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Buenas tardes, venía a depilarme
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Alicia llegó a la puerta de la clínica. La comían los nervios, dudaba continuamente si darse la vuelta, pero se armó de valor y entró.

La luz tenue y un suave ambientador inspiraban relajación, pero ella hoy estaba de los nervios. Se acercó al mostrador donde una chica joven, delgada y morena, muy guapa, la seguía con la mirada.

-Buenas tardes, mi nombre es Marta, ¿en qué puedo ayudarte?

-Buenas tardes. Venía a hacerme una depilación. –Contestó, intentando que no se le saliera el corazón por la boca de los nervios que llevaba.

-Perfecto, ¿es la primera vez que te depilas?

-En un centro, sí, hasta ahora me depilaba yo sola con la cuchilla.

-Muy bien, pasa por aquí conmigo, yo mismo lo haré.

Alicia siguió a la chica por el pasillo, “menudo cuerpazo tenía”, pensó. Debía tener unos 25 años, pero ni la bata blanca podía ocultar un cuerpo como el suyo.

Llegaron al final del pasillo y Marta abrió la puerta de una de las cabinas, pasaron y el nudo en el estómago de Alicia se hizo un poquito más fuerte. Todo blanco, parecía un hospital; en el centro de la habitación, una camilla cubierta por una sábana también blanca.

¿Por qué tenía que pasar por este trance? Ella siempre se depilaba con cuchilla y quedaba bien, ¿verdad? Acababa de cumplir 18 y en una semana se iría de vacaciones con sus amigas, por fin, lo estaba deseando. Por primera vez sus padres habían accedido, con unas notas tan buenas, era de esperar…

“¿Vas a ir sin depilar? No, sin depilar no puedes ir”, repetían sus amigas. Alicia era bastante reservada, la más tímida de sus amigas. Morena, con el pelo rizado y una cara de buena que siempre adornaba con una sonrisita picarona. “Yo voy a este centro, te dejan súper bien y son muy majas”. Total, que allí que fue decidida a depilarse por primera vez…

-¿Qué zona te quieres depilar?

Dudó, pero contestó lo que tenía pensado contestar:

-Quiero depilarme el cuerpo completo. –Una vez respondió, el calor la puso roja como un tomate, aunque aquello no había hecho más que empezar.

-Perfecto, pasa detrás del biombo y desnúdate. -Ordenó Marta, que había notado la timidez de la chica y sabía lo que ello suponía.

Era la primera vez que se iba a desnudar delante de una desconocida… Sabía que tendría que hacerlo, pero eso no suponía que se muriera de la vergüenza. Todavía no había estado con ningún chico, y aunque no le faltaban pretendientes, su actitud introvertida no ayudaba.

Pasó detrás del biombo y se notó ardiendo. Aunque su pelo era muy moreno, casi negro, tenía una piel bastante blanca. Se quitó la camiseta azul ajustada que llevaba y la colocó en la percha, siguió con las sandalias y los vaqueros y quedó en ropa interior. “¿Así o…?” se preguntó.

Había unas pantuflas desechables y se las puso para salir del biombo. Cuando Marta la vio disfrutó diciéndole:

-No, necesito que te desnudes completamente, también la ropa interior. Vamos a depilarte por completo…

Tragó saliva y volvió al biombo. Se desabrochó despacio el sujetador y dejó caer sus preciosos pechos, con un tamaño y una forma que era la envida de sus amigas. Terminó con las braguitas, las bajó despacio, notando como su cuerpo quedaba libre de ataduras.

Volvió delante de Marta, tapándose lo máximo posible con sus manos temblorosas. Era inútil, sabía que todo su cuerpo quedaría expuesto. Desnudo.

-Puedes estar tranquila, he hecho esto mil veces. – Intentó relajarla. – Túmbate en la camilla, relájate…

Muy despacio, Alicia se tumbó bocarriba en la camilla, con sus manos seguía tapando su pubis y sus pechos. “Qué inocente”, pensó Marta.

-Tienes que relajarte, verás cómo esto no es nada. –La tranquilizó acariciando su hombro mientras se ponía unos guantes de látex blancos. -¿Cómo te llamas?

