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Aventuras y desventuras húmedas. Primera Etapa (13)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Mari que se entretenía en el sofá mientras veía la televisión, escuchó como su hermana bajaba por las escaleras atisbando en ella cierta coloración a la que no dio importancia.

—¿Has visto a Sergio?

—Me ha parecido oír la ducha, estará allí. Espero que no haga cosas de adolescente dentro, ¿ya sabes? —no hizo falta añadir un gesto de masturbación, Mari lo entendió a la primera.

—Por los clínex que consume y dónde los consume… diría que es más de hacerlo en su cuarto. —su marido le había explicado que aquel gasto de papel era normal, para ella siempre fue demasiado…

Carmen no se esperó tal comentario y no se le quitó la sonrisa hasta que se sentó en el sofá, la imagen de su sobrino agarrando su miembro mientras lo movía, la dejaba en una tensión sexual.

—Si todavía sigues dándole vueltas a lo de ayer, si quieres… ¿Entramos al baño y le pillamos desnudo? ¿Una por otra? —su hermana lo tomó a modo de broma. Ambas se rieron aunque en la cabeza de Carmen la idea le resultó intrigante.

—No, hija, no.

—No te preocupes por algo tan bobo como lo de ayer, te vio con unas copas de más eso es normal. Creo que el tema del cariño tienes que ir poco a poco, si te apetece darle un abrazo dáselo, no lo dudes, que no te dé reparo.

—Muchas veces me apetece, pero una vergüenza me echa para atrás, ya ves ¡con mi hijo…!

—Puede que con un hijo sea diferente. Con mis hijas siempre fuimos muy amorosas y bueno entre tú y yo también, pero te puedo entender. Tienes que apartar esa vergüenza a un lado, ¡si ha salido de tus entrañas, cariño! —le lanzó una mirada que conectó en los ojos de Mari, también de ese color azul precioso.

—Voy a tratar de cambiar, forzarme un poco, aunque no sé, me siento como cohibida. Es muy raro —suspiró profundamente— eso sí… ya me vio borracha… me desnudo… y me metió en la cama. ¿Qué vergüenza voy a tener? —se llevó las manos a la boca mientras trataba de no reír— De verdad, qué mal momento…

—¿Es la primera vez que te ve en ropa interior?

—A ver, sí y no. Muchas veces me paseo en ropa interior por casa, bueno mis hijos y yo, mi marido es el único que no. Dani siempre fue pudoroso, —volviendo al tema— pero una cosa es eso y otra cosa es de la guisa que me vio ayer.

—Boberías, cariño. —queriendo cambiar de tema, sabía que Sergio en cualquier momento bajaría— Además, ayer estábamos espectaculares, ¿te acuerdas de aquel tío que vino donde nosotras?

—Le espantaste rápido —respondió Mari riéndose.

—Demasiado feo, querida, nosotros tenemos más glamour. —Carmen añadió un tono de “pija” que a su hermana le encantó.

Las dos comenzaron a reír como locas en la sala, volviendo a sentirse como cuando eran adolescentes. Charlaron durante un buen rato de la noche anterior, rellenando algún que otro hueco que Mari había perdido por el camino. Hasta que escucharon como Sergio descendía por las escaleras dirigiéndose al sofá donde se encontraban.

—Nuestro caballero —anunció Carmen al verle.

—Buenos días, tía —se acercó a esta dándole un beso en la mejilla que le supo a poco y después, le dio otro a su madre, preguntándola— ¿Qué tal te encuentras, mamá?

—Bien, mi vida. —sentía su rostro acalorándose debido a la vergüenza. Se pasó una mano por el cabello para evadir ese sentimiento, pero le era imposible— Muchas gracias, creo que me duele un poco la cabeza y nada más.

—Me alegro, estabas un poco “pedete” —era la palabra que usaba ella cuando el joven llegaba perjudicado.

—No te rías de tu madre… —le dijo con una voz notablemente cortaba por lo que sentía en su interior. La imagen de estar frente a su hijo, ebria y casi desnuda no desaparecía.

—¿Qué os parece —saltó de pronto Carmen— si salimos y nos vamos a comer? Hoy Sol no está y ninguna de las dos va a cocinar —señalando a su hermana.

A los dos les pareció buena idea y después de pasar un rato de la mañana preparándose, todos montaron en el coche de Sergio para dirigirse al restaurante que las mujeres decidieron.

