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Antes del café (Capítulo 7): Pláticas de hermanos
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Intervención de la narradora:

El resto de la semana fue normal para los hermanos. Azucena se quedó encerrada en su recámara todas las mañanas para no interrumpir la rutina y las clases que impartía Braulio. Incluso, un día Braulio tocó la puerta de Azucena antes de las 10 de la mañana y preguntó si se encontraba. Obviamente ella no contestó y él no intentó abrir la puerta, creyendo que se encontraba en su trabajo.

Por las tardes, Azucena no veía a su novio, ya que él seguía triste. En pocas palabras, el resto de la semana fue muy aburrido para ella. Braulio terminó la semana dando sus clases sin problemas, a pesar de sentirse tentado todo el tiempo por su sexy alumna Lizbeth.

De esta manera, llegó el sábado. En su día de descanso, ambos estaban muy ganosos y cada quién lo manifestaba a su manera. Al mediodía y en ausencia de sus padres, se dispusieron a tomar su acostumbrado café en la barra y entablaron una charla muy atractiva.

– ¿Qué tal tu vida, Brau? -inició Azucena con alegría-. Otra vez no te miré en toda la semana.

-Muy agotadora -contestó muy seco Braulio-. ¿Qué tal la tuya?

-Se nota -dijo Azucena-. ¡La mía estuvo fantástica!

– ¿Y eso a qué se debe? -preguntó el muchacho.

Azucena se arrojó a los brazos de su hermano y de ahí en adelante se mostró muy cariñosa.

– ¡Te extraño mucho cuando las semanas pasan y no nos vemos! -expresó.

-Y yo a ti, hermanita -respondió Braulio un poco sacado de onda, pero correspondiendo el abrazo.

Instintivamente, Azucena permaneció abrazada a su hermano, pegando de más su cuerpo al de Braulio, quien no tardó en ser gracioso.

-Ya te está afectando la idea de casarte a dos semanas de la boda.

-Algo así -se sinceró Azucena-. Voy a extrañarte mucho cuando deje de vivir aquí. En estos momentos soy un mar de emociones.

Braulio se sintió alarmado y comenzó a acariciar con delicadeza la espalda de su hermana. Ella emitió gemidos apenas perceptibles para Braulio y este externó su duda.

– ¿Segura que andas así por lo de tu matrimonio?

-En parte -respondió Azucena mientras soltaba a su hermano-. Existen otros motivos.

-Tú decides si quieres hacérmelos saber -enunció Braulio fingiendo desinterés mientras le daba un trago a su café.

-Hermano, de verdad quisiera contarte -replicó Azucena, agobiadamente y con muletillas-. Pero tengo miedo de cómo reacciones.

– ¿A qué te refieres exactamente? -cuestionó Braulio un poco asustado.

-Es que si te contara lo que me pasa sería como invocar viejos tiempos -explicó Azucena, nerviosa-, específicamente un día que prometimos no volver a mencionar.

Braulio abrió los ojos por la impresión, pero manejó con temple la situación aún sin saber qué es lo que le afectaba a su hermana y le demostró su madurez.

-Hermanita, en realidad no podemos simular que aquel día no existió. Ya nos lo perdonamos y tenemos que aprender a vivir con ello. Se supone que ya se restauró entre nosotros la confianza.

-Justamente es a lo que voy -aclaró Azucena-. El asunto que me inquieta rebasa los límites de confianza que nos tenemos. Aparte, me sentiría como una degenerada al hablar contigo de esto.

– ¿Acaso no soy un adulto igual que tú? -abrió interrogación Braulio, ligeramente exaltado-. ¿Crees que soy inmaduro a pesar de que casi tengo mi vida arreglada a los 22 años?

-No me malinterpretes, hermano -serenó Azucena-. Empecemos de nuevo y hagamos de cuenta que hoy no he dicho nada. Hermano, ¿me tendrías la confianza de escucharme y darme un consejo sobre sexo? Que quede solo entre nosotros.

-Claro que sí -aceptó Braulio después de pensar un poco la pregunta.

