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Aventuras y desventuras húmedas: Primera etapa (14)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Llegaron a casa mientras el sol todavía pegaba con fuerza y Carmen decidió que era momento de combatirlo de la mejor manera que conocía.  Preparó dos cócteles y llamó a su hermana para que se pusiera un bikini, era hora de ponerse morenas.

Ambas se tumbaron en las hamacas que había en el jardín, reposando con tranquilidad mientras sostenían sendas copas. Carmen miró a su hermana tras sus gafas de sol, ella se giró notando los ojos de esta y tras ambas lentes sus ojos azules conectaron.

—Tengo que confesarte una cosa —Mari ni preguntó qué era— de la misma forma que estamos ahora, fue cuando Sergio me ayudó tanto.

—Me alegro, Carmen. Me alegro tanto de haber criado a un niño que haya conseguido ayudarte. En parte, siento envidia. No envidia insana, pero me gustaría tener esa complicidad que tienes con él, más que familia parecéis amigos.

Ambas miraron como el sol las deslumbraba desde lo alto. En unos minutos de silencio, Mari primero y Carmen después comenzaron a bajar el líquido de sus copas. Debido a la suma de alcohol en su cuerpo y el calor que el astro rey provocaba en ellas, Carmen se vio alentada, con ganas de hablar con su hermana de algo mucho más íntimo.

—¿Sabes que me contó? —la madre de Sergio hizo un ruido mientras sorbía líquido para que siguiera —es algo picante, no sé si querrás oírlo, es sobre tu hijo al fin y al cabo. —ella movió los hombros. No le importaba o quizá el alcohol había hecho que no le importase— Además de hablarme de su relación con Marta, me contó… es curioso la verdad, me hizo mucha gracia. Su ex le dijo que después de él… lo demás… —señalándose su entrepierna— pues eso… le sentaría a… “Poco”.

Carmen recordó la noche anterior, con unas imágenes muy vividas. La sensación que le abrumó al notar dentro a su sobrino volvió a su cuerpo. Tenía muy buenas pistas de lo que la muchacha echaría de menos. Antes de que su hermana contestara, recordó el mensaje que le llegó al móvil y sintió su cuerpo vibrar.

—¿Por qué lo dices? No comprendo.

—Mari, cariño… —le hizo gestos señalándose de nuevo su entrepierna para que su hermana se enterase— la… herramienta…

Mari notó que se ruborizaba al momento, el rostro se le coloró al escuchar hablar sobre la anatomía de Sergio. No se esperaba que Carmen le fuera a hablar de “eso”. Jamás había hablado con su hijo sobre su sexualidad, solo con su hija, ese era tema de Dani. Sin embargo al escuchar sobre… “el pe… pe… pene” de su hijo, un recuerdo muy nítido le volvió a la mente.

—La verdad… —prosiguió Carmen al tiempo que su hermana navegando por sus recuerdos— si no llega a ser mi sobrino me entraría curiosidad. —ladeó la cabeza sintiendo que ya estaba algo borracha y la lengua se le soltó— Bueno, no te voy a engañar… me entra curiosidad, sería una tontería mentir a mi hermana. No de la sexual por supuesto, pero… jope, incluso le preguntaría.

—No lo entiendo —algo perdida tras abandonar su mente, todavía le rondaba esa imagen que había recordado.

—Querida, por saber si es verdad o no… no sé, es como comprobar si un cotilleo en el pueblo es cierto o no. Quizá en verdad se estaba pavoneando delante de su tía, quien sabe. —Carmen sabía de sobra que Sergio no la mentía.

—Y si te dijera… que lo que dice… —la voz de Mari sonaba distante, como si no hubiera querido decir lo que dijo, como si tratara de impedirlo. Pero sus labios siguieron hablando, muy a su pesar— es verdad.

—¡¿Cómo?! —Carmen se sentó en la tumbona sorprendida por lo que escondían las palabras de su hermana— ¿Cómo sabes eso? —estaba alucinando. Aunque lo que más la desconcertaba, era la leve excitación que había comenzado a surgir en su interior— ¿se la has…? —corrigió— ¿Le has visto algo?

Toda la atención de Carmen recaía sobre su hermana. Tanto que apenas parpadeaba mientras la veía sorber un poco de su copa. Su mente se preguntaba porque sabía cómo la tenía Sergio, mientras otra parte de su cabeza recorvada ese mensaje tan explícito en su móvil. El calor comenzaba a subir por su cuerpo anegando cada poro de su piel.

