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Camila: la calentura puede más que la razón (2/?)
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Escena I.

Habían transcurrido ya algunos días desde lo acontecido en casa de Pedro, y dicha circunstancia fue la primer cosa que vino a la mente de nuestra protagonista después de levantarse. Precisamente hoy se despertó temprano con la intención de dejar a un lado su apatía al respecto y, por fin, salir a buscar trabajo.

Teniendo en cuenta la situación económica que atravesaba el país, sabía que tendría que tocar muchas puertas, o quizá, sólo quizá, sus encantos le ayudarían. No sería la primera ni la última vez que pasara, y por ello fue que se esmeró en arreglarse, tal vez un poco más que de costumbre. Apenas se desperezó, fue directo a buscar algo a su buró, y de él sacó una caja pequeña de color rosa, la cual tenía un nombre escrito en la parte superior, Pablo, y después se aprestó a calentar el agua de la bañera.

Las duchas de nuestra protagonista son, indiscutiblemente, todo un ritual de sensualidad, particularmente en esta ocasión, porque para armarse del valor necesario para la tarea del día creyó conveniente emplear esencias aromáticas en la bañera, así como también unos pétalos de rosa. Definitivamente la joven no escatima al darse sus gustos.

Enseguida, la joven verificó que la temperatura del agua fuese la adecuada introduciendo en la tina uno de sus pequeños y delicados pies, y al sentir que estaba en el punto exacto, procedió a sumergirse en el líquido. Comprobado lo anterior, se despojó de su pijama, quitándose el breve top rosa que traía puesto, dejando escapar así a sus voluminosos pechos; y deslizando sus cacheteros, del mismo color, por las sinuosas curvas de sus lascivos glúteos. Ya desnuda, entró a la bañera, con suma refinación.

Ya dentro del agua, la espuma del jabón cubrió el curvilíneo cuerpo de la chica. Masajeó su lacia cabellera y acarició sus finos hombros, para luego resbalar sus tersas manos sobre ese par de apetitosos melones, cuyos pezones ya se encontraban erectos a causa del roce de sus manos. A continuación se dedicó a palpar sus marcadas piernas y sus pulcros pies, esto mientras estiraba una de sus piernas y se sorprendía de lo largas y estilizadas que son.

Y para cerrar con broche de oro, pasó a la parte más íntima de su anatomía, su entrepierna, y magreó sus ricos glúteos con la espuma, que se sentían aún más suaves de lo que son por efecto de la misma. Se tomó el tiempo de darle unos leves apretones y no pudo evitar el sentirse orgullosa de lo duros que se habían tornado por el ejercicio que practica desde su adolescencia.

Y por último, atendió el área del pubis, que estaba lampiña pues se depiló días antes, y notó que estaba caliente. Desde que despertó su cuerpo ya le pedía atención, y quién era ella para negársela:

Kamila: “¡ay!, creo que me puse cachonda de nuevo. La verdad me quedé con ganas de que Pedro me metiera su vergota, ¡mmm! estaba tan rica, de no haber sido por su mujer, la hubiera gozado. ¡Ah!, me consentiré un poco, total, mi pá ignora que estoy desempleada, qué más da si me quedo un ratito aquí”.

Lo que la joven no sabía era que su vecino del otro lado, Manuel, un otaku que vivía solo, la estaba espiando. No era la primera vez que sucedía, de hecho ya era algo rutinario, y esta vez se las había ingeniado para poner una cámara que permitiera grabar el interior del hogar de la chica, y justo ahora veía cómo es que Camila se daba su baño.

Manuel: “Jajaja pinche cámara valió cada centavo, hasta en HD graba la cabrona. Ahora veamos, ¡oh! Pinche Camila, mamacita, cómo quisiera ser el afortunado que te coge. No, si yo te lo hiciera, ibas a gemir como nunca, ¡mmm! Seguro das unos sentones de lujo con esas nalgotas preciosa; eso o una rusa con esas chichotas, qué rico ha de sentirse que me la chaquetees con ellas, ¡uf!”.

