Eran las doce y algo del mediodía y yo estaba sentado en la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela. A mi alrededor había cientos de personas sentadas en el suelo. Sentí llegar un grupo de peregrinos, al frente del grupo cinco gaiteros tocaban la gaita y el grupo cantaba: "De Andalucía yo soy." Habían hecho el Camino desde Andalucía. Al pasar por mi lado desfilando hacia la catedral me emocioné y cómo vi que podía escaparme alguna lágrima no quise dar el cante. Me levanté y fui a un bar cercano que tenía las mesas fuera.
Estaba sentado en una silla tomando una Estrella de Galicia y sin querer oí una conversación entre dos mujeres. Le decía una a la otra:
-¿Qué le has pedido al apóstol?
-Un orgasmo.
-¡¿Qué?!
-Un orgasmo, quiero saber que se siente al tenerlo.
-¡¿En más de veinte años de matrimonio no te has corrido?!
-No.
-A ver, a ver. ¿Tampoco te corres al masturbarte?
-No, me dijo el ginecólogo que lo mío es anorgasmia.
Me giré y vi a las mujeres, la que decía que sufría anorgasmia estaba tomando un jugo de naranja y poco pasaba de los cuarenta años. La otra que estaba tomando una tónica debía ser de su edad, año arriba, año abajo. No me quise meter en la conversación porque había ido a Santiago para algo religioso y no se mezcla la religión y el sexo, aunque los religiosos la mezclen. Seguí escuchando.
-No me lo creo, Sonia. ¿Probaste con otro hombre?
-No, eso sería cometer adulterio.
-¿Y con otra mujer?
-¡¿Estás loca?! Soy católica y apostólica.
No quería, pero no me cupo el pan en el cuerpo, me giré y le dije:
-Católica, apostólica y tonta.
La mujer me miró y se puso colorada, sí, con más de cuarenta años se había ruborizado.
-¡Qué vergüenza! No sabía que estaba usted escuchando.
-No hay paredes, señora. Perdone que las haya interrumpido. ¿Puedo hacerle una pregunta?
-¿Referente a mi intimidad?
-No, referente a su ginecólogo. ¿Es conocido de su marido?
-Sí.
-¿De qué se conocen?
-Son los dos del Opus Dei.
-Usted no sufre anorgasmia, señora, lo que tiene es muchos perjuicios y un marido que es un capullo.
-Y usted es un insolente.
-Un insolente que después de muchos años de casado aún hace que su mujer se corra tres o cuatro veces cada vez que follamos.
La otra mujer le dijo:
-A ver si este hombre va a ser quien te manda el apóstol para darte el orgasmo que le has pedido.
-Este hombre es un diablo que me está tentando.
Era una mojigata de libro.
-Yo no le dije que la haría correr tres veces, señora, le dije que hacía correr tres veces a mi mujer, pero si quiere saber lo que es un orgasmo nadie mejor que yo para dárselo.
Me ignoró y volvió a hablar con su amiga.
-¿Ves cómo me está tentando?
-Yo si fuera tú me iba con él aun lugar discreto y gozaba cómo nunca gocé.
-Me condenaría al infierno.
Le faltaban un par de empujones y le di el primero.
-Desengáñese, señora, el cielo y el infierno están en la tierra, la paz es el cielo y el infierno la guerra.
La amiga se levantó de la silla y le dijo:
-Yo me voy. Déjate llevar por el momento, si no te dejas llevar por el momento te vas a estar preguntando el resto de tu vida cómo hubiera sido.
-Si es un extraño, Maribel.
-Por eso, Sonia, después de follar con él no lo vas a volver a ver.
La mujer se marchó, me senté a su mesa sin pedirle permiso y en bajito le dije:
-Sé de una pensión donde los posaderos son gente discreta.
Puso cara de enfadada.
-Y yo sé donde queda la comisaría de la policía si sigue acosándome.
-Solo quería hacerle un favor, pero no la molesto más -me levanté-. Tenga un buen día, señora.
-Por su culpa ya no lo tendré.
Me volví a sentar.
-La culpa es suya por estar tan rica, si no lo estuviera no le hubiera dicho nada
-No siga seduciéndome, no voy a engañar a mi marido.
-No la estoy seduciendo, señora, si la quisiera seducir le diría que hacerle el amor debe ser cómo hacérselo a un ángel. ¿Puedo invitarla a otro zumo de naranja?
-No, y pare de seducirme, no voy a ir con usted a ninguna parte, mi anorgasmia es incurable.
