Sue
Ese día me había levantado más temprano de lo usual. El sol apenas estaba comenzando a asomar sus rayos anaranjados, que se colaban por el ventanal de mi habitación y se plegaban frente al espejo dispersando una tenue luz.
Me paré frente al espejo y observé mi figura, mi piel pálida absorbía los rayos de luz y parecía porcelana, mis tetas bien redondas y grandes en sus centros cargaban dos pezones rosaditos que estaban bien erectos delatando el frío que sentía. Bajé mi mirada hacia mi vientre, mi cintura era pequeña, mi vientre plano, pero mis nalgas iban a juego con el volumen de mis tetas, y mis piernas bien firmes, después de tantos años de ejercicio; y a mis veintisiete años podría decir que robaba muchas miradas.
Mi cabello rojizo caía en cascada, ondulándose y llegando hasta mis caderas. Mi pubis estaba al descubierto, producto de haber ido a la depiladora. Se asomaban en el reflejo del espejo frente a mí, el capuchón que envolvía mi clítoris, de un color rosado. Ese día me sentía exquisita.
Volví mi vista hacia la cama, entre las sábanas blancas, estaba ella, unas largas piernas morenas se asomaban junto a unas hermosas nalgas de mujer, bien redonditas, su pequeña cintura cubierta por una parte de la sábana, su espalda estaba al descubierto y su largo cabello castaño regado por toda la almohada.
Imágenes de la noche anterior invadieron mi mente y sentí cierto calor entre mis piernas. Ella seguía dormida plácidamente, y yo aproveché para darme una larga ducha. Me metí a la bañera luego de colocar una bomba de espuma aromática, y me hundí dentro del agua tibia. Me mantuve durante unos segundos, necesitaba aclarar mi mente. Me había cogido a Caitlyn.
Si tienen tiempo, es una larga historia que contar.
Saqué mi cabeza del agua para tomar aire y me senté en la bañera. Pensando en cómo mis manos y mi boca la habían hecho vibrar. No era raro para mí tocar el cuerpo de otra mujer, de hecho tenía talento en ello, lo que me resultaba chocante era haber cumplido mi sueño de cogerme a esa hermosa francesa que había llegado a la ciudad hacía unos meses.
Nos conocimos en el trabajo y con el correr del tiempo llegamos a ser muy buenas amigas, al punto de que confiaba en mí para contarme lo que le sucedía en temas tan personales como los de pareja. Resultaba que su casi esposo, Martis, era un idiota, y Cait sospechaba que algo sucedía entre él y su supuesta mejor amiga, a la cual había visto por última vez en una fiesta de bienvenida que había dado Cait en su nueva casa.
Luego de eso Martis comenzó a tener comportamientos raros y cada vez había menos comunicación entre ambos, o puras discusiones. La cuestión era que ayer por la noche Caitlyn llegó llorando mares a mi casa, pidiéndome por favor quedarse a dormir aquí.
Y no me arrepentí de haberle dicho que sí.
Pues luego de oír tanto llanto no me pude contener y le hice notar que podría ayudarla a sobrellevar ese momento difícil de una forma más divertida. Ella captó enseguida lo que quise decir y me planteó que nunca había estado con una mujer. Sus ojos eran de un color gris profundo, la miré fijamente y un brillo de lujuria se atravesaba en su mirada.
Estábamos sentadas en el sillón, la tomé por la cintura, y levanté su delgado cuerpo para ponerlo sobre mis piernas. Quedamos muy cerca la una de la otra, pero ella no se resistió a estar encima de mí, pude sentir un leve movimiento de sus caderas mientras mis manos bajaban desde su cintura hacia sus caderas, acariciando la piel desnuda, donde no cubría ese diminuto top que apenas sostenía sus dos grandes y hermosas tetas.
-Esta puede ser la primera vez y te aseguro que la pasarás muy bien. – sentencié, mirándola fijamente.
Sin decir nada, ella mordió su labio inferior y se acercó tímidamente, agarrando mi rostro con sus suaves manos. Y comenzamos a envolvernos en un beso húmedo, primero succionando nuestros labios y luego comenzando a explorar con nuestras lenguas, cuando ella apretaba mi rostro y me llevaba más hacia sí el beso se tornaba tan profundo que automáticamente sus caderas se meneaban, frotándose contra mí.