Al mismo tiempo, la joven comenzó a frotar sus bubis entre sí, mientras sentía como éstas se iban hinchando al contacto con sus resbaladizas manos. Sus pezones fueron pellizcados con suavidad y eso le arrancó gemidos de puro placer, e inmediatamente después bajó una de sus manos para acariciar su tierna panocha, que ya emanaba jugos de lo caliente que se encontraba. Con sus finos dedos abrió un poco sus labios y jugó con la entrada de su vagina, restregándolos con delicadeza de arriba a abajo por su clítoris, que se asomaba como un pequeño botón, a la par que sus piernas se contraían por el deleite que estaba experimentando:

Kamila: “¡mmm!, quisiera algo más grueso y largo adentro de mí, mis dedos se sienten rico pero no me llenan como quisiera. Qué antojada estoy de una buena reata, ¡mmm! creo que ahorita aceptaría cualquiera, sí, cualquiera…”.

Y súbitamente recordó lo que tenía en aquella caja: Pablo, su vibrador, el cual debía su nombre al primer amor de nuestra protagonista, aquel que tuvo durante sus años de prepa, que en su momento se tocará a detalle. Fue así que lo sacó y se aprestó a utilizarlo. En un principio lo frotó cuidadosamente contra su erecto clítoris y gozó su tacto, lo movía de arriba a abajo, sin prisa, disfrutándolo. Para acomodarse mejor, subió sus pies en la orilla de la tina y de esa manera tuvo una mejor vista de lo que se hacía.

La presencia de ese artefacto tomó por sorpresa a Manuel, quien se relamió de gusto al verlo, y acto seguido liberó de su bóxer su ya rígida verga, y se la puñeteó con lujuria:

Manuel: ¡no mames, pinche Camila! Estaba seguro de que eras bien golosa mamita, y no me equivocaba. Todo eso te vas a comer, ¡mmm!

A la par de esto, la joven llevó el dildo hacía su orificio vaginal, el cual se abrió para dar paso a la gruesa cabeza de plástico de Pablo, que cabe señalar tenía forma de verga, dicho detalle fue el que más le gustó a nuestra protagonista desde que lo vio en aquella tienda en línea y motivo por el cual la prende tanto usarlo. Tan sólo lo sintió clavado en su interior, dejó salir un dulce y sensual gemido, y procedió a meter la parte restante. Metía y sacaba, con un ritmo lento, deleitándose con aquel juguete.

Así estuvo unos instantes, hasta que creyó que esa masturbación necesitaba un poco más de intensidad y entonces, dando rienda suelta a su lujuria, la chica se salió de la tina y buscó la manera de colocar el vibrador sobre la tapa del inodoro, ya que era de esos consoladores que traen ventosas en lo que debiera ser los testículos. Una vez fijado en esa superficie, pasar una de sus piernas de un lado del retrete, e igualmente la otra, y se apoyó en el depósito del agua, preparándose para el libidinoso descenso. Optó por hacer una de sus poses favoritas: la vaquera. Este acto emocionó más de la cuenta al friki, que no daba crédito a lo que veía:

Manuel: “¡ay Camilita! Hasta que se me va a hacer ver ese culote en acción, ándale, toma asiento putita, así, sigue así”.

Simultáneamente, nuestra protagonista abría un poco sus redondas nalgas para comerse aquella reata de plástico, y se la fue metiendo despacio, hasta que se la comió entera, para a continuación comenzar a darse de sentones sobre él, los cuales le hacían gemir sonoramente. Aquellos glúteos vibraban por efecto de los sensuales movimientos de cópula de la ardiente joven, y no tardó en ser visible un notorio hilo de jugos blancos que bañaban las venas del tronco de aquella verga, que si bien era sintética, no menos cierto es que la estaba haciendo gemir tanto como una de carne.

Y de esta manera se prolongó esa cogida al juguete por parte de Camila por unos minutos que parecían eternos, en los cuales aquel par de suculentas nalgas rebotaban con gran ímpetu arriba del consolador, mientras que la mano del mirón seguía el mismo ritmo en la puñeta que se hacía. En pocas palabras era como si ella estuviera botando semejante culote en el pito del friki.

El pecaminoso momento se extendió hasta que la cachonda joven comenzó unos movimientos algo más lentos que pararon al meterse completo el vibrador, dejando sólo los huevos afuera, a la par de un arqueo de espalda muy sensual de su parte, tras lo cual dio un sonoro gemido, había alcanzado el orgasmo:

Kamila: “¡ay sí, rico, mmm! Ay dame, dame, qué rica vergota papito, más, sí, más, ¡ah!

