back to top
InicioSexo AnalAventuras en playa del Carmen (4): Destrozada

Aventuras en playa del Carmen (4): Destrozada
A

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 7 minutos

Valentín adelantó el video para ver lo que sucedía mientras él no estaba con los demás en la playa. En una parte del video, Michelle le encargó la cámara a Naydelin, quien continuó filmando, pero en el video no hubo tomas de Gilberto ni de Michelle por más de una hora, misteriosamente no se encontraban.

—¿Y quién era la que desconfiaba de mí? —le preguntó enojado mi primo Valentín a Michelle—. ¿Qué más hicieron? ¿Por qué no aparecían en la grabación?

—Hermano, antes que nada te ofrezco disculpas —habló Gilberto.

—¿Cómo pudiste? —le dijo Naydelin a Gilberto y corrió llorando hacia su habitación.

—¿Y todavía te atreves a llamarme hermano? —respondió Valentín a Gilberto.

—Buscamos un lugar aislado del público para coger —dijo Michelle desvergonzadamente.

Valentín y Michelle se veían fijamente, él con coraje y ella vacilante, pero al último, la batalla de miradas la perdió Valentín, quien dudando a dónde ir, finalmente se decidió por salir de la casa. Ver al líder del grupo herido y confundido nos pasmó a los demás, añadiendo el momento incómodo de miradas feas que les hicieron a Michelle y a Gilberto.

Posterior a eso, cada quien hizo actividades distintas de las que me perdí por meterme a mi habitación para digerir todo lo acontecido. Tres relaciones caídas en tres días y un misterioso trío no dejaban de causarme curiosidad. De ese trío, solo podía descartar a Lizeth, a Erick y a Katherin por encontrarse en otro lugar en el mismo instante; y parcialmente a Sergio por su lesión, pues él no podía correr como lo hicieron los que estaban en ese trío cuando Katherin interrumpió el momento. Fuera de ellos, podría tratarse de cualquiera, sin importar el lazo afectivo ni familiar.

Estaba por llegar la hora en la que tenía que salir con Tiago, pero antes, pasé a la recámara de Naydelin para ver cómo estaba y animarla a salir conmigo, pero ella se veía muy mal y prefirió quedarse.

En camino a la puerta de salida se me hizo muy raro ver en la sala a Sergio sentado en el sofá charlando alegremente con Lizeth, así como vi a Erick en la piscina animando a Katherin para que se aventara un clavado y después de hacerlo se abrazaron en el agua. Eso aunado a la infidelidad de Michelle a Valentín y de Gilberto a Naydelin… ¡Vaya intercambio de parejas que se estaban dando! Faltaba que mi primo y mi mejor amiga buscaran consuelo entre sí… pero hasta parecía que todo era planeado.

En fin, era el tercer día de vacaciones, quería darles sentido y nada mejor que distraerme de los problemas, saliendo con alguien nuevo y atractivo como Tiago. El ardiente morenazo y yo nos vimos en la playa, caminamos sobre la arena conversando amplia y entretenidamente, escalando los niveles del contacto físico partiendo de abrazos y continuando con cosquillas, manoseo íntimo, besos en los labios, en el cuello y cuando me besó una teta me sacó un suspiro con todo y deseo.

—¡Ahhh! Cojamos, papi.

—Conozco un lugar fenomenal a veinte minutos de aquí.

—¡Cojamos aquí, ya!

Puse a Tiago a pensar mucho dónde hacerlo, incluso me sugirió los hoteles que estaban a la vista, pero yo quería algo más atrevido, así que lo tomé de la mano y corrimos hacia un muelle de concreto. Era algo tarde y ya no había mucha gente, por lo que mi idea de follar en un estrecho hueco debajo del muelle no era tan mala idea.

El lugar se prestaba para que él se pudiera sentar y yo me pudiera poner de rodillas frente a él, le bajé el short y el bóxer para verle su enorme polla negra y comencé a chuparla rápido, sin omitir unas pasadas de lengua a lo largo de ella, desde sus huevotes hasta la punta. La tenía tan gruesa que abarcaba gran espacio de mi cavidad bucal a lo ancho y no me atreví a mamársela a profundidad, pero sí lo estimulé mucho de su glande.

—¿Tienes apretado tu coñito? —preguntó al mismo tiempo que estiró su brazo, alzó mi minifalda, hizo a un lado mi tanga y hurgó en mi concha, mientras seguía comiéndome su pene.

—¡Ay! Poquito, pero tu verga me lo va a expandir mucho.

—¿Y tu ano?

—¡Uy! Ese no lo han estrenado.

Su pregunta me hizo sentir nerviosa, pero ansiosa por recibir mi primer anal con él. Amé cómo me estaba dedeando la concha con inserciones veloces de su dedo medio, provocando que me levantara un poco. Fue así como me senté en sus muslos y me metió su vergota en mi coñito, lo cual hizo que pegara un grito fuerte y buscara su boca para besarla y morder sus labios de lo doloroso pero extremadamente rico que sentía.

—¿Te gusta, Nicole?

