro; tal cual como me imaginaba por su altura, a pesar que estaba en su estado flácido tenía un buen pedazo. Sin haberme percatado que Carla me veía a través del reflejo en la ventana, al girarme quedamos frente a frente en el espejo y mirándome a los ojos susurró a mi oído: “por allí dicen que uno se enamora cuando lo ve meando”. Yo le respondí: “por allí dicen que con la vara que mides serás medido, pobre Joe” y nos reímos a carcajadas. Tenía mucha pena, pero era honesta. Siguió untando la crema hacia mi espalda y se sentía tan bien. Siguió más debajo y me dijo: “recuéstate boca abajo, estando acostada es más fácil”. Me acosté como me lo pidió, aplico el bloqueador en mis pantorrillas, luego en mis muslos y luego en mis nalgas, donde pude sentir que se detuvo por mayor tiempo y lo hacía con otro tacto. Pude pillarla a través del espejo por igual mordiéndose el labio inferior mientras masajeaba mis nalgas, de seguro le gusto lo que veía, sé que tengo un lindo culo y además lo que había comenzado como aplicarme crema ya se sentía como un divino masaje.

Sentía como sus manos circulaban la superficie completa de mis glúteos, de un lado al otro encerándome con fuerza, sus dedos se hundían con presión en mi carne, sus uñas acariciaban mi entre pierna con cada giro. De verdad se comenzaba a sentir bien. Yo recosté mi cabeza sobre la almohadilla y me dispuse a relajarme a ojos cerrados. Carla siguió unos segundos más y subió a mi espalda ya haciendo caricias en vez de aplicar crema. De repente sentí una sensación muy muy fría, abrí mis ojos y subí la cabeza, pude ver nuevamente por medio del ventanal que Carla sostenía un hielo en sus labios y lo restregaba a lo largo de mi espalda, el contacto con mi piel caliente hacía que el hielo se derritiera destilando gotas y más gotas sobre mi cuerpo. Ya no podía ser tan inocente y no darme cuenta que Carla me estaba seduciendo, no era cuestión de un simple juego. Me dije a mi misma si ella quiere jugar tú debes jugar por igual, así que me dispuse a tantearla. Abrí un poco más mis piernas, arqueé mi espalda y alcé mis nalgas. Carla cayó en mi trampa enseguida, volvió con sus dedos por entre mis glúteos, rosando ya mi culito y mi rajita. No podía creerlo, mi amiga comenzaba a excitarme. Se acercó a mí y me dijo: “espero no incomodarte, no sé qué hago, si es el alcohol o que, espero no me malinterpretes, pero algo me ha gustado al tocarte. Tu piel se siente tan suave, tocar tus nalgas es rico. Nunca he estado con una chica y sé que tu si, ¿lo hago bien? Todo eso fue música para mis oídos. No lo podía creer, por un momento me dejo en shock. Volví en sí, me alce, me gire, la tome de la cara y le dije: “lo haces tan pero tan bien que probare besarte, si te gusta me correspondes y si no pues… No termine de finalizar mi oración cuando la que me beso fue ella.

Esa sí que fue una movida sorpresa. Sus carnosos labios se sentían magnifico, tan suaves, tan provocativos, nos hundimos en un intenso beso suave pero fuerte. Le correspondí con mayor intensidad, ella había liberado todas mis ganas, sentía un torbellino de emociones y ya no podía contenerlas, era ahora o nunca y me dejé llevar sin remordimiento a nada. La tome del cuello con ambas manos y ella me abrazo, nos encontrábamos ambas arrodilladas frente a frente besándonos apasionadamente. Su lengua ya se entrelazaba con la mía, su sabor a era el mismo que el mío, nuestro aliento a alcohol se fundía en uno solo y ya era imposible contener nuestros estímulos, comenzamos a tocarnos, acariciando nuestros pechos, luego baje a tocar sus nalgas, nuestro sudor se hacía presente, esta vez no era solo por el sol. Nuestros pensamientos y nuestros movimientos habían hecho efecto, respirábamos rápidamente y temblábamos sutilmente, yo me sentía mojadisima y eso me hizo pensar en cómo estaría ella. Así que no lo dude ni un segundo, baje mi mano derecha hasta su abdomen y deslice mis dedos por debajo de su bikini, sentí como su beso se paralizo y con un sutil movimiento dos de mis dedos comenzaron a circular su clítoris lentamente. Ella mordió mis labios y después de unos segundos, se dejó llevar soltando un rico gemido. Tenía su aprobación, tal y como pensé, su cueva estaba tan húmeda y caliente como la mía. Lo mismo que hacía con mi mano izquierda me dispuse hacerlo con la derecha, pero en uno de sus pechos. Tome con mis dedos la punta de su pezón y lo pellizque suave, luego lo gire y apreté un poco más fuerte; se lo hacía tal cual me gustaba que me lo hicieran a mí. Entre mis movimientos ella hizo los suyos, con ambas manos apretó mis nalgas y las abría y cerraba lentamente, como si se tratara de una escotilla que liberara la tensión en mis orificios. Sentir la brisa en ellos me genero una corriente de escalofríos estupenda. Se balanceo hacia atrás y me llevo con ella, caímos recostadas una encima de la otra.