Escuchar esos gemidos y ver aquellas jugosas nalgas devorar el vibrador causó el mismo efecto en el otaku, quien no pudo soportar más y jalando con firmeza su envarada verga comenzó ésta a escupir varios chorros de espesa leche que fueron a parar a un póster de un conocido personaje de un anime de ninjas, famoso por tener mucho relleno:

Manuel: “¡ah, te pasaste de verga, Camilita! Tenía rato que no sacaba tantos mecos. ¡Uf! Que ricas se ven esas nalgotas, las quiero para mí. Necesito buscar la forma de acercarme a ti y cogerte, o mínimo que me la mames, no dudo que lo haces de maravilla, pinche culona, ¡mmm!”.

Repentinamente, nuestra Camila recordó dos cosas: que sus cuentas bancarias ya estaban casi en ceros; y que había prometido a sus padres que les enviaría fotos suyas cuando estuviera en su flamante oficina, palabras que venía diciendo desde hacía meses, por ello fue que volvió en sí:

Camila: “no, no, no. Qué cosas hago. Admito que estuvo muy rico y todo, pero debo ser responsable y apresurarme a salir ya. Casi perdí una hora aquí dentro. Por fortuna iré a confesarme pasado mañana, seguro eso me hace sentir mejor, más que nada por estas ideas que me invaden últimamente. Meterme con hombres jajaja ni que fuera una fácil. Yo siempre me porto bien. En todo caso, con unos rezos de penitencia me bastará, sí”.

De manera que salió del baño y luego de secarse se dirigió a su clóset para ver las opciones que tenía para vestir, y se decantó, en primer lugar, por la ropa interior, misma que constaba de un conjunto de sostén y cachetero de color blanco, el cual se probó frente a un espejo de grandes dimensiones que tenía en su habitación, y la manera en que sus curvas resaltaban con esas prendas le provocó una mezcla entre diversión y arrogancia:

Kamila: me paso, qué buena me estoy poniendo, cada vez me veo mejor. Ha valido la pena tanto sudor.

Y en segundo lugar, para verse formal prefirió un leotardo blanco, ajustado obviamente, y unos leggings y saco de color azul marino, y para rematar unas zapatillas de tacón de aguja, altas y del mismo color, que acababa de comprar. Los había estado guardando para una ocasión especial y hoy era el día:

Camila: ¡por fin!, estoy lista para salir y ver lo que el destino me depara, ¡de veras!

Escena II

Camila se apresuró a salir para llegar a su entrevista de trabajo y evitar ser impuntual, porque sabía que eso es clave para poder obtener un empleo. Después de un viaje sin mayor relevancia, arribó a la recepción del lugar que había visto en un grupo de cierta red social, e inmediatamente pasó con la recepcionista, quien le dijo que en un momento la atendían. Momento que se convirtió en media hora, y a pesar de su evidente enfado, decidió esperar:

Camila: ¿Qué pensará esta gente? Tengo cosas qué hacer y ya estoy harta. Ya debería estar en el gym. Definitivamente tendré que quemarlos en el grupo, ¡ya lo verán!

Pasaron unos minutos más, y haciendo acopio de paciencia siguió esperando, hasta que escuchó una voz proveniente de una de las oficinas del lugar que le pidió pasar, y la cara de nuestra Camila cambió de colores al notar que el entrevistador era una mujer. No es que ella menosprecie a su propio sexo, al contrario, siempre ha considerado a las mujeres como muy capaces, sin embargo sabía que hacer uso de sus encantos sería más difícil, mas no imposible.

Ya dentro, la chica se presenta con esa señorita, de piel blanca, piernas muy largas y de buen trasero. Tras el saludo de rigor dio inicio la entrevista, la cual empezó con el pie izquierdo ya que, como se mencionó anteriormente, Camila es una recién egresada que no había trabajado nunca en su vida, y en las preguntas salió a relucir su edad y nula experiencia, mismas que en estos tiempos donde se pide tener mínimo 25 años cumplidos y 10 de experiencia laboral se convirtieron en un impedimento para que obtuviera la vacante.

