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Aventuras en playa del Carmen 2: Jactitafilia y narratofilia
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Tiempo de lectura: 7 minutos

—Solo quiero dormir en una cama, el sofá no es cómodo para mí. 

—¿Y si los demás ven que dormimos juntos?

—No pasará, me levantaré temprano y esperaré a todos en la sala.

—Está bien.

Tuve curiosidad de saber qué se siente dormir con un hombre, pues nunca lo había hecho y por eso accedí. Claro que pensé hasta en la consecuencia más perversa y no me estaba negando a que sucediera, al fin que ya lo habíamos hecho cuando éramos novios y que en ese momento, lo que había entre él y Lizeth parecía haber terminado con esa fuerte discusión.

Llegamos a la cama, nos acostamos y me volteé del lado contrario para no verlo, pero él comenzó a hablar.

—Estuvo increíble.

—Eres un patán —dije a modo de regaño y él calló.

Cerré mis ojos por escasos minutos, en los que soñé que me satisfacía sexualmente dándome sentones en mi enorme consolador favorito que olvidé en mi casa. De pronto, él me despertó jalando mi brazo.

—Estás muy ancha —me dijo y me di cuenta de que mi trasero invadía su mitad de la cama.

—Perdóname —contesté y me acomodé.

—No movías la cola así cuando cogíamos.

—¿¡Qué!?

—Nada, solo es una broma.

—Más te vale, porque estoy segura de que la movía muy bien.

—Para ser sinceros… no.

—¿Por qué dices que no? —pregunté molesta y me volteé para verlo de frente.

—Porque solo te movías a los lados, no te clavabas mi verga sino que te movías con mi verga ya adentro.

—Pero me movía en círculos.

—No, solo te movías de arriba a abajo.

—¡Ya! —quise parar la discusión—. Calla porque quiero dormir.

—Hoy aprendí lo que es que una mujer se mueva en realidad.

—Te encanta discutir.

—Tal vez, ¿no quieres aprender a moverte?

—¡No! Ya duérmete —regañé y me volteé de nuevo, dándole la espalda.

—Está bien —dijo y se quedó callado, mientras que yo, recordando las veces que cogimos, me empecé a mojar y a morderme los labios del antojo por follar.

Pensé mucho si hacerlo o no, pero al final me decidí: Me bajé mi short, dejándole ver mis nalgas en bikini.

—No pienses mal —advertí—, tengo mucho calor.

—Yo no dejé ese culo así, está más voluminoso.

—¿Con qué clase de prostituta estuviste que aún tienes ganas?

—Ya sabes que yo soy muy fogoso —dijo, calló por unos instantes y luego volvió a hablar—. Y puedo hacerte todo lo que aprendí con ella.

—Mira, no te dejé acostarte conmigo para eso, podemos ser escandalosos y los demás nos pueden escuchar.

—Continúa.

—¡Ash! Solo relátame qué tal estuvo tu experiencia de esta tarde.

—¿A detalle?

—Sí, a ver qué tanto te creo.

—¡Por favor! —alzó un poco la voz riendo—. Te diré toda la verdad.

—De acuerdo, te escucho.

—Se llama Valeria, tiene 24 años, es morenita, un poco más alta que yo, delgadita y muy sexy. Nos vimos en un hotel de la zona hotelera. Entramos a nuestra habitación y lo primero que le hice fue tomarla de la cintura —de pronto, tomó mi cintura.

—Sin tocarme, solo cuéntame —dije y me soltó.

—Ok. La tomé de la cintura, nos dimos unos besos intensos de lengua y con mordidas, le agarré las nalgas, ella me empezó a manosear la entrepierna y antes de que me hiciera algo a mí, la acosté en la cama y me hinqué para subirle la falda, hacerle a un lado la tanguita y dedearle su concha.

Cuando llegó a esa parte de su historia, sentía empaparme mucho ahí abajo. Experimenté lo que se conoce como narratofilia, es decir, excitación al escuchar un relato erótico. Discretamente, deslicé una de mis manos hacia adentro de mi bikini, pero él lo notó.

—¿Qué? ¿Ya te prendiste?

—No, solo es comezón en la ingle. Tú sigue.

