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Tiempo de lectura: 4 minutos

Es medianoche. Espero a mi amiga afuera del bar. Es un pequeño bar, de colores opacos, discreto a la medida de cumplir con fantasías. Lucía y yo queremos conocerlo, despejar nuestras mentes de nuestros esposos por un tiempo.

-Perdona la tardanza. -Se disculpa Lucía.

Lleva un vestido por encima del muslo, sus piernas largas y bronceadas se ven espectaculares en él. Su melena rubia, recogida en un chongo. Es guapa, siempre lo ha sido, pero hoy se ve más, me da un poco de envidia por ella. Mientras que mi cabello color lavanda está suelto, tuve que ajustarme el vestido varías veces para que mis tetas terminarán apretadas de por medio, ella tiene una figura esbelta con tetas grandes. Pero la mía es más reluciente con esas enormes tetas que me cargo.

-No te preocupes. Entremos. – Asintió, pasando por delante de mí. Su trasero se veía tan bien apretujado en ese vestido azul.

-¿En qué les puedo servir, señoritas? – El hombre de la entrada nos mira, sonríe pícaramente. Tiene una melena corta en tono azul como el vestido de Lucía, y grandes músculos -. ¿Ya las esperan, señoritas?

-Sí. Hice una reservación a nombre de Andrea.

-Pasen por favor.

Entramos. Pasamos por un largo pasillo lleno de luces fluorescentes, Lucía sostuvo mi mano mientras nos conducía a otra entrada, ahí había sillones de cuero, bailarinas exóticas sobre un escenario. Hombres ofreciendo espectáculos a otras mujeres y hombres.

-Es aquí. – La jale conmigo hacía una puerta negra con el número de apartado que teníamos.

En el interior había una cama de sábanas de seda, enfrente de esta había un pequeño escenario con un lupit pole y sobre él recaí la iluminación en rojo, a un costado había un sillón con una mesa repleta de aperitivos y champán. Lucía se sentó en el sillón, cruzó las piernas y su vestido se levanto más por encima del muslo, me lamí el labio y la miré, estaba preciosa con ese vestido. Las luces se apagaron unos segundos, cuando volvieron a encender en el escenario había una mujer vestida con leotardo de conejo, orejas largas y colita pomposa, con un maquillaje muy intenso. Sonó una música lenta, caliente, y la mujer contorneó sus caderas, yo me senté junto a Lucía, con la mesa frente a nosotras separándonos de la bailarina.

La mujer nos dio la espalda, se inclinó, su gran trasero de burbuja me hipnotizó. Lentamente fue ascendiendo, camino alrededor del tubo con una mano apoyada en él, sus manos subían y bajaban de él como si de una polla se tratase. En un movimiento lento se acercó apoyando el pecho en él, el tubo quedando entre ambas tetas dejando relucir dos grandes melones, abrió las piernas he hizo lo mismo, con el tubo entre sus piernas y tetas, levantó una pierna enrollándola en el tubo, se impulsó y ascendió.

Se frotó levemente en él, soltando un gemido, cerro los ojos, se impulsó todavía más enrolló las piernas en él y arqueó la espalda para que solo su cuerpo se viera sostenido por las mismas piernas. Con una mano apretó su teta sobre el leotardo, lo jaló con fuerza hasta que la tela se desgarró y dejó ver su gran teta, pellizcó el pezón mordiéndose el labio inferior mientras frotaba el coño en el tubo, aún arqueada. Con más sutileza se bajó el otro tirante exponiendo su otra teta. Ha este punto yo ya estaba empapada, tenía las piernas apretadas y me mordía los labios con dureza hasta que sentí el sabor metálico de la sangre.

Mire a Lucía, se estaba mordiendo el labio inferior, con la mano derecha sobre su teta y la izquierda entre sus piernas. Sus ojos sin poder dejar de ver a la mujer, que seguía frotando su coño en el tubo mientras se apretaba los pezones en pellizcos. Me acerque a Lucía, lentamente deslice mi mano entre su rodilla y fui subiendo hasta sus muslos, no dijo nada solo sonrió. Con la mano que tenía entre las suyas acercó la mía a su coño, no llevaba bragas, su piel sedosa ya estaba empapada, frote mi mano en ella, deslice un dedo entre el clítoris y los labios, arqueó la espalda y soltó un pequeño gemido que solo logro estimularme. Lucía cerró los ojos, con la mano derecha bajo el tirante de su vestido dejando ver su pezón rosado sobre la piel bronceada, masajeo la masa, mientras yo frotaba mi mano en ella, con mi mano libre introduje un dedo en la boca de Lucía, gimió. La bailarina seguía haciendo su espectáculo ajena a lo que nosotras hacíamos, en un momento se había bajado del tubo y se quitó el leotardo dejandose solo una tanguita blanca y pequeña que no dejaba nada a la imaginación, frotandose sobre el tubo. Gimiendo.

-Así, Andy. Lo haces muy bien – gimió Lucía, con un dedo en su boca.

Me baje del sillón arrodillandome frente a ella, abrí sus piernas, su coño rosado y mojado dandome la bienvenida, me incline pase las manos por sus rodillas subí hasta sus muslos viendo como arqueaba la espalda y apretaba sus tetas. Hundí el rostro en sus piernas, pase la lengua varías veces sobre su raja, haciendo ovillos en el clítoris, chupé varías veces hasta que la piel quedo de un rojo claro, hundí mi lengua en ella y con los dientes le mordía los labios, hundí todavía más el rostro y frote la nariz en su coño, cuando me separé pase mis dedos en la sensible piel, desplegué los labios, lamí con más suavidad y con la nariz frote su clítoris. Sus jugos cremosos fueron saliendo poco a poco, empapando mi boca y su piel. A lo lejos escuchaba a la bailarina gemir, al igual que a Lucía. Sus jugos dulces me empapaban bajando por mi escote, frote más mi lengua en ella, masaje con los dedos la piel expuesta de sus labios vaginales.

-Te quiero hacer lo mismo, Andrea. -gimió Lucía.

Me separé de ella, subí al sillón y me recoste, Lucía se subió en mí, me acarició las tetas por encima del vestido, me bajo los tirantes del vestido y el sostén. Mis enormes tetas bronceadas con un pequeño triangulo en cada una más blanco que lo demás a causa de un bronceado, quedaron expuestas mientras Lucía me chupaba con avaricia, bajo una mano sobre mi pierna y la deslizó entre mis piernas, sus dedos rozandome la tanguita, frotó encima de ella y gemía. Yo ladee la cabeza para ver a la bailarina, ella nos miraba con las piernas muy abiertas me dejaba ver su tanguita, frotando sobré él, movió la tanguita dejandome ver un coño hinchado y rosado, volvió a frotar, esta vez con más rapidez, pegando la cabeza en el tubo y cerrando los ojos. Lucía ya me había quitado la tanga, abrió mis pierdas, dejando una encima del respaldo y la otra enrollada en su espalda, me lamía el coño, sentía como mi orgasmo se acercaba cada vez más.

Entonces paso su lengua en mi clítoris, me froto con los dedos y después me penetró con ellos, levante la cadera más hacía su rostro, me succionaba el coño a grandes tirones y separaba mis labios con los dientes, sus dedos sin dejar de penetrarme. Yo tenía la vista fija en la bailarina que ya se había quitado la tanga y ahora solo me bailaba a mí, dejandome ver su coño hinchado aplastarse contra el tubo, mientras la oía gemir y Lucía me comía el coño.

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