Después de un tiempo de inactividad, vuelvo a escribir. Como me recordarán, soy Carla, de Arequipa, Perú.
En esta oportunidad les contaré como pude aprovechar de la mejor manera unos días en libertad gracias a un viaje de trabajo de mi en aquel entonces esposo.
El martes 12 de julio Richard llegó del trabajo y estaba con cara rara. Mientras terminaba de cenar, por fin se decidió a hablarme y me dijo que por trabajo debía viajar el miércoles por la tarde y retornaría el viernes en la noche, y que estaba medio incómodo por dejarme sola con los niños. Lo abracé tiernamente y le dije que no se preocupara, que todo saldría bien. Acompañé todo eso con un tierno beso, para hacer más convincente lo dicho.
Mientras arreglaba la ropa que llevaría para su viaje, mi cabecita no dejaba de pensar en como podría sacarle provecho a esa tan inesperada pero milagrosa ausencia de mi esposo. Ya desde hace unos meses, nuestro inquilino (alquilábamos el tercer piso de la casa) y yo estábamos en miraditas coquetonas, en comunicaciones subidas de tono por el celular y en alguna oportunidad con mi aval Luis (así se llamaba el inquilino) me había robado un beso en las escaleras.
Ni bien dejé todo arreglado para el viaje de mi esposo, le envié un mensaje a Luis: “Mi esposo se va de viaje mañana. Tendrás tiempo para mi?”. No pasaron ni cinco minutos y ya tenia respuesta: “Para ti siempre bebita. Como hacemos?”, a lo que respondí con un : “Ya te aviso. Hasta mañana”.
A la mañana siguiente, como todos los días, me levanté a arreglar a los niños, hacerles el desayuno, vestirlos y tenerlos listos a las 7:00 am para que su movilidad los lleve al colegio. Los niños se despidieron de su papá, y una vez que se fueron me sentí en la obligación de hacerle el amor como despedida, sin embargo por el apremio y la falta de interés de Richard eso no fue posible. Un simple beso de despedida y los deseos de que le vaya bien fue todo lo que dejó esa apresurada mañana.
Ya pasadas las dos de la tarde recibí un mensaje de Luis: ”Como te va bebita?, más tarde te recojo del trabajo y vamos a tomar algo?” . “No, mejor no. Nos vemos en la casa. Cuando esté allí, ya te aviso para que bajes”; “Ok., como tú ordenes bebita”.
De allí en adelante las horas de trabajo se me hicieron super largas, veía en la computadora que el vuelo de mi esposo había salido sin novedad. Terminé la jornada, y salí a tomar un taxi rumbo a casa. Al llegar, Carmen (la chica que nos ayuda con los quehaceres de la casa) se encontraba sirviéndoles de comer a los niños mientras veían televisión. Subí a mi habitación a cambiarme. Sin pensarlo me cambié de interiores. Me puse unos que casi nunca usaba pues no se había dado la ocasión de lucirlos.
Después de terminar de comer y cambiarlos, se fue Carmen. Yo veía televisión, mientras ellos terminaban de jugar. Le envié un mensaje a Luis: “te parece si bajas en una hora, pero entras con cuidado sin hacer ruido, los chicos aún están despiertos. Te dejo la puerta abierta”. “No te preocupes, así lo haré”, contestó.
Jugué un rato con mis hijos y los llevé a su cuarto para que ya descansaran y les dejé la tele prendida pero solo por una hora más. Se recostaron sin reclamar y juntos veíamos la televisión. Ya cerca de la hora que le había dado a mi inquilino, salí de la habitación para abrir la puerta de calle. Regresé y poco a poco los niños se fueron adormitando. Les di un beso de buenas noches y salí hacia la sala, justo cuando mi invitado hacia su ingreso sigiloso. Llevé mi dedo índice hacia mis labios haciendo la señal de silencio y le señalé el camino hacia mi habitación. Acomodé unos platos en el lavadero, apague las luces y subí a su encuentro.
Al llegar a mi habitación, la tele estaba prendida y Luis recostado en la cama. Cerré con llave y mientras me acercaba él se levantó y me dio alcance dándonos un beso tan largo como sabroso.
– Al fin, podemos estar solos como lo habíamos imaginado bebita.
– Me siento extraña, pero muy feliz de que estés conmigo aquí en mi habitación.
– Carlita, mi amor, no sabes cuanto te deseo.