La comida fue amena, hablaron de todo y se rieron juntos, el tiempo era una delicia y una brisa de verano perfecta les acompañó en la terraza donde acabaron llenos de tanto comer.

El joven mientras escuchaba a las dos mujeres conversar sin parar, trataba de ser lo más sutil posible porque no podía parar de mirar a su tía. Con unas pocas ropas casuales y unas gafas de sol que le tapan las leves ojeras que tenía del día anterior, le resultaba una mujer de bandera, le era imposible quitársela de la cabeza.

Lo de la noche anterior le había sabido a muy poco, ¿qué habían estado, diez minutos como mucho? No era suficiente. Lo de esa misma mañana, no había hecho otra cosa que acrecentar sus ganas por pasar tiempo a solas con Carmen, tocar su piel, probarla y si podía ser, penetrarla.

De pronto, una voz le sacó de sus pensamientos. Miró a las dos mujeres que levantaban sus ojos justo a la espalda del chico. Este giró la cabeza para ver de qué se trataba. Un chico de su edad, parado en medio de la calle le miraba con sorpresa sin creer que fuera él.

—¿Sergio? —echó un vistazo al muchacho que le preguntaba, dejando de prestar atención a sus dos mujeres favoritas.

—¡Héctor! —contestó levantándose a saludar.

—¿Qué tal? Pensaba que venías más tarde —ambos se abrazaron como viejos amigos que eran.

—Sí, pero me adelanté, así paso algo de tiempo con mi tía y mi madre —dijo señalando a ambas que saludaron al joven.

—¡Qué bien! Oye te apetece tomar algo, si no estás ocupado digo.

Sergio miró tanto a su madre como a su tía. Se lo estaba pasando en grande con ellas, pero necesitaba estar un rato con gente de su edad y sobre todo, para quitarse a Carmen de la cabeza. Quizá alejándose un poco de ella podría “enfriarse”, aunque solo fuera un poco.

—¿Os veo luego en casa? Así tomo algo con Héctor.

Ambas movieron las manos con rapidez en señal de que no importaba, pareciera que se quitaran un peso de encima, aunque nada más alejado de la realidad. Observaron al joven muchacho alejarse con su amigo. Carmen aunque luchó contra su cuerpo, no pudo evitar mirar como el trasero se le movía al andar, pensando en si podría tener otro momento a su lado, necesitaba mucho más de lo que había tenido. Mari en cambio, solamente pensó una única cosa, que tampoco entendió muy bien como había llegado a su mente. Quizá nunca lo había visto así o simplemente el que le “cuidara” la noche anterior había cambiado su percepción del joven. Sin embargo su cabeza le hizo preguntarse “¿Cuándo se ha hecho un hombre?”.

—Bueno… nos hemos quedado solas, ¿quieres un café? —le dijo Mari sin responder a sus propias dudas.

—Bien, ahora pedimos —Carmen hizo una pausa y añadió—, por cierto, ayer quería pasármelo bien, pero hoy creo que ya nos toca cotillear un poco. —la mujer morena sacó media sonrisa— ¿Qué tal con Dani?

—Pues como siempre, no hay nada nuevo que contar, rutina, rutina y más rutina.

—Yo en cambio, —desde la conversación con Sergio sentía tal liberación que necesitaba compartirlo con su hermana, la que siempre había sido su gran confidente— tengo algo que contar.

Mari se quedó con curiosidad al oír aquello. Jamás había escuchado quejas más allá de las normales acerca de Pedro, pero esas palabras parecían haber salido de su boca con algo de tristeza. El camarero escuchó el pedido y se fue con los dos cafés anotados.

—¿Qué pasa, Carmen, estás bien?

—No, no lo estoy, te lo digo sin rodeos, yendo al grano, que al final va a ser lo más sencillo, creo que Pedro me ha sido infiel. —Mari se llevó la mano a la boca sin creer sus palabras y sin poder asimilar del todo aquella información— He visto pruebas que me llevan a pensar eso. Cargos en bares a las tantas, una mancha de carmín en la chaqueta y claro… luego están las pocas cosas que hacemos juntos, sin contar las cosas que hacemos en la intimidad. De esto último… mejor ni mencionarlo… aunque tampoco hay mucho que contar, ya me entiendes.

—Joder… no sé qué decir. ¿Tú estás segura de eso? Es que me pillas de sopetón, no es algo que me esperase.