—Bueno. Después acerqué mi boca a sus labios vaginales y los besé, los lamí, los dejé bien chupados al igual que su clítoris, aunque me tardé más con ese porque ella me pedía que lo hiciera más cada vez. Se lo dejé muy bien chupadito y lengüeteado. Luego ella me pidió que me acostara y lo hice. Se apuró en bajarme el pantalón. Luego se agachó y me la chupó muy rico, se la metió toda a la boca, tenía garganta profunda… Mmmm… También me lamió los huevos y recorrió mi polla desde mi escroto hasta mi glande.

—¿Te acabas de sacar la verga? —pregunté curiosamente al notar movimientos extraños en la cama.

—Sí, ¿la guardo?

—No. Si gustas, mastúrbate viendo mi trasero.

—Eso es lo que hago.

Erick acababa de experimentar un episodio de jactitafilia, que es la excitación por relatar sus experiencias sexuales.

Mis ganas me llevaron a estirar mi mano hacia atrás para tocarle el pene y frotarlo. Lo tenía muy bien parado y me volteé de frente a él para vérselo.

—Yo no dejé esa verga así, está más larga.

—Estuve practicando mucho baby.

Yo estaba tomando la iniciativa de bajar mi cabeza hacia su polla, pero no sabía si él estaba de acuerdo.

—¿Puedo? —le pregunté y lo persuadí deslizando mi lengua por mis labios y mordiéndomelos.

Erick solo me tomó de la cabeza y la llevó hasta su verga para metérmela en la boca, él empezó a moverse de forma que me la metía y sacaba de la boca y yo la saboreaba con los labios y con la lengua, hasta que la introdujo toda y empecé a toser de sentir que me estaba tocando la garganta, lo cual hizo que la sacara.

—Métela otra vez —le pedí—, sí la aguanto más tiempo.

Erick lo volvió a hacer y pude aguantar un poco más de tiempo con toda su herramienta hasta el fondo, la sacó toda empapada de mi saliva y diciéndome que lo hice fantástico.

Tomé mi celular para ver la hora, eran las 2:30 de la madrugada y le hice una propuesta.

—Hazme lo que le hiciste a esa tipa, pero en cámara rápida y silenciosamente.

—Bueno, primero nos acostamos y continuamos besándonos —relató mientras me hacía lo que narraba—. Le agarraba las tetas así mientras ella se me subía encima y se hacía a un lado la tanga.

Me quité el bikini, me senté en sus muslos y me metí toda su verga en la concha sin esperar más tiempo.

—¡Ah, mmmm! Continúa, Erick.

—Tssss. Ella se dio sentones duros hasta el cansancio, pero no creo que quieras hacerlos porque ella hacía que sonara como aplausos.

Tomé la sábana y cubrí sus muslos para comenzar a darle sentones duros sin que sonara el impacto de mis glúteos con sus muslos.

—¡Ay, papi! ¡Qué rico!

Erick sujetaba mis pechos con fuerza y eso me excitaba y me provocaba a agacharme para ponérselos en la cara, a lo que él supo mis intenciones y los empezó a mamar delicioso mientras yo seguía azotándome con su polla adentro.

—Cuando se cansó de darse sentones —continuó—, vino el show en que me apantalló con sus movimientos, así con mi pene ensartado.

Entonces me enderecé, sostuve mis tetas con mis manos y empecé a moverme en círculos a un ritmo lento, sintiendo muy rico de ver a Erick muy excitado. Sin saber qué era lo que seguía, me di la vuelta sin sacarme su pene, dándole la espalda y comencé a hacer rebotar mis nalgas poco a poco hasta que volvieron a ser sentones duros.

—¿Seguirás diciendo que no me muevo bien? —le pregunté mirándolo lascivamente.

—Depende cómo lo hagas en cuatro.

Inmediatamente me puse a gatas y él se hincó atrás de mí para penetrarme, trayendo consigo la sábana para que no sonaran los impactos.

—¡Ah! ¡Me excita mucho cogerte y verte el enorme culo que has adquirido, mami!

—¡Mmmm! ¿Te excita mucho, papi?

—¡Tssss, sí! —exclamó al mismo tiempo que me dio una nalgada indirecta con la sábana tapándome.

—¿Qué pasaría si dejas de moverte y empiezo yo? —dije de forma sugestiva y delicada.

Erick se detuvo y yo comencé a azotarme solita contra sus muslos, con su pene adentro, sintiendo que vibraba, por lo que mis movimientos se hicieron más rápidos y añadí movimientos en círculos.

