Gerardo me dijo que no diría nada, que todo quedaba entre nosotros; yo estaba muy nervioso pero ya estaba ahí, con él sin toalla, con la verga semiparada ¿Cómo la tenía? Seguramente se lo están preguntando. Gerardo mide 1,82, es de tez morena clara (más claro que moreno), hizo un poco de gym hace tiempo y los brazos hermosos semimarcados que tiene, son lo que enmarca su cuerpo delgado, además. Su zona púbica es recortada, si bien no se rasura completamente se ve que mantiene el pasto bien podado en ese camino. Nunca me imaginé que la tendría así; su pene es moreno claro, grueso, no es nada delgado como pensé, bien dicen que flaco desnalgado, vergón asegurado. Comienza grueso desde el tronco, y unos 17 centímetros después comienza su cabeza peniana, medio descubierta cuando está semiparada, es color tirando a rosa claro y de un gran tamaño, ovalada como si tuviera a propósito la forma perfecta para dar las estocadas que tanto nos gustan.
Gerardo se acercó y me dijo, jálamela, sin titubear y ya metido en esa situación, se la agarré sin miedo, estaba caliente, muy caliente… lo miré como cuando miran en las películas porno antes de darle la mamada de su vida. Me dijo que no tardara porque pronto estarían llamándolo para la fiesta. Me lo metí a la boca, no se la jalé y me dijo, órale primo tu no te andas con mamadas, síguele pues. Ya la había mamado muchas veces antes, no me iba a impresionar esta vez. Me metí primero la cabeza a la boca, vi como hizo su cara hacia arriba, se tiró por completo a la cama, se terminó de quitar el bóxer y se puso una almohada en la cara; comencé a reirme al tiempo de preguntarle si algo estaba mal, y me dijo que no preguntara más y que terminara lo que empecé.
Acariciaba sus bolas semipeludas mientras se la mamaba con mucha delicadeza, comenzando desde la cabeza hasta el tronco; sí me entraba toda y en momentos sentía arcadas en la garganta; posteriormente él mismo comenzó a empujarme la cabeza para que me la comiera toda. A la mitad de la mamada, abrió las piernas y me las puso en la espalda, me bajó la cabeza a sus testículos y comencé a lamerlos; se retorcía a tal grado que comenzó a chaquetearse, se descubrió la cara y me dijo, ¿Seguro que nunca te han cogido? y le reiteré que no, volvió a ponerse la almohada en la cara y a gemir como un loco. Yo me metía sus testículos a la boca y dentro movía la lengua de forma circular, como si chupara un dulce delicioso. El olor era mínimo, pero olía a hombre, olía a él, a eso que siempre me había imaginado. No podía creer que el sueño de mi vida se estaba haciendo por fin realidad. Mientras él mismo se la jalaba, yo comencé a besarle las piernas, la entrepierna la lamía como si mi deseo fuera quitarle todo el sabor que tenía; me dijo que estaba cerca y le dije que yo quería ser el que lo hiciera venir.
Me dijo "estás loco, primo" (no somos primos, pero así se dicen entre los heterosexuales; asumía que ahora era yo su "bro"). Le quité la mano, y me metí su pene en la boca, se quitó la almohada y me dijo "sigue así primo, estás muy loco". Seguí masajeándole la verga con mi mano derecha, y con la izquierda acariciaba sus testículos hermosos y grandes, mientras que con la boca buscaba que fuera yo la mejor mamada de su vida. Continué por pocos minutos más, me la saqué de la boca y explotó su venoso miembro fuera de ella; no dejé pasar nada más de tiempo y me la regresé a la boca porque es ahí donde tenía que dejar su leche, no afuera. Siguió viniéndose y me la dejó chorreando en la boca. No voy a negar que la saboreé, era lo máximo, no podía creer lo que estaba pasando. Y bueno, el resto que quedó en su abdomen lo lamí con cierto detenimiento, de abajo hacia arriba; hasta no dejar rastro. Él lo único que hacía era reírse y me decía repetidamente, "¡primo que buena mamada! jajaja, te juro que me diste una buena mamada". Siguió riéndose hasta que vio que tenía abierta la boca llena de semen; nuevamente me puse muy nervioso porque no sabía qué hacer. No quería que pensara que de verdad me estaba volviendo loco, pero tampoco podía esconder la sorpresa que me había llevado. Lo miré y me lo tragué y comencé a reírme también con él, nos reímos un buen rato. No hubo arrumacos, no hubo abrazos, no hubo besos.
Soñaba desde que comencé a mamarla, que el final sería de película, como video de Taylor Swift, donde la protagonista acaba en los brazos de Scott Eastwood al final del cortometraje; pero no fue así. Cada uno de un lado de la cama, descansando platicamos de la relación que teníamos desde hacía muchos años atrás. Me dijo que siempre le caí muy bien y que jamás se imaginó estar en esta situación conmigo, pero que no se arrepentía, además de que habíamos con esto afianzado una buena relación.
Ya por el final de la charla, le pregunté si alguna vez lo había hecho y me dijo muy honestamente que jamás siquiera lo había pensado. Pero que la confianza conmigo y el coqueteo, porque así lo tomó cuando lo metí a mis mejores amigos de Instagram, lo habían hecho replantear que no sería mala idea intentar con alguien de confianza y me aclaró que no volvería a pasar ni conmigo ni con nadie.
Nos levantamos de la cama, me puse la ropa y me dio una nalgada cuando tenía el bóxer abajo y mientras lo subía, al tiempo de decirme nuevamente "primo, estamos bien locos".
Me vestí, le di la mano, me dio un fuerte abrazo y me dijo, no andes haciendo esto con todos, canijo y cuídate mucho. Sonreí, para mí, todo lo anterior había sido parte de un increíble sueño, pero no lo era, no lo fue; era parte de mi nueva realidad. ¿Pasó de nuevo? digamos que estoy en sus mejores amigos de Instagram y va seguido al gym, le sigo reaccionando a sus historias con fuego y sólo les da like. No pasó de nuevo, pero es algo que jamás olvidaré.
Nos leemos en la siguiente historia, cuando les cuente "la primera vez que mamé una verga".
Hasta la próxima. Si gustan, dejen sus Instagram en comentarios y posiblemente los siga.