– Tanto como yo a ti Luis.
Nos miramos a los ojos, nos besamos nuevamente y poco a poco terminamos sobre la cama. No fue nada complicado sacarle el polo, mientras el estrujaba mis nalgas. Le mordisqueaba por el cuello, el pecho y de vez en cuando lo besaba y hacia que me besara. Me tomó de los hombros me hizo girar poniéndome delante de él, me sacó el top que traía dejando en libertad mis tetitas, las cuales amasaba desde su posición, jugueteando con mis rosaditos pezones. Me senté al borde la cama jalándolo de la cintura, procedí a bajarle el buzo y el bóxer, encontrando una deliciosa verga, tal vez algo más pequeña de lo que había soñado varias noches, pero una vez que la tuve en la boca, era tan deliciosa como en mis sueños. Empecé a succionar ese pedazo de carne repetidamente ajustando con los dientes al momento de retirarla para hacerle sentir lo más posible. El disfrutaba esa mamada dejando salir algunos gemiditos de satisfacción.
Me levantó y me besó una vez más con pasión, mientras sus manos deslizaban mi short dejándome solamente con mi braguita rosa de seda. Me volteó nuevamente apoyándome con las manos en medio de la cama, mientras él se arrodilló detrás de mi, haciéndome una rica sopita desde atrás. Era una locura sentir esa lengüita entrando y saliendo de mi vagina, y su nariz rosando mis nalgas.
– Quieres que me ponga preservativo bebita?
– No. Quiero sentir tu piel junto a la mía. No te preocupes Luis, yo me cuido con una inyección mensual.
– Y cómo así le salió el viajecito a tu esposo?
– No sé. Ayer me lo comentó, es porque van a abrir una nueva oficina creo. Lo malo es que solo es hasta el viernes.
– Hay que aprovechar entonces Carlita. No te voy a dejar dormir.
Verlo echado desnudo en mi cama, a punto de hacerme el amor, me ponía a mil. Si bien lo había soñado, ahora era realidad. Tener un verdadero hombre dispuesto a complacerme y atenderme como me lo merecía, hacía que estuviera mojadísima.
Me monté sobre él a la altura de su ombligo, y poco a poco iba bajando. Me levanté un poquito de costado mientras con la mano dirigía la tiesa verga de Luis hacia mi hoyito, para luego empezar a bajar y sentir como se iba enterrando dentro de mi. Los gemidos de placer aparecieron de inmediato mientras me meneaba en círculos para deleite de Luis quien se dejaba hacer todo sin ofrecer resistencia. Estaba disfrutando que yo hiciera todo el trabajo. Después de unos minutos se incorporó terminando en la posición de piernas al hombro, bombeándome duro arrancándome esos ayy tan deliciosos cuando te los saben sacar. Eso lo arrechó más aún. Me colocó en mi pose favorita (de perrito) y me fue ensartando despacio como para poder adivinar cuan larga la tenía, y luego pasar a darme cada más más rápido.
Estaba tan excitada, por el placer que Luis me estaba dando que no reparé que en cada arremetida de mi amorcito el respaldar de la cama se golpeaba contra la pared. Estaba tan feliz y atendida, que no pensaba en nada más que no fuera en ser enteramente de Luis. Me la retiró de la conchita y ansiosamente trataba de encontrar mi anito. No fue difícil dilatarme, pues estaba tan involucrada que al primer empujón mi ano dio paso a su miembro, el cual no paraba de entrar y salir.
La verdad no me dolía, pero era tal el placer que además de mis gemidos habituales, me encontraba lagrimeando y al borde del sollozo, mientras mi inquilino seguía dándome y dándome, cuando de repente unos golpes en la puerta paralizaron mi corazón.
– Mami, mami, estás bien?
Luis me la sacó mientras yo me ponía la bata y él se escondía detrás de la cama. Abrí la puerta.
– Que pasó mi princesa. Por qué se despertó?
– Es que escuché unos ruidos y te escuché como llorar… estas llorando mami?
– No mi amor. Lo que pasa Andreita es que mami se puso un poco triste porque extraña a tu papito y me puse un poquito sentimental nada más; pero no te preocupes, mami está bien.
Me pasó la mano por la frente como para limpiarme el sudor. Me incorporé, la tomé de la mano y la llevé a su cuarto. Está todo bien mi amor, ahora a dormir que mañana hay que levantarse temprano para ir al colegio. Le di un beso y la acosté.
