Disclaimer de géneros: Fantasía medieval y mágica, harem, bisexual, dominación y algo de romance.
El peso de la corona me sorprende, aunque debería ser ligero. Las miradas de nobles y clérigos me atraviesan, serias y expectantes, mientras los sacerdotes recitan oraciones antiguas. La sala, iluminada solo por velas, parece vibrar con una energía sagrada. En el aire flota una tensa densidad, como si el destino del reino dependiera de este ritual, de este instante. El silencio es denso, y yo, a punto de ser coronado, siento como la magia de mi linaje se desata.
Una suerte de sentido del peligro, cuando mi más fiel sirviente cruza sus pupilas con las mías, susurrando una lengua ancestral. Ignoro la naturaleza del conjuro, pero rápidamente manifiesto uno propio, intentando protegerme. Siento el cuerpo arder como si todo mi ser pasara a ser gaseoso, y en un pestañeo, me veo a mí mismo ser coronado. Justo cuando pienso que mi conjuro de dispersión mágica fue en vano, veo lo que antes fue mi cuerpo, caer al suelo en violentos espasmos.
¿Han intentado asesinarme o suplantar mi cuerpo? No hay mucho tiempo para sacar conclusiones, cuando soldados y sanadores rodean al príncipe. El cual ya no soy, ahora, mirándome las manos, recuerdo el nombre de mi sirviente, el cual soy yo ahora. Sir Penicleus Coinrel, un joven de una casa menor que trabaja como un aprendiz de comerciante, un escalafón insignificante para la corte, al menos me mantuve con vida. Ahora ¿Qué es lo que Penicleus haría en esta situación?
No hay mucha actuación de mi parte, los gestos de sorpresa aparecen solos y me quedo paralizado en el lugar. La cabeza de lo que antes era yo es aplastado entre los prominentes senos de quien antes era mi madrastra, en un llanto ¿Actuado? No podría asegurarlo del todo. Por otro lado, el general del reino apunta su espada al sacerdote que sostenía la corona, soltando una serie de sentencias memorizadas. La única persona que parece no estar del todo centrado en el origen del caos, es una mirada de una mujer encapuchada, una pelirroja que me observa con una expresión entre la furia y el miedo.
¿Qué clase de cortesana se fija en un sirviente menor cuando el nuevo rey ha muerto frente suyo?
Estaba claro que esa misteriosa mujer algo tenía que ver con lo ocurrido, pero basto mi mirada para que terminara escapando de mi visión entre tantas siluetas. ¿Ha sido Penicles cómplice de este ataque o fue víctima de la misma? Para ese entonces cualquier suposición era insensata, todos podían ser potenciales sospechosos en cualquier caso. Ante mis dudas, mis piernas flaquean, sintiendo la fragilidad de mi nuevo cuerpo. Tal vez de ser el nuevo rey de estas tierras a un simple aprendiz de comerciante sea un gran descenso de poder, pero es una oportunidad de recuperar lo que me han arrebatado.
Es extraño ver mi cuerpo inerte en el féretro, rodeado de rosas, encima de mis cerrados parpados se sitúan unas rocas en las que están dibujados ojos abiertos. Se ve más regordete de lo que lo recordaba, tan rechoncho que la idea de que este sin vida suena más a una excusa que a una causa. Aunque chocante el dejar aquella vida de comodidades y placeres carnales, debo de estar agradecido, pues no podría imaginarme un ritual mejor para hacerme a la idea de abandonar mi identidad, que un velorio. Incluso un par de lágrimas recorren mis mejillas, al pensar en los banquetes y orgías que ya no podré disfrutar, tantos amantes y amantes que deje atrás.
—Sigues siendo un blando, Peny. —Me dice una corpulenta mujer en lo que sacude los rulos de mi cabeza.
