De mis aventuras una app de citas, una de las más emocionantes es la que viví con Ceci. Ella es una chica morocha, de 1.69, alrededor de 30 años, delgada, deportista, con una larga melena negra, tetas algo pequeñas pero lindas y una magnífica cola. Su rostro es alargado, con ojos pequeños, marrones y muy brillantes, sobre los que se arquean unas cejas algo gruesas, pero que le dan carácter. Ceci se definía como feminista, y era por eso que usaba la App, su discurso era bastante radical, pero a la hora de la verdad bastante superficial… como conocerán a continuación.
En nuestra primera cita no pasó mucho, nos vimos en un bar de Palermo, tomamos unos tragos, y ella comentó sobre el patriarcado, lo difícil que es encontrar a un hombre que respete a las mujeres… etc. Yo la escuchaba asintiendo, siguiendo la corriente, esperando a ver qué pasaba luego. Tras un par de hora de charla muy política, la acompañé hasta un taxi, nos besamos en la despedida, pero nada más.
Los días pasaron sin noticias de ella, hasta que un día me escribió, había salido del trabajo y estaba aburrida, así que decidió venir a mi barrio a tomar algo. Aprovechando, le dije que viniera a mi casa y así hizo. Llegó en pantalones vaqueros y con una remera blanca, algo acalorada, por lo que le propuse que se diera una ducha, lo que aceptó de inmediato. Mientras, yo fui a comprar unas cervezas.
Cuando salió de la ducha, puse algo de música y salimos al balcón a beber. Allí retomó su conversación sobre política, etc. Yo seguía escuchándola sin prestarle mucha atención, pensando cuál sería el mejor momento para soltarle un beso. La oportunidad fue cuando se levantó a por otra lata, aproveché para acompañarla a la cocina y el camino, la agarré por la cintura y comencé a besarla. A lo que ella respondió de un modo muy ardiente. Inmediatamente, la agarré de la mana y la acompañé a mi cuarto.
Una vez en el cuarto, nos acostamos en la cama y empezamos a quitarnos la ropa. Hacía calor así que dejamos la ventana abierta y la persiana a medio bajar. Ceci llevaba un brasier negro que saqué sin mucho miramiento y arrojé al piso. Sus pechos quedaron al aire, eran suaves, muy cálidos y con dos grandes aureolas marrones que rodeaban a uno erectos y duros pezones. Empecé a lamerle las tetas con fuerza, ella dijo que parecíamos unos animales y continué lamiendo con más fuerza aún. Ceci gemía profundo, y con sus ruiditos ponía mi verga cada vez más dura. Bajé entonces a comerle la concha, la tenía rasurada, pero dejando una pequeña cantidad de vello, muy sexi, sobre su ponte venus. En el vientre tenía una pequeña cicatriz de una antigua cesárea, pero apenas le restaba atractivo. Abrí mi boca y ocupé con ella toda su cocha, moviendo la lengua lentamente pero con mucha fuerza, a lo que ella respondió con gritos más agudos y más continuos, estaba mojadísima, por lo que pude meterle varios dedos con facilidad.
Sin avisar me cambié de posición, la agarré fuerte del pelo y le metí mi pija hasta el fondo de su garganta. Ella respondió con un gritito y comenzó a mamar muy profundo – se veía que estaba muy habituada que le cogieran la boca -. Viendo su buena disposición para chupar le indiqué que colocara sus manos a la espalda, al tiempo que agarré su cabeza con más fuerza aún, empujándola contra mí hasta que mis huevos chocaban con sus labios carnosos y gruesos. Cuando estaba a punto de venirme saqué la verga de su boca y la miré, parecía toda una puta. Me observaba con sus ojos llenos de deseo y jadeando, al tiempo que me ofrecía su boca, bien abierta y enrojecida por la tremenda cogida que acaba de recibir, sacando su lengua – bastante lengua, por cierto -, y pidiéndome con sus gestos de zorra la leche que sabía iba a recibir. No me contuve más, volví a colocar mi verga en su boca y la dejé hacer. Ella me miraba llena de lujuria mientras engullía toda mi pija, succionando con muchas ganas. Tras dos minutos de intenso placer, y le pedí que abriera la boca como una buena puta, a lo que ella obedeció gustosamente, no sin advertirle antes que no quería que una sola gota cayera fuera. Ceci asintió.
Estaba tan caliente, que rellené completamente de leche la boca de esta perra. Ella se esforzaba por tragar todo y no dejar salir mi semen de su cavidad bucal… No obstante algunas gotas comenzaron a descender de la comisura de sus labios. “Límpiate eso con la lengua puta, y límpiame bien la pija a mí también” – le dije en tono severo -, ella sonrió y obedeció, como si fuese lo más normal del mundo. Con sus dedos y lengua se retiró todo el semen que tenía en la cara, y después, mamando con mucha saliva me dejó la verga impoluta. Tras ello, ambos nos tiramos en la cama.
Continuará.