-No se engañe a si misma, señora, usted no sufre de anorgasmia, sufre a un marido que seguro que no vio más coño que el suyo y no sabe hacer con él mas que meter y sacar.
Debí dar en el clavo porque su actitud de rechazo cambió.
-¿Es que usted vio muchos chochitos?
-Chochitos no tantos cómo quisiera, pero coños vi la tira.
Había despertado su curiosidad.
-¿Y todas…, ya sabe?
-Sí, todas se corrieron, y usted también se correría, estoy tan seguro de eso que si no hago que se corra me corto los huevos.
Se le escapó una sonrisa mientras decía:
-No sea bruto.
-¿Vamos a esa posada?
-Cometería adulterio.
-Lo que cometería es una tontería si no viene conmigo.
-La tentación es tan grande… Vaya usted delante que yo lo sigo en la distancia.
Pagué su cuenta y la mía y eché a andar mirando para atrás a cada momento por si se arrepentía. No se arrepintió y unos quince minutos más tarde estábamos en una pequeña habitación que solo había una alfombra en el piso, una mesita de noche y una cama pequeña y antigua, de esas que tienen barrotes de bronce en la cabecera y en los pies. Sonia se sentó en el borde de la cama con las manos y las piernas juntas y el bolso en la mano. Su mirada se perdió en el piso de la habitación.
Sonia era de estatura mediana, tenía el cabello negro y corto. No era ni gorda ni flaca, ni fea ni guapa. Vestía una chaqueta azul de lana, por encima de una blusa blanca, una falda azul que le daba por debajo de las rodillas y calzaba unos zapatos negros casi sin tacón. De sus orejas colgaban dos pequeños aros de oro y de su cuello colgaba una cadena también de oro con la imagen de una Virgen. En el pulso llevaba un reloj y en su mano izquierda una alianza. Las uñas y los labios los llevaba pintados de rojo.
Me senté a su lado, le puse un dedo en el mentón, le levanté la cara, le di un pico y tuteándola le dije:
-Pareces una palomita asustada.
-Es que estoy asustada, asustada y muy nerviosa.
Fue decirlo y darle un escalofrío.
-Échate sobre la cama, cierra los ojos e imagina que es tu marido quien te toca, ya verás cómo se van los nervios.
Se echó sobre la cama vestida y con los zapatos puestos.
Desabotoné su blusa al tiempo que le daba picos, luego se la abrí y acto seguido le subí las copas del sujetador. Sus tetas eran grandes, blancas, esponjosas y tenían areolas oscuras y pezones generosos. Le subí el vestido y le quité las bragas. Después mi lengua lamió un pezón, lamió el otro y luego se posó en sus labios. Su lengua asomó tímidamente entre los labios al tiempo que mi mano derecha cubría su coño peludo. Besándonos empecé a acariciar su ojete haciendo círculos sobre él con la yema del dedo medio de la mano derecha. De la boca bajé a las tetas y lamí sus pezones y se las mamé, mamándolas le metí la punta de mi dedo dentro del culo y seguí haciendo círculos. Al sacarlo notaba cómo se le abría y se le cerraba… Sonia cada vez que se lo sacaba me cogía por la nuca y me daba un buen morreo. De la punta pasé a meterle la mitad del dedo y seguí haciendo círculos dentro del culo, luego comencé a meter y a sacar, sacaba hasta que su ojete apretaba mi dedo, después se lo metía hasta el fondo… A los diez o doce minutos de follarle el culo con el dedo, de comerle sus esponjosas tetas y de comernos las bocas empezó a gemir. Al hacerlo abrió los ojos, me miró y dijo:
-En ningún momento pude pensar en mi marido. Me venía tu rostro a la cabeza y me excitaba al verlo.
-A mí también me excita verte a ti.
Seguí follándole el culo con mi dedo y comiéndole las tetas cando no nos comíamos las bocas hasta que sus gemidos y su respiración me dijeron que se iba a correr, en ese momento le quité el dedo del culo muy lentamente, luego se lo di a chupar. Me dijo:
-Esto es una guarrada.
Lo chupé yo, me quitó el dedo de la boca, lo chupó ella y después me dijo:
-Siempre supe que dentro de mí había una niña traviesa.
Después tener el dedo humedecido hice círculos con la yema del dedo sobre el ojete, luego le metí la punta e hice círculos dentro del culo. Comenzó a temblar y se corrió cómo una presa cuando desembalsa. Corriéndose quedó en silencio unos segundos hasta que exclamó:
-¡Ahhh!