Entré a la habitación y eché llave nuevamente. Luis me miraba sonrientemente sinvergüenza.
– así que extrañas a tu cachudito? jajajaja.
– tonto, no se me ocurrió nada más pues.
– bueno, ven para acá, que aún no hemos terminado, te voy a hacer olvidar a ese huevón, jajaja.
– espera voy a poner tu polo en el respaldo para que no haga ruido.
Me acomodó nuevamente en perrito, me ensartó por el culito y siguió maltratándome unos minutos hasta que se vació dentro.
– me gustas mucho Carla.
– tú también amorcito. Te quiero. Nos echamos uno al lado del otro llenos de satisfacción y nos quedamos dormidos.
Al día siguiente, como toda mamá que tiene niños, empezó el martirio. Levantarlos de la cama, hacer que se laven, preparar el desayuno, alistar los útiles y todo eso. A las 7 am en punto el claxon de la movilidad. Un beso de despedida.
Al regresar a mi habitación y ver a Luis acostado aún , me hizo recordar a mi esposo, quien tampoco me ayudaba con los quehaceres, pero con la diferencia de que con el polvo que me había metido no tenía ningún derecho de reclamarle nada como si lo hacía con Richard.
– Amor, a levantarse. Vamos a bañarnos.
Demás está decirles que en el baño me dio una nueva sesión de placer. Estaba re feliz. Lo besé y lo conduje a la puerta con la toalla puesta nada más y con su ropa en la mano.
– vaya a cambiarse y en media hora bajas para que me lleves al trabajo.
Mientras terminé de cambiarme, llegó Carmen y me hizo de desayunar.
– señora le llamo un taxi.
– No Carmencita, el señor Luis me va a llevar, como le queda en camino me va a hacer el favorcito.
– no se va a olvidar que hoy en la tarde hay reunión de padres de familia en el colegio.
– tienes razón Carmen, ya se me estaba pasando. Por favor, les das de comer y los acuestas y me esperas hasta que yo llegue para que no se queden solos. Ya te doy para que te vayas en taxi a tu casa.
– está bien señora. Mas bien creo que el inquilino la está esperando abajo, me decía mientras veía por la cortina de la ventana.
Luis me llevó al trabajo. En el trayecto quedamos para vernos en la noche, pero le dejé presente que sería más tarde por que debía ir al colegio de mis hijos. Yo te aviso le dije, tú estate listo nomás. Al llegar al trabajo se bajó a abrirme la puerta y me dio un beso de despedida. Me sentí contenta que me tratará como si fuera su mujer.
Como nunca estaba trabajando sin quejarme. Lo que hace una buena noche de sexo. Veo mi celular y me entraron unos mensajes de Gonzalo. Él es papá de un compañerito de clases de mi Andreita. Me decía para recogerme e ir juntos a la reunión de padres de familia. Con Gonzalo, ya habíamos salido y temido uno que otro encuentro. Le dije que normal, que me recoja del trabajo. Así no me molestaba en ir en taxi y todo eso.
No sé como, pero se había enterado que mi esposo estaba de viaje, así que los siguientes mensajes eran para proponerme ir a un hotel. Le dije que no podía por los niños.
Ya en el colegio, se sentó a mi lado y normal con el resto de papás y mamás. Al terminar estaba preocupada por la hora y Carmen ya tenía que irse. Pero Gonzalo no se iba a quedar tranquilo. Te llevo me dijo. Acepté pues necesitaba llegar pronto a casa.
Ya en el camino me empezó a meterme mano en las piernas, en las tetas y sin más me buscaba los labios.
– vamos un ratito al hotel pues Carlita.
– no puedo Gonza, es que la chica que me ayuda en la casa ya debe estar por irse.
– me tienes al hambre ya varios meses
– pero no puedo pues amor. Si quieres ahora, al menos te hago una buena mamada para que no te enojes conmigo.
A una cuadra de la casa, estacionó la camioneta, en una esquina con poca iluminación y con terrenos aún sin construir. Ya me había abierto la blusa lo suficiente como para que mis tetas estén a merced de sus labios, mientras mis manos acariciaban su verga en un continuo sube y baja. Así estuvimos unos minutos, hasta que se retiró de mis pechos lo que me dio la oportunidad de inclinarme y empezar a mamarle la verga. Se la escupía y me la tragaba hasta el borde del cierre de su pantalón.