Continúe esta vez a chupar sus bellas tetas entre mis manos, habían quedado justo al frente de mi vista y se me hizo imposible no hacerlo. Los chupaba profundamente, tomaba lo que más podía de ellas abriendo al máximo mi boca en cada mordida, como si estuviera comiendo uno de mis frutos favoritos, unos dulces melones restregándose en mi cara. Ella sostenía mi rostro y apretaba sus pechos como para ahogarme en ellos, se notaba que ya no le era incomodo que una chica fuese la que se la comía. Por primera vez mi amiga sentía el otro lado de la moneda. Y sí que lo disfrutaba, su cadera comenzaba a moverse y alzarse, eso fue señal para mí de que la hora de saborear esa almeja había llegado.

Me desacople de sus pezones e inicie un camino de lamidas y chupones a lo largo de su plano y hermoso vientre, sentía como se quedaba inerte esperando mi llegada al sur. Soltó sus manos de mis nalgas y esta vez sujeto mi pelo con sus manos, sentía que estaba ansiosa de sentirme, su excitación era elevada y no podía controlarse. Abrió sus piernas y las alzo para darme mejor acceso. Era un panorama indescriptible, Carla sí que tenía un chocho hermoso, era de esos carnosos, depilado por completo, con unos labios gordos, expuestos al igual que su clítoris, el cual era una campanita hinchada y perfectamente redonda, con la abertura hacia su vagina bien rosada y completamente húmeda, ya corría un hilo de su sabroso néctar. Saqué mi lengua con la mayor longitud posible y con la punta muy suavemente apenas tocando lamí desde lo más sur de entrada hasta su monte de venus con mucha paciencia y lentitud, moría por hundir mi nariz y devorarla, pero por ser su primera vez quise ser muy sutil, además de que con semejante monumento debía tomar mi tiempo.

Carla que tenía sus ojos cerrados, al sentirme los abrió de par en par y me miro directo a la cara, mientras me comía su manjar no me quito un ojo de encima, como aprovechando el estar en primera plana grabando cada segundo de esa escena para recordarla eternamente. Había aumentado la velocidad de mis lengüetazos y variaba la dirección de arriba abajo, de un lado al otro, con cada movimiento Carla hundía más y más mi cabeza en su pozo, me costaba respirar, pero lo gozaba tanto como ella. Pasé mi boca esta vez directamente a su pepita la cual besaba y succionaba con mis labios y con una de mis manos comencé a dedearle la rajita, al principio con un dedo, luego dos, más tarde tres, sí que estaba excitada. Note como mi otra mano podía percibir las contracciones en su abdomen.

Carlita estaba lista para venirse en mi boca, sus gemidos se intensificaron, su respiración se entrecortaba, sus uñas se hundieron en mi cabeza y luego todo se paralizo, Carla estaba obteniendo de mi experta boca su primer orgasmo. Provocado de mujer a mujer. Parecía que el bote se hundía, porque teníamos un charco justo debajo de nosotras. Carla resulto ser toda una fuente y eso me excito muchísimo, me retire estirando mi cuerpo hacia atrás y de esa forma logre obtener una mejor vista de ese panorama. Ella yacía totalmente desvanecida sobre su humedad, tenía una mirada ida, extasiada, su cuerpo aun palpitaba con olas de placer. Era riquísimo poder ver su piel, ver sus tetas ya bronceadas. Estaba ya rojita y sudada u con su concha hinchada y alegre. No pude contenerme, solté los lazos de mi bañador y con mis manos lubricadas por sus jugos comencé a masturbarme sin compasión, allí arrodillada frente a ella. Es una sensación que aún se me hace indescriptible narrar, me sentí libre, completamente desnuda, frente a mi amiga, a quien había comido hace unos minutos sobre un bote, en el medio de la nada y frente a… ¿Oh Dios Joe, donde esta Joe, nos habrá visto, nos habrá oído?