—¡Ahhhh! ¡Ay, Tiago, me encanta! ¡La tienes gigante y muy dura! ¡Mmmm!

Traté de propinarle sentones, pero había un estorbo y era que al brincar, mi cabeza tocaba la cubierta del muelle. Intentamos invertir la posición, ahora yo dándole la espalda y fue mucho más placentera, pero siguió siendo incómodo a la hora de brincar por no tener un soporte adecuado donde apoyarme, además de que ya había oscurecido afuera y el agua del mar ya nos llegaba a los pies.

Rápidamente salimos de debajo del muelle, pero justo a la salida, aprovechando la oscuridad, le bajé el short otra vez a Tiago y saqué su verga a través de la abertura de su bóxer.

—Métemela —le dije sensualmente después de darle la espalda, alzarme la falda y hacerme a un lado la tanga—. Rodéame con tus brazos y no me sueltes ni me la saques.

Tiago hizo lo que le pedí y así caminamos por la avenida que partía del muelle en busca de un lugar dónde continuar follando. A cada paso que dábamos sentía su pene frotándose dentro de mi vagina y yo me mordía los labios del placer que estaba experimentando, resistiendo las ganas de correrme.

Sin embargo, mis piernas comenzaron a temblarme y llevé a Tiago hacia donde había pasto y un montón de arbustos donde me dejé caer, me hice bolita y me tallé mi clítoris hasta correrme demasiado rico, como nunca antes me había venido, pero tuve que taparme la boca para que mi grito no se escuchara públicamente. Tiago solo se quedó mirándome y una vez que volví en mí, me acerqué a él, lo tomé del palo y se lo empecé a jalar mientras lo besaba en la boca.

—Perdóname, ahora sí te acepto la ida a ese lugar que me comentaste —le dije luego de no sentir la libertad de coger como yo quería.

Tiago solicitó un taxi y me llevó a un lujoso motel. La habitación que pidió era un paraíso para los amantes del buen sexo, estructuras coloridas, espejos por todos lados, una cama matrimonial, un potro, un tubo de bailarina, una tina amplia, en fin, el mejor lugar al que me han llevado a coger. Hallados en la pequeña sala, tomé a Tiago de su mejilla, lo besé en la boca y me puse cachonda.

—Te debo el baile en el tubo porque no sé bailar, pero me voy a dejar despedazar por ti esta noche.

Aun así, tuve intenciones de hacerle un bailecito en el tubo, pero solo me movía alrededor de él y me agachaba para que viera mi trasero empinado. El calor hizo que me desprendiera de mi blusa y eso provocó que Tiago se colocara frente a mí, abrazándome con el tubo de por medio y mis pechos rodeando al tubo. Tiago se agachó al nivel de mis tetas, bajó un poco mi brasier y empezó a mamármelas delicioso, a la vez que sus manos me oprimían las nalgas y hacía que mi entrepierna sintiera directamente lo frío que estaba el tubo, era algo inexplicablemente rico.

Un rato después, Tiago me soltó y yo caminé provocativa y alegremente hacia el potro, me apoyé en mis rodillas, erguí mis glúteos y estuve a disposición de lo que él quisiera hacerme. Tan pronto, Tiago levantó mi falda, me bajó la tanga, pasó su mano húmeda con su saliva por mi pucha y me dejó ir toda su venuda y durísima polla. Ya no sabía a quién encomendarme, lo enorme que la tenía y sus intensas embestidas causaban que yo jalara aire por varios segundos y emitiera gemidos que, más bien, parecían clamores a punto del llanto.

—Tú me permitiste destrozarte.

—¡Y no quiero que pares! ¡Mmmm, me encanta tu verga llegando hasta lo profundo de mi concha! ¡Ay, qué rico!

—Y eso que no entra completa.

Estaba fascinada con esa verga, con ese hombre. Instantes después me pidió que le abriera las piernas, pero para ello cambié de lugar del potro al sofá. Ahí, en esa posición sentí realmente cómo me llegaba hasta lo profundo y cómo abarcaba todo el espacio interior de mi coño. No pude controlar el impulso de frotar mi clítoris al mismo tiempo que era penetrada y conseguí un orgasmo tras otro, perdiendo la cuenta en esa misma posición.

Llegó un momento en el que ya estaba desubicada de tanto éxtasis. Cuando reaccioné, ya estaba en la cama, a gatas, con la espalda en pendiente, mi cara dando con la superficie y sintiendo un suave masaje en mi orificio anal, cortesía de los dedos de Tiago, pero después fue su glande el que se colocó a la entrada de mi culo. El miedo me hizo llevar mis manos hacia atrás y estirar la piel de mis nalgas a los lados, como si eso pudiera ayudar a que entrara su polla sin problema. Penosamente, no fue así.

Tal como la alegoría del tren abriéndose paso en una cueva estrecha, sentí su miembro colosal atravesando mi culo.

—¡Ahhhh! ¡Tssss! ¡Duele, duele!

—Aún no va ni la cuarta parte, amor.

—Solo no te burles si lloro.