-Alicia. –Tartamudeó.

-Muy bien Alicia, voy a empezar por las piernas. Cuando terminemos aplicaré una loción para la piel irritada ¿vale? Abre un poquito las piernas.

La esteticista separó sus muslos muy delicadamente y la chica se vio obligada a apartar las manos y dejar al descubierto su sexo. Estaba temblando. Marta no podía dejar de mirarla, su vello púbico, joven y aún disperso, apenas cubría su preciosa vagina. Eso, sumado a las preciosas curvas de sus pechos convertían a Alicia en una de las mejores clientas que habían pasado por sus manos… “Esto no puede quedar aquí”, pensó.

Empezó a aplicarle la cera en las piernas y poco a poco la chica se fue relajando. “Pensaba que iba a ser más doloroso”. Las manos expertas de la esteticista ponían las bandas de cera y las retiraban con determinación y profesionalidad. Mientras, hablaban de temas sin importancia: las vacaciones, los planes de futuro…

Terminó la parte inferior de las piernas y fue subiendo hasta llegar a los muslos. Alicia volvía a sentir calor, su cara volvía a ponerse roja porque sabía lo que le esperaba…

-Esta parte es un poquito más dolorosa. Necesito que abras las piernas lo máximo posible, comenzaré por las ingles y me iré acercando a tu vagina, ¿de acuerdo?

-Vale. –No pudo decir nada más. Abrió las piernas y dejó al descubierto su sexo desnudo.

-Es muy importante que no te muevas para que no te haga daño.

La esteticista colocó una banda de cera en una ingle y tiró. La chica no pudo evitar encoger las piernas y sollozar, le había hecho daño. Hizo lo mismo con el otro lado y antes de que tirara, la chica estaba temblando de miedo. Si eso había dolido, la parte “central” no la iba a aguantar. Tiró. Un grito ahogado salió de su boca a la vez que una lágrima baja por su mejilla.

-Por favor, para. No puedo. Me duele mucho.

-Tranquila Alicia, no es nada. En nada habremos acabado y te aplicaré una crema en esta zona para que te calme.

Pasó la cera los labios mayores de la joven. Muy despacio, fue aplicando la cera y preparando el tirón. Alicia no paraba de moverse, aunque insistió Marta en que dejara de hacerlo no había forma. Tiró. Otro grito de dolor.

La chica con su cuerpo desnudo, tembloroso, agarrada a la camilla, suplicaba que parara.

-No podemos dejarlo así. Solo un poco más. Voy a pedir a una compañera que venga a ayudarme.

Volvió a los dos minutos con otra chica que agarró por la espalda los hombros de Alicia a la camilla.

-No te puedes mover, es por tu bien. En 5 minutos habremos terminado. – Escuchó a su espalda Alicia. Aunque no se podía mover no paraba de temblar.

Estaba muy asustada. Desnuda totalmente, con sus piernas abiertas mientras dos desconocidas la tenían a su merced. Otro tirón, otra lágrima, otro grito. Intentaba incorporarse para ver su entrepierna, pero la esteticista que la tenía agarrada no se lo permitía.

-Ya queda menos. Tranquila, solo tienes que aguantar un poquito más.

Notó las manos de Marta en su vagina. Parecía que había terminado. Suspiró. Estaba exhausta.

-Lo has hecho muy bien Alicia.

Alicia empezó a relajarse y respirar. Las manos de la otra chica se despegaron y pudo incorporarse para verse. Tenía toda la zona roja, pero sin rastro de vello…

-Está un poquito rojo, no te preocupes, ahora te daré un masaje con crema para que la piel se relaje. Y tú también. –Le dedicó Marta con un guiño de ojo mientras veía los ojos llorosos de la pobre chica. – Pero antes tenemos que terminar… Date la vuelta y ponte a cuatro patas, por favor.

-¿Cómo? –Balbuceó Alicia.

-Sí, necesitamos ahora depilar la parte del ano. No podemos dejarlo así. Será solo un minuto, ya verás.

