Un día de esos cualquiera, luego de evadir unas cuantas Llamadas al teléfono de la casa, para evitar vendedores indeseados; Por fin contesté y vaya suerte la mía. Luego de un inesperado escándalo “A lo cubano” por no contestar antes, reconocí la voz de Pedrito, que según decía, pensaba en nosotros hacia como 3 días y quería hacernos la visita con Vicente su compinche. En realidad, todos deseábamos vernos pues desde que nos mudamos separados, no nos habíamos reunido. Lo consulté con Yovany y decidimos que la visita se efectuara el sábado. Acordamos en que ellos traerían cerveza. Nosotros pondríamos Pizza y mi Bacardí para el que quisiera, este último no podía faltar, al menos para mí. Yovany me juró que no les había comentado nada sobre nosotros y yo le pedí de favor que lo mantuviera en secreto. Ellos siempre actúan de forma muy normal, me dijo; Como cuando veníamos en el barco o como cuando vivíamos juntos los cinco reafirmó, refiriéndose al quinto amigo Julio que según Yovany era o tonto o zorro porque no mostraba señales de saber nada. En realidad, era una estupidez seguir manteniendo el secreto; Pero yo todavía lo consideraba algo importante.
Llegó por fin el tan esperado sábado y aprovechamos temprano para hacer algunas cosas y que el apartamento quedara lo más presentable posible. Los olores a sudor me habían comenzado a provocar morbo después del incidente de la playa; Así que lo único que tuve que hacer fue acercarme a Yovani, respirar el aire intoxicado de hormonas masculinas y tocarle una nalga, para que me calentara como un horno. No hay tiempo, me dijo, vete a la ducha y después de la visita te complazco si quieres o prefieres que nos agarren en plena faena, tú eliges. Me fui a la ducha a refrescarme. Minutos después llegaron los invitados, Yovany todavía se estaba terminando de bañar; Se aparecieron, como era de esperar, con variedad de cervezas de botella bien frías a lo que yo aproveché y me abrí una, la faena de la limpieza lo merecía, al mismo tiempo que abría dos más para los tan esperados amigos.
Después de los respectivos cuentos correspondientes al tiempo que hacía que no nos veíamos, nos dimos cuenta de que habían pasado casi 3 horas y las cervezas se habían agotado casi del todo. A mi botella apenas le faltaba solo un tanto porque era yo solo contra ella. Yo, hacía rato observaba a los compadres sentados en el sofá y, de verdad actuaban normal, me daba mucho morbo aquello, así que no les quitaba la vista de encima ni un momento; Podía imaginarme cualquier cosa menos a aquellos dos machazos singando en una cama. Pedrito "El loco”, como le decíamos, no había cambiado mucho. Su misma cara de loco, sus muecas nerviosas y su cabeza casi rapada como de costumbre. Era ese el motivo por el cual le llamábamos así, ah y sus acciones, por eso se sabía que en realidad tenía un tornillo flojo. Tenía obsesión por las apuestas, y el muy dichoso, siempre tenía suerte. Su piel era blanca, bien delgado y su cuerpo marcado por los músculos de la lucha libre pero muy ligeramente. No tenía pelos en el pecho ni protuberancia alguna en la parte trasera, sin embargo, su entrepierna revelaba un buen bulto que estoy seguro, siempre había tenido. Era lo que pudiéramos llamar un flaco todo desbaratado pero sabroso. En cambio, Vicente era de espaldas y cintura anchas, típico gordito con músculos, también formados por el deporte. Le llamábamos "Tamal” porque en verdad parecía un verdadero tamal con su trusa cuando era un muchachón. Se le notaba que había engordado unas libritas, Miami, la comida y la cerveza le habían aumentado aquella barriguita cómica que siempre tuvo, pero no estaba nada mal; Siempre tuvo buen trasero así que ahora le quedaba mejor. Su parte delantera estaba por descubrir, uno no sabe nunca lo que se puede encontrar debajo del calzoncillo de un gordito. Su piel era tostada como la mía y parecía tener ascendencia de libanés en alguna generación lejana. Tenía pelo negro y ojos almendrados, nariz roma, y unos pelitos negros enrolados que le cubrían la mayor parte de su cuerpo.
