Todo empezó cuando por fin conseguí el trabajo que quería, era perfecto; excelente sueldo, en una empresa reconocida, buen ambiente laboral, estable y con buenas prestaciones, solo que era en una ciudad lejana de donde estaban todos mis conocidos y a la cual nunca había ido, ni por equivocación.
En ese entonces el cambio lo vi como una oportunidad para alejarme de ciertas personas, y por ciertas personas me refiero a mi ex, hacia un par de semanas que habíamos terminado cuando me llegó la noticia de mi trabajo soñado. Como se imaginarán, la dicha no fue completa gracias a él y a mi querida prima (casi mi hermana), que un buen día los encontré follando en MI cama, como si en toda la maldita ciudad no hubiera otro lugar para "hacer de las suyas". Claro, ese día hubo gritos, llantos, reclamos, reproches y también, la célebre frase: -No es lo que parece.
-¿No es lo que parece? Tienes la verga en el culo de mi prima, bien en el fondo, y ella gime como perra en celo. Entonces, ¿Que mierda es?
Gracias a Dios tuvieron la sensatez de quedarse callados y largarse de allí.
Así que esa oportunidad era lo que estaba esperando, para poner la mayor distancia posible entre esos imbéciles y yo. Me necesitaban lo antes posible por lo que no los hice esperar, empaque un par de maletas con lo justo y mi mamá quedó de enviarme el resto de las cosas.
Me alojé en un hotel cerca al trabajo, todos fueron muy amables e incluso varios me daban información de casas y departamentos para arrendar, mi jefe me dio el sábado libre para que pudiera buscar tranquilamente en donde vivir, encontré un departamento tranquilo, a 15 minutos del trabajo y a buen precio.
La semana siguiente me dediqué a trabajar arduamente y finalizar el papeleo para poder irme a mi nueva casa. Cuando llego la noche del viernes ya me estaba mudando, solo fue hasta el sábado por la noche que pude terminar de organizar todo, así que decidí darme un baño bien merecido. Justo cuando salí de la ducha escuché que golpeaban mi puerta, así, en toalla como estaba fui a abrir, me encontré con un domiciliario desorientado y con las manos totalmente llenas de paquetes preguntándome por el Señor Antonio, naturalmente le dije que allí no vivía ningún Antonio, que estaba equivocado, a lo que respondió haciendo malabares con los paquetes para poder confirmar a que departamento tenía que ir. Me dijo que efectivamente se había equivocado, que era en el departamento de al lado, se disculpó y se retiró torpemente, dejando caer un paquete tras de si, y como yo soy buena gente y a veces tonta, salí al pasillo para recogerlo y entregárselo, dado que él ni siquiera se había fijado de que se había caído.
Cuando me agache a recogerlo escucho como detrás de mí se cierra mi puerta. Lance una maldición que estoy segura se escuchó en todo el edificio, me pare rápidamente e intente, en vano, abrir la puerta. Mientras tanto, ya el domiciliario había tocado en la puerta del vecino, él había salido y estaba viendo mi entretenida escena. Resignada, me acerqué a los dos hombres que presenciaban mi desgracia e hice entrega del paquete culpable de todo. Quien supuse que era Antonio hacía todo lo posible por contener la risa y el domiciliario, reticente, tomo el paquete, me dio una sonrisa como de disculpas y se fue.
Allí estaba yo, en medio del pasillo de lo que era mi nuevo hogar, prácticamente desnuda y solo con una toalla para cubrirme.
-Así que tú eres la nueva vecina- dijo conteniendo una carcajada -mucho gusto, mi nombre es…
-Antonio- le respondí, me miró extrañado y por fin se le quitó esa sonrisa de su rostro, ahora fui yo quien se río un poco con su expresión. Le expliqué lo que había sucedido y que por eso suponía que era su nombre -Mucho gusto Antonio, yo soy Adriana y no sé qué hacer ahora que mi puerta se cerró, no tengo llaves y tampoco mi teléfono.
-Adriana, no te preocupes, yo tengo el número del encargado del edificio, a lo mejor tienes suerte y aún no se ha ido, sigue, puedes entrar a mi casa para que no estés allí sola y con frío-
Claro, tuve a acceder a los ofrecimientos de mi vecino, era lo más sensato que podía hacer en ese momento.
Le agradecí su hospitalidad y tome asiento, mientras él llamaba a él encargado. Como pueden intuir, lógicamente, ese no era mi día de suerte. -Adriana, lamentablemente, el encargado ya está en su casa, pero como es un buen amigo mío y una buena persona accedió a regresar y ayudarte, así que me debes una.-
Mientras decía eso se me quedo viendo muy detenidamente, y es que en ese momento yo había cruzado las piernas, cosa que hizo que la toalla se encogiera un poco, mostrando mis piernas en todo su esplendor. Honestamente no lo hice para provocarlo ni mucho menos, eso era algo que hacía de manera automática, sin pensar. Entonces fui consciente de mi desnudez, por lo que automáticamente descruce las piernas, lo que fue peor, él clavó su mirada en mi entrepierna, no disimuló ni un poco y toda esta situación me estaba empezando a calentar.
Él era un hombre muy bien parecido, tenía unos 45 años (aunque aparentaba menos) pero se notaba que le gustaba estar en forma, de hecho, al parecer cuando llego el domiciliario se estaba ejercitando, tenía una musculosa ceñida al cuerpo en la que se notaban sus músculos y un short que dejaba ver tanta pierna casi como mi toalla, una barba bien definida y cabello corto con algunas canas.
Yo soy una mujer de 28 años, de piernas largas y gruesas, con buenas tetas y buen culo, de cabello largo y negro, tez trigueña y ojos marrones.