De pronto se hace hacia un costado de manera abrupta, por lo que me incorporé y era una luz de linterna que apuntaba hacia el parabrisas de la camioneta y se acercaba cada vez más. Me acomodé el saco tapándome las tetas y viré la cara hacia la ventana mientras el vigilante se acercaba en su bicicleta.
– señora Carla, buenas noches, disculpe… está todo bien.
– si Manuelito, todo bien. Haciendo la ronda?
– si, recién entro de turno.
– que bien. Continúa con tu ronda. Nos vemos.
Se retiró doblando la esquina. Ya ves Gonza, poco más y me atrapan chupándotela. Se sonrió y me inclinó para terminar lo que había empezado. No pasó mucho tiempo para sentir el sabor peculiar que avisa que ya estaba a punto de correrse. Le puse más esmero. Y justo cuando me la sacaba para respirar un poco Gonzalo disparó un primer chorro de semen, asi que para evitar mayor desastre como pude me la metí en la boca nuevamente sintiendo el calientito sabor de ese manjar.
Una vez terminaba la faena, me limpie con un kleenex, me abotoné como pude la blusa y me despedí de Gonzalo. Bajé de la camioneta, caminé hacia mi casa. La puerta estaba entreabierta. Apenas hice ruido salió Carmen.
– discúlpame Carmencita, la reunión tardó un montón.
– no se preocupe señora. Me voy porque se me hace tarde. Los chicos ya están acostados. Hay una porción de torta en el comedor.
– toma este dinero para que te vayas en taxi
– gracias. Mañana tengo que hacerme unos análisis en el seguro social y debo llegar más temprano señora.
– Ok. Te doy las llaves, así entras no más.
Cuando ya se estaba por ir, me dice, señora y levanta su dedo señalándome por mi oído. Me llevé la mano a la zona y me saco un grumo de semen del chisguetazo de Gonzalo. Lo miro todo ligoso, y sin que decir, solo atino a soltar un ¡vaya!… No dije nada y me dirigí hacia la casa.
Subí a mi habitación, no sin antes pasar por el cuarto de los niños. Ya estaban durmiendo. Por fin en mi baño pude limpiarme el semen que me había quitado del cabello y que aún tenía en la mano. Tomé el teléfono y llamé a Luis. “Baja, te estoy esperando amor”.
Entró en pijama y cerró con llave para evitar contingencias. Nos echamos en la cama desnudos y conversábamos de nuestro día mientras veíamos algo en la televisión. Como había subido mi tortita, mientras se la iba chupando se la embarraba con el chantilly y me la metía en la boca, jugaba con su verga. La pobre estaba toda pegajosa de las cremas de la torta. Mientras Luis me metía los dedos en la concha y se los llevaba a la boca y así húmedos me seguía introduciendo una y otra vez sus deditos.
– no te provoca una cremita saladita en tu postre bebita?, me preguntó.
– me encantaría mi amor.
Ya casi no me quedaba torta. Se la mamé con más rapidez y ayudándome con las manos hice que se corriera sobre el último pedazo que me quedaba. Luis me miraba contento, mientras yo acomodaba el líquido seminal para que no se vaya a caer y me introducía ese delicioso postre en mi boca. Por más intentos que hice fue inevitable que al morder un poco, unos restos de semen se escaparan por mi boca.
– delicioso como todo tú. Gracias por complacerme.
– nada me hace más feliz que hacerte feliz Carla. Me gustas mucho.
Terminé de disfrutar mi postre, me limpié la boca y me acomodé junto a él en la cama. Me sentía una mujer, con su hombre, con su macho al lado. Siendo atendida, como hacía tiempo no lo estaba. Le ofrecí mi espalda y de cucharita empezó a hacerme el amor. Era feliz. Muy feliz. Nos quedamos dormidos.
A la mañana, el tema de siempre con los niños. Solo me puse la bata sin nada abajo. Hice lo que toda mamá hace y los despaché rumbo al colegio. Al regresar a la habitación, el sinvergüenza estaba desnudo en la cama con una erección de aquellas.
– eso necesita de una buena conchita donde desfogar.
– ven aquí bebita que estoy con ganas de darte tu mañanero.
