Sí, me retiré en mi automóvil aquella tarde después de haber conocido en persona a aquel hombre quince años menor que yo, iba emocionada, de regreso a mi hogar, acaba de besar en la boca a un hombre que no era mi esposo, y eso me hacía sentir viva, lo confieso rotundamente.
Transcurrían los días y aquel hombre joven y yo, no dejábamos de chatear, a diario nos conectábamos en las redes, buscábamos espacios libres en nuestras respectivas ocupaciones e itinerarios y platicábamos, nuestras conversaciones comenzaban a ser eróticas, los relatos que nos decíamos nos emocionaban.
Fue entonces que decidimos vernos por segunda ocasión, el plan era saludarnos y darnos aunque fuera algunos besos, para ello, nos volvimos a citar en aquella calle poco concurrida, pero esta vez en un horario más tarde.
Serían las 7:30 pm, ya estaba obscuro, le dije a mi esposo que iba a recoger unas cosas al centro de aquella ciudad y que no tardaría en regresar, no tuve ningún problema. Me fui algo arreglada, finalmente arribé a la calle acordada, y estacioné mi automóvil, aquel hombre joven aún no llegaba, no pasaron ni 5 minutos cuando hizo acto de presencia, para fortuna de los dos, la calle lucía vacía y con poca luz debido a la falla de la lámpara del poste más cercano.
El joven hombre subió a mi auto, en el copiloto para ser precisa, y me saludo inmediatamente con un beso, un beso tan agradable donde juntamos nuestras bocas con duración de unos 15 o 20 segundos, que rico sentí, aterrizaba en mí una especie de aire que me renovaba, recuerdo hasta nuestras lenguas revoloteaban entre sí.
Comenzamos a platicar muy a gusto, sabía que no debía demorarme más de una hora para no tener algún inconveniente con mi esposo. Cuando veíamos que no se percibía alguna persona caminando cerca del automóvil, nos besábamos, que rico, sentía muy hermoso, refrescaba mi sentir al sentir sus labios, era algo muy bello.
Recuerdo que una de sus manos tocó una de mis piernas, y me pidió permiso, yo llevaba medias obscuras, con una falda formal, como si fuera a una reunión a la escuela de mis hijos, y aquel hombre joven quería masajearlas aunque tuviera yo medias puestas, si, se lo permití sin dudarlo dos veces, y no dejábamos de besarnos, comencé a sentir que la temperatura de mi ser se elevaba, no sé qué me pasó pero un instinto hizo que le tocará la entrepierna, el llevaba pantalón de mezclilla pero su pene se evidenciaba por la erección que tenía, eso me gustó mucho, y se lo tocó por encima del pantalón.
En verdad que rico, en ese momento, aquel hombre quince años menor que yo, me dijo que nos bajáramos del automóvil, él acababa de observar una finca en obra negra y me propuso que nos fuéramos a besar ahí, y no me negué, acepte rotundamente.
Recuerdo que nos internamos en aquella finca vieja, una especie de construcción como en obra negra, y nos colocamos por debajo de lo que parecían ser unas escaleras, nos alumbrábamos mediante la luz de su teléfono celular, y comenzamos a besarnos apasionadamente.
Él aprovechó en tocarme mis glúteos y senos, me daba tremendos agasajos con sus manos mientras nuestros labios se comían entre sí. Era algo muy hermoso y especial, también muy erótico, pues era un efecto electrizante que me hacía sentir muy bien.
Y fue entonces que paso algo que no me hubiera imaginado haber hecho, algo en mi interior hizo que me dieran ganas de besarle su miembro viril, una necesidad muy interna, algo muy intenso que sencillamente brotó de mi ser, les juro que él no me lo pidió, recuerdo que solita me hinqué enfrente de él, y comencé a desabrochar su pantalón de mezclilla, para ese entonces él ya tenía una erección, su pene estaba totalmente erguido, recuerdo que se inclinaba a mi derecha, y con mi mano lo sujeté y lo lleve a mi boca con ansias locas, como si fuera une medicina que me hiciera falta para sobrevivir.
Si, nunca pensé que besaría y chuparía con gran intensidad un pene que no era el de mi esposo, recuerdo que me lo quería comer a bocanadas, se lo chupaba con una intensidad muy grande, como si su miembro viril fuera una fuente de agua y yo no hubiera bebido el vital líquido en siglos. Sí, me estaba tragando una vare de carne sin miedo ni prejuicios, un falo que no era el de mi esposo, y lo estaba disfrutando mágicamente. Con mi lengua recorría la cabeza de su pene, besaba su tronco, y me sumergía bebiendo de su tranca con una fe que nunca tuve. Sí, yo, una mujer casada, estaba besando y chupando una macana de carne que no le pertenecía a mi esposo. Lo hacía intensamente mientras mi esposo me esperaba en casa, y yo no quería despegarme de aquel acto.
Se lo estaría mamando por unos 5 o 6 minutos, cuando aquel hombre joven me pidió que dejará de hacerlo porque quería penetrarme, en el fondo y mi intensidad ruborizaban por esta proposición, pero el tiempo y el factor de estar en un lugar donde nos podían ver me ponía muy nerviosa, le dije que no, que nos podían ver, que no era el mejor lugar para tener intimidad, y le dije que mejor nos fuéramos, el me seguía insistiendo, confieso que en el fondo lo anhelaba pero sabía que se podría complicar si seguíamos.
Y él me colocó por delante de él, dándole la espalda, e intentó rápidamente bajarme la falda, yo se lo impedía, diciéndole que mejor nos fuéramos, que aquí no era el mejor lugar, pero él seguía insistiendo, juro que lo deseaba con todas mis fuerzas, pero tenía que negarme, y justo cuando pensé no me iba a rogar más, intentó bajarme por última vez mi vestimenta, y no opuse resistencia, sí, yo una mujer casada, acababa de otorgarle una visa para que intimara conmigo, para que me hiciera suya, yo, una mujer casada, que nunca había sido infiel, ahora estaba dándole el regalo más sagrado que tengo a un joven quince años menor que yo, recuerdo que me incliné un poco, y él me sujetó con sus manos mi cintura, recuerdo que si dudarlo una de mis manos fue en busca de su pene para encaminarlo a mi vagina, yo solita le ponía los medios para que este hombre joven me la metiera, me follara, me ensartara su vara de carne.