Intentando hacer memoria, aquella mujer de tez café, ojos rasgados y orejas alargadas, barriga algo sobresaliente y senos exorbitantes ¿Quién era? Recuerdo más su escote que su rostro, no paraba de inclinarse para mostrármelos, como intentando seducirme. Para ese entonces había tantas jóvenes que se me insinuaban como para estar prestándole atención a una mujer algo mayor y sin apellido relevante. En lo que la observo, ella me devuelve una mirada sería, teniéndola ahora de cerca se ve algo apetecible.
—¿Es la primera vez que presencias un asesinato? Ve acostumbrándote, el mejor postor casi siempre también es el más arriesgado.
¿La comerciante? Este pastel de carne era todo este tiempo la maestra de mi sirviente y él perdiendo el tiempo ayudándome a cortejar a alguna doncella…
—Yo había arreglado algunos jugosos tratos con el joven príncipe, todo un trabajo desperdiciado.
—¿De verdad? Y yo que te tenía como un caso perdido, pensar que habías logrado algo tan ambicioso…
Claro que no, Penicleus a menudo mencionaba numerosas posibles rutas comerciales, los insinuaba con una torpeza que dejaba en claro sus intenciones, yo me limitaba dar respuestas vagas para proseguir con más órdenes que lo mantuviera ocupado.
Las diferentes figuras pasaban de un lado para el otro, parando brevemente ante la de mi madrastra, para dar sus pésames. Un gesto de movimiento de ojos de la maestra me da a entender que haga lo mismo, es entendible, antes no me vería obligado a mostrar tal respeto a aquella mujer.
Un maduro sacerdote que había permanecido al lado mío acompañándome en las oraciones, cuyo rostro maduro aún mostraba rasgos atractivos a pesar de que las canas ya comenzaban asomarse. Creía que era un mero clérigo acostumbrado a guiar en los rezos a los demás, pero su gesto me dio a entender que tenía cierta confianza con aquella persona que he comenzado a ser. Pues con una suave nalgada me empujo a que formara parte de la fila, la cual se dirigía a la reina regente.
Unos sentimientos encontrados se conjugan en un nudo de garganta en lo que me voy acercando, mi difunto padre siempre se había mantenido distante, pero ella siempre había intentado llenar el vacío que mi madre había dejado.
—Mis más sinceros p… —Las palabras se me esfuman cuando me dirige una intensa mirada de asco.
La misma que parece contagiar a los demás, al verme quieto sin saber cómo reaccionar, hasta que doy unos pasos tras las palmadas que me da el de atrás. ¿Siempre miraban así a Penicleus? Siempre mantenía una sonrisa serena, lo que daba la sensación de que éramos demasiado indulgentes con él…
—¿Lo notaste también Peny? —Escuche al pasar al lado de la fila de soldados, de un joven semi trasgo.
—¿Disculpa?
—Si cierto, me pediste que fuéramos más discretos entre nosotros, discúlpame. —Dijo el joven algo sonrojado volviendo a la postura firme que mantenía la fila.
¿Qué fue aquel comentario? Más importante ¿Qué fue esa reacción? ¿Qué clase de relación tenía mi sirviente con este soldado? Mareado intentando recordar tantos nombres que en un pasado no habían tenido relevancia alguna, me aparte de la ceremonia fúnebre, buscando refugio en los oscuros pasillos del palacio. Pero ni siquiera allí encontré alivio a mi confundida mente.
—¡Peny! —Gritó una muchacha antes de apresarme en un abrazo.
En un sobresalto, casi grito un montón de insultos ante tal ofensa, pero luego recuerdo mi nuevo estatus y atino a aguarlo en un bufido de molestia. Parece una joven muchacha, de hecho, la reconozco gracias a su uniforme de sirvienta y las orejas de gato en su castaña cabellera. Lina era una de mis favoritas, era muy eficaz en la limpieza y asertiva en todas mis necesidades, aunque nunca se atrevería a iniciar un contacto tan íntimo. Primero el soldado y ahora la mucama ¿Acaso la imagen de mojigato que tenía de Penicleus era solo una fachada?
—¿Qué voy a hacer ahora Peny? —Dijo, hundiendo el rostro en mi pecho, sintiendo la humedad de su llanto en mi camisa.
—A… ¿A qué te refieres Lina?