No era necesario que me lo pidiera. Estaba ansiosa de tirar con Luis, sin más, me deshice de la bata y empezamos a amarnos libres, felices, sin temores. En cada embate que me daba dejaba salir unos gritos que iban creciendo en intensidad. Era simplemente una mujer gozando con su hombre.
No sé como en una de las vueltas que me daba en la cama veo de reojo que Carmen bajaba las escaleras. Me acordé que llegaría más temprano después de su cita médica. Era evidente que había escuchado gemir de placer a la señora de la casa. Ya que importaba. Yo me sentía feliz. Nos metimos a la ducha con Luis y así envueltos en una toalla, bajamos al comedor.
– buenos días Carmen dijo él. Hola Carmencita agregué yo.
– señora, buenos días señor Luis, contestó medio confundida la pobre Carmen.
– le sirvo su lechecita señora?
– No Carmencita, hoy no. Ya Luis me ha dado mi ración de leche. A lo mejor me cae mal tanta lechecita no mi amor? pregunté sonriente mientras lo miraba. Mejor un cafecito nomás, y para el señor sírvele un juguito de papaya.
Mientras ella preparaba el encargo, Luis y yo conversábamos de lo que haríamos en el trabajo y nos besábamos ante la notoria incomodidad de Carmen, quien apenas dejó el desayuno en la mesa salió rauda a acomodar la habitación de los niños.
Igual que el día anterior, Luis me llevó al trabajo. Y entre beso y beso en cada semáforo rojo, le comenté: “Hoy llega mi marido; pero de noche, no sé si quieras bajar un ratito”. Por supuesto que estaré allí bebita. Me llamas y quedamos. Me miró con ternura, me besó y bajé del auto rumbo al trabajo.
Ya de vuelta a casa, no veía el momento de que los niños se fueran a descansar. Mal que bien logré llevarlos a su habitación. Llamé a Luis.
– mi amor, el vuelo de mi marido está por salir, no hay mucho tiempo, pero quería verte. No sé cuando podamos repetir esto. Me has hecho muy feliz. Luis te quiero.
– yo también Carla. Ya veremos cómo hacemos, pero no puedo dejar de pensar en ti.
Me abrazó fuerte. Sabía que sería difícil volver a repetirlo. Me hizo suya una vez más. Apoyada sobre la pared con las manos hacia arriba, me abrió las nalgas para dejar libre el camino de su verga hacia mi jugosa y ardiente conchita. Me empezó a meter una y otra vez ese pedazo de carne que tanto había ansiado comerme, mientras me acariciaba las tetas.
Sonó el tono de mensaje del teléfono. Amor, puedes ver de quién es? De tu marido, me dijo. Leí el mensaje y se lo comentaba en voz alta. Dice Richard que ya aterrizó, está esperando recoger su equipaje. Luis no quiero que esto termine, no quiero que te vayas.
– bebita fácil el taxi demora 20 minutos en llegar. Te voy a meter un polvito más.
Solo atiné a escribir “te espero amor” como respuesta al mensaje recibido, mientras me disponía a gozar una vez más de esa deliciosa verga de nuestro inquilino.
– me voy a correr dentro, para marcar mi territorio bebita.
– tontito, sabes que tú eres mi hombre. Dale hasta adentro, quiero dormirme con tu lechecita adentro.
Luego de dejarme satisfecha, lo acompañé a la puerta y mientras nos despedíamos, estaciona un taxi.
– sube, ya llegó mi marido. Te quiero.
– adiós bebita. Te mensajeo mañana. Bye.
Cerré la puerta. Me acomodé un poco el cabello. Para estar tranquila, ya me había puesto el pijama y una toalla sanitaria para evitar que el semen de Luis me humedeciera la zona de la conchita.
Al entrar Richard, lo besé cariñosamente, le pregunté como le había ido y si quería algo para prepararle.
– No, amor, no te molestes. Estoy cansado, sólo quiero descansar. Los niños todo bien.
– si, ya duermen. Mañana hay mañana deportiva en el colegio y tengo que llevarlos.
– yo debo ir al trabajo a dejar unos documentos y de ahí te alcanzo en el colegio.
– genial gordito. Yo me encargo. Vamos a descansar.
A la mañana siguiente, luego del desayuno familiar, me fui con los niños al colegio, mientras mi esposo se iba a su trabajo. Al llegar al colegio, todos los niños practicando sus deportes y los padres haciendo grupos para conversar y rajar y todo eso. Así de pronto, se me acerca Gonzalo, y me pregunta: “ya llegó tu marido”.