En consecuencia, la joven se dio cuenta que la entrevista era un asco, y decidió que de alguna manera tiene que defenderse, y por ello probó mordiéndose su labio inferior, para ver si existía alguna atracción por parte de la entrevistadora, a lo que ella sólo sonrió. Dada la ineficacia de su primer intento, decidió jugar su última carta. Le pareció buena idea descalzarse una de sus bonitas zapatillas y ya con su pie libre, lo fue acercando a las piernas de la encargada de RR.HH. quien en un primer momento ni se inmutó, al sentir la suave caricia de parte de la joven. Pero cuando nuestra protagonista pasó su pie sobre la entrepierna de aquella bella dama, y comenzó a mover sus pequeños dedos encima de la abultada vagina de ella, ésta se mostró nerviosa y decidió terminar abruptamente la entrevista con el típico nosotros le llamamos. Camila algo desilusionada salió del lugar y pensó en lo ocurrido:

Camila: no debí ir tan lejos, ahora sí no me escapo de confesarme. Además a mí las mujeres no me gustan en lo más mínimo, nada como un buen… hombre.

Saliendo de la oficina, la joven tomó el transporte para regresar a su casa. Y al bajar del mismo, emprendió la caminata rumbo a su hogar, sabiendo que aún le quedaban dos calles. Casi al final de la segunda, sintió que alguien la tomó del brazo para llevarla a un callejón sin salida. Ella estaba muy asustada, porque no pudo ver quién la retenía, sólo sabía que era un hombre. Asustada le preguntó:

Camila: ¿qué quieres de mí? Déjame, por fis. No seas malo.

A lo que él no respondió, y simplemente lo ve sacar su teléfono y mostrarle un video en la pantalla. En ella se observa una voluptuosa mujer dándose placer a sí misma, y esa mujer no es otra sino ella, y entonces el sujeto rompió el silencio:

Desconocido: cálmate y escucha. Si no quieres que esto sea publicado en redes sociales, vas a tener que hacerme una chaqueta, aquí y ahora.

Al escuchar esa petición, Camila se quedó algo confundida, porque la tomó por sorpresa, era algo raro, definitivamente; y a la vez pensó que esa voz ya la ha escuchado antes. Y en respuesta ante aquella atrevida orden, ella reaccionó tirándole el teléfono y éste se estrelló contra el suelo, y a la vez le contestó, con un tono algo enérgico:

Camila: ¡Cómo te atreves a pedirme eso, marrano! Ni se te ocurra que lo voy a hacer, idiota.

Desconocido: ¡chingá! Apenas acababa de sacar mi teléfono a crédito, ¡che madre!

El tipo hizo caso omiso a la solicitud de nuestra protagonista y la sujetó para ponerla contra la pared, y una vez en esa posición, empezó a frotar levemente su ya algo rígida verga contra las ricas nalgas de la joven. Mientras esto sucedía, ella pudo recordar a quién pertenecía esa voz:

Camila: ¡ya sé quién eres! Eres Manuel, el vecino rarito, no lo niegues.

Manuel: ¡eh!… eso no importa en este momento. Limítate a decirme si me harás lo que te dije. Ni siquiera tienes opción, así que coopera y será mejor para ambos. Eso sí, te aviso que tengo varias copias del video en mi computadora, listas para compartirse. De manera que, o aflojas, o te quemo, ¿cómo la ves?

Tras pensarlo unos instantes, la joven resolvió que no quería que su familia, ni círculo social, se enterara de lo que hacía a solas. Por tanto, pasó una de sus manitas hacía su espalda y se topa con el jeans del friki, y tras bajarle el cierre y buscar en su bóxer, se topó con la verga semierecta, la cual comenzó a masajear, y honestamente se sorprendió por el grosor y tamaño que fue tomando, luego de sus delicadas caricias, sin duda era un instrumento nada despreciable, y consecuentemente su caliente naturaleza afloró.

Ya más desinhibida, pasó su suave mano por el tronco de esa reata hasta llegar a la rosada cabeza, que ya estaba bien pelada y reluciente por el hacer de la joven, situación que hizo gemir al otaku, y cómo no, si Camila es una verdadera profesional en consentir un palo, en mayor medida porque en verdad disfruta hacerlo. Pasaban los segundos y ella seguía jaloneando aquella reata, pasando sus deditos desde los huevos hasta la punta, y Manuel pensaba que era tal cual lo había imaginado, o probablemente mejor.

Tras unos minutos de puñetear el pito del chico, notó cómo esa verga se puso aún más tiesa, y de repente ella sintió al ansioso joven tomar sus leggings para bajarlos, liberando las nalgotas de nuestra protagonista, hasta la mitad. Sólo las observó por unos instantes y Camila pensó que no se iba a conformar con la chaqueta y que se la iba a dejar ir hasta los huevos, o más bien eso era lo que ella deseaba en ese momento, puesto que su panocha ya estaba jugosa y lista para albergar en su interior aquel trozo de dura carne, y ya se estaba inclinando hacía el frente para recibirla.