—Sí, estoy segura, muy cerca del 100%. Hace años que no es lo mismo y estaba un poco apenada, bastante triste por como irían las cosas, pero…

Carmen recordó el viaje con su sobrino, el desahogo en la piscina… se sentía mejor y todo gracias a su sobrino. Pero… ¿Estaría bien decírselo a su hermana? ¿Qué gracias a su hijo todo había cambiado?

—¿Pero…?

—Pero… estos días he cambiado de parecer. Ya no estoy tan mal, la verdad… he pasado dos o tres años realmente malos. Obviamente la procesión va por dentro.

—Habérmelo dicho, ¡soy tu hermana!

—Ya lo sé, pero estamos muy lejos y sé que tú ya tienes tus problemas, es complicado, cariño.

—No lo es —dijo rápidamente Mari—. Me llamas y hablamos, punto. —vio que el camarero llegaba con los cafés y al irse siguió— Me lo tendrías que haber contado desde el primer minuto. Aunque me alegro de que estés mejor, eso está claro, sin embargo… ¿Qué ha pasado? ¿Por qué ese cambio?

—Ha sido… muy raro… —no sabía si decírselo, ni como se lo tomaría— mira, no sé si te lo vas a creer, ni si te sentara bien o mal o extraño. Pero por lo que estoy mejor ahora, es por… tu hijo.

—¿Cómo? ¿Por Sergio?

—Sí… —Carmen veía que su hermana necesitaba más detalles y prosiguió— tuvimos un viaje largo en coche, tan largo y a la vez tan corto. Desde el principio comenzamos a hablar y hablar, y no sé… estaba tan a gusto, tan bien. —por su mente viajaban imágenes de las que no le podría hablar nunca a nadie— Comenzó a contarme las cosas con su ex y… no tengo ni idea a día de hoy porque lo hice. Pero le conté lo mío con Pedro.

—Espera, una cosa antes que nada ¿Qué Sergio está mal con Marta?

—Sí… tan mal que ya no están juntos. Hace medio año que lo han dejado, bueno, ella le dejó, además por su ex.

—Joder… —la palabra sonó muy sentida en la boca de Mari que se sintió indignada. Aún pensaba que seguían juntos, es verdad que no le preguntaba, pero ¿Cómo no se lo podía haber dicho?

—Lo siento, pensaba que lo sabías y que si lo hablaba conmigo, que al menos tú estarías enterada. —Carmen se sentía mal, pero Mari la apremió a que siguiera con lo de Pedro. Ya dejarían para otro momento el tema de su hijo— Pues eso, en el coche le conté mis dudas, mis inquietudes y si te soy sincera me ayudó mucho. Si te soy sincera es como si lo pudiera ver todo de otra manera. No es que no esté enfadada, pero… me lo tomo… ¿Con más filosofía?

—Me alegro —aunque no mentía, la cara de Mari reflejaba el mal trago que se había llevado por lo de su hijo.

—¿Cielo, estás bien? De verdad, no sabía nada, joder… si lo sé me cayó.

—No, no… para nada tienes tú la culpa, Carmen. Lo que en verdad me molesta, es lo poco “íntimos” que somos mi hijo y yo. Siempre ha rondado en mi mente acercarme más a mis hijos, preguntarles por su vida de forma… seria… no casi por cortesía, pero no me sale, tengo una barrera, que no… que no me deja avanzar. —en su cara se podían atisbar trazos de pena— Creo que soy muy fría con ellos, en especial con Sergio, es el mayor y bueno no sé… quizá puse más atención en su hermana… yo qué sé. La cosa es que me gustó el abrazo y el beso que me dio, pero me da hasta vergüenza ir y dárselos… —Mari veía sus propias palabras como una chorrada. Sin embargo en el fondo eran tan reales…— si me los da los recibo de mil amores, pero si es al revés, me cuesta… ¡Mierda, es mi hijo!

—Quería hablar de nuestros maridos y esto acaba derivando en Sergio. —ambas sonrieron ante lo curioso del tema— Aunque me parece bien hablar de ello. Lo único que puedo decirte es que tienes que actuar más como yo. Cuando le veo me encanta darle abrazos y si quiero darle un beso, se lo doy. —no podía evitar pensar en cómo le tocaba esa misma mañana— Sé que es diferente, soy su tía… sin embargo deberías ser más cariñosa, es tu hijo, Mari. Además que es un amor, cariñoso, bueno, sensato, lo tiene todo, yo lo amo con locura… deberías forzarte un poquito, según le des el primer abrazo quizá ya no pares.