– Si, pero se fue al trabajo, y de ahí viene a recogernos.
– Entonces, podemos ir un ratito al telo que está aquí cerca, ese al que te llevé la vez pasada. Si mi amor?
– ya está bien. Pero al toque. No quiero tener que estar inventando después. A veces no se me ocurre nada.
– mientras tú vas sacando la camioneta, yo voy saliendo y te espero fuera, ahí ya me recoges.
Así lo hizo, subí, y en menos de cinco minutos ya estábamos entrando al hotel.
– después de tiempo que te voy a meter pinga Carlita. Te haces esperar no más.
– no es eso Gonza, solo que no he podido escaparme. Además me da como pena con tu esposa. Somos amigas y a veces me siento mal por estar contigo.
– no te hagas lío con eso. Al igual que Richard la Mónica ya no me engríe y tengo que buscar fuera pues, y por suerte te encontré y así nos quedamos tranquilos los dos. No te compliques. Ven, chúpamela.
Empezamos a cachar despreocupados, como justificando nuestro accionar. Gonzalo no era nada del otro mundo, pero tenía su encanto. Además me había ayudado con mis “necesidades”, pero ahora que ya estaba con Luis, empecé a pensar en ir alejándome poco a poco de él.
– oye amor. El otro día conversando con Miguel, me dice que te extraña mucho, que los has olvidado por completo y que lo evades; es cierto, porque estás así con él.
– él se lo buscó pues. No te ha contado acaso.
– no, no me ha comentado. Me ha dicho más bien para llevarte al sambambaias como antes.
– ya le he dicho que no. Que lo que hubo ya acabó. Dile que me supere, que ya no insista.
– y si vamos los tres. Ahora tú como mi hembra y él solo como un remenber nada más.
– ya quisieran, pero no. Dile que siga soñando. Que vaya con su trampa, esa que prefirió antes que a mi. Y por último, tú eres su abogado o que?, por que tanto interés ah?
– es que está necesitado pues, jajaja. No, en serio Carlita, yo le tengo aprecio pues. Mira que fue Miguel quien me recomendó que me apuntara contigo, yo ni idea que eras traviesa, y gracias a ese dato, ahora la pasamos bien.
– si pues, ya me había imaginado eso. Y tú a que otro papá del colegio me has recomendado?
– a nadie mi amor, a nadie, yo te quiero para mi solito.
– oye ya termíname, que ya es tarde. Mi marido debe estar por llegar.
– entonces le doy esperanzas a Miguelito? mira que la podemos pasar muy bien entre los tres.
– no, que sufra un poco más… ya veremos más adelante si lo perdono y acepto su invitación.
Apuró el mete saca, con movimientos más acelerados y poco rítmicos, hasta que se vació dentro. Nos vestimos, y salimos en su camioneta rumbo al local deportivo del colegio. Para mi suerte llegamos mientras mi marido estaba conversando con otros papás, así que nadie se percató de mi llegada, y cada quien hizo su aparición por un sitio diferente. Estuvimos en grupo, sí, en el mismo grupo con Gonzalo y su esposa y otros papás, hasta que terminó la jornada deportiva.
A los niños los habían invitado a almorzar unos compañeros, así que retornamos a casa solo con mi marido.
– oye gordo, no tengo ganas de cocinar y si vamos a comer afuera.
– estas segura, no tengo muchas ganas de salir
– ya pues, no seas así. Yo te invito y además cambiamos de aire un poco. Lo convencí.
Me bañé, tratando de sacarme el olor de Gonzalo. En el fondo me sentía culpable y eso me hacía tener que sacar a almorzar a mi marido.
Fuimos a un restaurant tranquilo y como nunca estuvimos conversando de todo un poco de manera amena. Creo que me esmeré en atenciones para pasarla bien. Y así transcurrió el almuerzo. Sin embargo, a dos mesas de la nuestra estaba un sujeto que no paraba de mirarme de forma un poco incómoda y de vez en cuando levantaba su copa como haciendo un brindis. Al principio no le di importancia, pero ya a tanta insistencia empecé a coquetearle un poco, sonriéndole cuando podía o tratando de coincidir con mi copa también devolviéndole el brindis. Me parecía un jueguito divertido. Total.