Sin embargo, Manuel optó por otra cosa: quitó la mano de Camila y se la siguió jalando él solo, hasta que se escuchó un ahogado gemido de parte del friki, y la chica sintió que una serie de chorros de espesos mecos fueron a dar al canal que divide esos deliciosos glúteos, bañándolos en su caliente leche. Una vez terminado, ella le increpó:

Camila: ya tienes lo que querías, ahora dime, ¿borrarás los videos?

Manuel: lo pensaré. Igual y si te pasas un día por mi departamento cambie de opinión.

Camila: ¡Cabrón!

Ya cuando se retiraban, el friki no podía creer que una de sus fantasías sexuales se había cumplido de esa manera tan fácil, y pensó que debía sacarle más provecho a la actitud tan proactiva de la muchacha; en cambio, ella se limitó a subir el leggings y seguir con su camino, algo sorprendida por el acontecimiento tan surreal que había sucedido ahí, y con el semen aún escurriendo entre sus suculentas nalgas.

Escena III

El resto de la semana la suerte de nuestra bella protagonista no cambió, y se llegó el sábado. Ese día se despertó a eso de las 09:00, dado que no acude al gym esos días. Apenas se levantó y se entró a bañarse. Una ducha simple, por no batallar, y al salir de ahí se dispuso a ir a la cocina por un poco de cereal, y al abrir el refrigerador se dio cuenta que el cartón ya estaba vacío:

Camila: ¡qué mal plan! No hay leche. Y con esta hueva que me cargo.

Y muy a pesar de su flojera, decidió ir a la tienda, tal cual se había cambiado, con su ropa de casa, misma que consiste en unos diminutos shorts de lycra que con dificultades albergan esas nalgotas que tiene y un top delgado sin bra debajo, que apenas y cubre sus pezones. En definitiva anda muy escasa de tela, pero es por el calor tan intenso que hace en su ciudad, no vayan a pensar mal. Saliendo de su casa, se dirigió hacia la tiendita más cercana, la de don Erick, un señor viudo, ya entrado en años, y algo desaliñado, valga la aclaración.

Camila: buenos días don Erick, ¿cómo le va? Mire, se me acabó la leche y quería ver si cabe la posibilidad de que me fíe un litro, por fis.

Don Erick: buenas… las tengas, Camilita. La verdad chamaca tú me caes muy bien y estás muy bonita y todo, pero eres bien mala paga. Échale un ojo a mi libreta y date cuenta de todo lo que me debes.

Camila: ¡ay! Jajaja no sabía que fuera tanto, este mes sí me excedí. Pero no sea malito, mi pá pronto me va a depositar y le juro que en cuanto lo haga, le pago.

Don Erick: como te repito si por mí fuera lo haría, pero tú sabes que de esto vivo, y como soy viudo y estoy solo tengo que vivir de algo. Aunque, por otro lado, ya te dije que eres muy bonita y pues… ¡nah! Mira, te voy a ser bien sincero, me gusta mucho tu cuerpecito y te podría perdonar la deuda si tú a cambio me haces un favorcito, ¿cómo la ves, lindura?

Camila: ¿a qué clase de favor se refiere?, dígamelo.

Don Erick: quiero que me hagas una rusa con ese par de melones que te cargas, ricura. Allá atrás tengo un cuartito que nos puede servir, ándale, anímate, dale a este pobre viejo una alegría.

Camila: ¿qué le pasa viejo rabo verde? yo no soy una cualquiera, ni que le debiera tanto como para hacer algo así.

Don Erick: bueno, si contamos las naranjas de la última vez, la deuda es de $3,000. Creo que es suficiente como para demandarte penalmente por incumplida y de seguro hasta a la cárcel vas a ir a dar, ¿qué opinas de eso, linda?

Kamila: ¡eh! está bien, acepto, pero quiero que me descuente todo, sin trampas.

Don Erick: claro que sí, soy un hombre de palabra, pero ándale, vamos, que ya me anda.

