Nos adentramos dentro del hall, entregamos las invitaciones, mientras siento la mirada de la seguridad, serios y con caras de pocos amigos. Nos abren las puertas y entramos en un gran salón, la luz es muy tenue, me llama la atención la amplitud del recinto y la cantidad de gente.
Todos ocultos bajo sus misteriosas máscaras. Noto la mano de María que me va guiando entre la gente; la música es suave, observo como la mayor parte de los asistentes tienen copas en sus manos; nuestros pasos se dirigen hacia una barra donde nos sirven dos copas de champán.
Las miradas se entrecruzan y el murmullo asciende, hasta que aparece en un estrado una figura, embozada bajo una capa negra y con su inseparable máscara. La música se detiene, palabras de recibimiento seguidas de varios formalismos. Mientras habla van apareciendo otras figuras, disfrazadas como en la mitología griega.
Una estatua de Baco surge tras ellos, de ella surge vino, siendo e realidad un surtidor. El anfitrión comienza a recitar frases en latín a lo que el resto va repitiendo al unísono. Hasta llegar a un canto en el que todos participan, seguidos de un brindis generalizado.
La música vuelve a surgir, es monótona y repetitiva. Las figuras que escoltaban al personaje principal comienzan a danzar sobre un escenario, sus movimientos al inicio lentos, van ganando rapidez y sensualidad; con roces y contorsiones cada vez mayores, mientras comienzan a desnudarse frente al resto.
La gente comienza a formar grupos, se oyen murmullos, risas… siento como la gente se va animando, como una marea que va recorriendo el salón, envolviéndonos lentamente…
Besos