Y como no, como podre ser tan ingenua en pensar que no, después de semejante show. Al girarme Joe estaba justo detrás de mí, parado recostado sobre el pasamanos de la proa. Estando nosotros en el piso del bote, Carla acostada aun y yo arrodillada, la única vista que tenía justo frente a mis ojos era una pieza que no venía con el bote, pero si con el cuerpo de Joe. Erguido como un mástil, allí estaba ese capitán nuestro sin perder detalles de su tripulación, esta vez no tenía el mando en sus manos, sino un falo súper erecto, sus manos lo cubrían por completo y solo relucía un glande bien rosado y suculento por la parte superior y unos grandes cojones en la inferior. Su cuerpo completamente desnudo se encontraba igual de bronceado y sudado que el nuestro. Su cara dibujaba una extasiada sonrisa mientras continuaba masturbándose frente a nosotras. Que rico ver a un hombre tan cerca haciendo este acto, me puso a hervir por dentro más de lo que ya estaba. Joe subía y bajaba ambas manos, dándose placer con un ritmo perfecto. Al subir, podía notar la mitad de su pene desnudo, un tallo hinchado y venoso, se dejaba ver un trozo de carne grueso. Al bajar, se descubría su glande, haciéndolo lucir hermoso, provocativo, se notaba en su punta una gota de semen, la cual brillaba a la luz del sol. Por unos momentos me había olvidado de Carla y solo me chorreaba viendo a Joe tocándose, verlo tan grande y largo frente a mí me hacía sentir tan pero tan pequeña, era una sensación intimidante. Estaba inerte como una indefensa presa inmóvil a la merced de su depredador.

Caramba Caramba!!! Exclamo Joe. “esto sí que es la forma perfecta de celebrar la inauguración de mi bote. Dos hermosuras pecando en alta mar. Si es así zarpare más a menudo”. Al escuchar su voz Carla se levantó enseguida no sé si sorprendida, pero si se notaba el regreso de aquel viaje al que había ido hace unos minutos. “Qué tal si comienzan a gatear justo hasta acercarse a mi verga y me muestran cuál de las dos mama mejor?”, dijo Joe. Note que Carla se movió de un brinco, como una niña mala que había sido regañada y seria reprendida. Y no digo, yo me sentí tal cual. Si mal no recuerdo, ambas decidimos gatear al mismo tiempo y así lo hicimos. Me sentía como si estuviera en una competencia por la supervivencia en contra de otra fiera, cuál de las dos más puta, contoneando las caderas y los codos, rindiendo tributo a nuestro alfa. Carla llego primero desde el lado derecho, y como quien dice marcando territorio, tomo la verga de Joe con ambas manos y comenzó a succionar sin compasión alguna. Quien se iba a imaginar que detrás de esa inocente cara encontraría a una golfa con maestría en succión de penes.

Tampoco entendía como alguien tan pequeño podía acomodar tanto en su garganta. Carla sí que conocía bien a su macho, chupaba a gran velocidad e introducía casi por completo todo el miembro en su boca, solo quedaban escasos dos dedos de su mano para cubrirlo y Joe con tan solo un empujón de su mano en la melena de Carla basto para llevarle la nariz hasta los pelos de su guebote. Que escena, madre mía, era la mamada más sádica que había visto en mi vida. Carla se ahogaba en cada intento de sacar y meter la verga en su boca. Lagrimas corrían desde sus ojos por sus mejillas, se mezclaban con la baba de su boca la cual bajaba recorriendo el lubricado pene hasta los testículos y goteaban al mar perdiéndose en el viento. Joe me dijo: “acércate nena, para ti también hay”, y sujetó sus cojones apretándolos hacia mí, mostrándome el como yo debía integrarme.

Me acerqué desde la izquierda y apoyando una mano en las nalgas de Carla, acerqué mi cabeza hacia su miembro, abrí mi quijada y me llevé a la boca esas bolas, las sentí llenas y pesadas, pensaba en toda la descarga que darían; me hacía tanta falta un buen chorro de leche. Instintivamente las quería solo para mí, no quería compartirlas con la dueña, pero sabía que debía hacerlo. Quizás si me portaba bien me darían a probar. Y eso me planteé. Trabajaría arduamente para ser premiada con un buen polvo.

