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Cada vez más osada (capítulo 3)
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Con el paso de los años, empecé a notar cómo Pilar se convertía en un imán para la atención de los hombres, sin importar dónde nos encontráramos. Era como si su presencia irradiara una energía que atraía todas las miradas. La seguridad que había cultivado en su cuerpo se manifestaba en cada paso que daba. Pilar cuidaba su figura con dedicación, y eso se notaba especialmente en sus piernas y glúteos, que eran una obra de arte en sí mismos.

Su forma de vestir también comenzó a reflejar su seguridad y autoestima. Vestidos cortos y pantalones ajustados dominaban su guardarropa, acentuando sus curvas de una manera que era difícil de ignorar. Aunque siempre había tenido una belleza natural, ahora Pilar exudaba confianza en sí misma que la hacía aún más atractiva.

Nuestros juegos comenzaron de manera casual, casi como un juego inocente entre nosotros. Yo desafiaba a Pilar a vestir algo provocativo para salir a cenar o dar un paseo por la playa, solo para ver cómo reaccionaban los hombres a su alrededor. La adrenalina que sentíamos al desafiar las normas y explorar los límites de nuestra relación solo encendía más nuestro deseo mutuo.

Ver la mirada de deseo en los ojos de otros hombres alrededor de Pilar alimentaba un fuego dentro de mí, un fuego que compartíamos en nuestras miradas cómplices. Sabíamos que teníamos algo especial, algo que iba más allá de lo superficial, pero también disfrutábamos de esta interacción coqueta con el mundo exterior.

Con el tiempo, esos juegos se volvieron más atrevidos. Pilar estaba dispuesta a llevar las cosas un paso más allá, a explorar hasta dónde podíamos llegar. Sus prendas se volvieron cada vez más pequeñas y reveladoras, desafiando las expectativas y causando miradas que iban más allá de la mera admiración. Cada vez que salíamos en una de estas pequeñas aventuras, podía sentir la emoción en el aire, la electricidad de lo desconocido.

La conexión entre nosotros crecía en cada una de estas travesuras. Compartíamos secretos y emociones mientras jugábamos con los límites de la seducción y la provocación. No se trataba solo de los demás, sino de nosotros dos explorando juntos esta faceta de nuestra relación. La curiosidad nos impulsaba a seguir adelante, a ver cuánto podíamos desafiarnos mutuamente.

En cada paso que dábamos en este juego de seducción, Pilar y yo nos acercábamos más. Nuestra relación era un constante flujo de descubrimiento, donde explorábamos nuestras emociones y deseos de maneras que nunca habíamos imaginado. Juntos, nos aventuramos en lo desconocido, alimentando nuestra pasión y conexión con cada coqueta sonrisa y cada mirada furtiva.

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