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Carmencita
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Por un tiempo me desempeñé como administrador de un negocio de productos de limpieza a granel en el mercado popular más grande de mi ciudad.

Los sábados me quedaba más tiempo debido a que me gustaba dejar todo en orden e iniciar la siguiente semana sin ningún pendiente. Ese sábado no había tomado mi hora de comida debido a que nos llegó un pedido considerable de mercancía y tuve que estar al pendiente, así que a las seis de la tarde hora en que cerrábamos el local, tenía mucha hambre y también tenía muchos datos que capturar. Era común que, al ser fin de semana todos querían salir luego, así que como a las seis y cuarto ya todos los empleados se habían retirado.

Marqué al comedor de la señora Gloria que era mi favorito.

-¡Ay contador! Ya estamos cerrando, pero tengo una milanesa empanizada y ensalada, ya se la mando con mi muchacha.

Me puse a realizar la captura de algunos registros y como a los 15 minutos tocaron la puerta que era una cortina metálica, y por seguridad me asomé por la ventanilla y se trataba de Carmen la chica que nos entregaba la comida. Le abrí la puerta y le indiqué que pasara.

-¡Hola! Buenas tardes contador. Pidió su comida muy tarde, ya estábamos cerrando. Mire que doña Gloria tuvo que salir a alcanzarme para que le trajera su comida, porque ya me había retirado del comedor, lo bueno es que me queda al paso.

A Carmen le llamaban los chicos del local Carmencita, era muy platicona, alegre, llevada, confianzuda, seguido bromeábamos con ella. Era delgada, con brackets, cabello corto, aunque su cuerpo no era tan exuberante.

-Si –le contesté- me llegó mercancía y no me dio tiempo de comer.

-¿Esta solito?

-Sí, ya todos se fueron.

Con una sonrisa pícara y burlona dijo.

-¡Ay Dios mío, no me vaya hacer algo ahora que estamos solitos! Jajaja.

-¿Cómo qué?–Pregunte.

-¡Ay! Pues violarme o algo así jajaja.

Me quedé mirando a Carmencita y le dije.

-¿Y si intentara violarte qué harías? –se lo dije en tono de juego.

-Pues me dejaría –contestó mirándome coquetamente.

En un instante sentí que la sangre me hirvió, tome a Carmencita del brazo y la acerqué, su rostro me llegaba al pecho. Estábamos solos, la tienda cerrada, ella ya no tenía que regresar al trabajo pues ya iba de salida y si bien Carmencita no era el tipo de chica con el me gustaba salir, no estaba nada mal probar nuevos sabores.

Empecé acariciarle sus mejillas, su cuello, recorrí con mi dedo índice sus labios gruesos, luego metí mi dedo en su boca.

-¡Enséñame tus tetas! –le dije.

Carmencita se sacó la blusa mostrando un par de pechos de menudo tamaño, le ayude a sacarse la falda y bragas, su delgadez le daba un toque sexi.

Me saqué la verga que ya estaba parada, me recargue en la pared y tomando la cabeza de Carmencita la guie hasta mi polla para que la empezara a mamar.

-¡Chupa! –le dije.

Se puso en cuclillas, quedando a mi vista como le entraba y salía mi verga de su boca, alzo la mirada y pude ver algo de perversión en sus ojos. La apoyé a que se parara y empecé a besarla, tomo mi polla y empezó a masturbarme.

-¡Esta bien dura! –Susurró.

-¿Te gusta mi verga? –le pregunté.

-¡Si!

Y se agachó volviéndosela a meter en la boca. Mientras le empecé acariciar la espalda y sus nalgas llegando con mis dedos hasta su vagina.

-¡Está rica su verga! –me dijo alzando su mirada.

Suavemente la separé un poco para poner unos cartones sobre otras cajas, de tal manera que nos sirviera de cama, me recosté y con la mirada la invité a que me la siguiera mamando pues me había gustado como me la chupaba, tenía una boca grande hecha para mamar.

Debo aceptar que tuve mis reservas para meterle la lengua en la vagina de Carmencita, así que le metí los dedos y los olí, no detecte más que el rico olor a vulva lubricada, lamí mis dedos como quien prueba un guiso que está a punto de degustar y me pareció un sabor aceptable. La acosté sobre las cajas y le abrí las piernas, olfatee su raja, le di un pase rápido con la punta de la lengua, luego otro y otro más hasta que empecé a lengüetear su coño color rosa, como si fuera un rico helado de fresa. ¡Que agradable sorpresa me lleve con Carmencita! Su vagina tenía un sabor a un fruto maduro y dulce.