—¿A qué me refiero? ¡Tienes razón! ¿Cuán tonta fui de pensar que siquiera tenía una oportunidad?
—¿Oportunidad?
—¡Basta!… Sé que era una fantasía ingenua soñar con ganarme su amor, pero tus palabras de coraje siempre me hacían creer que podía lograrlo. Que podía enamorar al príncipe tal como yo lo estaba de él.
Enamorada… ¿Desde cuándo? Ahora que recuerdo, a pesar de preferirla, nunca le había mostrado un trato especial, de hecho, me agradaban sus palabras halagándome o glorificándome, a menudo me motivaban a ser cruel y tiránico con ella, divertido con ver como su lealtad y admiración no cesaba a pesar de eso. Viéndola llorar mi muerte y confesar su profundo amor, casi hasta, me hacía sentir mal… Casi.
—Pero Lina, el príncipe siempre era muy malo contigo… Sinceramente, no sé qué le veías. —Levantándole el rostro sujetándola suavemente desde su barbilla.
De cerca, su rostro se veía hermoso envuelto en lágrimas, como vulnerable y necesitada de protección. Sentí sus pequeños senos aplastados sobre mí, sus pezones comenzaron a ponerse duros, mientras me mantenía la mirada ¿Tan necesitada estaba que un simple gesto de consuelo era suficiente para estimularla? Sin embargo, mis pensamientos se vieron distraídos, cuando mis propios bajos también se despertaron, presionándose mi miembro sobre su vientre.
Extrañado, pues su cuerpo juvenil y tan delgado que rozaba lo raquítico nunca me había parecido atractivo antes ¿Se debía a la revelación de sus sentimientos de enamoramiento o es que este cuerpo nuevo tenía un sentido diferente de atracción sexual?
Mis dudas se esfumaron cuando un arrebato de valentía invadió a Lina y poniéndose de puntillas aplasto sus labios contra los míos. Fue solo un breve momento, incluso para el nuevo cuerpo era un estímulo muy efímero. Pero fue suficiente para abochornarla y que saliera corriendo.
No hubo tiempo de procesar los acontecimientos, cuando un musculoso brazo me rodeó desde el hombro hasta el cuello. En un movimiento acelerado me arrastró a adentrarme a una oscura habitación llena de armaduras y escudos. Cuando me giré, mi propia camisa me cejó un momento, siendo despojando poco a poco de mis prendas. Frente a mí, aquel joven soldado con el torso desnudo me miraba con una mezcla de deseo y enojo.
—Sé más discreto Dietro, nos van a descubrir Dietro. —Parecía más burla que otra cosa.
¡Dietro! Ese era el nombre del joven soldado… Pero viéndolo de cerca su cuerpo, verde oscuro, con pectorales prominentes y abdominales relucientes, nada tenía que envidiar de un soldado veterano. Su mirada era intrigante, estaba… ¿Celoso?
—Dietro… No sé qué conclusiones sacaste de lo que viste, pero te aseguro que es solo un malentendido…
Mis palabras fueron ignoradas, mis manos se posaron débilmente empujando su cuerpo lejos del mío. Pero su imponente robustez era algo que con dificultad podría parar, y en realidad, no lo rechazaba del todo… Me sujetó de las muñecas, estirando mis brazos por detrás, besando mi cuello, pezones, ombligo…
—Yo me creía aquellas palabras de que solo te gustaban los hombres… Qué ingenuo fui.
Tras eso, los besos de sus labios y lengua pasaron de mi pelvis a mi miembro, y si en un momento tenía mis dudas, en ese momento me dejé hacer. Sus manos pasaron a presionar mis nalgas, liberando mis manos, las cuales se posicionaron en su oscura cabellera, presionando su cabeza. Aceptando lo que era una muestra de sumisión y adoración hacía mi persona, que no había sentido desde aquel fatídico incidente.
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Este sería mi primera vez intentando estos géneros y me vendría bien opiniones, sugerencias y demás. Tengo pensado que sea una serie de relatos, tal vez algo más largos que este.