Lucrecia, una profesora de danza, daba un taller en una casona antigua, en medio de un valle en la provincia de Córdoba.
Mientras ella desarrollaba su tarea todos los martes, un grupo de personas talle baja realizaban diferentes tareas de mantención, carpintería, plomería, herrería, pintura y todo lo concerniente a la fontanería.
Ella era una mujer alta curvilínea de grandes pechos y con una mala costumbre, según sus compañeras, de no utilizar ropa interior bajo su guardapolvo blanco, que era su traje de trabajo.
En ciertas ocasiones y según la luz del día, se transparentaba ese guardapolvo mas que otras veces, se sentaba debajo de un árbol para refrescarse en los días de calor, flexionaba y extendía sus piernas, con toda la necesidad de sentir la brisa en su vulva suave humedad y prolijamente rasurada, un día se le ocurrió girar su cuerpo hacia el lugar donde los hombres pequeños realizaban sus tareas habituales, cerraba los ojos, porque de alguna forma sentía vergüenza de un deseo que empezaba a fortalecerse semana a semana.
Los hombres eran siete, y ellos estaban seguros de que esa profesora tenía un extraño deseo relacionado con su condición, ser devotee es algo que tarde o temprano se nota y mucho…
Lucrecia no sabía que le ocurría, hasta que Octavio, uno de los siete, sé acerca uno de esos días donde ella hacía esa especie de ritual donde les mostraba la conchita.
Él le dice:
-Hola Lucrecia
Ella lo saluda, le pregunta su nombre y su edad y él le responde agregando, tengo 24 años y mi pija tiene el mismo número de centímetros.
Ella, lejos de ofenderse, siente un cosquilleo en los pezones, cierra los ojos, moja sus labios y sin que nadie en la casa lo note, se abre el guardapolvo y Octavio comienza a lamerlos y succionarlos…
Él le dice:
– Que gran perra sos
Chupa, lame, agarra esas tetas y se sumerge en ellos, se electa y ella lo masturba.
Octavio se corre, corre la verga y le dice que si quiere lechita, el sábado siguiente venga a la casona vestida de Blanca Nieves tipo media noche y entre por la ventana.
Ella desesperada le chupa la pija y él le insiste con que le dará leche el sábado, ella se levanta y se va.
El sábado Lucrecia cumple y entra vestida de Blanca Nieves, todo estaba oscuro, y ella dice el nombre del hombrecillo, Octavio aparece completamente desnudo y ella se abalanzó inmediatamente sobre su gran pija dura, él le coge la boca y e le pide taparle los ojos, ella accede.
Inmediatamente van apareciendo uno a uno los otros hombrecillos y Octavio les hace seña que se pajeen cerca de Lucrecia.
Luego él la pone en cuatro y mientras le hace el culo le pregunta en medio de la cogida, si le gustaría chupar pijas mientras él la coge, ella gritando le dice, si hijo de puta, quiero todas las pijas de tu grupo, Octavio le insiste, Lucrecia se quita la venda y ve a los otros seis con pijas paradas de todos los tamaños enormes y se enloquece.
En pocos segundos cada uno se ocupó de cogerla por todos lados, ella tenía bocas, huevos, pijas, dedos, lenguas por todo su cuerpo.
La llevan a la mesa y todos la hacen gozar, Lucrecia les pide que se le suban y tres le metan pijas en la boca y los otro cuatro que se ocupen de su concha y culo.
Doble y triple penetración, el culo se dilataba y le meterían de a dos vergas, Lucrecia nunca pensó en sentir tanto placer.
Octavio dirigía la gang bang, y Lucrecia deseaba ser bañada de leche.
Se ponen de acuerdo y comienzan a acabar por todo el cuerpo de Lucrecia, un bukkake perfecto…
Desde ese día Lucrecia sería Blanca Nieves cada quince días en la casona del valle de Córdoba…