La chica ya no era capaz ni de oponerse. Muy despacio se incorporó en la camilla y se dio la vuelta. Sumisa, se puso a cuatro patas sobre la camilla, con su precioso culo en las manos de la esteticista. Marta no podía apartar su mirada de ese precioso cuerpo. Sus pechos caían perfectos. No podía dejar de pensar en el masaje que le iba a dar.

-Ya no es necesario que nos ayudes Rocío. – Le comentó a su compañera. Quería quedarse a solas… -Alicia ya está mucho más tranquila, ¿verdad?

-Sí… -contestó con un hilo de voz.

Alicia ahora no podía ver nada, notaba como las manos enguatadas recorrían su trasero. Notó cómo la banda de cera se pegaba justo a su ano y unos segundos después… No pudo evitar el grito ahogado. Arqueó su espalda. Escuchó lo que más deseaba escuchar…

-Hemos terminado.

Alicia se dejó caer, bocabajo, en la camilla. Ya no le importaba estar desnuda, no le importaba la sensación de humillación y vergüenza que había sentido. Solo quería que aquello terminara y marcharse a casa, nunca más volvería a depilarse su zona íntima. Empezó a llorar, sus lágrimas empaparon la sábana de la camilla.

Marta la dejó desahogarse, sabía el mal rato que había pasado. Poco a poco se fue tranquilizando y fue consciente otra vez de como estaba y donde, desnuda a los ojos de una desconocida. Empezó a notar mucho escozor en la zona de su vagina. Instintivamente, bajó sus manos para tocarla. Estaba totalmente depilada, no había rastro de pelo, pero la irritación le ardía, por más que intentara tocar esa zona con sus manos.

La esteticista se agachó y se acercó a su cara, empezó a acariciarle las mejillas y limpiar sus lágrimas mientras le hablaba prácticamente en susurros.

-Siento el mal rato que has pasado. Ya ha terminado, ¿me dejas que te dé un masaje con crema hidratante? Verás cómo te calma el picor.

Alicia asintió.

-Date la vuelta por favor.

Marta se quitó los guantes y se acercó a una mesa donde tenía un bote de crema. La echó directamente sobre las piernas de la chica y empezó a masajearlas. Lo hizo despacio, sin prisa. Poco a poco fue subiendo por las piernas, mientras no podía evitar quitar la vista sobre el cuerpo desnudo de Alicia.

Esta vez la sensación era diferente, a Alicia le subieron las pulsaciones, pero no por miedo, sino por placer. Era algo nuevo para ella, la primera vez que le pasaba esto, pero estaba empezando a excitarse con el masaje.

-Abre las piernas.

Volvió a coger la crema y la empezó a repartir por la entrepierna de la chica, que ya gemía sin control. Notó como se humedecía su entrepierna, mientras las manos no se detenían. Muy despacio, empezó a deslizar sus dedos en la abertura de la chica, pero ésta se incorporó y le sujetó la mano.

-No por favor, soy virgen.

-Pues así no te puedes quedar, vuelve a ponerte a cuatro patas.

Alicia ofreció su culo a Marta, que repitió el masaje con la crema en los alrededores de su ano. Esta vez sí, muy despacio introdujo su dedo en el ano de Alicia que pedía más. La penetró, primero con un dedo lubricado y poco después con dos. Esta vez los gritos eran de placer. Alicia estaba experimentando algo totalmente desconocido para ella, pero no podía disfrutarlo más. Se pellizcaba los pezones, totalmente excitados. Mientras introducía los dedos, Marta estimulaba con la otra mano el clítoris de Alicia, que temblaba, ahora de placer.

No hizo falta mucho más, Alicia alcanzó un brutal orgasmo. Su primer orgasmo. Los gemidos debieron de llegar hasta la calle, pero le daba igual. Volvió a rendirse, bocabajo en la camilla, pero muy diferente a como lo fue antes. Le costó varios minutos reponerse y recuperar el aliento. Cuando lo consiguió, se dio la vuelta y miró a Marta, que le sonreía. Ambas habían pasado la mejor tarde de sus vidas.

-Gracias por esta depilación tan profesional, Marta.

-Gracias a ti Alicia, espero que se haya pasado el dolor…

-Por supuesto, ¿nos vemos pronto?

-Claro, pero la próxima te toca a ti darme el masaje…

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