-¡Ay conta! ¡Siga por favor, siga!

Vi que se empezó a jugar sus pechitos, jalándose los pezones, se los revolvía y se los volvía a jalar.

Mi verga estaba lista, le alce sus piernas y le enjuague la punta de mi polla en sus labios vaginales, luego metí la punta, luego la mitad y luego toda. ¡Sentí la gloria! ¡Qué apretada estaba Carmencita! Sentí como mi verga se abría paso en su intimidad.

-¡Ay! ¡Así, métela toda!

Empecé a meter y sacar, la estreches de Carmencita era deliciosa, hasta por un momento creí que la lastimaría, pero ella insistía en que se la metiera hasta el fondo. Me encanto y me excito su manera de quejarse, sus gestos, su jadeo que me calentaba más.

Pasé una de sus piernas por arriba de mi cabeza, juntando las dos sin sacarle la verga, me recosté atrás de ella para besarle la nuca, jugarle las tetas a la vez que metía y sacaba mi polla.

-¡Métemela por mi culo! –pidió.

La puse en cuatro, le unte toda la saliva que mis dedos pudieron juntar en mi boca y empecé con mi verga a atacar ese fundillo que se veía muy apretado, hasta que al fin pudo entrar la punta, empuje suave, un poco más de la punta, junte más saliva y escupí en su culo para lubricar más, hasta que se le fue toda.

-¡Ah! Contador, contador. -Decía en voz baja.

Vi sus nalguitas como se contraían al entrar y salir mi verga, sus uñas rasgaban el cartón que nos servía como cama, gocé ese fundillo estrecho de Carmencita.

La puse nuevamente en la clásica postura del misionero, dejándole caer todo mi peso, sentí como la punta de mi polla tocaba con el límite de su vagina. Carmencita se mordía los labios, soportando las embestidas de mi fierro caliente.

Me apretó con sus piernas al momento que me ponía de pie, me abrazo quedando ensartada, al ser más corpulento que ella fue fácil cargarla, la manejé como si fuera muñeca de trapo, y parados la seguí penetrando. Vi un bote de plástico sellado y me pareció de buena altura para apoyarme en él. La senté y la vulva de Carmencita quedo justo a la altura de mi babeante verga, alce sus piernitas y empecé a darle duro. Sus tetas temblaban como gelatinas al golpear con mi cuerpo el suyo.

-¡Sigue, méteme tu pitote! –gritaba.

Nos tiramos nuevamente en la improvisada cama de cartón, donde la seguí penetrando hasta que Carmencita se empezó a torcer muy fuerte que hasta pensé que se estaba convulsionando. Sentí como sus dedos se clavaban en mi espalda.

-¡Ya viene! ¡Ya viene! –grito.

Parecía como si estuviera siendo exorcizada y que un mal espíritu poseía su cuerpo pues le daban temblores como si le estuvieran dando ataques de epilepsia.

De pronto, un chorro de líquidos vaginales salió en compresión de su vulva, vi que sus pezones se le pusieron erectos y su vientre duro. Le saque la verga para ver ese exquisito e inesperado squirt, otros chorros más salieron disparados que llegaron a salpicarme. En el cartón quedo la marca de su gran venida, me calentó tanto ver como se venía Carmencita que fue cosa de darle otras metidas a su vagina para que ahora yo también gritara.

-¡Me vengo!

-¡Quiero tragarlos! –dijo.

Al escuchar eso, apenas me dio tiempo de retenerlos unos segundos en lo que ella acomodo su cara frente a mi verga a punto de reventar. Los chorros calientes de leche cayeron en su boca, un poco se le fueron a la cara y hasta sus cabellos. Metí mi polla en su boca para que me la exprimiera con sus labios. La leche le salía de la boca mezclándose con sus brackets, escurriéndole por el cuello, cayendo en sus pechitos, goteando hasta el piso.

-¡Guau Carmencita! Estás bien sabrosa.

La apoye a que se reincorporara, dio unos pasos, pero se le doblaron las piernas, la tuve que sostener para que no se cayera.

-¡Que cogida me dio usted contador! ¡Ay Dios mío!

Los cartones quedaron escurridos, salpicados de los fluidos de ella y los míos.

Ni siquiera me lavé las manos para comer, me agradaron los sabores de Carmencita.

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