En cambio, Mari no sabía si contar la imagen que reproducía con nitidez en su mente, era buena idea. No había sido nada en realidad, un incidente aislado, pero el cual le llevó a sentirse culpable sin un motivo aparente. Quizá por las copas, el calor, o por la grata compañía, se sentía tan bien, tan cómoda, que directamente sin mediar otras palabras, decidió contarle aquel incidente de dos años atrás.

—Esto que te voy a contar es secreto… puede que te parezca una chorrada, pero para mí no lo es. —Mari no miraba a su hermana, sino al final del jardín. Dejando los ojos fijos en un punto al azar— No me gustaría volver a tocar el tema una vez lo acabemos. De verdad… me sentí terriblemente culpable. ¿Me lo prometes?

—Por supuesto, cielo, eres mi hermana, te lo juro —Carmen habló con sinceridad estaba nerviosa por oír lo que estaba a punto de salir de los labios de su hermana pequeña.

—Fue una tarde cualquiera, no había nada en especial, ni recuerdo que día de la semana era. Vamos, que era un día como otro cualquiera. Había ido a comprar, Sergio había llegado un poco antes de que saliera, supongo que vendría del instituto o de la universidad, no me acuerdo. Fui a salir al supermercado y me despedí de él, pero resultó que la compra fue muy rápida, todo lo tenía a mano y no tuve que esperar colas. —Mari dio otro trago. A Carmen le parecía que aquella pausa le daba emoción al relato, cierta tensión. O en verdad a su hermana se le secaba la garganta al hablar de ello— Creo que en 15 minutos estaba de vuelta…

La tía de Sergio escuchaba sentada en su hamaca con paciencia. Esperaba una historia de lo más normal, con alguna situación extraña, pero lo que su mente le pedía era mucho más picante. Las imágenes de la “herramienta” de su sobrino viajaban por delante de sus ojos sin parar, queriendo… deseando que Mari contara el final de aquella historia.

—Abrí la puerta y anuncié que había llegado, siempre lo hago. La puerta de Sergio estaba entornada, había estado esos 15 minutos solo en casa. Fui a avisarle de que estaba allí, mientras mi mente pensaba en mil cosas, en sí me faltaba algo, en sí debería haber comprado tal cosa, puse la mano en la puerta y la abrí sin pensar. Si no hubiera estado a mil cosas, al ver la puerta arrimada sabría qué estaba pasando dentro.

—Me puedo imaginar… —la cortó Carmen sin poder evitar que un cosquilleo comenzara a invadir su entrepierna. Mari le hizo un gesto para que la dejase terminar y ella cayó.

—Mi hijo estaba allí, sentado, algo ladeado delante del ordenador. Tenía los cascos puestos, era normal que no escuchase cuando entre por la puerta. Le había visto muchas veces así, pero jugando algún juego o simplemente escuchando música. Sin embargo, esa no era una de esas veces, en la pantalla… Dios lo recuerdo como si fuera ayer. En la pantalla una mujer estaba encima de otro hombre… sin dar detalles, estaba viendo porno. Podría ser eso lo curioso, pero no. —la garganta se le secaba a cada palabra, otro sorbo de su copa le humedeció— Me quede de piedra, no me esperaba nada de eso, yo estaba pensando en mis cosas. Supe de inmediato que no debía estar dentro de la habitación y cuando bajé un poco la mirada, lo vi.

—¿Qué pasó?

—Di un paso atrás en silencio, arrimé la puerta dejándola como estaba y di un portazo en la entrada simulando que había llegado. Después, grité bien alto que estaba en casa.

—Pero bueno, Mari, no pasa nada, se la viste y ya, no hay más drama. Yo he visto a mis hijas totalmente desnudas, sé que no es lo mismo, al final Sergio es un chico, pero…

—La cosa es la siguiente y es por lo que en verdad me sentí mal. —miró a su hermana tras sus gafas de sol, está la devolvía la mirada con mucha atención— No quiero que me juzgues, si te lo cuento es porque confió en ti. Cuando la vi, pude quitar la mirada, pero no lo hizo. La seguí mirando hasta que salí de la habitación. Fueron unos pocos segundos, un instante nada más, pero pasó… no dejé de mirarla. —negó con la cabeza sin entenderse ni ella misma— No tengo idea de por qué, pero me… me… me… hipnotizó, no sé… me sentí fatal… creo que fue el propio shock del momento.

—¿Sergio lo sabe? —preguntó más que curiosa su hermana.

—Que va, pensé en contárselo, así quizá me sentiría mejor, pero no me atreví, creo que tampoco serviría de nada.

—Normal, es una situación… curiosa… aunque pienso que también de lo más normal. Vivir con adolescentes es lo que tiene. No le des vueltas… desde mi punto de vista, lo que viste era algo curioso y esa curiosidad te pudo, si me pasase a mí, actuaria igual estoy segura.