Al acabar de correrse rompió a llorar y entre lágrimas me dijo:
-Me he corrido, no tengo anorgasmia.
-No, no tienes. ¿Quieres que sigamos?
-¿Qué me vas a hacer?
-Para empezar comerte el coño y después…
-Y después quieres copular conmigo.
-Follar suena mejor.
Se levantó de la cama, se desvistió y se descalzó, quitó la cadena y el reloj y los puso sobre la mesita de noche, volvió a echarse sobre la cama y abrió las piernas de par en par. Debió pensar que, ya que iba a pecar, lo haría a conciencia. Yo también me puse en pelotas y mi polla que estaba morcillona le debió de gustar, ya que al verla la sonrisa le llegó de oreja a oreja.
Aquel coño peludo que había sido follado poco y por una sola polla se me antojaba delicioso. Lo olí, olía a jamón rancio. Ganas me dieron de ponerme un babero porque se me iban a caer las babas al comerlo. Panza abajó lo abrí con dos dedos y vi restos de los jugos de la corrida que acababa de echar. Mi lengua se deslizó por su coño cómo una fregona y lo limpió de jugos. Los saboreé y le dije:
-Sabes a pecado, golfa.
-¡Ay, no me llames golfa que se me pone mal el cuerpo!
-Le lamí un labio vaginal, le lamí el otro y le dije:
-Llámame cabrón.
-Yo no digo palabrotas.
Era una remilgada. Tenía que traerla a mi mundo. Le eché hacia atrás el capuchón del clítoris, le chupé el glande y después le dije:
-Llámame cabrón, golfa.
-Ya te dije que palabrotas no digo, y no me llames golfa, hombre.
Le enterré la lengua en el coño, le levanté el culo y cuando le saqué la lengua del coño lamí su periné y se la metí en el culo. Luego lamí de abajo a arriba, seguí chupando el capuchón del clítoris y acabé lamiendo su glande cómo si estuviera chupando la cabeza de una cigala.
-¿Te gusta, golfa?
Vino a mi mundo.
-Sí, cabrón.
Desde su ojete lamí lentamente unas quince o veinte veces de abajo a arriba apretando mi lengua contra su coño y enterrándola en su vagina. Al llegar al clítoris me detenía y lamía de modo transversal, de abajo a arriba y haciendo círculos sobre él. Comenzó a gemir de nuevo.
-No vas a tardar en correrte otra vez, cabrona.
-No soy una cabrona.
Volví a pasar mi lengua de abajo arriba y antes de lamer su clítoris le dije:
-Insúltame, zorra.
-¡Eso sí que no te lo consiento! No soy una zorra, maricón… Ay que me estoy lanzando y voy a acabar diciendo barbaridades.
Lamí su clítoris durante tres o cuatro minutos. Ya su glande había salido al encuentro de mi lengua y sus gemidos eran escandalosos cuando paré y le dije:
-¿Quieres correrte, perra?
-Sí, lame coños, cabrón rastrero, sí, quiero correrme, quiero correrme, desgraciado inmundo, mala hierba, lame pelotas…
Había despertado a la golfa que llevaba dentro, tuve que decirle:
-Ya, ya, ya te vale.
Me cogió la cabeza con las dos manos y me la llevó a su coño. Viendo que con nada se iba a correr, saqué la lengua y la puse entre sus labios vaginales. Sonia movió su culo de abajo a arriba, hacia los lados y alrededor y se volvió a correr, esta vez desembalsó en mi boca mientras se retorcía de placer. Estaba bien rica la jodida.
Al acabar de correrse se le dio por reír. Cuando dejo de hacerlo, me dijo:
-Eres el amante perfecto. Follas cómo un ángel o cómo un diablo, o que sé yo cómo follas.
-Ahí le has dado, no sabes cómo follo, puesto que te corriste dos veces con los preliminares, o sea, con el calentamiento.
-Sí, con el calentamiento global, no te jode el descapulla monos.
Me dejó planchado, le había cogido el gusto a los insultos y ya le salían cómo churros.
-Vamos a dejar los insultos Sonia. Quiero que me folles sin decir que soy el Robin Hood de los maricones.
-Me gusta eso de Robín Hood de los maricones, jamás se me habría ocurrido, pero… ¿Qué quieres decir con eso de que te folle yo a ti.
-Quiere decir que subas encima de mí, te corras y me hagas correr.
Se me quedó mirando con unos ojos que parecía le hubiera dicho que la tierra era cuadrada.
