Cuando miré por segunda vez, me percaté del bastón blanco. La señora retomó su sentido de marcha, caminó hasta el borde de la acera y esperó. Parecía como aturdida aunque no asustada. El tránsito de coches era intenso. Algunos transeúntes se pararon a su lado sin prestarle atención. Cuando el semáforo dio paso, todos se fueron e incluso algunos se la chocaron en el afán de avanzar. Ella no atinó a avanzar. Esperó. Opté entonces por acercarme. Le dije que estuviera tranquila, que ya cruzaríamos. Rocé la mano que sostenía el bastón y ella sonrió con los ojos abiertos como mirando a la distancia. Cuando se pudo cruzar, apoyé mi mano es su cintura para animarla a caminar. Cruzamos sin inconvenientes.
-Gracias. No me pasa esto de marearme. Solo que de pronto me sentí aturdida por el ruido del tránsito y preferí esperar. Percibí mucha gente a mi lado. Solo cuando sentí el roce de tu mano supe que eras de confiar!
-De verdad?
-Sí, claro… una desarrolla otros sentidos para “ver” sin valerse de los ojos… Me dejas caminar tomando tu brazo y ya puedo determinar cómo es tu físico…
-Evidentemente debo ser de confiar… se ha soltado así como así a conversar conmigo y hace dos minutos ni me conocía!
-Ja-ja… es cierto. La verdad no salí de mi casa por nada especial… simplemente a escuchar sonidos y a sentir a las personas cerca… Me aturdí un poco -cosa que no suele sucederme- y apareciste tú…
-Casualidades de la vida. Tampoco suelo caminar mucho por estas calles o por estas aceras, mejor dicho…
-Me alegra que justo hoy haya sido así! Justo el día que me “mareo”…
-Bueno, gracias… fue un gusto ayudarla!
-Estás apurado?
– Ni tanto ni tan poco, sinceramente…
-Bueno, bueno… no me perdonaría demorarte… me llamo Eloísa.
-Gerónimo… mucho gusto!
-Gerónimo… de verdad no es mi intención demorar tu marcha. Me agrada hablar contigo pero no forzadamente…
-No hay problema. No tengo nada tan urgente por hacer…
-Te creo… pero si quieres te llevas mi número de teléfono y si en algún momento te acuerdas y quieres charlar, me llamas… Y te dejo seguir. Yo ya me arreglo sola!
-Sí, claro… Será un gusto!
Intercambiamos número telefónicos, nos despedimos y caminamos uno para cada lado. Decidí cruzar la calle y desde allí la observé caminar. Ya no dudaba y el andar era más firme. Recién me percaté que llevaba ropa de oficinista o algo así. Saco entallado y pantalón más suelto. Una buena figura de señora cuarentona y elegante.
Acaso una semana más tarde, mi teléfono anunció la entrada de un mensaje: “Si caminas hoy por la misma calle y a la misma hora, quizás nos encontremos. Eloísa”. Recordé que aquel encuentro había tenido lugar cerca de las 5 de la tarde y le respondí: “Trataré de llegar a esa hora”.
La encontré caminando tranquilamente y la observé desde lejos. Realmente tenía buena figura. Me fui acercando despacio.
-¿Cómo se las ingenia para estar tan elegante?
Sonrió a escucharme. –Gracias. Son años!
-No me parece que tantos…
-Muy gentil. Gracias!
-La invito a sentarnos. En un bar que hay por aquí o simplemente en la plaza.
-Gracias. Prefiero la plaza… no deseo encerrarme!
Me daba lo mismo. Solo quería conocerla. Conocer detalles de su vida. De cómo era su rutina y las habilidades que desarrollaba para suplir la falta de visión.
La acompañé hasta un banco y nos sentamos. Era una tarde tranquila y agradable.
-Me equivoco si pienso que tienes menos de treinta? -dijo
-No. Algo más de veinticinco… ¿Cómo lo sabe?
-Bueno… por tu voz. Aunque no solo eso. También tu caminar.