Había mucha ropa en el camino y deseaba de una vez por todas ver esas bellas tetas, así que mientras nuestro beso seguía deslicé los breteles de ese top sobre sus hombros y la presión de la tela cedió, como resultado sus tetas saltaron por fuera de la ropa y justo me alejé de su boca para ver ese show. Mis manos no podían sostener enteramente esas esferas divinas pero comencé a apretujarlas mirándolas con lujuria. Con mis dedos comencé a recorrer suavemente la punta de sus pezones que se irguieron en el acto, Caitlyn gemía dulcemente, en señal de que eso le gustaba.
En un momento no aguanté y hundí mi cara entre sus tetas para aspirar el aroma que desprendía su piel dorada, me llevé uno de sus pezones a la boca, succionándolo suavemente al principio y pasándole mi lengua luego, despacio hacia arriba y abajo, con otra mano sostenía la cintura de Caitlyn que se arqueaba contra mí para que tuviera un mejor ángulo y acceso a sus pechos, me los estaba entregando y yo me volvía loca por chuparlos, morderlos suavemente para jugar con ella y hacerla soltar grititos de placer.
Una vez que atendía una de sus tetas me pasé a la otra, y tomé su pezón con mis labios, para luego saborearlo con toda mi boca, con ansias de comerme todo eso. Ella gimoteaba y sus caderas se movían, yo sentía mis bragas mojarse. De un momento a otro se alejó de mí y me dijo:
-Oye… creo que –su voz sonaba entrecortada– está mal esto Sue… -intentó pararme.
Yo la miré a los ojos y quise volver a besarla pero se alejó más, sentándose a mi lado.
– Perdón Cait, quizá esto es demasiado, tienes razón. –traté de pensar con mi cabeza y no con mi palpitante vulva.
– Sí, es que, mi cabeza es un lío ahora mismo, ¿sabes? No sé cómo voy a hacer para mirar a Martis a la cara – se oía preocupada.
– Disculpa, estás sospechando de que te ha sido infiel, y está casi confirmadísimo, ¿y te preguntas algo así? O sea que tú no mereces pasártela bien.
La miré desafiante. Ella aún estaba con sus tetas al aire, algo de lo que dije le quedó dando vueltas en su cabeza. Porque se levantó del sillón, se paró frente a mí y bajó el zipper de su mini para que esta terminara sobre el piso. Como me lo imaginé, llevaba unas bragas diminutas de encaje en color salmón, que combinaban súper bien con el tono de su piel, el pequeño triángulo calado dejaba escapar uno de sus labios, y la tela brillaba en señal de que allí había humedad.
Sí, me quedé como una psicópata viendo ese precioso paisaje frente a mí. Se colocó hasta que sus caderas quedaron frente a mi rostro. Miré hacia arriba para encontrar su rostro y tratar de descifrar que quería decirme con eso. Pero ella sujetó mi cabello con una de sus manos y me empujó hasta que mi nariz quedó reposada sobre su monte de venus, algunos bellos suaves se escapaban entre la tela calada, me quedé ahí para olerla un poco, y uff, eso hizo que me mojara. Se me caía la saliva de la boca de sólo pensar que me iba a comer ese coñito.
Afirmé mis manos en sus caderas y me dispuse a juguetear un rato. Primero regando besos por todo su monte, para luego bajar hacia su clítoris, escondido entre sus labios y cubierto por la tela. Le di un beso haciendo presión en la zona y oí a Caitlyn suspirar, el agarre de su mano en mi cabello se fortaleció, y luego procedí a pasar mi lengua por su clítoris aún escondido, la tela de sus bragas parecía comenzar a humedecerse más y más con cada lamida que le propinaba.
Luego me arrodillé en el suelo para que mi cara quedara bien entre sus piernas y mi lengua siguió haciendo su trabajo, en tanto dos de mis dedos corrían lentamente sus bragas hacia un lado para tocar ahora sí su piel suave y la humedad que desprendía, mientras succionaba suavemente su clítoris y pasaba mi lengua por él, dos de mis dedos comenzaron a abrir sus pliegues vaginales hasta encontrar su orificio, lleno de su fluido, palpitante, deseoso de que le introdujera mis dedos, y eso hice, primero uno, después dos, sin dejar de chupar su rico coño. Los comencé a meter y sacar llevando un mismo compás con mi lengua.