Después del tiempo que habíamos pasado hablando mierda, como buenos cubanos, y bajando cervezas. El loco se ofreció a ir a buscar más combustible mientras llegaban las pizzas que yo había ordenado. ¡Mejor bajamos el Bacardí caballero! Grité yo y les ensené mi botella casi nueva. Entre la mezcla de bebidas y las risas, el ambiente mejoró. Por lo menos para mí que estaba tan preocupado y tenso, era una tontería mía, nada, cosas de primerizo. Al rato llegó el chico de las pizzas y los dos anfitriones corrimos al unísono a buscar dinero, ahí tuve la oportunidad, de confesarle a Yovany que no se me quitaba de la cabeza la idea de hacerle el amor, aprovechó para, maquiavélicamente rozar su mano por la portañuela de mi short y despertar aquel monstruo dormido.
Salió corriendo, con una sonrisa pícara y me dejó con mi carpa de circo a medio armar. Caminé por la habitación, esperando que se bajara aquello, y aun de espaldas sentí que me volvieron a acariciar, esta vez mis nalgas, cerré mis ojos, para disfrutar del breve momento, mientras sus manos terminaban nuevamente en mi portañuela y estrujaban mi pinga con fuerza insistentemente varias veces. Me volteé bruscamente y abrí los ojos, tratando de besar su boca, al mismo tiempo que susurraba: Cuidado que nos van a ver. Me encontré entonces frente a frente, con Vicente, que había tenido el cuidado de no rozar su cuerpo para no revelar su identidad. Estaba tan caliente, que no me importó que me descubriera al fin. Yo solo vine a hacerte la vieja broma que tanto odiabas de tocarte las nalgas, dijo él y lo que hiciste fue cerrar los ojos y dejar que te tocara todo. No me hagas caso, es que estoy borracho, le dije. Lo tomé bruscamente por el cuello de la camisa y le afirmé: ¡Eso quedo entre nosotros dos, me oíste!, y salí disparado a la cocina, ya si erección alguna a causa del nerviosismo, nuestro amigo se fue al baño.
Me incorporé al grupo sin decir una palabra, instantes después llegó Vicente. Pasaron unos minutos de silencio hasta que Pedrito habló: ¡Caballero, o las pizzas están muy buenas o aquí pasa algo! Estos dos vinieron muy callados del cuarto dijo él. Yovany tosió como quien se atraganta con la pizza. Es que le toqué las nalgas y se puso bravo, dijo Vicente. ¡señores estamos en los Estados Unidos! aquí los peloteros se dan nalgadas y los futbolistas se tratan de señorita, le oí decir a Pedrito nuevamente. ¿Cerveza o Cuba Libre? pregunté yo para disimular el tema. ¿Dónde está el abridor? Se me oyó decir y acto seguido vi al loco sacando un billete de 50 dólares y poniéndolos encima de la mesa. Apuesto estos 50 dólares a que tú no sacas el abridor de donde lo tengo, me dijo en tono desafiante, y señaló su bulto. Y yo pongo 20 mas dijo Vicente. Yovany solamente quedó perplejo. Me entró la cosquillita de la curiosidad, pero no podía pensar muy claro con tanto alcohol. Así que decidí hacerme el infeliz en quiebra y les dije: Si veo 40 dólares más encima de la mesa te lo saco de donde lo tienes, y con los dientes. Era más excitante el morbo que el dinero, pero había que disimular. ¡Aquí están! gritó Vicente. Me arrodillé enfrente de Pedrito y le zafé el botón del short mientras mis dos restantes amigos me hacían bulla y burlas, luego con mis dos manos en la espalda le bajé el zipper con mis dientes y dejé que la prenda corriera piernas abajo. Lucía un calzoncillo barato, pero nuevo y limpio. Luego tomé el elástico con fuerza, muy sensualmente a un lado de su cadera y lo arrastre pierna abajo pasando mi nariz y mis labios desde su cintura hasta el muslo, repetí la misma operación del otro lado, dejándolo completamente desnudo y con aquel enorme trozo delante de mis narices; Que, con el morbo y mi sensualidad, estaba casi parado por completo. Era bien largo como de 10 pulgadas y delgado como él. Su cabeza era pequeña, rosada y se veía deliciosa. Ahí tomé el abridor que había caído al piso y me apresuré a abrir una cerveza con el mismo. Pasé mi lengua muy descaradamente por todo el borde de la botella y me introduje el pico de esta varias veces en la boca como quien mama una buena pinga, hecho todo esto ante los atónitos ojos de los espectadores, me di un largo buche. Pedrito, se me acercó totalmente desnudo y sin pudor alguno y me pidió compartir la cerveza con él. Mi respuesta fue acomodar la cerveza dentro de mi calzoncillo y dar un palmazo encima de los billetes. Se apresuró a toquetearme todo, mientras Yovany y Vicente no podían más y se sacaban mutuamente sus shorts, quedando con todo al aire.
