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Así descubrí lo putita que soy
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Soy una mujer de 30 años, de estatura media, con tetas normales, piernas bien torneadas y un culo que llama la atención por donde quiera que paso, especialmente cuando uso zapatillas, que por cierto me encantan. A esta edad ya he conocido muchas vergas y he disfrutado mucho del sexo. Mi panocha se moja con mucha facilidad con el roce accidental de otro cuerpo, ya sea en las piernas, en las nalgas, en los brazos o cuando me tocan las manos. Pero incluso es suficiente con que me miren con picardía directamente a los ojos. Cuando eso pasa, no puedo pensar en otra cosa que no sea coger. Así que cualquier hombre que se lo proponga y que me guste, puede llevarme fácilmente a la cama. Y ni siquiera necesita haber cama, pues me gusta coger en cualquier parte.

La historia que voy a contar me pasó cuando tenía 18 años y había comenzado a ir a la Universidad. A esa edad mis tetas ya se habían desarrollado por completo y aunque su tamaño era normal, sin duda le gustaban a mi novio pues siempre me las mamaba muy rico. Mi panochita estaba todavía muy cerradita y apretada pues todavía no había probado ninguna verga.

Mi mejor amiga y yo teníamos novios, que coincidentemente eran amigos entre sí y 3 años mayores que nosotras. Una tarde nos pusimos de acuerdo para salir los 4. Nos pareció buena idea vernos en la cancha de futbol de nuestra antigua escuela preparatoria, que por ser fin de semana estaba vacía y convenientemente se ubicaba a la orilla del pueblo.

Para esa ocasión elegí mi ropa más atrevida: una minifalda de mezclilla con tablones y una blusita de tirantes. Pensando en que algo rico podría pasar, me depilé la panocha y me puse un calzón sexy liso de color blanco. Me puse un poco de brillo en los labios y me fui por mi mejor amiga.

Estábamos en la cancha esperando a nuestros noviecitos y cuando vi que ya se acercaban, mis manos empezaron a sudar y mis pies a temblar. Sentía una humedad en la vagina que nunca había experimentado, pero que no me incomodaba. Mi piel se erizó. Cuando llegó mi novio, que era el más alto de los dos y el más fortachón, me dio un tierno beso que terminó de elevar mis emociones.

Recuerdo que era época de lluvia y la cancha estaba cubierta con verde pasto. Nos tumbamos los 4 en el pasto buscando formas a las nubes y cuando me di cuenta ya nos estábamos besuqueando y tocando. Volteé a ver a mi amiga y me di cuenta de que ellos nos llevaban ventaja pues ya estaban casi completamente desnudos. Así que me despreocupé y me dediqué a lo mío con él.

Mi novio tenía una mano bajo mi calzón y la otra sobre una de mis chiches. Pasaba de besar mi boca a chuparme el cuello y después las tetas. Recuerdo que el ambiente olía mucho a saliva y pasto. Me quitó los calzones y se los puso en la cara, los olió y luego los tiró en el pasto. Me sacó la blusa y luego se quitó el pantalón y la camisa. Su pecho era casi lampiño y muy blanquito. Me llevó la mano a su verga y me pido que se la tocara. Luego me levantó la falda, puso la cabeza de su verga en la entrada de mi vagina y comenzó a moverla de arriba hacia abajo, lo que hizo que me mojara más abundantemente de lo que ya estaba.

Después de estar un rato jugueteando, de improviso y sin advertencia me clavó su verga en la panocha lo que me hizo dar un fuerte gemido que no supe si fue de dolor o de placer. Aquella verga entro y salió con fuerza. Me la metió lo más profundo que se puede penetrar que el pasto de repente se manchó de sangre. Me asusté un poco, pero como él ya tenía experiencia, me dijo que era normal, que no me preocupara. Así que después del susto inicial, me la volvió a meter y yo me relajé y me dediqué a disfrutar de esa rica verga. Durante todo el tiempo que estuvimos cogiendo, siempre estuve debajo de él, por lo que pude ver el momento exacto en que se vino y me llenó el ombligo con su semen.

Así fue mi inicio en este delicioso mundo del sexo, en el que ya he conocido vergas de todos los tamaños, colores y sabores. Después de esa primera experiencia, mi novio me dio también por el culito y me enseñó a mamarle la verga, pero esas serán otras historias. Me trató tan rico que me hizo darme cuenta de lo putita que soy y de lo mucho que me gusta la verga. Y creo que apenas es el comienzo.

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