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Calor en el ascensor
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Salí de casa de mal humor, me había dormido y llegaba tarde a trabajar.

Llamé al ascensor y escuché que primero paraba en la planta de arriba, maldije mi suerte y al vecino de turno.

El ascensor paró en mi planta, entré y vi a mi vecina, una chica de dieciocho años, bronceada, ojos verdes, delgada, pero con curvas, 1,68…

Llevaba una falda plisada de cuadros y una camisa blanca ajustada, los primeros botones desabrochados, se podía ver perfectamente una parte de sus pechos, su pelo largo recogido en una coleta. Con la mochila colgada en el hombro.

Mi mirada se cruzó con la suya, le miré la boca, tenía los labios carnosos y simplemente se había aplicado un poco de brillo, deseaba besarla.

Mi miembro empezó a crecer, las gotas de sudor empezaron a asomar por la frente.

Sorprendentemente ella acercó su cara a mi cuello, y con su lengua empezó a recorrerlo. Al mismo tiempo me cogió la mano y la puso en su pantorrilla. Tenía unas piernas firmes, empecé a acariciarla y a subir la mano hasta que llegué a sus partes íntimas, retiré un poco el tanga, me di cuenta que estaba totalmente depilada y… mojada.

Noté que su respiración era más fuerte, puse el dedo en el clítoris y empecé a moverlo lentamente, comenzó a gemir en mi oído.

Con la otra mano me desabroché el pantalón y liberé mi polla. Me había puesto unos pantalones ajustados y creía que iban a reventar en cualquier momento.

De repente noté un fuerte dolor en el cuello, me había dado un mordisco, quería guerra y a mí me encantan las batallas.

Dejé de tocarle y le abrí la camisa de un tirón, le saqué los pechos del sujetador, con una mano le tapé la boca para que no gritara y se los mordí con saña, con la otra mano le metí un dedo en la vagina, la tenía chorreando, le gustaba. Le seguí tocando el clítoris mientras le metía dos dedos y los movía de un lado a otro hasta que se corrió. Le quité la mano de la boca y le pedí que la abriera, le metí los dedos que estaban llenos de sus fluidos para que los limpiara con la lengua.

Ahora era mi turno, le cogí de la coleta y estiré de ella obligándola a arrodillarse, le pedí que sacará la lengua y despacito fuera chupando mi polla al mismo tiempo tenía que mirarme a los ojos. Lo hacía muy bien, yo estaba a punto de explotar, le sujeté la cabeza y se la metí de golpe en la boca, no podía parar y a la pobre no paraban de darle arcadas. Cuando me corrí le puse otra vez la mano en la boca y le dije que tragara todo. Me obedeció.

Escuché una voz que me decía:

-Santi hemos llegado ¿Estás bien?

Allí estaba Sara sujetando la puerta del ascensor y esperando a que saliera.

Yo le contesté:

-Gracias Sara, estoy tan cansado que creo que me he dormido de pie.

Yo creo que me puse rojo, ella me miró y me guiñó el ojo.

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