El loco, primeramente, me quitó el short y luego sacó la botella que con el frio, me había bajado la erección. Por último, me haló el elástico hacia delante y vertió cerveza dentro, mojando mi pinga y la tela. Después se dedicó a chupar, de mi calzoncillo tan preciado líquido. Metiéndose con la tela, mi pinga mojada una y otra vez. Entre tanto Vicente metía su pinga en la boca de Yovany que al pobre no le cabía casi de ancho, debido a lo gorda y cabezona que era. Al parecer no era lo que yo esperaba de la visita, pero creo que el resto del grupo lo tenía todo planeado. Ellos en el sofá y nosotros en la cocina. Entretanto mientras mi pinga resbalaba por la garganta del flaco, éste me acariciaba las nalgas e intentaba meterme el dedo. Le saqué repetidamente el dedo de mi culo, hasta que lo ayudé a incorporarse mientras le susurraba al oído: Por delante, lo que tú quieras, pero por ahí detrás, no se te ha perdido nada; Metí mi pinga entre sus piernas y mis manos buscaron golosamente sus nalgas o, mejor dicho, donde le iban a salir, las abrí y comencé a jugar con su orificio. Lo besé con deseo, tratando de meter bien mi lengua dentro de su boca, que me correspondía con tiernas mordidas en los labios. Luego lo posicioné de espaldas contra la otra parejita para husmear que pasaba al otro lado, y me quedé sin habla al ver cómo, mientras yo disfrutaba de Pedrito, Yovany cabalgaba como todo un experto jinete encima de Vicente. Vamos para allá, le dije. Nos acomodamos en el amplio sofá, no sin antes jugar con nuestros amigos que gritaban como dos verdaderos dementes. Luego, posicioné a Pedrito de rodillas encima del sofá y me agaché para poder disfrutar de su orificio, rosadito y medio abierto. Quedé justo al lado de yovany que subía, gemía, y bajaba sin parar, mientras mi lengua se deleitaba con aquel delicioso culo, mis manos jugueteaban con todo lo que encontraban alrededor, incluyendo los testículos de Vicente, la espalda de Yonvany, y su pinga, que estaba húmeda y deliciosa. Por último, me senté al lado de Vicente, en la misma posición, echado un poco hacia adelante y las piernas abiertas e hice al flaco que se clavara despacio en mi erecto miembro que no dejaba de soltar líquido a chorros.