En una de esas que mi marido se levantó para ir a los servicios, se acercó a mi mesa. Me puse tensa y nerviosa. No pensé que iba a ser capaz de acercarse.
– hola preciosa
– hola, contesté
– preciosa, disculpa que te incomode, pero solo quería dejarte mi tarjeta. Soy promotor de eventos. Y veo que tú tienes todo el potencial necesario para ser parte de mi staff de chicas. Llámame y conversamos, te parece?
– estaba segura que era lo que me estaba imaginando. Disculpa, te agradezco, pero soy casada, y tengo trabajo, no creo tener tiempo.
– mejor aún. Ahora las casadas son más cotizadas. Pero no lo hablemos aquí, además en cualquier momento viene tu esposo. Mejor llámame y te digo en que consistiría el trabajo que tengo para ti y a ver si te animas.
– ok. Roger. Así decía en su tarjeta. Te llamo entonces.
– adios preciosa, espero tu llamada.
Guardé la tarjeta en la cartera. No creía que lo estuviera considerando. No sé por que no tuve valor de mandarlo al diablo. No sé por que guardé la tarjeta en vez de botarla. Mientras pensaba todo eso, llegó Richard. Conversamos un poco más y pedimos la cuenta y de vuelta a casa, no sin antes pasar por la casa de los amiguitos de los niños para recogerlos.
En mi cabeza seguía rondando la idea sobre que hacer con la dichosa tarjeta. Decidí llamar a Roger. Con Richard viendo el futbol en la sala y los niños jugando, no había inconvenientes de hablar por teléfono. Subí a mi habitación y llamé.
– Aló Roger. Hola, nos vimos en la tarde en el restaurante.
– te demoraste mucho en llamar preciosa.
– estaba algo ocupada. Y bueno te escucho, dime como es que funciona, en que consiste el trabajo que me ofreces.
Luego de conversar como veinte minutos con Roger, acepté ser parte de su equipo de trabajo, no sin antes dejar en claro que solo si contaba con tiempo podría ayudarlo en su negocio. Para los efectos, él ya tenía mi número y me puso como nombre el de Kiara.
El martes, ya en casa, estaba viendo la novela cuando recibo un mensaje que decía: Kiara, puedes mañana a las 6 pm ?… Sí, contesté. Ok. Mañana te paso los datos del contacto entonces.
Me quedé pensando de lo que iba a hacer. Excusa para llegar tarde tenía. No quería pensar. Solo quería que las cosas fluyan, que pasen. Escogí ropa interior de encaje de color negro y un vestido que casi ya no usaba. Los guardé en una bolsa y los metí como pude en la cartera. Al día siguiente despedí a los niños y los embarqué en su movilidad, esperé que Richard me llevara al trabajo, y me puse a trabajar esperando que las horas pasaran.
Terminando la jornada, tomé la cartera y me encerré en el baño de la oficina. Me cambié de ropa y me bañé en perfume. Salí lo más pronto posible, marqué mi tarjeta y ya en la calle tomé un taxi. Al Hotel Libertador por favor, le indique al taxista. Ya en el taxi, revisaba el mensaje de Roger: “preciosa, a las 6 pm en el Hotel Libertador, habitación 402, ingeniero Fernández, sé puntual”. Vi la hora. Eran las 5:52 pm. Estaba en tiempo. Pagué el taxi. Miré hacia el frontis del Hotel. Me paré firme y erguida y empecé mi caminata hacia la puerta. Al entrar, me dirigí a la recepción.
– buenas tardes, por favor me podría anunciar con el Ingeniero Fernández, de parte de la señorita Kiara.
– un momentito por favor. La voy a anunciar
Vi que la recepcionista llamaba por teléfono y tomaba apuntes. Se dirigió hacia mi y me indicó, tome asiento por favor, permítame un momento y ya estoy con usted.
Me senté en el sofá, y sentía mil miradas hacia mí. Se me hacía eterno el tiempo que tardaba. Trataba de entretenerme viendo el teléfono. Hasta que por fin apareció la recepcionista.
– Señorita Kiara, disculpe usted la demora. El ingeniero Fernández no va a poder atenderla en estos momentos. Está en una reunión y va a demorar. Me encarga que le entregue este sobre y que ya él se va a comunicar con usted para agendar una nueva fecha de reunión.