Carla noto que Joe estaba duro como un roble, ya había hecho un estupendo trabajo para lograr montarse sobre su macho y cabalgarlo. Ella se levantó, abrió sus piernas como un compás y se agacho dirigiendo su rajita justo encima del pene. Lo tomo por la base con una mano y con la otra abrió sus labios vaginales y comenzó a sentarse en él; centímetro a centímetro dentro de ella hasta desaparecerlo. La hermosa Carla soltó un rico grito de dolor y placer al clavarse toda esa estaca y comenzó a subir y bajar lentamente, sin sacarlo mucho solo la mitad.

Seguro no aguantaba el darse con todo y tampoco quería dejar de sentirse llena. Esa hermosa verga se veía tan rica, la cuca de Carla estaba llena y se notaba apretadita. Yo, luego de disfrutar la penetración tan de cerca, decidí continuar lamiendo todas las segregaciones de Carla que chorreaban hasta los testículos de Joe, sabía demasiado rico esa niña. Se notaba que entraba en calor al máximo puesto que ya la vergota de Joe era cubierta por una cremita blanca, todo un manjar. Ya amoldada a él dio inicio a unos tremendos sentones, esta vez Carla si quería sentirla toda, y ya la sacaba del todo hasta arriba, cuando sentía que la pinga de Joe salía por completo y dejaba su chocho abierto y vacío, volvía y se hundía en él y así estuvo por un buen rato. Joe pudo notar que yo me encontraba algo aburrida, asi que me invito a sentarme en su rostro. Me dijo que había detallado bien mi concha y se veía rica, quería probarla, le comento a Carla y ella le dijo que debía probarme y que debía enseñarla a hacerlo, puesto que no sabía y sin parar de coger ambos se dispusieron a comerme mientras yo me meneaba en sus rostros. Como me hubiese gustado poder vernos en ese momento. Yo allí arriba recibiendo placer, sintiendo como dos bocas se introducían en mis orificios. Hacia tanto tiempo que no sentía eso.

La lengua de Joe sí que era diestra, de esos pocos hombres que te tocan que saben lo que hacen cuando de comer coño se trata. Esa combinación de buena verga y buena lengua hacen que una se encabrone y ya entendía porque Carla alardeaba tanto de su manganzón. Esa lengua llegaba tan dentro de mi como ninguna otra lengua lo había hecho antes, hacía que mis piernas temblaran, yo solo podía aferrarme bien al pasamanos, sentía que de tanta emoción podría caer sobre la borda. Carla por otro lado, chupaba y mordía mis nalgas con cada ir y venir. Ese cosquilleo se sentía fabuloso. Disfrutamos de esa posición y luego coincidimos en cambiarnos para no cansarnos.

Joe me ordeno acostarme boca arriba, así lo hice. Me recosté, abrí bien mis piernas, las sostuve con mis brazos por detrás de las rodillas, Joe se acomodó encima de mí y por un momento dudé si estaba lista para recibir su penetración, pero mis nervios me traicionaban, él no hizo eso, más bien le ordeno a Carla acostarse a su lado y le indico como comerme. Vaya, esto sí que sería interesante. Tendría mi mejor amiga, una estupenda traga polla haciendo novatadas en mi chochito, veamos que tan bien lo hace. Carla alineo su rostro con mi entrepierna y bajo el comando de Joe comenzó a darme placer. Cerré mis ojos y solo me dejé llevar contemplando como el sonido de la voz de Joe concordaba con la lengua de Carla, eran como una orquesta, tocaban las teclas como era, en armonía, sin desentonar. Que bien lo hacia mi amiga, comenzaba a sacarme gemidos. Esta vez era yo quien hundía las uñas en su cabeza y miraba sus ojos sin perder un solo registro de aquel momento. Aquello era fenomenal, esa carita bonita se veía bellísima lamiendo mi pepita. Y cuando pensaba que no podía tener más placer, Joe giro mi torso hacia un costado y con el mismo envión, giro mis piernas de 180 grados a 90, como si se tratase de coordenadas en un trazado cartográfico. De esa manera dejo abierto de par en par mi hoyito posterior, el cual se dispuso a comer al mismo tiempo que Carla disfrutaba mi mojada vagina.