-Ah, no, eso sí que no. ¿Cómo voy a subir yo? Esas cosas las hacen las putas.
-Debes ser puta por un día si quieres echar un buen polvo. Empieza mamando mi polla.
-Qué coño voy a mamar tu polla si nunca mamé una.
-¿Tampoco has visto a otra mujer mamarla?
-¡Tú estás jodido del coco!
-Deja de hablar mal que se te puede escapar en casa.
-¡Hostias! Pues podría ser, tú.
-Sí que podría ser. ¿No ves porno, Sonia?
-Hasta hoy era una mujer recta.
-Con muchas curvas.
Me dio un empujón y riéndose dijo:
-¡Qué cabrón! ¿Dime cómo te gustan que te la mame?
Tenía que seguir haciendo de maestro.
-Agarra la polla, deja caer saliva sobre el glande y humedécela subiendo y bajando la mano sobre ella.
Hizo lo que le dije.
-Es excitante. ¿Qué más quieres que te haga?
Le cogí el dedo pulgar de la otra mano, lamí la yema y la uña, lamí de abajo a arriba por un lado y por el otro, después le chupé uña y yema, para después chupar el dedo entero usando mi lengua en las mamadas.
-Así me gusta que me lo mamen.
Sonia lamió el glande de mi polla, después lamió de abajo arriba por todos los lados, luego mamó el glande y por último mamó metiendo la polla en la boca hasta donde le entraba. Le dije:
-Lo estás haciendo muy bien, solo te falta lamer y chupar los huevos.
-De eso no me habías dicho nada, bandido.
Fue a por los huevos, lamió, chupó, luego lamió la polla de abajo a arriba y cuando lamió el glande de nuevo le dije:
-¡Para, para!
-¿Te he hecho daño?
-No, es que sigues ya me corro.
-¿Soy tan jodidamente buena?
-Lo que eres es una mal hablada.
-¿Y quién coño me enseñó a ser una mal hablada?
-Lo de mal hablada lo digo por tu bien.
Se quedó mirándome y después dijo:
-Se acabaron las palabras mal sonantes. ¿Ahora que toca?
-Sube y fóllame.
Me miró para la polla, polla que estaba dura cómo una piedra y me dijo:
-Es gorda de cojon… La tienes muy gorda, no te muevas cuando la meta que me la puedes romper.
¿Romper? ¡Y una mierda! Cierto que la cabeza entró apretada, pero una vez dentro llegó al fondo sin ninguna dificultad.
-Siento el co… Siento el sexo lleno.
-De leche te lo voy a llenar, si es que tomas precauciones.
-No hay problema, soy estéril.
-Joder, cómo seas estéril cómo eras anorgásmica te dejo preñada.
Follándome dijo:
-Ojalá me dejases preñada, tener un hijo es mi sueño imposible.
-Anda, cosita linda, dame esas tetas a mamar.
Sonrió y me dijo:
-Me gusta que me llames cosita linda.
Me dio las tetas a mamar, me comió la boca, me volvió a dar las tetas a mamar y después de volverme a besar le metí el dedo medio de mi mano derecha en la boca. Luego con la yema hice círculos con ella en el ojete y después le metí la punta dentro. Sonia echó el culo hacia atrás y metió el dedo dentro de su culo hasta la mitad. Comenzó a darme caña y el dedo acabó entrando del todo. Polla y dedo entraban y salían de su coño y de su culo mientras ella me comía a besos… Al rato se empezó a poner mal, tan mal se puso que al besarme comenzó a babear. Sus pupilas se perdieron debajo de sus párpados y comenzó a convulsionarse. Su coño abriéndose y cerrándose sobre mi polla la fue ordeñando y nuestras corridas se juntaron. Fue tanto el placer que sintió que al acabar de correrse quiso hablar y solo pudo balbucear. Viendo que no podía comunicarse se quedó echada encima de mí con su cabeza sobre mi hombro hasta que levantó la cabeza y me preguntó:
-¿Qué hora es?
Cogí su reloj de la mesita de noche y se lo di. Miró la hora y salió de encima de mí cómo si la hubiera pinchado con una aguja. Cogiendo su falda del piso, dijo:
-¡Las dos y media! Nuestro avión sale para Madrid a las tres y media. ¡No llegamos al Rosalía de Castro, no llegamos!
-¿Dónde te hospedas?
-A unos diez minutos de aquí
-En un taxi llegáis al aeropuerto en veinte minutos. Llegas, mujer, llegas.
No sé si llegó, lo único que sé es que se vistió y se fue.
Quique.