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Aquel hombre quince años menor que yo (Final)
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Fue entonces que aquel hombre joven y yo nos encontrábamos ya en el cuarto de un hotel a las orillas de nuestro pueblo, llegamos en automóvil, la luz de la tarde comenzaba a esfumarse. Recuerdo con claridad haber hecho un par de llamadas para decirles a mis hijos que al rato pasaría por ellos, mi esposo se encontraba en un evento de trabajo y no le llamé, tampoco él lo hizo.

Una vez que colgué, comencé a desvestirme para mostrarle la ropa sexy a mi príncipe, que nutriera su mirada con el atuendo erótico que me había puesto para él. Él empezó a quitarse sus zapatos y pantalón, y yo no dejaba de lucirle mi ropa interior, eso me encantaba, me excitaba ver cómo era deseada por este hombre, me levantaba el ánimo.

Me puse un corsette, medias obscuras, tanga de encaje, en verdad me puse muy sensual y aquel hombre joven con mus mirada me devoraba, eso me encantaba.

No había marcha atrás, recuerdo que nos abrazamos y empezamos a comernos a besos, nos metíamos la lengua intensamente, el con sus manos me tocaba distintas partes de mi cuerpo, se agasajaba con mis nalgas, con mis senos, mis piernas, en fin, era un festín de caricias que hizo que abriéramos la puerta a quitarnos la ropa que nos faltaba, estábamos desnudos completamente, y mi príncipe, el calor aumentaba después de los besos y arrumacos, yo comenzaba a sentirme poco mojada, y pude notar que en la punta de su miembro viril se acumulaba un indicio de semen, como líquido pre seminal, la cabeza de su pene estaba algo mojada y eso me prendía aún más.

Entonces empezó la jornada de aquella tarde, recuerdo que aquel hombre quince años menor que yo me pidió que me inclinara sobre la cama en la posición de "perrito" para desde ahí perpetrarme, y yo ansiosa de sentir su pene, lo complací inmediatamente. Recuerdo haber colocado mis rodillas y manos sobre la cama e inclinarme en tal posición para esperar sus embestidas. Si mi vagina se le ofrecía a este hombre joven desde ese ángulo, estaba exhibiendo la mercancía más íntima y preciada a un hombre que no era mi esposo, y lo hacía sin remordimiento alguno, lo añoraba, lo necesitaba, quería sentirlo nuevamente, quería que me tomara, que me hiciera suya, que me penetrara.

Mi piel blanca estaba lista para recibirlo, y fue cuando se acercó con su miembro viril completamente erguido y la encaminó a mi parte más sagrada, lentamente me la empezó a meter, que rico sentía!, cada centímetro que me recorría me hacía feliz, sentí como sus manos sujetaban mi cintura y su cuerpo se impulsaba para que su pene estuviera dentro de mí. Si, este hombre joven me estaba metiendo su vara de carne, su miembro viril, sentí como su pene finalmente se internaba todo en mí, era una sensación única, mágica, maravillosa.

Comenzó a darme macanazos de su pene en mi interior, me restregaba su vara en mi parte muy sagrada, recuerdo que yo emitía sonidos de gran excitación por lo que estaba sintiendo, era placentero y maravilloso. Me la estaba metiendo un hombre que no era mi esposo, me entregaba a él sin culpas, sin miedos, sin remordimientos.

Cada embestida que me daba me acercaba a un primer orgasmo, me gustaba mucho sentirlo, sentirlo dentro de mí, y en un instante me recostó y se subió arriba de mí para ahora penetrarme en la posición de "misionero", ese cambio repentino y esa brusquedad me gustó mucho, sentí su fuerza de hombre y yo me sentía sumisa ante lo que me hacía, esa bravura me excitaba.

Ya me estaba "cogiendo" en esa posición, me tenía loca en este mar de emociones, no dejábamos de besarnos mientras me restregaba su tranca, mientras me poseía. Su pene entraba y salía rápido, que rico sentirlo. Llegó el primer orgasmo para los dos, casi al mismo tiempo nos venimos, permití que me echara su semen, que me depositara su esperma, fue una sensación indescriptible.

Terminamos recostados y no dejábamos de besarnos, una risa de regocijo por lo acontecido me invadía y me atreví a decirle de lo emocionada que estaba: "que loca estoy" él se reía de mis ocurrencias. En ese momento comprendí que estaba muy enamorada, demasiado, y lo que me hacía sentir este joven hombre era único, me había devuelto la vida después de una rutina agobiante, después de los problemas con mi marido, era una bocanada de aire fresco a mi vida.

Descansamos un poco, y en ese lapso recordé alguna de las pláticas candentes que tuvimos por el chat, recuerdo cuando se mencionó lo del sexo anal y eso me excitó mucho, estaba tan loca y ansiosa por él, quería complacerlo y que él se sintiera lo mejor posible, y le propuse que me penetrara por mi ano.

Quería darle un regalo muy especial a mi príncipe, algo que a nadie más se lo había dado. Me casé joven y virgen, pero nunca tuve sexo anal con mi marido, y ahora algo en mi interior me pedía que le entregara este regalo al hombre joven que yo llamaba "mi príncipe".

Sí, yo una mujer casada, estaba a punto de entregar una parte muy íntima a este hombre joven, una parte que nunca le había permitido tener acceso a mi esposo y hoy me nacía dársela a mi príncipe. Entonces le dije, me gustaría que me penetraras por mi ano, quiero sentirte por atrás, y él aceptó.

Recuerdo que nos pusimos de pie, y yo me incliné un poco, y con mis dos manos tomé mis glúteos y los extendí para recibir su pene desde ese ángulo, recuerdo que me abrí un poco para sentir su miembro viril en mi ano.

Él tenía su pene erecto, y con su mano derecha lo encaminó a la entrada de mi ano, y entonces comenzó a meterlo, me sentí excitada, me encantaba sentir como su vara de carne se abría paso poco a poco en ese lugar estrecho, me dolía un poco no lo niego, pero era más mi excitación que me gustaba.

Si, le estaba entregando la virginidad de mi ano a un hombre que no era mi marido, literalmente le estaba dando "las nalgas" como dicen muchos, y él tomaba este regalo y me penetraba.

Me la estaría metiendo en el ano por un lapso de 3 a 4 minutos, pero mi príncipe no quería lastimarme y aunque los dos estábamos muy excitados decidimos parar porque si me dolía cada embestida.

No me arrepiento de haberle dado más de lo que imaginé a este hombre menor, lo hice por amor. Después de eso recuerdo que el tiempo voló y nos retiramos del hotel, finalmente lo dejé en un lugar acordado y yo fui a recoger a mis hijos, camino a casa venía pensando en lo acontecido, me sentí soñada.

Ya en mi hogar, instalé a mis hijos y nos disponíamos a cenar, mi esposo aún no llegaba y yo sentí en mi ano un poco de ardor, fui al baño y mi calzón tenía un pequeño rastro de sangre, era poquita sangre, no me asusté, pero tenía claro que pudo mi príncipe haberme lastimado más si seguíamos teniendo relaciones anales.

Esa noche fue la segunda vez que me entregué a mi príncipe, le di la virginidad de mi ano, le di mi cuerpo con creces como lo hice en la tercera ocasión.

Hoy mi matrimonio marcha bien, en esta segunda oportunidad entre mi esposo y yo, en este segundo aire, hemos levantado lo que construimos desde hace años. Pero nunca me olvido de aquel hombre, quisiera algún día verlo y saludarle, preguntar que cómo está, le deseo que le vaya bien en la vida, me hizo muy feliz, y nunca me olvidaré de él.

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