-Pero si no…
-Ya… no puedo verte pero puedo escuchar como suenan tus pasos… Son enérgicos!
Tuvimos una hermosa charla y terminé aprendiendo muchas cosas. Conociendo el mundo de Eloísa… que finalmente no parecía tan sombrío y oscuro. Los temas se sucedieron y el tiempo transcurrió. Se hizo de noche y supuse que ella no lo notaba…
-Debe ser ya cerca de la hora 21, dijo.
Miré el reloj y le dije que eran las 20:50
-¿Cómo lo sabe?
-Mi cuerpo lo registra. Me he habituado a sentir el cambio de temperatura o el no sentir el sol en la piel. Además mi mente parece que registra el rato transcurrido desde que cae la tarde, por ejemplo… Tengo reloj pero lo uso muy específicamente.
-Me parece fascinante!
-Gracias… Si estás dispuesto a tener otro encuentro y otra charla, te propongo que dejemos tema para entonces. Ahora debo ir a casa. Es hora de descansar…
-La acompaño!
-Como quieras!
Nos fuimos caminando lentamente. Me dijo que trabajaba como telefonista en una empresa y que estaba muy a gusto. Por supuesto, contaba con una consola adaptada.
Nos despedimos en la puerta de su casa, con la promesa de volver a encontrarnos.
Y nos encontramos… Cuatro o cinco días después recibí su mensaje y fui hasta la misma plaza. La encontré sentada en el mismo banco.
-Hola, Eloísa…
-Hola Gerónimo… cómo has estado?
-Bien, gracias. Y usted?
-Como de costumbre. Trabajando y luego en mi casa…
Enseguida nos envolvimos en la charla que cada vez ahondaba en nuestras vidas. O acaso más en la de ella. Supe que no era casada. Que había podido comprase esa casita y estaba encantada con eso. Vivía sola aunque solía recibir amigas que le brindaban compañía. Algunas hasta se quedaban por una noche o incluso un par de días.
-He tenido novios e incluso tal vez hubiera podido casarme. Pero preferí permanecer soltera…
-Está aún a tiempo. Es joven…
-Ja!… gracias. Quizás no, pero ya para contraer matrimonio, no…
Permanecimos un par de horas muy conversadas, hasta que cayó la tarde.
-Mañana es sábado y ya no trabajo… y tú?
-Tampoco… hoy he terminado mi semana laboral.
-Te invito a mi casa. Tengo comida, algo de beber y podemos seguir conversando.
-Pues… por mí no hay inconveniente! Solo que no quisiera abusar…
-Para nada… yo invito! Pues entonces andemos!
Su casa era sencilla y ordenada. Todo al alcance de la mano.
Después de cenar, seguimos hablando (si es que en algún momento paramos) y en un momento dado, los vericuetos de la charla me llevaron a preguntarle cómo vivía el tema del erotismo. Sintetizando, resumiendo y para no darle demasiadas vueltas, tendió su mano para tocarme la cara. Fue una caricia suave y delicada. Después todo se precipitó.
-Si estás dispuesto te lo explicaré… de la manera más práctica y resumida. Estoy dispuesta a dar el paso y obvio no hay vuelta atrás…
-Por favor, hágalo…
-Tutéame!