Wow! esto sí que era un placer increíble, me vi de vuelta virando los ojos en blanco hacia el cielo. Ahora tenía una mano hundida en Carla y la otra en Joe. No podía controlarme, los espasmos se apoderaron de mí y con unos grandes gemidos y gritos de placer me corrí en sus bocas. No paraban de comerme y solo eran olas y olas de placer redoblando cada espacio de mi cuerpo. Tanto lo había intentado y jamás lo había conseguido, pero estos dos extraños para mi cuerpo lo habían logrado en tan solo mediodía. Habían conseguido múltiples orgasmos, los cuales hacían palpitar y humedecer mi chochito. Cada caricia era como una descarga eléctrica seguida de un cosquilleo. Seguía yo por mi viaje a las estrellas, pensando que descendía cuando sin darme cuenta sentí la flamante tranca de Joe penetrarme lentamente.

Mire hacia el frente y entre mis piernas podía notar el torso de Joe junto al mío. Veía como su trozo abría paso hundiéndose en mi apretado coño. Sujetaba mis caderas con ambas manos, mientras Carla abría ambas de mis piernas con sus manos. Las sostenía en alto dándole un excelente ángulo de entrada a la verga de Joe en mi insaciable coño. Sentía su glande chocar con las paredes que daban fin a mi vientre, me tenía completamente llena. Se quedó quieto, sin moverse, dejando que me amoldara a él. Carla se acercó a mí y me planto un rico beso, me miro a los ojos y me dijo: “no podía dejarte ir sin llevar verga nena, así jugare una por el equipo y te prestare la mía. Joe quiero que se la des riquísimo mi vida, quiero que la estalles como tu bien me lo haces a mí”. Joe no se hizo esperar, saco por completo su pene de mí y volvió a meterlo lentamente. Fueron unas 6 estocadas muy lentas pero profundas; con cada una sentía que crecía y entraba más. Mi nivel de placer era algo nuevo, jamás había sentido algo así. En tan solo algunos mete y saca Joe me hacia su perra al mismo tiempo que hacia correrme de nuevo. Mi mente me pedía que parara, pero mi cuerpo goloso quería más y más, era demasiado placer. Joe subió la velocidad a toda marcha, su pene rompía las olas dentro de mi mar, una y otra vez bombeaba mi coño con fuerza. Este hombre sí que follaba rico, cada vez me daba más y más duro, con cada vaivén hacia que sus bolas rebotaran con mi culo. Carla solo contemplaba mientras me abrazaba y me acariciaba. Atinaba a decirle a Joe: “disfruta esa cuquita papi que esta rica, dale verga, dale buena verga”.

Era un vacilón escuchar esa hermosura hablar tan sucio. Su Semental lo hacía bien, pero como todo humano comenzó a cansarse, bajo el ritmo y se recostó a un lado, colocándome en cucharita, siguió dándome leves movimientos que a pesar de ser lentos seguían sintiéndose estupendo. Carla se puso frente a mí, quedando yo abrazada por ambos, nuestras piernas quedaron justo en posición de tijera. Allí estábamos los tres como si fuésemos actores porno. Joe al tenernos tan cerca y a su disposición comenzó a turnar nuestros agujeros; me follaba el mío y luego iba y le follaba el de Carla. Estuvo mezclando nuestros jugos por un buen rato. Mientras tanto Carla y yo nos llenábamos de besos y caricias, rozando nuestras tetas y clítoris juntos. Fue divino que nos compartiéramos todos de esa forma, al cabo de unos minutos, mientras Joe aumento el ritmo de su cogida, aviso que se correría, nos pidió que nos arrodilláramos, se paró sobre nosotras y mientras se halaba una buena paja, apretó su abdomen y comenzó a expulsar grandes chorros sobre nosotras, en nuestras caras, dejándonos algunos en la boca y el resto resbalándose por nuestro mentón hasta los pechos.

Al terminar nos dejó glaseadas. Carla y yo nos miramos, reímos de esa gran locura y nos dimos un beso. Luego nos alzamos y lanzamos un zapuchon al mar para refrescarnos. El resto del paseo lo disfrutamos como una salida normal entre amigos, escuchando música, tomando el sol, jugando al vóley, bebiendo cervezas y comiendo parrilla. Al retornar mientras Joe manejaba de vuelta a tierra, Carla y yo nos acurrucamos en besos y caricias. Ese encuentro que se nos había negado tantas veces, abrió las puertas a finalizar el día con una segunda cogida al volver a sus aposentos. Durante la madrugada ambas nos encargamos de exprimir a Joe dejándolo seco; en donde él bombeó y reventó nuestros culos uno a uno. Sin duda una velada fabulosa.

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