Estabas tan desesperado por poner tus manos sobre mí, era tentador ahora que me tenías sentada en tu regazo. Pero te prohibía hacerlo, no quería atarte las manos. Tu erección era evidente, tu rostro estaba sonrojado y tu corazón latía rápidamente, te sentías algo avergonzado por ponerte así solo por recibir unas caricias sobre tu pecho y unos cuantos besos en tu cuello.
Mis manos se paseaban por tu pecho desnudo, jugaba con tus pezones, estirándolos suavemente o apretándolos. Tus gemidos eran callados por tu mano, tuve que moverla de tu boca, quería escucharte, eras algo tímido con eso, supongo que no es fácil para un hombre tan grande como tú aceptar que una joven te tiene así. Pero era encantador que aun así me dejases hacer lo que quisiera contigo.
Poco a poco bajé tus pantalones dejándolos a un lado, mis manos acariciaban tus muslos hasta llegar a tus boxers. Levanté una de tus piernas para poder besarlos y morderlos, eran tu punto débil, los gemidos que soltabas eran preciosos. Apenas bajé tus boxers pasé mis dedos sobre tu pene, tu cadera se movía contra ellos buscando fricción.
— Por favor… No aguanto —rogabas aferrando tus manos a las blancas sabanas de la cama.
— Está bien, cariño, yo me encargo —te dije acercándome más a tu pene.
Tomé tu pene en mis manos, besando la punta, pasando mi lengua suavemente sobre ella una y otra vez mientras lo acariciaba. Finalmente abrí mi boca para meterlo dentro de ella, poco a poco intentaba llegar lo más profundo posible. Gemías y suspirabas, aferrándote a las sábanas, tirando tu torso hacía atrás. Estabas tan sensible que tuve que parar, escuchando tu queja y viendo unas pequeñas lagrimas formándose en tus ojos.
Todavía no quería dejarte, me desvestí por completo tirando la ropa al piso. Me subí sobre tu cuerpo, moviendo mi cadera sobre tu pene, estaba tan mojada. Mis pechos estaban sobre tu rostro, tu boca estaba aferrada a mis pezones, tus grandes manos los amasaban.
Tuve que separarme por un momento, pude ver tu carita de frustración al mirar que aparte mis pechos de tu rostro, pero cambiaste tu expresión en un minuto cuando sentiste como poco a poco te abrías paso dentro mío, los dos estábamos gimiendo el nombre del otro sin importar que los vecinos nos escuchen.
Nos acercamos para terminar besándonos, hice un movimiento rápido que hizo que gimieras y así tu boca estaba abierta, pude meter mi lengua, pronto estábamos explorando la boca del otro.
Cuando sentí que te aferrabas más a mí con tus brazos supe que estabas apunto de correrte, tus ojos me miraban, estaban esperando a que te de permiso para hacerlo, te merecías correrte dentro de mí, fuiste tan bueno hoy. Estabas agotado por el trabajo y solo querías que te traten bien.