Gracias. Estiré la mano. Tomé el sobre y lo guardé en la cartera. Sonreí tímidamente mientras salía del hotel, no sabía que hacer. Empecé a caminar. Seguía sintiéndome observada. Caminé una cuadra más. Me detuve en una esquina. Me apoye en la pared y revisé mi cartera. Tomé el sobre y lo abrí. Una tarjeta asomó. “Disculpa por no poder atenderte. Ya coordino con Roger para otra oportunidad. Suerte”. Y debajo de la tarjeta unos billetes. Cinco de veinte soles y uno de cincuenta. Volví a guardarlos en mi cartera. Caminé de nuevo. No sabía a donde ir. De pronto me acordé de un par de botines que había visto en Ripley. Levanté la mano, paré un taxi y me dirigí al mall. Finalmente no era mi culpa el no haber podido prestar el servicio.
Entré a la zapatería. Presto se acercó a mi un joven vendedor. En que le puedo ayudar? Me muestras los botines negros de allá, le indique señalando la estantería. Me los puedes buscar en talla 38? Están en 140 verdad? Si, con el descuento están a ese precio. Voy a buscarlos, espéreme un momentito.
No había reparado, pero el muchacho estaba en algo. Se me olvidó por un momento de donde venía. Me senté mientras me sacaba los tacos que llevaba para probarme los botines. Llegó con lo solicitado.
– me ayudas por favor.
– me tomó de la pantorrilla para poder meter mi pie en el botín.
– no quiere entrar. Me lo empujas para que me entre?
El doble sentido me ponía a mil. Y el pobre se esforzaba en hacer que mi pie entrara y yo hacía lo posible por evitarlo complicándole la ayuda.
– me quedan bien? pregunté
– se le ve muy bien, es su talla perfecta y con ese vestido, mucho mejor.
– espero que le guste a mi marido.
– ahh es casada… si, seguro le va a gustar como se ven.
Me los llevo. Tomé el sobre de mi cartera, saqué el dinero y pagué.
– un favor. En la boleta de venta anótame tu número de teléfono y tu nombre por favor. No vaya a ser que mi marido no esté en casa y tenga algún problema al ponérmelos y necesite tu ayuda para que me entren.
La cara de felicidad de Ramiro (así me lo apuntó en la boleta) era digna de retratar. Yo lo miraba fijamente con una leve sonrisa. Tomé la caja de zapatos y con un gesto de mis manos me despedí.
Salí del mall. No me salieron las cosas como pensaba, pero me alcanzó para darme el gusto de comprarme unos botines, además había conocido un chico lindo del que ya tenía su número. Y los días anteriores había aprovechado al máximo la ausencia de mi esposo. Aproveché la ocasión que se me presentó. Caminaba hacia la salida y me llaman por teléfono. Era Carmen. Me decía que le habían pedido a mi hijo menor unos colores o plumones y que por favor los comprara por que los necesitaba para hacer un trabajo y que Richard le había dicho que estaba ocupado y que me avisara.
La llamadita me volvió a mi realidad. A asumir mi rol de ser la madre dedicada. No sabía cuanto tiempo más podría seguir fingiendo a ser lo que no era. A seguir aparentando ser la esposa fiel, la señora de la casa. Me senté un momento. Me sentía cansada, como derrotada. Tomé unos minutos viendo la gente pasar de un lado a otro. Abrí la cartera, tomé el sobre. Lo rompí en pedacitos. Quise hacer lo mismo con la boleta de venta, pero no pude. Tome el teléfono. Bloqueé el número de Roger. Agregué el de Ramiro. Después rompí la boleta también. Me paré, caminé hacia la salida. Boté los pedacitos del sobre y la boleta en el tacho de basura. Tomé un taxi rumbo a la casa.
Al llegar abracé a los niños. Le entregué a Diego sus plumones. Se puso contento.
Fui hacia la cocina. Le pregunté a Carmen si el señor había llamado.
– no señora, su esposo no ha vuelto a llamar. El que vino es el señor Luis. Vino a recoger su pijama.
Vi en su mirada, disfrute. Mientras me hablaba, sentía su acusación. Como queriendo hacerme sentir mal, o tal vez hacerme reflexionar. No contesté. Subí a la habitación.
Empecé a desvestirme frente al espejo. Miraba la imagen. Simplemente no sabía quien era. No sabía quien era la persona reflejada en el espejo.