Luego de convencer a la joven, don Erick se asomó para comprobar que nadie estuviera husmeando y puso el letrero de cerrado. Posteriormente pasó a Camila a un pequeño cuarto, el cual ella notó algo descuidado, con basura como latas de cerveza o refresco, y ropa que muy probablemente no estaba limpia. La higiene no era el fuerte del viejo, pensó, pero ya estaba ahí y ni modo. Ambos entraron a la pequeña habitación y el tendero ansioso tomó de la mano a la joven y la llevó a la improvisada cama, que no era más que un tablón y unos bloques de cemento, y giró a Camila y se dispuso a lamer su oreja. Ella sintió algo de repulsión por la edad, y el olor, de aquel señor, sin embargo sabía que no tenía otra alternativa más que dejarse hacer por él.

A continuación dirigió su vetusta lengua al delicado cuello de la chica, quien no puede evitar estremecerse al sentir aquel órgano. Y después él se desesperó y bajó hasta llegar a los redondos senos, los cuales apretó con sus rudas manos, degustándolos con el tacto, para luego sacarlos de su prisión y sentirlos en directo. A Camila le fue imposible no excitarse por las ansias que le mostraba el tendero, así que por su propia voluntad gira su rostro hasta quedar pegado al del anciano, y empieza a darle un apasionado beso francés, tanto que ella misma mete su lengua y comienza esa lucha con la del viejo, con tanta intensidad que logra despertar su rancia reata.

Ya erecto aquel palo, ella por su propia voluntad bajó la bragueta y lo sacó, y sonríe para sí misma, con una gran lujuria, al sentir que las venas de aquella verga, justo como le encantan, mientras que con una de sus suaves manos envuelve el tronco y comienza a jalonearla levemente.

Kamila: ¡mmm papi! para tu edad te conservas muy bien, ¡eh! Mira nada más qué tiesa la tienes, aparte bien dotado ¡mmm!, qué buena verga tienes.

Don Erick: gracias mija, tú no te quedas atrás, mira cómo me la pusiste con tus manitas, qué deliciosa estás.

Luego, Camila se dio la vuelta y quedaron frente a frente, y ella se dejó alzar el top y quitar el bra, para descubrir ese par de apetitosas tetas que el cirujano se encargó de darle. Ya desnuda de la parte superior, don Erick se apresuró a lamer esas redondeces con fruición, mientras ella seguía con la puñeta. El viejo se alegró al ver que aquellos pezones se endurecieron a la menor provocación de su parte y ella lo invitó a llevarse uno a la boca, lo cual no dudó en hacer, y fue así como la chica se unió al concierto de gemidos, ya que el anciano sabía hacerlo de una manera más que decente. Y así siguió hasta dejar esos melones relucientes de saliva, listos para más.

A pesar del gran placer que experimentaba, don Erick decidió que ya era hora de que la joven se arrodillara para cumplir con lo pactado, por tanto la tomó por los hombros y le indicó que se fuera agachando, y así terminó ella frente a su verga, que apuntaba directamente a sus enormes tetas. Esta escena fue por demás cachonda: una reata completamente tiesa frente a un par de redondos pechos dispuestos a satisfacerla. Acto seguido, tomó su enhiesto pitote y lo golpeó suavemente en una de las tetas de Camila, quien se limitó a verlo, y cuando se proponía hacer lo mismo con la otra gemela, nuestra protagonista sorpresivamente tomó cada teta con una mano con el fin de abrirlas lo suficiente para que aquella reata quedara justo en medio de esas montañas de carne.

Don Erick no cabía de la impresión, tener sepultada su vergota entre esos melones era todo un espectáculo, y con mayor razón cuando la caliente joven apretó sus tetas para luego iniciar un movimiento de arriba abajo con ellas, mismo que hacía que la reata del viejo gozara la suavidad y dureza de esas gemelas. Camila se sintió aún más excitada al sentir el roce de ese tieso pito contra sus voluptuosos senos, y se sorprendía de lo dura que se le podía poner a un anciano con la suficiente motivación.

Sin embargo, la edad del viejo tenía que hacerse notar sí o sí, y justo cuando la lujuriosa muchacha pensaba en dejarlo que se la cogiera, sintió los espasmos de esa verga y la consecuente salida de unos pocos pero fuertes chorros de rancia leche, que acabaron en su mentón y pechos. De esa manera terminó el encuentro entre estos dos dispares amantes:

Kamila: ¡gracias don!, me llevo mi leche y borre mi deuda, que ya quedó bien pagada.

Don Erick: ¡y vaya, chiquita! Sí que eres buena. Puedes venir a pedir fiado cuando quieras, mientras me pagues así.

Camila: la verdad prefiero pagar en efectivo, no es como que me gusten estas cosas.

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