Mientras me miraba de esa forma solo pude pensar en lo que ese hombre podría hacerme y eso solo hizo que me incomodara más. Le di las gracias mientras intentaba romper las leyes de la física para que esa toalla me tapara mas. Al parecer se dio cuenta de mi incomodidad lo que lo hizo sonrojar un poco, algo avergonzado me ofreció ropa para que estuviera más cómoda y con menos frío. La acepté totalmente agradecida, y comenzamos una charla trivial, sobre cuánto tiempo llevaba viviendo allí, en que trabajaba, si vivía solo…
Procedí a ponerme la ropa que me ofreció, comencé con el pantalón que me dio pero fue imposible usarlo; se me caía. Como la camisa que me dio era lo suficientemente larga decidí ponérmela sola, estaba a punto de hacerlo cuando me fijé en el reflejo del espejo que tenía al lado, por el pude ver que dejé, sin darme cuenta, la puerta un poco abierta y que Antonio estaba allí, abriendo la un poco más, con cuidado, y tocándose la verga.
Raramente, eso me excito, actué como si no supiera que él estaba allí, me quité la toalla y empecé, con mucho cuidado, a secarme un agua inexistente de mi cuerpo desnudo, puse un pie en la cama que tenía en frente y acaricie toda mi pierna, de igual forma hice con la otra pierna, abrí mis nalgas y pase la toalla muy lentamente. A estas alturas Antonio ya tenía la verga fuera y se pajeaba frenéticamente.
Me puse la camisa, apenas me tapada el trasero, abrí bien las piernas y me incliné hacia adelante, asegurando me que tuviera una muy buena vista y me tome un tiempo eterno para enrollarme la toalla en el pelo, mientras hacía esto se escuchó que llamaban a la puerta, él como pudo se metió la verga en el short y fue a abrir; era el encargado. Antonio me llamó, cuando salí vi que intentaba, en vano, cubrir la erección enorme que tenía, me aguanté la risa y le agradecí al encargado por ir a ayudarme, también le agradecí a Antonio su hospitalidad y le dije que si había algo en lo que pudiera ayudarlo solo me lo tenía que decir.
Por fin pude entrar a mi casa, el encargado me recomendó dar una de las copias de mis llaves a algún vecino por si me volvía a suceder algo así, Antonio se ofreció y pensé ¿por qué no?, aprovechando que tenía un par de copias le di una, les volví a agradecer y les deseé buenas noches.
A esas alturas solo quería que se fueran para poder masturbarme tranquila, ese rato con el vecino me había dejado muy caliente.
Ya eran las 3 a.m y yo seguía dando vueltas en mi cama, no me podía sacar de la cabeza el cuerpo de mi vecino, la imagen de Antonio tocándose, no podía dejar imaginar el sabor que tendría su verga, su leche… Cuando de repente escuché como se abría la puerta de la entrada, me asomé desde la puerta de mi dormitorio y para mi sorpresa era Antonio que entraba como un ladrón, a la luz de la luna pude ver que solo traía puesto su short, que se le marcaban los músculos del abdomen de manera deliciosa y que traía la verga dura o eso era lo que quería ver. Contra toda lógica cuando lo vi no grite, no llame a la policía, no hice ruido para espantarlo, lo único que hice fue quitarme lo que traía puesto (una tanga y la camisa de mi vecino) y meterme en la cama como si estuviera total y absolutamente dormida.
Escuche como Antonio entraba a mi habitación silenciosamente, se paró a mi lado y con cuidado me quitó la sábana que me cubría, para su suerte nunca me gustó dormir en la total oscuridad por lo que siempre tenía una lámpara encendida y las cortinas recogidas, dio un suspiro al verme desnuda boca abajo, paso su mano delicadamente por espalda y como no hice ningún movimiento, bajo la mano con más seguridad hasta mi culo, con sus dos manos lo apretó cada vez con más fuerza, volvió a suspirar un poco mas fuerte. Abrió mis nalgas y soplo un poco entre ellas, casi gimo de placer, no me separaba que hiciera eso y esa situación me ponía cachonda a más no poder.
Abrió tanto como pudo mis piernas y se metió entre ellas, respiró mis aromas y lamió todo lo que le permitía esa posición, tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no retorcerme ante su lengua para no meterle la cabeza en mis cavidades para no gemir como una perra. Cuando parecía que se había apiadado de mi, lo que hizo fue sacar su enorme, dura y gruesa verga para restregarla por toda mi raja, a esas alturas yo solo deseaba que me la metiera por donde el quisiera, pero solo eyaculo en mi culo, me limpió un poco y se fue. Cuando escuché que la puerta se cerró encendí la luz para ver con que me había limpiado, ya que yo no tenía papel en mi habitación, busque y busque pero no vi nada, luego me di cuenta que se había llevado mi tanga, seguramente me había limpiado con ella, me volví a acostar imaginando que se pajearía con ella pensando en mi.
Al día siguiente me desperté muy tarde, me bañe y fui a hacer unas compras que me hacían falta, cuando regrese me encontré en el pasillo a mi nuevo vecino favorito. Nos saludamos normalmente.
Luego me pregunto, con esa sonrisita que ya me iba pareciendo característica de él.
-¿Dormiste bien anoche? Es que hice bastante ruido tarde en la noche y me apenaría mucho pensar que no dormiste bien por mi culpa.
-No te preocupes, dormí perfectamente, no escuché nada, es que desde hace unos meses tomo pastillas para dormir y con ellas no me levanta ni un terremoto- le digo sonriendo -Hasta luego
-Hasta la noche…