—Entiendo lo que dices, pero me es tan complicado. Si lo pienso, tampoco con Dani… bueno a él le doy otro tipo de cariño, pero cada vez menos… creo que estoy mezclando dos problemas en uno.

—Pues hablemos de ambos, cariño —le dijo Carmen dirigiéndole una sonrisa a su hermana para que alegrara el rostro—. ¿Quieres hablar de la relación con tu hijo? Hablemos, ¿quieres despotricar a tu marido? Lo hacemos. A mi Pedro ha llegado un punto de que me da igual, te lo juro.

—Y, ¿eso gracias a Sergio?

—Sí y no. Al principio, como es obvio, me decía que no, que no podía ser, pero viendo la realidad consiguió que lo viera todo de otra forma. —aunque Carmen también recordó la noche en que le hacía ver las cosas de otra forma mientras estaba encima de ella.

—Conoces más a Sergio que yo —dijo con una sonrisa irónica y negando con la cabeza— ¿Qué más te contó de Marta?

—Pues eso que estaban bien y de repente de un día para otro, se fue con su ex, un chico que hacía… creo que tres años que no veía, no me acuerdo de las fechas. Que había estado un poco mal en lo anímico y también, en otras cosas…. Ya te imaginas… es un adolescente… había pasado de tener mucho a nada y estaba mal. Entendible, es un chico en la flor de la vida.

—Vale… perfecto… incluso te habla de sexo ¡Estoy alucinando! —decía Mari dando un sorbo a su café para serenarse— Creo que me van a dar el premio a madre del año. ¿En qué lugar estaré en la lista de Sergio para hablar de algo? ¿Última? O quizá aún más abajo. Me siento fatal, en menos de un día estoy viendo que la relación que soñaba tener con mis hijos cuando eran pequeños ni se parece. —miró al final de la calle, como si su hijo fuera a parecer con las respuestas y diciéndola lo buena madre que era. Pero no aparecía nadie— Apenas me cuenta cómo le va en la universidad y contigo habla de todo… siempre he pensado que debo cambiar, pero me cuesta tanto… tengo que hacerlo…

—Ni se te ocurra decir eso, Mari —respondió su hermana con rapidez—. Eres una gran madre, simplemente os falta ese punto de “amistad”, debéis ser más cercanos y ya. La confianza no marca que tú seas una gran madre o no, mira ¿recuerdas con mamá? Ni se nos ocurriría contarle nada.

—Eran otros tiempos…

—Sí, pero aun así no nos atrevíamos, con papá era otra cosa y ninguno de los dos fue peor que el otro. —Mari asintió evocando a sus padres, con sus virtudes y defectos, su hermana tenía razón.

—¿De qué más hablasteis Sergio y tú?

—Nada más. Me contaba lo que le venía a la mente, cuando se suelta no tiene vergüenza, le tuve que parar en alguna ocasión. —no podía asegurar que aquello fuera del todo cierto. Cuando le comenzó a mirar con ciertos ojos lujuriosos después del pantano, estaba segura de que ya no le paró— y te voy a decir una cosa, me encantó hablar de algo así tan abiertamente. Hacia tantos años que no escuchaba una lengua así de suelta… me sentí como cuando éramos jóvenes.

Mari sonrió y miró al infinito, más allá del final de la calle, tratando de recordar aquellas conversaciones interminables con su hermana, tan lejanas en el tiempo. Bajo las sabanas, en el jardín, en el viejo coche de su padre… como le gustaba no parar de hablar junto a Carmen. ¿Cuándo cambio? ¿Cuándo se volvió tan recta, tan avergonzada, tan pudorosa? No quedaba nada de aquella joven que pretendía comerse el mundo, ¿o sí?

El móvil de Carmen vibró, rompiendo el pequeño momento de soledad que compartía con su hermana. Abrió los ojos sin poder evitarlo, un poco más y sus cuerdas vocales provocaron un graznido que a saber cómo se hubiera interpretado. Su hermana la miró con ojos extraños y dando su último sorbo al café se preocupó por ella.

—¿Qué pasa?

—No, nada —dijo Carmen simulando tranquilidad aunque por dentro estaba alterada— cosas de Nuria.

—¿Qué tal están mis sobrinas? Ni he tenido la decencia de preguntarte por ellas.