Sus caderas comenzaron a menearse contra mi boca, Caitlyn estaba buscando venirse. Sin dejar de menguar mi intensidad sentí como sus piernas comenzaban a temblar mientras se movía más y más y sostenía mi cabello súper fuerte, lo cual me ponía más. En unos segundos pude sentir toda su miel recorrer mi boca, su sabor a jugo de manzanas brotaba de entre sus piernas empapando mis dedos y mi cara. Y sus gemidos de placer resonaban en el lugar.
Cuando sus caderas dejaron de moverse volví a incorporarme y ella me miraba como tímida y ruborizada. –eso se sintió tan bien. –soltó en un gemido.
Sonreí, me sentía satisfecha por haberla hecho venir. Luego de eso nos fuimos a mi habitación, encendí una luz tenue y guíe sus pasos hasta mi cama. Caitlyn se veía hermosa toda desnuda, tenía un cuerpo fatal, se notaba que le dedicaba tiempo a su esbelta figura. Sin previo aviso me empujó sobre la cama y comenzó a quitar mis jeans, y con él mis bragas que para ese momento estaban más que mojadas. Con sus suaves manos recorrió mis piernas y se detuvo un rato para admirar mi vulva, abriendo mis labios con una de sus manos, y se relamió sus labios. La miré a los ojos y ella me miró como pidiéndome permiso. Yo solo asentí.
Deseaba que esto pasara, su lengua recorrió desde mi clítoris hasta mi vagina, introduciéndola allí, presionando un poco, mientras con la yema de su dedo acariciaba mi palpitante clítoris. Qué bonita sensación, sentía que todo ardía en mi bajo vientre, era un placer que no podía explicar, por el sólo hecho de que me estaba comiendo el coño mi compañera de trabajo. Quien se adueñaba de mis sueños más húmedos me los estaba haciendo realidad.
Se detuvo un largo rato prestándole atención a mi vulva, por mi parte me retorcía como una serpiente tomándola del cabello. Cuando sentía que iba a llegar al clímax la atraje de un solo movimiento y la subí a horcajadas sobre mí, entrelazamos nuestras piernas de modo que nuestros clítoris se rosaron y nos provocaron a ambas una sensación sin nombre.
Eso nos llevó a mover nuestras caderas a un ritmo suave y sensual, en el que las dos nos dedicábamos gemidos, éramos dos putas deseosas una de la otra, ella me subió la remera y dejó al descubierto mis pechos, no llevaba sostén y al tocarlos con sus manos gimió y la oí maldecir por lo bajo. Comenzó a masajeármelos mientras yo tomaba sus caderas para presionarla aún más, molíamos tan rico nuestros coños que no quería que esto terminara.
Así que la bajé de encima de mí y le dije:
-Necesito ver ese culito delicioso en cuatro para mí –me sorprendió mi voz de zorra seductora.
Pero funcionó para que ella acatara mi orden. Se puso en cuatro, dejando a mi vista su hermoso culito. Su anillo se veía relajado y mojado por sus propios fluidos vaginales, eso me impulsó a querer comérmelo. Y sí que lo hice, enterré mi rostro entre sus grandes nalgas morenas y comencé a comerle el culo, jodiéndola con mi lengua mientras con una de mis manos me agarraba de su nalga y con otra rosaba su clítoris, provocando que ella moviera sus caderas. Apoyó su rostro sobre el colchón parando aún más su culo, yo sentía como se contraía y se expandía, latiendo, apretando mi lengua que entraba y salía. Qué rico sabor, pensaba.
Le regalé una última lamida y me posicioné tras sus nalgas para empezar a menearme contra ellas y restregarle todo mi coño bien mojado, resbalando suave por su culo. Sin dejar de estimular su clítoris, empecé a embestir las nalgas de Cait moliendo bien rico mi coño contra ese culito hermoso. Mis dedos en su vulva se mojaban cada vez más, los movimientos de mis dedos aumentaban velocidad al igual que mis caderas.
Desesperadas como dos zorras comenzamos a gritar más y más, Caitlyn movía su culo contra mí, entregándome todo como una puta hermosa. Eso me ponía tanto, en un momento su grito de placer invadió la habitación a la vez que mi mano se empapaba de su miel, eso me provocó pegarme más a ella y en un movimiento circular de mis caderas mi clítoris comenzó a palpitar más y más, anunciando mi orgasmo. Caí desplomada sobre Caitlyn y le regalé un beso cerca de su oreja.
Sin dudas, esto se podría repetir.