-Está bien, se trata de Erick -comenzó a discurrir Azucena-. Yo tenía un ritmo de vida sexual constante, como te mencioné aquella vez, vivía mi sexualidad a pleno. Entonces, Erick llegó a mi vida y cambió eso porque él tiene principios morales enraizados, como lo es su voto de castidad. Por el contrario, a mí me consume el deseo sexual. Mi secreto es que esta semana lo convencí de garchar, aunque sea analmente para que no sienta culpa, pero no pudo penetrarme, parecía tener impotencia sexual. Ahora me siento mal de pensar que en verdad no cumple con mis expectativas.

-Pero tú eres mujer, en su relación tú eres la de la experiencia y la autoridad en el sexo -señaló Braulio-. Tienes la oportunidad de educarlo como te plazca, esperando que él ponga de su parte. Al menos tuvo la intención ese día y eso me hace pensar que en el matrimonio hará lo que tú sugieras y ordenes. No te rindas y tendrás un marido viril, como a ti te guste.

-Ay, hermanito, suenas más inteligente que yo en este tema -expresó admirada Azucena y de pronto ejecutó lo que tramaba-. ¿Acaso eres experto?

Braulio se terminó su café de un solo trago y aparentó una carcajada.

– ¡Por favor, Azu! ¡Aquí la experta eres tú! Solo te doy mi opinión como varón que soy.

-Bueno, lo dije por si querías compartirme algún relato -insinuó Azucena con una sonrisa provocadora.

Braulio estalló entre risas y dejó con la duda a su hermana.

-Lo dejamos para otra ocasión, ¿sí? Tengo que ir a la biblioteca porque me quedé sin material para mis clases de la próxima semana.

– ¡Te acompaño! -exclamó Azucena.

-Después tengo que ir a un curso en la oficina. Perdona, tendrá que ser otro día. Agradezco tu confianza -remató Braulio, se alistó y salió de casa.

A continuación, le dejo mi lugar de cronista a los hermanos.

Versión de Azucena:

Habiéndose ido mi hermano, no pude contener mi furia. Mi intento de hacer que me confiese sobre su vida sexual fue frustrado, incluyendo, desde luego, lo que hay entre él e Ingrid. Si no lograba que él me lo confesara, Ingrid tendría que hacerlo porque era como mi hermana o eso se suponía. Mi voz detonó iracunda.

– ¡Y eso que tenemos confianza! ¡Par de hipócritas!

De inmediato, marqué al teléfono de Ingrid y ella contestó mi llamada. Le pedí de favor que viniera a verme para platicar y salir de compras, pero se disculpó por supuestos pendientes que debía de realizar y me colgó. Inferí que planearon verse los muy ingratos.

De igual manera llamé a mi prometido, pero también se negó a hacerme compañía debido a su sentimiento de ineptitud. Mi coraje se puso al nivel de mi apetito sexual, así que decidí salir de compras yo sola, con actitud y vestimenta de perra.

Una hora después me hallé en la plaza comercial presumiendo una falda drapeada negra y un top de encaje negro. Le creía a mi novio cuando me declaraba lo guapa que soy. Pero habiendo salido en esas fachas a la calle, los hombres y algunos turistas me halagaron, incluso fui motivo de aplausos y silbidos.

Compré artículos personales, entre otras cosas de mujer, incluyendo un bonito conjunto de lencería de angelita y varios juguetes sexuales. En la sex shop no pude evitar mostrar mi lado pervertido y terminé obteniendo el número telefónico de algunos muchachos que se mostraron muy amables conmigo.

Después de tanto tiempo me sentí verdaderamente atractiva y sexy. Pensé que debía de rendirme con Erick y comenzar una vida sin preocupaciones amorosas para tener una o diversas parejas sexuales. Los pensamientos en mi cabeza aumentaron.

– ¡Cuántos hombres pudiera tener de sobra y yo atada a un santurrón!

Sin embargo, llegué a caminar por calles más alejadas de lo que conocía y temí por mi vida luego de ver a sujetos horribles y corpulentos sin despegar su mirada de mí. Contacté a un chófer de vehículo de transporte privado y me llevó con bien a casa.

Mis padres habían salido a pasear como acostumbraban cada fin de semana. Así que, teniendo la casa sola por varias horas, me metí a la tina rebosando en espuma, puse mi laptop a la vista y miré los videos porno de mi hermano mientras degustaba una copa de tequila y le daba el primer uso a mis consoladores.

Esta vez los ordené del último al primero en grabarse, ya que el primero era el que duraba más y pensé que sería el mejor.