—Bien, o eso creo, con cuentagotas sé de ellas, ya están intentando hacer sus vidas, ya sabes —viendo que ambas habían terminado el café añadió— ¿nos volvemos?

Pagaron y comenzaron a caminar tranquilas por el pueblo recordando momentos vividos muchos años atrás. Rieron y contaron anécdotas, las cuales hacían que alguna que otra lágrima se derramara por sus pómulos por revivir tales situaciones. Caminaron al coche, hasta que de pronto, mientras ellas reían a carcajadas, alguien las llamó.

—¡Carmen! —saltó una mujer desde su espalda y dirigiéndose a ellas añadía— ¿No me lo creo? Dime que esta es tu hermana.

—¿Pili? —contestó Mari al dudar por un instante. Después de corroborar en sus recuerdos quien era, añadió— ¡Pili!

Ambas se dieron un fuerte abrazo ante los ojos de Carmen que sonreía al sentir la felicidad que estaba sintiendo su hermana desde que había llegado al pueblo. Mari se acababa de encontrar con una de las amigas de su infancia, con la cual, pasados los años y la distancia, casi se habían olvidado la una de la otra. Solo a través de las redes sociales conservaban la amistad y decir eso era demasiado… mejor dicho recordaban el rostro la una de la otra.

—¿Qué haces aquí? —preguntó la mujer.

—Pues, he venido con mi hijo a ver a mi hermana, ¡hace cuanto que no te veía! Estás guapísima —más un cumplido que realidad, los kilos y la edad le habían pasado factura a la mujer.

—Tú sí que estás guapa, bueno siempre fuisteis muy guapas, como me alegra verte. Aunque si no vas con tu hermana no te hubiera reconocido.

—Estoy por aquí menos de lo que me gustaría, Pili.

—Ya lo siento, chicas, me da una rabia no poder entretenerme… tengo que abrir la tienda, me encantaría estar un rato contigo.

—Oye, podéis quedar después de que cierres —dijo Carmen rápidamente—. Terminabas a las siete de la tarde, ¿no?

—Sí. Después no tengo nada que hacer, mi niño tiene que ir al entrenamiento de baloncesto o sea que… ¿Tomamos algo?

—¿No te importa que no pasemos el tiempo juntas, Carmen? —le preguntó a su hermana aunque sabía la respuesta.

—Más te vale… disfruta y recuerda buenos momentos con Pili, a mí me ves más a menudo, aunque tampoco mucho…

Las tres rieron y se intercambiaron los móviles para quedar más tarde. Mari no podía ser más feliz, haber visto a Pili le traía tantos buenos recuerdos, tantas tardes en el río, tantos juegos a la cuerda, tantos momentos delante y… detrás de los chicos.

Las dos mujeres llegaron al coche. Mari aún tenía la sonrisa por ver a su amiga y la mente viajando al pasado, incluso las ganas de llorar por los viejos recuerdos habían tenido que ser reprimidas.

—¿Le has dicho a Sergio que nos vamos? —preguntó Carmen a su hermana dentro del vehículo.

—No. Se me ha pasado, con la charla y ver a Pili… ahora mismo le mando.

—Aprovecha —Mari no entendía lo que decía su hermana— mándale un mensaje algo cariñoso a tu hijo anda.

—A ver… —casi con vergüenza comenzó a escribir. Una vez terminado— Cariño, nos vamos a casa, nos vemos allí, besos. ¿Te parece bien? —con un tono de broma como si se lo estuviera diciendo a su madre.

—Ponle que le quieres mucho.

—¿Para qué? Si ya lo sabe.

—Pónselo.

Mari se lo acabó poniendo y al de un minuto vio la contestación de su hijo “bien, mamá, luego me acercan. Yo también te quiero.” Según terminó de leerlo, algo dentro la removió. ¿Hacia cuánto que no escuchaba a su hijo decirla que la quería? Quizá su hija hacia menos tiempo, pero también era más pequeña, ni siquiera Dani soltaba esas palabras tan a la ligera.

Se mojó los labios notando que la garganta se le había secado. Releyó las parabas, “yo también te quiero” el corazón le saltó en su pecho sin un motivo entendible y con sus ojos azules, volvió a leer por última vez las dos últimas palabras “te quiero”. Su mente gritó tan fuerte como le era posible con la imposible posibilidad de que su hijo la escuchara, “yo también te quiero, cariño”.

CONTINUARÁ

—————————

Por fin en mi perfil tenéis mi Twitter donde iré subiendo más información.

Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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