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Tiempo de lectura: 2 minutos

Sucedió antes de la pandemia. 

Ella 49 años, una mujer blanca, senos grandes, rostro precioso, ojos pícaros, sonrisa coqueta y gusta de usar sandalias altas para que le vean los pies.

Yo 30 años, moreno, barba, sonrisa y cejas enigmáticas.

Ese día ella me había pedido el favor de acompañarla a hacer unas diligencias, al momento del encuentro llegó hermosa -como siempre- huele delicioso, mi mirada va desde sus pies hasta su escote y termina en su cara, es preciosa y algo dentro de mí se mueve, quiero meter mi cabeza en medio de esas tetas y recorrer su cuerpo lentamente con mi boca.

Al finalizar de hacer las diligencias, tomamos el transporte público en él tan solo iba el conductor así que decidimos tomar las últimas sillas, ella se hizo hacia la ventana y yo hacia el pasillo.

Luego de avanzar unas cuadras notamos que el conductor tomó una vía diferente, había bastantes carros y no avanzaban; pues ese día había marchas en la ciudad lo cual dificulta la movilidad.

Aprovechando el trancón nos miramos, hubo un momento de silencio y nos dimos un beso apasionado, toque su vagina y estaba caliente, ella mi verga y estaba dura. Baje la cremallera y la saque para que le diera una buena mamada, sin pensarlo dos veces, aunque había cierto nerviosismo en el ambiente.

El autobús avanzaba despacio, entre calles y los conductores enfocados en su camino, pero aun así pendientes que el conductor no viera, tocaba sus senos, los saques del sostén y sosteniendo su cabeza para que lo mamara más rápido, que escupiera, lo disfrutara y se sintiera una perra, mi perra como tanto le gusta y calienta.

Lleno de morbo por el tamaño de esas tetas al aire libre y la adrenalina que alguien pudiera vernos, el corazón latía a mil… un poco de pena, por no saber la respuesta de quien llegase a ver y deseos porque nos vieran y disfrutaran los que íbamos haciendo.

Por algunas cuadras, ella iba clavada de cabeza comiéndose mi verga y mis manos acariciando sus tetas.

En otras, mis dedos metidos en su pantalón, húmedos por la cantidad de fluidos que caían al hacerla llegar y disfrutar.

Durante muchas cuadras nadie se subió, ya que no era la ruta habitual de él así que seguíamos los dos jugando, tocando nuestros cuerpos.

¡Sus senos y mi verga libres!

El morbo cada segundo aumentaba más.

Mis ojos cerrados concentrados en la forma en que lo come y ella disfrutando… suena un ruido fuerte, resulta que el autobús ya retomó su camino habitual y una chica se había subido y no nos dimos cuenta de ella, pero al parecer ella de nosotros si.

Susurro unas palabras para avisarle que ya había subido alguien y que se detuviera, pero no escucho por unos minutos, cuando por fin escuchó con una mirada retadora me comenta:

-No importa que ella esté, de hecho, que aproveche y vea lo que me como.

La miro y la sujetó del cuello para que siga chupando la verga y hago que nada paso, miro por la ventana, mientras la adrenalina aumenta.

Ahora somos 4 en el autobús.

El conductor que no sabemos si se dio cuenta, pero deseamos que así haya sido.

La chica.

Y los dos con ansias y deseo de ser vistos por más personas.

Pero en vez de subir más personas al autobús, la chica se baja… al parecer le incomodo lo que estábamos haciendo, pero poco nos importó.

Busco su vagina mojada para meter los dedos nuevamente, los sacos empapados de su lubricante; es caliente, delicioso tanto que los dos chupamos los dedos mientras nos besamos.

Algunas cuadras más adelante, se sube un hombre mayor.

Ella se frena un poco, no sabe si continuar o detenerse, pero la incito a que continuemos jugando un poco más ya que él puede ver cómo me lo chupa y sus tetas deliciosas.

Lastimosamente y con el pasar de las cuadras se van subiendo más personas y ya detenemos el juego del autobús.

Continuará…

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