Tras el aviso, empecé a llorar del dolor, pero estoy segura de que eso lo provocó a empujarla más adentro.

—¡Ahhhh! ¡Chingada madre, eso duele mucho!

Sentí que la sacó un poco, pero después la volvió a meter aún más, aplicando más fuerza de la normal.

—¡Ay, puta madre! ¡Ya no por favor, papi! ¡Es muy doloroso!

—Ya entró toda, cariño.

—¡Ahí déjala! Quiero practicar.

Con más voluntad que fuerza, comencé a moverme suavemente de forma que entrara y saliera su polla de mi ano. Transcurrido un rato, agarré vuelo para moverme más rápido y azotarme duro contra sus muslos, habiendo disminuido un poco el dolor.

—Listo, papi. Es tu turno, destrózame.

Inmediatamente, Tiago empujó toda su polla hasta lo profundo y me dolió bastante de nuevo, pero quise soportar hasta donde pudiera. Aumentó la velocidad e intensidad de la penetración y yo solo me sostenía fuerte de ambos filos de la cama, intentando no decirle que ya no quería.

—¡Ay, Tiago, no voy a poder caminar por días!

—¡Ah, mami! No puedo correrme —gimió y dejó de penetrarme.

Me volteé para querer chupársela, pero me acordé que la metió en mi cola y me dio asco, por lo que mejor lo invité a darnos un baño en la tina y terminar ahí.

Le pedí que tallara mi cuerpo, pero que tuviera especial cuidado con mis partes bajas que estaban sensibles. Cuando fue mi turno, luego de enjabonarlo y enjuagarlo, lo masturbé y le mamé su pene muy intensamente hasta que me indicó que me levantara y le diera mi trasero otra vez. Afortunadamente, no decidió penetrar mi culo, sino mi coño. Ambos de pie, yo sostenida de la agarradera y él de la pared, continuamos cogiendo y él me soltó sabrosas nalgadas.

—¡Mmmm, me encantas! ¡Qué rico coges, papi!

—A mí me encanta tu cuerpo, estás bien buena. Tus tetas enormes y tus nalgotas me excitan mucho.

—¿Sí, amor? Son tuyas, papi.

Ya decía yo que hacían falta mimos para prenderlo más. Tiago avisó que se iba a venir, así que me hinqué y recibí toda su leche en mi boca y me escurrió por el cuello hacia mis pechos y mi abdomen. La corrida más abundante que he visto en mi vida, que hasta cierto punto me dio algo de asco, pero fue más grande mi satisfacción por complacerlo.

Justo como lo anticipé, me costó trabajo caminar. Tiago me ofreció quedarme la noche con él ahí mismo, pero mi celular ya no tenía batería y no traía conmigo un cargador para poder avisarles a mis amigos. Tuve que rechazar su invitación y pedirle que me acompañara a pedir un taxi que me llevara a la casa. Sin duda fueron increíbles experiencias, que más bien eran fantasías: Mi primera vez con una BBC (big black cock o polla grande y negra), mi primer anal, mi primera vez cogiendo y corriéndome en lugares públicos, sexo a la orilla del mar, el mejor motel que he visitado, sentirme destrozada, en fin, una de mis mejores noches de sexo.

Habiendo llegado a casa, quise disimular que no podía caminar, pero me vi igual que Katherin la noche anterior, aunque a diferencia de ella yo no estaba ebria. Para colmo, Lizeth, Michelle, Katherin y mi prima Esmeralda estaban en el comedor esperándome, sin importar que eran las dos de la madrugada. Al verme llegar, no evitaron hacerme toda clase de preguntas sobre mi salida, pero sus rostros eran como de rencor. Fui respondiendo sus preguntas y una a una se iban yendo a sus dormitorios.

—Qué afortunada, de verdad te felicito —mencionó Katherin con escaso ánimo y se retiró de ahí, dejándome sola con Michelle.

—Bien. El plan de mañana sigue en pie —me susurró Michelle—. Quiero demostrar que Valentín me fue infiel primero que yo a él.

—¿Estás segura? —pregunté sarcásticamente.

—Completamente. ¿O qué? ¿Quieres que todos sepan que te cogiste a Sergio?

—Mira, te ayudaré sin problema y la verdad, viendo cómo se han estado disolviendo las parejas, lo de Sergio ya me está valiendo verga.

—De acuerdo, gracias por tu apoyo —enunció sonriente y se fue, pero sospeché de su gesto.

Caminé despacio hacia las habitaciones, sin poder evitar ver a mi primo Valentín, acostado en el sofá y con ojeras como si se la hubiera pasado llorando. Sentía que no se lo merecía, pero una no sabía si estaba pagando algo malo que hizo.

Entré a mi recámara, caí en el colchón y me quedé profundamente dormida. Minutos después, me despertaron las pisadas de cada noche que se aproximaban aceleradas hacia la sala y quise levantarme para seguirlos otra vez, pero no sabía que había alguien en mi cuarto. De pronto, una mano tapó mi boca y evitó que gritara.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.