Ambas tomaron un sorbo de sus copas terminándolas. Carmen volvió a tumbarse al sol, pensando que haría ella si viera a su sobrino así, aunque lo tenía claro. Con esa imagen en mente, tocó su móvil, ardiente de ganas por volver a abrir lo que Sergio le había enviado. Sin embargo, lo importante era su hermana, tenía que quitarle ese mal sabor de boca y escarbando en su pasado encontró algo que podría sacarla una sonrisa.

—¿Te acuerdas de Tomasín? —preguntó Carmen.

—No hasta ahora, y viendo de lo que hemos hablado… ya sé por qué me lo preguntas. —una gesto de vergüenza apareció en su rostro— Madre de dios… aquello parecía la de un caballo —ambas rieron ante el comentario.

—Te acuerdas de que sentíamos curiosidad, por cómo sería tener… tener “eso”…

—Ya… aunque era demasiado feo, siempre nos echó para atrás.

—La gran mayoría lo era… había muy poco nivel de belleza en el pueblo.

—Pues sí, para qué nos vamos a engañar, nosotras teníamos más glamour —incorporo un tono más repipi a esa última palabra. Tratando que sonara afrancesada sabía que haría reír a su hermana.

—Tienes toda la razón del mundo. No es por ser engreída, pero pienso que papá tenía razón, este pueblo se nos quedaba pequeño, estábamos hechas para descubrir mundo.

—Quien sabe, Carmen…. Quien sabe…

—Oye, cariño, vamos a cerrar el tema de tu malestar —Carmen miró con decisión a su hermana, levantando sus gafas y clavándole la mirada— Sergio o Tomasín… ¿Cuál…?

—¡Carmen! —sonó casi a un grito y después las risas la abordaron. Estaba algo borracha debido a los vinos y a la copa— no pienso comparar eso… —trató de parecer indignada, pero la sinceridad y curiosidad de su hermana la habían hecho enrojecerse y no parar de sonreír.

—Vamos, venga, tengo curiosidad, díselo a tu hermana mayor.

—¡Qué no! No te voy a decir eso.

Carmen se levantó de la tumbona y puso sus manos en el abdomen de su hermana antes de que esta pudiera reaccionar. Cuando los dedos de esta presionaron encima de la cadera de Mari, la mujer supo al instante que no tenía escapatoria.

—¿Seguro que no me lo dirás?

—No, no, no… ¡Carmen! —gritó Mari.

Era demasiado tarde, los dedos de su hermana se clavaban sin parar en su piel haciéndola unas cosquillas imposibles de detener. Mari intentó escapar, pensó en correr por el jardín, pero solo consiguió caer de la tumbona a la caliente hierba. La tortura no se detenía y las risas eran incontrolables. Una y otra vez Carmen le exigía que se lo dijera, pero Mari se negaba, a las dos les estaba encantado volver a jugar como cuando eran jóvenes.

Mari tuvo que rendirse al final, rogó a su hermana que parase, aduciendo que si seguía se iba a mear encima (muy cierto), pero Carmen no pararía sin conseguir su recompensa. No tuvo más remedio, antes de mearse el bikini, la mujer morena gritó.

—¡Sergio! ¡Sergio! ¡SERGIO!

Carmen se detuvo con la respiración acelerada viendo como su hermana aún reía en el suelo de su jardín.

—Lo sabía. La familia dejando el pabellón bien alto.

—Te odio —dijo su hermana mirándola desde el suelo sin poder parar de sonreír.

Carmen la tendió la mano y la puso en pie en un momento, para después darle un abrazo de lo más espontáneo y añadirla.

—Te quiero.

Ambas se sonrieron como hacía años que no lo hacían. Recordando épocas más sencillas, sin preocupaciones, sin problemas, sin nada… solo ellas, debajo de una sábana y su habitación, no les hacía falta nada más. Mari miró a los ojos de su hermana y contestó de corazón.

—Y yo.

Ambas se agarraron de la mano y corrieron como locas a la piscina, olvidando que estaban más cerca de los cincuenta que de los cuarenta. Sus piernas se movieron veloces hasta el agua, como un breve viaje al pasado, un vistazo en el tiempo, volvían a ser jóvenes, ellas contra el mundo. En vez de una piscina, saltaban al río, rodeadas de sus amigos de la infancia, todo era perfecto, maravilloso. El agua con cloro de la piscina les recordó su edad y le retornó de su viaje mental, pero no consiguió borrarlas la sonrisa.

CONTINUARÁ

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Por fin en mi perfil tenéis mi Twitter donde iré subiendo más información.

Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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