El olor a macho era indescriptible, los gemidos, el sudor, el éxtasis, la lujuria, la locura, el deseo, la pasión. Era la combinación perfecta. Me sentía en el paraíso. Lo que nunca me había imaginado. Mis manos quedaron libres nuevamente, estaba justo al lado de Vicente y busqué su boca con la mía ansiosamente, mientras toqueteaba con una mano la pinga de mi flaco que tenía el culo tan sabroso y caliente como mi cómplice de las secretas y apasionadas noches de placer. Con la otra comencé a pajear a Yovany, que se retorcía al tiempo que él besaba a Pedrito. "El Loco" movía la cintura con tanta sabrosura que me tenía descontrolado y apretaba su esfínter tan expertamente que tuve que controlar el ritmo de sus huesudas caderas, para no venirme. Se la saqué de un tirón y entonces le propuse a Vicente el cambiar de pareja. Al principio creyó que yo quería con Yovany, pero luego entendió que lo yo que deseaba eran sus gordas nalgas y su culito. Fué un momento de confusión donde vi que Vicente abría sus nalgas en frente de mis narices y ofrecía su culo o a mi boca mientras yo, sin poder mirar, sentía como una lengua chupaba mi glande, mientras otra lo hacía con mis testículos. Nunca supe quien hacía, que cosa, solo supe que alguien se metía mi pinga con fuerza hasta sus mismas entrañas y entonces reconocí el movimiento de las caderas de Yovany; Al parecer no había podido soportar la tentación y se daba placer mientras mamaba la pinga del gordito. Aquello era totalmente nuevo y rico para mí. Y me dio por pensar cómo perdí varios años de mi vida sin conocer tal disfrute. A ese extremo de la orgia que teníamos armada, cada uno se valía de mil artimañas para no venirse. Todos gemíamos de placer y nadie quería acabar. Cuando Vicente creyó que su culo estaba lo suficiente dilatado para mi embestida, comenzó a besar a yovany como para convencerlo de que le cediera su puesto. Ahí, aproveché y lo posicioné arrodillado con su cara contra el espaldar del sofá y recorrí una vez más con mi lengua su delicioso hoyo que se veía dilatado; comencé a meterle los dedos despacito uno a uno y por último le pasé suavemente la cabeza por la entrada; ahí no pudo aguantar más y de un tirón se la acomodó con su propia mano y se la metió toda. Mis otros dos amigos al verse libres comenzaron a chuparse una y otra vez, las tetillas la lengua, la pinga; Hasta que el goloso de Yovany termino volviéndose a clavar, pero esta vez las 10 pulgadas del flaco. Para ese entonces me dolían tanto los testículos, que apenas pude aguantar y me vine casi sin avisar. La conmoción fue tal, que acto seguido se vinieron todos casi a la vez. Quedamos hechos un desastre, sudados, cansados y embarrados de leche hasta el pelo, pero todos esbozábamos una sonrisa de alegría y satisfacción indescriptible.
Me tumbé en el sofá, mientras tomaba aliento. Vicente y Pedrito se fueron derecho a la ducha, entonces miré a Yovany fijamente y le dije: Mi vergüenza era verde y se la comió un chivo, lo intenté besar, pero no contenía la risa, ya calmado nos besamos largamente como en nuestras noches de lujuria. Que puta me has salido me dijo acariciándome la cara mientras yo usaba sus muslos como almohada y volvió a sonreír con picardía. Tengo buen maestro, le dije.
La velada terminó tranquilamente, los cuatro en el sofá, medio desnudos y hablando de sexo, toqueteándonos y besándonos, con mucha más confianza que antes, todo entre tragos de Cuba Libre. Había pasado tanto ese día que sobraban las palabras. Por último, decidimos que los visitantes se quedaran a dormir, porque teníamos más alcohol en el cuerpo, que sangre en las venas; Y así no había quien tomara un volante en la mano. Es una verdadera lástima que hayamos consumido tanta bebida porque hubiese sido la noche perfecta para otra orgia que en realidad no se pudo consumar por el exceso de alcohol. Cualquiera pensaría que al día siguiente se continúa con el morbo en la mente, pero yo amanecí con el dolor de cabeza más perro de toda mi vida y Vicente amaneció vomitando. Yovany y Pedrito nos sirvieron de enfermeros y terminaron en la cama con nosotros, pero no como hubiésemos deseado.
A Javier parece que le ha gustado este rollo de revolcarse con hombres, ¿cómo va a seguir esto? Entérate pronto
Sigue mis historias aquí.
Gracias por leerme.
Siempre tuyo ThWarlock.