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Autobiografía sexual (Parte 1): Mi primera vez
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Tenía un novio llamado Rodrigo, contemporáneo mío, ambos teníamos 18 años.  Él era muy lindo, pero muy inocente. Me llevaba a su casa para presumirme con su familia, entre los que conocí a Leonel, su hermano mayor por tres años.

Sus padres no tenían problema con que hiciéramos la tarea en su recámara, pero él echaba a la basura esas oportunidades de oro. Yo estaba ansiosa por tener mi primera vez y a mi consideración, mis insinuaciones eran obvias. ¿Por qué otra cosa exhibiría mi culo al colocarme a gatas en su cama? Simplemente, él aún era inmaduro para esas cosas y yo, si bien no era experta, al menos era muy estudiosa del arte de la seducción.

Su romanticismo me gustaba, pero él quería que nuestra relación saliera a flote solo de esa manera y a mí me aburrió. Además, haber sabido que fui la primera que besó sus labios acabó con mis expectativas y al mes y medio de empezar a andar lo terminé. No supe darle una razón, lo único que se me ocurrió decirle fue "tú eres agua y yo soy fuego, no somos compatibles". Los siguientes días lo veía apartado de los demás y llorando, igual a mí me dolió herir sus nobles sentimientos pero no me iba a detener a sentir lástima por él.

Días después, salí de la universidad y me dirigía a mi casa, pero en el camino se me interpuso Leonel. Pensé que me encararía por haber lastimado a su hermano, sin embargo, su declaración fue sorpresiva. Me halagó, me dijo algunas cosas sexys y me pidió ser su novia. Yo estaba demasiado emocionada, pero, como toda mujer, me hice como la que no quería y probé su resistencia.

Las siguientes semanas, todos los días me lo topaba en mi regreso, nos perdíamos por las calles, me llevaba a la plaza principal, me invitaba la comida, todo menos a su casa para evitar abrirle más la herida a su hermano. A su vez, las primeras ocasiones partimos de besos suaves que con el transcurso de los días se intensificaban cada vez más. Llegamos al punto en que nuestro pasatiempo favorito era besarnos apasionadamente teniéndome sentada en sus piernas, sin importar la exhibición que dábamos al público.

Llegó el día. Fui bastante arreglada a la universidad, los profesores no evitaban echarme la mirada y yo esperaba ansiosamente la hora de salida. Momentos más tarde, me encontraba en la casa de un amigo de Leonel. Para ese entonces, ya éramos novios. Leonel le habría pedido el favor a su amigo de prestarle su casa un día que no hubiera nadie en ella.

Y ahí nos hallamos, solos y con todo el espacio necesario. Miraba cada parte de la casa y recordaba escenas pornográficas que podríamos imitar, pero al mismo tiempo solo quería dejarme llevar. Leonel tomó mi mano y me llevó a un cuarto que tenía una cama king size. Estábamos besándonos de pie y aproveché para mostrarle unos pasos de baile sensuales que estuve ensayando mucho el fin de semana anterior; entre ellos, le restregaba mi cola en su pelvis y hacía que sus manos acariciaran mis senos.

La llama se encendió. Leonel me tomó de la cintura y se sentó en la cama conmigo encima y de espaldas. Mientras él besaba mi cuello yo me alzaba y dejaba caer sobre sus muslos, sentí tanto calor que le pedí que me despojara de mi blusa y así lo hizo. A su vista tenía mis redonditos senos adornados por mi sostén a rayas blancas y negras. Él sujetó mis tetas sin dejar de besar mi cuello y yo comencé a sentir un bulto bajo su pantalón. Fue mi oportunidad para darle unos roces a su entrepierna con mi trasero y empecé a gemir del deseo de ser cogida. Mi brasier salió volando y yo me di la vuelta para quitarle la camisa a Leonel. Luego le di besos a su cuello y acariciaba su pecho sin dejar de mover mis glúteos.

De forma tajante, él me acostó boca abajo, se quitó el pantalón, bajó su calzón y también me quitó la falda y la pantaleta. En menos de un minuto, todo estaba listo para la penetración. Quería atreverme a preguntarle si quería que le chupara el pene, pero mejor dejé que continuara. Leonel inició golpeando mis pompas con su duro pito y luego sentí que lo puso a la entrada de mi concha. En ese instante, pronuncié las palabras que muchas dicen en esa circunstancia.

-Sé cuidadoso, cariño. Es mi primera vez.

Poco a poco, sentí su verga entrar en mi vagina. Jalé aire al sentir el dolor de mi primera penetración y fue delicioso que después él la sacara y metiera despacio. Mis paredes vaginales apretaban demasiado su polla, mis gemidos eran bastante agudos y a la vez se escuchaba que se me iba la respiración.

– ¡Mmm! ¡Se siente rico! ¡Ahhh! ¡Mmm!

Pasaron los minutos y sentí las ansias de levantar mi trasero y empujarlo hacia atrás y adelante para enterrármela más rápido. Mis deseos fueron órdenes para él, quien procedió a embestirme aumentando la velocidad y la fuerza. De esa manera, él me estaba dando conmigo en cuatro.

– Así te quería tener, mami. ¿Te gusta mi pene?

– ¡Ay, sí! ¡Me encanta, amor! ¡Mmm! ¡Me lo estás haciendo delicioso!

Mis manos apretaban la colcha cuando él hacía cimbrar la cama al darme más duro y veloz y el sonido del impacto entre sus muslos y mi cola era como el de los aplausos. De pronto, sus gemidos se dejaron oír y entonces, sacó su verga de mí y sentí un líquido llover sobre mis nalgas, mi espalda y llegando hasta mi cabello. Me sentí exitosa por haber hecho venir a mi primera pareja sexual en menos de diez minutos.

Yo seguía muy ganosa, sin embargo, él se sintió decepcionado. Sacó un pañuelo de su pantalón para limpiar mi cuerpo de su semen, se vistió y me expresó lo mal que se sentía por correrse rápido. No supe cómo reaccionar, repetí incansablemente la frase "estuviste de maravilla" sin mentirle, pero no quería rogarle para continuar follando. Me vestí a la par de él y luego nos fuimos a nuestros respectivos hogares.

El estreno de mi coño, sin duda, fue lo que influyó en que él se sintiera sofocado de tanta excitación y se corriera muy rápido. Sinceramente, no fue su culpa y soy consciente de que muchos hombres tienen ese "problema". Las mujeres somos causantes de ello y me opongo a quienes critican a los hombres por eyacular prácticamente rápido, ¿acaso ellos no merecen tener tantos orgasmos como nosotras? Yo no los juzgo por ello, aunque lo único que pido es que continúen, no por haberse venido una vez ya se acabó, el deleite sigue hasta el cansancio y si se sienten cansados por venirse una vez es turno de que la mujer pierda calorías y lo cabalgue para provocarle una segunda corrida. Es mi forma de pensar, tal vez estoy equivocada.

Después de esa ocasión, Leonel desapareció de mi vida. Ya no iba a buscarme a la salida de la uni y perdí contacto con él.

Ese fue solo el comienzo de mi larga carrera sexual.

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