Comenzaré explicándoles que Ale y yo nos conocimos muy jóvenes, ella tenía 13 años y yo 17. La relación continuó hasta que ella cumplió los 18 años. Ahí fue cuando comenzó la historia más caliente que pude haber vivido.
Con los 18 años su actitud cambió, comenzaba a insinuarse un poco más, su cuerpo estaba mucho más cerca al mío y siempre que podía había roces muy sensuales de sus nalgas con mi pene, sus hermosos senos con mis brazos y los besos cada vez eran más profundos y cachondos.
En una ocasión un beso inició todo, sus labios de color rosa se juntaron con los míos, nuestras lenguas se remolineaban en todos los sentidos, podía saborear todo lo que emanaban de esa virginal boca. Mis labios bajaron hasta su cuello y ni hubo ninguna resistencia, después baje hasta sus hombros y su respiración era cada vez más agitada y sus manos buscaban con ansias acariciar mi pene sobre el pantalón, cuando quise acariciar su vagina de un solo movimiento terminó con el faje que habíamos empezado.
Al día siguiente día platicamos por mucho tiempo y el tema terminó y no lo volvimos a tocar. Tiempo después estaba por suceder el clásico tapatío, chivas vs atlas y platicando con ella me dijo que apostáramos algo, porque yo soy atlista y ella es, malamente, de chivas.
Respondí rápidamente que sí y su propuesta me dejó helado.
Ale: Si tú pierdes mmmm, me llevas aaaa… Una cena romántica con pétalos y todo eso bonito.
Eduardo: Va!! Pero y si yo gano?
Ale: Si tu ganas, que?
Eduardo: Pues que quieres perder?
Ale: Pues… lo que tú quieras…
Eduardo: Lo que yo quiera?
Ale: Si
Eduardo: Segura?
Ale: Si… Lo que tú quieras…
Al escuchar esa respuesta, mi imaginación voló, en mi mente solo estaba la posibilidad de acariciar su vulva o que me dejara pasar mi lengua por su vagina, cosa que obviamente no iba a pasar. Mi respuesta fue rápida y espontánea:
Eduardo: Si gana el atlas, me dejas acariciarte la vagina…
Al escuchar lo que quería, no pudo ocultar su cara de sorpresa, lanzando a la vez una mirada que me decía a gritos que esperaba con ansias que yo ganara la apuesta. Por distintas situaciones no pudimos ver el juego, pero al enterarme del resultado mi mente voló nuevamente hasta ver casi realizada una de mis ansiadas fantasías.
Llegue a su casa con una sonrisa de oreja a oreja y no pude evitar hacer el comentario que estaba preparando desde que supe el resultado del partido.
Eduardo: Hola
Ale: Hola me dijo con una voz muy suave.
Eduardo: ¿Viste el partido?
Ale: Si…
Eduardo: ¡Gane!
Ale: si… ya se…
Cambiamos de tema y seguimos con pláticas de las actividades que habíamos tenido en el día. Cuando la oscuridad llegó y sus papás entraron a la casa, me tomó de la mano sin mediar la palabra me llevó a una parte con poca luz que había en la calle y me dijo:
Ale: Te voy a pagar tu apuesta…
Eduardo: ¿segura?
Ale: Si… cuando digo que haré algo no me retracto y lo cumplo.
Ella llevaba puesto un pantalón de mezclilla ajustado que marcaba de una excelente manera sus deliciosas nalgas redondas y una blusa que combinaba muy bien con sus pequeños pero hermosos senos. Me abrazo y en seguida rodeé su cintura con mis brazos, las sentía tensa, así que comencé a acariciarla de forma lenta y besarla primero en los labios y después en el cuello, después de unos 5 minutos sentía su corazón latir más rápido.
De forma lenta clavé mis dedos índices entre su pantalón y su cintura justo arriba de la espalda baja, ella solo hacia movimientos lentos su excitación era evidente. Poco a poco fui deslizando mis dedos hacia su vientre, hasta llegar justamente al punto medio entre su ombligo y su vulva. Sentí como mis dedos tocaban unos ligeros vellos púbicos, en ese momento su respiración se detuvo:
Eduardo: ¿Quieres que me detenga?
Ale: No… solo hazlo despacio.
Mi mano fue entrando poco a poco al paraíso entre sus piernas, sentí el encaje de su cachetero. Cada vez estaba más cerca de poder hacer mi fantasía realidad. Por fin toque su vulva entre los vellos que la protegían, ahí estaba húmeda, tersa y a mi entera disposición, al tocar su humedad mi pene creció en seguida y no pude evitar que se notara mi erección, ella solo disfrutaba de las sensaciones con los ojos cerrados y emitiendo pequeños gemidos provocados por las nuevas sensaciones que estaba teniendo.
Mis dedos comenzaron a moverse en círculos sobre sus labios mayores para después entrar de forma lenta en su sexo, después de 10 minutos el cachetero estaba empapado de sus fluidos y yo a punto de explotar en una eyaculación. Ella terminó y me abrazó duramos una rato abrazados hasta que me dijo que era hora de que me fuera, nos despedimos y me fui a casa.
Durante todo el camino no pude evitar oler en repetidas ocasiones mis dedos que tenían impregnado ese aroma característico de una vulva ansiosa de sexo, al llegar a mi casa me encerré en el baño pues no pude aguantar la ganas de jalármela después de tocar y acariciar la vulva de mi novia.
En otros relatos le contaré cómo fuimos avanzando en nuestra vida sexual hasta llegar a un punto sin regreso…