Imité con los dildos el ritmo al cual mi hermano se cogía a su alumna y a mi mejor amiga en sus respectivos filmes. Aunque comencé con el anal que le hizo a su alumna, no me animé a penetrar mi ano hasta que después de unos videos Braulio le encajó su pito al culo de Ingrid. Entre gemidos elogiaba la capacidad con la que mi hermano complacía a mi mejor amiga.

– ¡Braulio! ¡Quién te viera con esa anaconda! ¡No tienes porqué negar tus dotes innatos!

A lo largo de mi deliciosa tarde me orgasmeé cuatro veces y tenía ganas de más. Llegando al último video me salí de la tina, me sequé con la toalla, llevé mi laptop a mi recámara, me serví más tequila y saqué el vibrador de su empaque.

Entre más se elevaba la intensidad en que cogían mi hermano e Ingrid en el video más me acercaba a otro orgasmo con el vibrador. A los pocos minutos, Braulio se corrió en la boca de mi amiga y después desaparecieron de la pantalla.

Adelanté el video por si acaso había más acción y llegué a la parte final. Ellos se sentaban en la cama, parecían recién bañados. Se vistieron, bebían champagne y escuché su conversación. Mi corazón se aceleró cuando Ingrid le preguntó a mi hermano acerca de follar conmigo y él respondió que le hubiera encantado. Me quedé atónita y repetí varias veces esa parte. No podía creerlo.

Después, Ingrid le ofreció a mi hermano ayudarlo para coger conmigo y le aconsejó tener iniciativa porque yo no la tengo. Detuve el vídeo y pensé en voz alta.

-Tiene razón mi amiga, pero eso se acabó. Haré lo posible por cogerme a mi hermano.

El resto de la tarde me la pasé ideando algún plan, pero no se me ocurría nada más que seducirlo. Finalmente, me decidí por algo que parecía ridículo, pero aseguré que sería la mejor vía, me refiero a ganarme más su confianza y en un momento que estemos a solas aprovecharme de él. No obstante, mi mayor obstáculo era el tiempo que quedaba para casarme con Erick.

Procuré calmar mis ansias, me relajé y esperé a mi hermano. Para mi mala fortuna, él llegó a las once de la noche a casa y de inmediato fue a dormirse.

Al día siguiente, desde temprano toqué la puerta de su habitación, Braulio abrió y yo lo invité a tomar nuestro café dominical. Iba caminando delante de él hacia la barra y de repente me detuve para encorvarme, fingiendo que me dolía la espalda. Fallé en ese intento de provocarlo, pues él me tomó de la cintura para ayudarme a caminar hacia la barra.

Estuvo listo el café y lo bebimos mientras empecé la plática, preguntando acerca de su día anterior. Mis intenciones de llevarlo a un estado de confianza tal que pudiéramos hablar abiertamente de sexo se desmoronaron al escuchar su triste noticia.

-Hermana, voy a mudarme muy pronto.

Versión de Braulio:

En cuanto salí de casa me di prisa por tomar un taxi y en cuestión de minutos arribé a mi destino, donde ya se encontraba Ingrid, se trataba ni más ni menos que de un hotel.

Enseguida, nos encontramos en un cuarto bebiendo vino y escuchando música. Sin más preámbulos, cada quien colocó su celular en diferentes puntos de la recámara para filmar esta ocasión especial.

Ella se sentó en mis piernas y comenzó a mover su enorme trasero, que lucía sabroso con ese baby doll negro. Una copa de vino más y mi pantalón voló por los aires. Ingrid me acostó y comenzó a mamar mi pene a lo desgraciado.

Yo presioné su cabeza hacia abajo, dejando toda mi herramienta dentro de su boca y tocando hasta su garganta. Casi se ahogaba, pero soportó estar así mucho tiempo y fue sacando mi víbora de su boca de una forma tan sensual y profesional.

Después, se ensartó mi verga y empezó a montarme dándome la espalda. Yo apachurraba sus tetas y al mismo tiempo le soltaba unas duras nalgadas. Ella aumentó la fuerza con que se azotaba contra mi ingle, lo cual provocó que frotara su clítoris y pegara gritos placenteros.

– ¡Mmmm, papasito! ¡Tu verga me vuelve loca!

Luego de veinte minutos en esa posición se vino con mi pito adentro. Rápidamente procedí a empinarla y follarla de perrito. Ella no cesó de estimular su clítoris y en poco tiempo volvió a orgasmearse.