Fue así como Erick me sacó su verga y avisó que se iba a venir. Me acosté boca arriba, poniendo mi cara bajo su verga y mis pies hacia la cabecera de la cama y esperé hasta que me echó sus chamacos en la boca y me salpicaron en las mejillas, en el cuello y en los pechos. Cuando terminé de pasarme su semen, me vestí para dormir de nuevo, sin evitar quitarme la curiosidad.

—¿Eso fue todo lo que hiciste con la escort?

—Cállate. Hice más, pero te moviste muy rico y me corrí muy rápido.

—¿Ella no se movió rico? —comencé a reírme, tapando mi boca con la sábana—. ¿No que ya habías aprendido lo que es que una mujer se mueva bien?

—No se vale. ¿Con quién estuviste practicando?

—¿Después de ti? Solo con mi dildo de doce pulgadas.

—Pensé que te metiste con alguien más.

—No soy tú, que dos semanas después de terminar con una te consigues otra novia.

—Ni me digas. Lizeth no coge nada bien.

—¿Ves para qué me terminaste?

—Pero podemos volver, si quieres.

—No, gracias. Así estoy bien.

—Al menos podemos frecuentar para coger, ¿qué dices?

Me quedé callada, pero me pareció una propuesta magnífica y le di un indirecto sí, haciendo mofa de lo poco que duró conmigo.

Erick cayó en profundo sueño y posteriormente le seguí yo, pero no me duró mucho el gusto, pues en tan solo cinco horas ya había que despertar. Como Erick me lo anticipó, amanecí sin él a mi lado en la cama.

—¡Vamos, Nicole! —vino Valentín a mi recámara a levantarme—. Eres la única que falta de bañarse.

Preparé mis cosas para bañarme, pero tuve que esperar afuera de la regadera un momento en lo que una pareja se estaba bañando, pero no solo eso, sino que se escuchaban los gemidos de la chica, lo cual indicaba que estaban garchando y la voz no era ni más ni menos que de mi mejor amiga Naydelin.

Minutos después salieron de la regadera Naydelin y su novio Gilberto. Ella me vio sonriendo desvergonzada.

—¡Perdona la demora! Apúrate en bañarte —me dijo muy contenta.

—Ustedes no desaprovechan ninguna ocasión, como ayer en el cuarto de Valentín, ¿verdad? —insinué.

—¿De qué hablas? —me preguntó ella sacada de onda, pero no permaneció para seguir platicando, pues Gilberto la haló del brazo y se fueron.

Luego de bañarme, me arreglé y salí hacia la sala con la cámara encendida y filmando a todos, excepto Katherin, quien seguía en su habitación y no iba a salir con nosotros, pues argumentaba que su regla se había puesto muy intensa.

Capturé los momentos más importantes desde que salimos. Fuimos a desayunar a un restaurante, fuimos a la playa y ahí estuvimos jugando voleibol, jugando frisbee, metiéndonos al mar, en fin, divirtiéndonos.

Apenas eran las dos de la tarde cuando me salí del mar y me senté en la arena. De pronto, un joven guapo, morenazo, alto, delgado y nalgón se me acercó y quiso entablar conversación conmigo. Yo solo sonreía y le respondía sus preguntas, tales como mi nombre, si me la estaba pasando bien y si venía acompañada.

También yo le empecé a devolver preguntas y nos reíamos de mis amigos que se revolcaban con las pequeñas olas que llegaban a la orilla del mar mientras yo los filmaba en la distancia. A su vez, mis amigas volteaban a vernos y me hacían burla, haciéndome señas obscenas como queriendo decir que ya encontré con quién coger. Tiago, como se llamaba el muchacho, solo me veía con una sonrisa y yo me veía atraída por él.

De pronto, se escuchó un grito y una multitud se concentró alrededor de mis amigos. Me levanté y tras de mí Tiago me siguió hasta el punto de reunión. Sergio se había torcido el tobillo y se le hinchó. Bajé la cámara para no grabar la espantosa imagen. Después, mi primo Valentín y Raúl cargaron en sus hombros a Sergio y lo llevaron hasta la camioneta para canalizarlo con un médico.

—Yo los acompaño —me dispuse.

—Pero ¿quién va a seguir grabando a los demás?

—No se preocupen, yo seguiré grabando —llegó la novia de Valentín, Michelle, y me pidió la cámara.

Fue así como buscamos un médico y Sergio fue atendido. Lo llevamos a la casa, entramos y no pudimos creer lo que vimos inmediatamente.

—¡Katherin! —gritó Sergio al ver a su novia desnuda en la piscina con otro hombre.

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