-Hazlo…
En el sexo, su tacto, su olfato y el gusto eran sustitutos de la vista. Su camino al erotismo. Se mantuvo vestida pero me pidió que me desnudara. Me fue explorando y la dejé hacer. Palpó todo mi rostro, luego mi cuello, mis hombros, tórax y espalda hasta llegar a palparme las nalgas para venir hacia adelante y estacionarse en mi verga. La descapulló, acarició e insinuó una lenta masturbación. Sopesó mis huevos mientras hacía gestos de aprobación y deseo. Tan cerca estábamos que nuestras respiraciones se entrecruzaban. Mis manos se apoyaban en su talle y le acariciaba las caderas. Después acaricié aquellas tetas tentadoras. Se fue agachando para sentarse en el borde de la cama y quedar cara a cara con mi pija. Sus dedos la recorrieron una y otra vez, desde el tronco hasta el frenillo, haciendo fluir la sangre para que entrara en erección. Después su lengua vino al encuentro. La lamida suave y larga trajo a mi miembro la dureza que le faltaba. Me la estuvo chupando y lamiendo durante varios minutos, hasta que me pidió que le quitara la ropa. Delicadamente la empujé hacia atrás e hice que se acostara. Desabroché los pantalones para deslizarlos lentamente hacia sus tobillos. Los calzones apenas contenían ese pubis prominente. Después fui por la camiseta y sus tetas libres fueron una tentación, por lo que me acerqué a besarlas. Me dejó hacer. Hermosas y firmes mamas! Mientras bajaba besándole el vientre, mi mano iba deslizando el calzón por los muslos y hasta la rodilla. Se los terminé de quitar para separar sus muslos y acercarme para lamer su sexo. Lenta y pausadamente le fui haciendo una tarea bucal y lingual que surtió el efecto deseado. Sus ojos abiertos estaban en blanco, pero luego los cerró mientras suspiraba. Después viajé por su cuerpo, desde el cuello hasta los pies. Primero por delante y luego, haciéndola darse la vuelta, lamí toda su espalda, las nalgas, las piernas… todo en un baño de lengua que celebró con suspiros y gemiditos. Para último dejé su ojete. Recorrí la hendidura de arriba abajo con la lengua. Le separé las nalgas para lamerle suavemente el ano. Lo disfrutaba y levantaba la cola pidiendo más. Estiré un poco más los cachetes con ambas manos y el ano se entreabrió para recibir la punta de mi lengua en un sin número de acariciantes lamidas.
-Eso estuvo genial… ahora recuéstate y deja que te chupe otra vez… me dijo
Lo hizo con una suavidad y delicadeza extraordinarias. Sus labios y su lengua me acariciaron la verga incansablemente.
-Disculpa… solo me disgusta que me acaben en la boca. Lo siento. Es algo que nunca pude superar…
-No te preocupes. Ya lo que me estás brindando me da mucho placer. Déjalo, quiero cogerte!
Sonrió y se dejó caer boca arriba. La monté para hacerle jugar el glande en la entrada de la vagina. La acomodé, empujé y entré. Realmente era una concha madurita deliciosa. Empecé a subir y bajar, a entrar y salir, a cogerla lenta y sostenidamente. Se arqueaba para venir al encuentro de mis penetraciones. Nos fuimos acoplando para gozar de maravillas! Besaba su boca, sus ojos cerrados y su cuello hasta sus pechos duros. Su respiración se agitaba en excitados jadeos.
-Cógeme más fuerte… siento que voy a acabar y necesito ese orgasmo!
Aceleré el ritmo en profundos golpes de pija. Cada vez más rápido. Tanto que presentí mi leche presta a saltar desde mis huevos. Hasta que maravillosamente coincidimos para sacudirnos en espasmos descontrolados y calientes.
-Aaaah… Me encantó!
Me quite de encima para reposar a su lado, hasta que nuestras respiraciones se fueron tranquilizando.
Volvieron las caricias y los abrazos. Mi verga repuesta jugueteaba entre sus manos. Las mías jugaban con sus tetas, excitándola.
Cuando todo tomó el calor adecuado, nos dispusimos nuevamente a coger.
-Quiero montarte, me dijo…
-Por favor… hazlo de reversa. Quiero verte de espaldas.
A tientas reconoció mi cuerpo para acomodarse a horcajas sobre mí. Tomó mi verga y la orientó hasta la entrada de su sexo húmedo. Después bajó para introducirla toda y lo celebró con un hondo suspiro. Comenzó a subir y bajar lentamente, bamboleando ese par de imponentes nalgas entreabiertas y mostrando el tentador agujerito apretado. Fui con mi dedo para acariciarlo y Eloisa se detuvo. Aproveché para mojar el dedo medio con los jugos que bajaban de su concha hasta el tronco de mi verga. Ella volvió a la rutina en tanto yo unté mi dedo lubricado en el ojete. Acompañaba sus movimientos, frotándole el ano hasta que pude insinuar una penetración. Seguí jugando para lograr que el culo se le humedeciera, hasta que logré vencer la resistencia del anillo carneo y entrar en su culo.