Dejé mi pija dentro de ella y ella siguió clavándosela con movimientos encantadores hasta que se agotó y la acosté boca arriba, abrí sus piernas y le di unas lamidas a toda su concha con clítoris incluido.

De rato, comencé a succionar su clítoris mientras le metía y sacaba un dedo de su vagina. Sus gemidos se intensificaban gradualmente.

– ¡No pares, baby! ¡Vas a hacer que me venga otra vez!

Aumenté el número de dedos que le introducía a la vagina hasta tres y transcurriendo unos minutos le salieron chorros que atrapé con mi boca. Ella gritaba y temblaba de la excitación, entonces, me acerqué a sus labios vaginales y los mordí levemente, estaban demasiado empapados y ardiendo en fuego.

Ella sacó de su bolso un consolador, se acostó boca arriba y con las piernas abiertas se lo insertó en el coño. Luego de un rato, yo estimulé su ano con mi herramienta en esa misma posición y se la encajé poco a poco.

Ingrid tenía esa fantasía de recibir doble penetración y a falta de otro macho súper dotado, optaba por penetrarse con juguetes sexuales.

Ella no podía parar de gritar al sentir sus dos orificios llenos en su totalidad, sus ojos se le iban para atrás y sin poder contenerlo, se corrió una vez más.

De la excitación, incrementé la velocidad con que le metía y sacaba mi pene del culo y en pocos minutos lo rellené con mi leche hirviendo.

-Feliz aniversario de pareja sexual -le expresé luego de eyacular.

Ambos detuvimos la grabación de nuestros celulares y no pudimos evitar acostarnos y seguir follando, pero ahora más relajados. Estando de ladito en la cama, inicié una conversación.

-Tengo dos cosas que contarte.

-Te escucho, corazón -respondió.

-La primera es que ya no eres mi única pareja sexual -confesé-. En la semana una alumna me sedujo y terminé echándome un palo con ella. Pero te agradezco a ti porque ella vio en mí la seguridad que tú me inspiraste.

-Sabía que conseguirás a alguien más, bombón -me felicitó.

-La otra es que Azucena está muy sospechosa -le comenté-. Hoy me mostró más cariño de lo normal, se arrimó a mí, me contó de su situación íntima con Erick que tú ya me habías contado previamente y al final me preguntó si yo ya soy experto en el sexo.

-¡Lotería! -exclamó-. Está desesperada y te está viendo como una opción para quitarse el antojo.

Me quedé pensando en la posibilidad y no dudé en confirmar mi deseo.

-No estaría nada mal. Para ser sinceros, sigo con la curiosidad de saber qué se sentiría tener sexo con ella.

-Pues apresúrense porque ya casi es la boda -aconsejó Ingrid-. Sería brillante que le concedieras una despedida de soltera.

-Estoy de acuerdo, reina -contesté-. ¿Y qué hay de ti?

-Adquirí una nueva propiedad -relató-. Es un departamento de un edificio recién inaugurado. Me mudaré ahí y le rentaré mi casa a una familia. Te lo comento porque tú estabas en busca de un bien inmueble y esos departamentos están accesibles económicamente, aparte de que están muy bonitos.

– ¿Y si me llevas a conocerlo? -propuse.

-Con gusto, papi -aceptó-. Pero te aviso que aún no tengo muebles, por lo que si nos entran las ganas de follar lo vamos a hacer en el suelo.

-Con tal de estrenar tu nuevo departamento no importa -dije riendo.

Saliendo del hotel nos dirigimos al departamento que adquirió. En pocas palabras, me agradó como para conseguir uno igual.

Al ver que había más departamentos en oferta no dudé en llamar al dueño y en pocos minutos concretamos el trato. Dentro de dos semanas, Ingrid y yo seríamos vecinos.

La celebración continuó en la noche. Fuimos a cenar a su restaurante favorito y nos retiramos contentos. Llegué a casa muy noche y me dormí inmediatamente.

Al siguiente día, Azucena me invitó el café dominical muy temprano. Su comportamiento volvió a ser sospechoso. Se empinó frente a mí diciendo que le dolía la espalda, pero lo evadí e insistió que le platicara de mi sábado. Entonces, le revelé la sorpresa.

-Hermana, me mudaré muy pronto.

CONTINUARÁ…

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