-Me gusta… lo tengo muy sensible!
-Tienes una cola muy bonita…!
-Gracias!
El juego continuó y cada vez más frenético. Subía y bajaba por mi verga en tanto le masturbaba el ojete con mi dedo largo. Se meneaba de puro gusto. Mi dedo medio le hurgaba el interior, masajeando cada vez más profundo.
-Agrega un dedo y ábreme más, dijo.
Puse le índice a la par del medio y la cosa ganó grosor. Ya no hice otra cosa que dejarlos quietos y tiesos. Ella siguió cogiéndome la verga y masturbando su culo con mis garfios. Estaba totalmente excitada y gozando con la concha ocupada y el culo abierto.
-Voy a hacer algo que nunca hice, exclamó…
Se alzó para desclavarse de mi pija y mis dedos. Trajo una mano atrás, me tomó el tallo y lo orientó a su ano. Después simplemente se dejó caer sentada para penetrarse el orto y comerse mi verga hasta el fondo. Suspiró hondo y se detuvo. Luego fue subiendo lentamente hasta dejar solo el glande adentro y volver a bajar. Lo hizo una y otra vez, meneado la cola para frotarse bien adentro. La mano derecha fue adelante y supe que se masturbaba. En poco minutos más fue un verdadero torbellino, subiendo y bajando para cogerse el culo. Después se sentó en mis pendejos, se movió hacia atrás y adelante mientras su mano se movía frenética ahí adelante. Ella misma se provocó un muy intenso orgasmo que la aflojó toda. Nos tiramos de costado y quedé con mi pija adentro aún dura. No necesité moverme mucho más para derramarle toda la leche allá adentro, disfrutando de ese culo palpitante.
Acaso porque el esfínter me oprimía el tronco de la verga, lo cierto es que perdí poca dureza. Así que aproveché para seguir lentamente el vaivén anal. Ya no tan urgido por haber acabado y aprovechando la lubricación de mi propia leche, la seguí cogiendo. Iba y venía despacio y sin apuro, haciéndole sentir cada centímetro de pija que escurría en su interior. La sentía y me lo demostraba con gemidos y meneos de cintura para invitarme a más… para pedir más. No estaba incómodo con la posición de costado, pero quise tenerla más dominada y sumisa para penetrarla mejor. Así que la invité a incorporarse para adoptar la pose “perrito”. Fue increíble, pero lo logramos sin que tuviera yo que salir de ella. La sujeté con firmeza por las caderas y fui con mi verga hasta el fondo de su ser. Una y otra vez, entrando y saliendo.
-Ay, si… así, así… cógeme fuerte!!!
Eso pidió y eso tuvo. Me excitaba cada vez más, viendo mi verga entrar y salir, abriéndole el ojete ya acostumbrado a las penetraciones, pero enfundando y acariciando el falo que lo invadía. Eloísa arqueaba su cuerpo para hacer más efectivas mis embestidas. Mi mano bajó hasta su entrepierna para acariciar, para excitarle la concha. Tanta masturbación y tanta cogida anal volvieron a ponerla de cara al éxtasis. El nuevo orgasmo fue como un rayo que la sacudió entera. Soltó todas sus energías y se derrumbó en la cama, bajo el peso de mi cuerpo. Sus nalgas se cerraron para dejarme la verga aprisionada y henchida. El ojete apretado me exprimió y luego de escasos movimientos acabé nuevamente en su interior. Después reinó la quietud y nos quedamos dormidos. Ya era sábado. Despertamos, desayunamos y volvimos a coger.
-Te prometo que el domingo me iré temprano para que descanses, le dije y nos echamos a reír!